domingo, 4 de junio de 2017

Y se acabaron Los Treviños

Antonio Guerrero Aguilar/

Por favor no vayan a pensar mal. No me refiero a la desaparición de uno de los apellidos más representativos del noreste mexicano. Más bien, lamento la desaparición de un poblado de Santa Catarina conocido desde el siglo XIX como Los Treviños. Este apelativo tiene diversas interpretaciones respecto a su origen y significado. Lo hacen originario de Burgos, España o de Italia. Dicen que puede significar tres viñas o tres piedras que señalaban los límites de una propiedad.

El Treviño junto con el Garza y el Villarreal son los apellidos más típicos y conocidos en la región. El origen lo encontramos en una pareja, la de Marcos Alonso Garza originario de Huelva, España y Juana de Treviño originaria de la ciudad de México. Los hijos – Diego, Alonso y José tomaron el apellido de la madre para que éste no se perdiera, mientras que Pedro, Blas y Francisco  tomaron el Garza. Luego un Treviño se casa con una Ayala y unos tomaron el Treviño y otros el Ayala. Alonso de Treviño entró al Nuevo Reino de León en 1603. Pobló con su familia la hacienda de San Francisco, actual Apodaca. Estuvo casado con doña Mayor de Castro o Rentería, de la familia de don Gonzalo Fernández de Castro, fundador de la Pesquería Grande. Y ellos tuvieron una hacienda muy importante por aquellos rumbos al pie de la Sierra del Fraile.


Como ya lo había señalado, desde la segunda mitad del siglo XIX, hubo una congregación llamada los Treviños. Colindaba al este con terrenos de la congregación de La Fama, al oeste con la hacienda de Arredondos, también conocida como El Lechugal, con un antiguo camino que comunicaba hacia la hacienda de San Isidro de los Guerra y supuestamente, habilitado por don Eugenio Garza Sada para llegar hasta su propiedad en el Aguacatal, (adquirido en el 2011 por una industria de productos químicos); al norte con el cerro de las Mitras y al sur con el Blanqueo y los Arredondos. Ahí sus habitantes procedentes de un mismo tronco familiar, se dedicaban al flete de mercancías a Coahuila, Zacatecas,  Durango y Chihuahua y otros a las labores del campo y la minería.

Los fundadores del linaje son José Francisco Treviño, hijo de Pablo Treviño, originario de la Villa de García y Gertrudis Guerra. Casado con María Leonor García, hija a su vez de Juan José García y Juana María de Sepúlveda. Ellos vivieron en la primera mitad del siglo XIX. Tuvieron por hijos a María Rosalía, María Gertrudis, José de Jesús, José Cayetano, María Juana, María de los Dolores y José Antonio. Todos ellos se relacionaron familiarmente con otros grupos a tal grado que formaron una congregación de considerable importancia en la vida de Santa Catarina.


Hasta hace unos 40 años, los pueblos tenían sus categorías: podían ser ciudades o villas, cabeceras, congregaciones, haciendas, ranchos o estancias. De acuerdo a un informe de gobierno del Lic. Ramón Treviño en 1874, “cada municipalidad con sus congregaciones, haciendas y ranchos, forma un distrito político conocido con el nombre de aquella que es su cabecera. Por congregaciones se conocen en el Estado a las haciendas y ranchos pertenecientes a varios dueños que viven en ellas en común. Por haciendas labores de riego y ranchos a terrenos destinados a la cría de ganado en donde siembran algo de maíz y otras semillas”. En el siglo XX surgieron colonias y fraccionamientos y ahora, para no batallar, toda la población está distribuida en colonias. Dicen que por cuestiones postales a la hora de poner los famosos códigos.  Por ejemplo, el casco viejo de Santa Catarina ahora se le considera colonia centro. Por cierto, Santa Catarina tuvo tres congregaciones: La Fama, los Treviños y la Huasteca, ahora consideradas como colonias.

La congregación de Los Treviños fue un pueblo de fleteros, que dio origen a una zona industrial que ahora le llama colonia. Ahí en Los Treviños nació mi mamá en enero de 1944. En 1959, la señorita Juanita Llaguno Cantú ofreció a los padres vicentinos un terreno para construir el templo parroquial, pero no les gustó y buscaron uno en el centro de La Fama. A mediados del siglo XX se instalaron fábricas como Tubería Nacional y Bombas Jacuzzi Universal, las dos ya desaparecidas. Luego la fábrica de productos químicos Alen levantó sus instalaciones en 1969. De todas maneras ahí vivían familias en los alrededores. Cuando se hizo la ampliación de la avenida Díaz Ordaz en 1971, muchas construcciones fueron derribadas. Gradualmente esas casas habitación cedieron ante el avance comercial e industrial, cerrando accesos y antiguas veredas. Recién me acabo de dar cuenta, de que la última vecina del lugar ya no vive ahí. La casa desapareció. Por respeto a las familias, prefiero omitir su nombre. Ella nunca se quiso separar de su solar, porque su esposo lo había cuidado y protegido con mucho esfuerzo y cariño para ella y sus hijos. Y la decisión de la familia la entiendo y justifico también.



Cada vez que veo una casa caída o derrumbada, me da tristeza, porque con ella también perdemos cosas que nos relacionan con el pasado y con otras vidas. En la canción italiana de los 60 de Adriano Celentano, “El muchacho de la vía Gluck”, relata la historia de un joven que ansiaba salir de su entorno para ir a la ciudad. Después de los años regresa a su casa para revivir en ella los recuerdos y los tiempos idos. Pero ya no la encontró, el pasto y la maleza la habían desaparecido y con ellos, los esfuerzos de aquellos que nos antecedieron. Por eso dicen que el honor de un pueblo pertenece a los muertos, pues los vivos solo lo usufructuamos o nos empeñamos en perderlo. Y este artículo que acabas de leer, trata de un pueblo llamado Los Treviño que ya desapareció, porque no tiene vecinos que habiten el entorno.

Si se preguntan que hay en Los Treviños, les diré: desde HEB en Díaz Ordaz hasta la via del tren que atraviesa la gran avenida, al poniente de Protexa, Tanto al sur como al norte, hay fábricas y bodegas.

Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico