domingo, 25 de febrero de 2018

De aparecidos y fantasmas

Antonio Guerrero Aguilar/


En el imaginario popular, sobresalen historias y anécdotas en torno a apariciones sobrenaturales. Sin pertenecer a un lugar en especial, tenemos muchas referencias de perros negros, caballos, lloronas, niños, chivos y hasta catrines. A veces sienten presencias demoniacas, por las sombras tenebrosas y el olor a azufre.  Por doquier se habla de un perro negro que de pronto se aparece y le cierra el paso a los transeúntes que se atreven a estar fuera de sus casas al filo de la medianoche y entrada la madrugada, porque según cuentan, las cosas malas suceden al comenzar el nuevo día y a las tres de la mañana.  Dicen que les brillan los ojos con un rojo que inspira terror. Con un hocico en donde sobresalen unos colmillos filosos, repleto de babas, que jadea y gruñe muy feo. Puede tener dueño porque a veces le ven una cadena o correa sobre el pescuezo, con ladridos que inspiran miedo, con una gran velocidad que hacen correr a quienes los ven. Los perros callejeros los presienten, tienen la peculiaridad que con sus lagañas pueden ver espectros fantasmales y animales de mal agüero, por eso continuamente escuchamos sus ladridos por la madrugada.

Resulta extraño que la leyenda de la Llorona se vea por todos lados, aún y cuando haya ocurrido en los alrededores del lago de Texcoco. Se trata de una mujer que ahogó a sus hijos para vengarse de su pareja, al dejarlos en el abandono para volverse a casar. Me han platicado de mujeres que caminan por los rumbos donde alguna vez hubo acequias y arroyos. Andan por lugares cercanos donde hay ríos, charcos y represas. Una vez alguien me dijo que debió caminar de Monterrey a Santa Catarina por falta de transporte y recursos para pagar un auto de alquiler. Como vivía por la Infonavit Huasteca se animó a recorrer la vieja pista para hacer ejercicio que iba en línea paralela a Morones Prieto, de pronto vio a una mujer sentada sobre una piedra de regular tamaño, que lo observaba y hasta le habló por su nombre.

Entonces “¡patas pa´que son buenas!”. Apuró su paso para alejarse de aquella extraña aparición, mientras rezaba lo que se acordaba de cuando iba al catecismo siendo apenas un güerco.  Esas mujeres dan la impresión que flotan, a veces con un vestido blanco y otros afirman que son negros. Con pelo largo o velos que ocultan sus rasgos. Eso sí, las ven con rostro de calaveras que miran fijamente a quienes las enfrentan.  A veces van acompañadas y así como se aparecen, dejan de verlas en un instante.

Otros escuchan las pisadas de un caballo, tan características de unas pezuñas con sus respectivas herraduras. Puede ir despacio o con buen trote. De pronto ven a un charro con un traje negro, al que se pueden apreciar sus arreglos y botonaduras de metal planteado. Con botas y espuelas que son clavadas en el animal espectral. No habla, no mira, sigue de largo; como si fuera a una cita pendiente al más allá. Posiblemente alguien lo sigue, hace su recorrido nocturno como guardián de la noche, como si aún tuviera vida y por eso se le ve perdido en estas calles ahora repletas de asfalto, boyas y baches.

Regularmente dicen que los espíritus de los niños o niñas se aparecen en las cocinas, los techos, los patios, los pasillos y en alguna habitación de nuestros domicilios. Conozco de casos tristes, de padres sin suficientes recursos como para llevarlos al panteón, entonces colocaban los restos de los niños en los muros de las casas. A veces ven niños paseando o jugando por entre las naves industriales, tal es el caso de uno que los operarios han visto en DeAcero, Alen y en una planta ya desaparecida de Protexa. Quién sabe por qué se materializan a la vista de todos. A lo mejor ahí murieron y no aceptan su fatal destino pues no les tocaba morir.

Cuentan que cuando uno muere, de pronto de abre una dimensión tan luminosa que a veces la persona queda enceguecida y se queda entre nosotros aún y cuando ya murió. Entonces se quedan vagando en el mundo de los vivos sin estarlo, esperando la resurrección de los muertos con la segunda venida del Salvador. Son entidades etéreas, visten de acuerdo a la usanza de la época que les tocó vivir. Hacen travesuras, llaman la atención, se molestan si no les hacen caso o simplemente ahí están. Seguramente en muchas de nuestras casas se oye la famosa canica que rebota y rebota. De ciertos objetos que se mueven, pierden o vuelven a aparecer. Conozco a una señora quien asegura que un niño ocultó una cantidad de dinero que necesitaban para pagar una deuda. De pronto lo reta y lo regaña hasta que le devuelve los billetes.  Una ilustre dama me platicaba del niño que entraba y salía por una chimenea de una casa que habitaron cuando recién llegaron a Santa Catarina en la calle Juárez. Al tirar la casa encontraron la “relación”.

A veces los fantasmas se aparecen como bultos, como algo negro que se extiende sin forma. Es como si una cobija tan oscura tapara a esa aparición. Los antiguos indígenas en la región, enterraban a los restos de sus difuntos en posición de cuclillas, con un manto amarrado como si fuera un cordón umbilical. Cuando alguien rehúye a sus obligaciones por temor o inseguridad, dicen que le “sacó al bulto”. Una señora conocida vio a un bulto en el patio de su casa, cuando se animó a preguntar ¿quién anda ahí?, la escoba, los trapeadores y cachivaches se cayeron provocando un fuerte ruido. Yo vi uno, no me provocó temor, más bien curiosidad y expectativas por saber qué anda haciendo o qué es.

Muchas de esas cosas se aparecen porque supuestamente los asesinaron, le hicieron un daño físico a alguien o recitaron un conjuro, ya sea en la calle o en las casas. Esas entidades avisan de que ahí están enterrados o hay una “relación”. Entonces van y buscan personas con cualidades paranormales quienes realizan exorcismos, pero en lugar de apaciguar a los espíritus los hacen enfadar. Supe de unos conocidos que participaron en los rezos durante el exorcismo que hicieron allá en la Hacienda del Muerto. Mientras hacían las oraciones, escuchaban como si la tierra rugía y un fuerte viento apagaba los cirios. Por ejemplo, un cuidador de un panteón me confió que la gente mala busca tumbas de personas que murieron de forma violenta, para sacar tierra negra de ahí y hacer sus travesuras o dejan retratos, “trabajos y amarres”. Entonces ya no pueden descansar y por eso andan buscando a quien asustar.  No faltan quienes buscan o provocan estas apariciones o incluso retan a los fantasmas.

Para los escépticos y estudiosos de los fenómenos sociales, esas cosas se aparecen específicamente a personas sencillas, con una cultura más tradicional como de procedencia agraria. Son supersticiosos, por eso en sus casas tienen a su santo patrón al que le ruegan  para no tener problemas.  Otros relacionan a esos hechos sobrenaturales con asesinatos y rapto de mujeres. Justifican el actuar de la gente de “más antes” que vivía en pecado, cometiendo faltas a los mandamientos de Dios.  Por eso había apariciones, “La Llorona” correteaba a los que iban tras las muchachas, y el “Charro negro” perseguía a los borrachos.” Todos estos elementos hablan de una trasgresión al orden social. Apariciones de perros negros, lloronas, charros,  chivos, catrines y demás, son en el fondo la proyección del mal visto como un quebranto a lo que debe ser. Bueno, según a mi entender.

Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico