domingo, 13 de mayo de 2018

Las fundadoras y matriarcas del Nuevo Reino de León


Antonio Guerrero Aguilar/

En 1579 surgió el Nuevo Reino de León y en 1596 a Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey que se quedó como capital. A quienes lo habitaban les llamaban “reineros”, un gentilicio aplicado a los residentes de la ciudad como a quienes vivían en todas (y pocas) poblaciones del reino. Tan solo un camino y para rematar en mal estado, aunque les decían “caminos reales” pues pensaban que hasta los reyes de España podían transitar por ellos. Lo malo es que los monarcas nunca visitaron sus dominios. Tiempos en que advertían del aislamiento en que se hallaba Monterrey. Saltillo era el lugar más cercano; Zacatecas (la considerada “Madre del Norte”) era la población más importante del septentrión novohispano y estaba a una enorme distancia. Por testimonios de aquellos tiempos, sabemos que los primeros pobladores vivían en suma pobreza. Por ejemplo, el gobernador Diego de Montemayor tuvo que alimentarse alguna vez de raíces de lampazos, unas hojas abundaban en los ojos de agua.


Las actividades de los primeros pobladores fueron el cultivo de la tierra y la cría de ganados, ya sea mayor y menor pero solo de subsistencia y consumo familiar. Los documentos más antiguos, dan cuenta de otra actividad muy importante como la minería; se iban a buscar y atrapar indios para venderlos como mano de obra barata a los principales productores de plata en el norte de la Nueva España. Los hallazgos de vetas de metales en nuestras montañas, no eran suficientes ni siquiera presentaban la buena ley o calidad. Ciertamente hubo centros mineros pero no llegaron a sobresalir como los que localizaron en Durango, Chihuahua y Zacatecas.

En 1572 murió en Mazapil María de Esquivel, la esposa de Diego de Montemayor. Luego se  casó con Juana de Porcallo o de la Cerda. Cuando fundó la ciudad el 20 de septiembre de 1596, trajo a doce familias procedentes de Saltillo. Ya viudo, le acompañaban su hija Estefanía que se convirtió en la esposa de Alberto del Canto, y los hijos de éstos, Diego y Miguel. Llegaron Diego Díaz de Berlanga casado con Mariana Díaz; quien obtuvo merced de tierras al norte de la ciudad. Al morir fueron vendidas a Pedro de la Garza y se conocieron como estancia de los Garza o San Nicolás de los Garza. Diego de Montemayor, conocido como “el Mozo” por ser el hijo del fundador, fue casado con Elvira de Rentería. El Justicia Mayor y hombre de todas las confianzas de Diego de Montemayor era don Diego Rodríguez. Otro poblador Juan López venía casado con Magdalena de Ávila y tuvo por hijos a Juan, Bernabé y Melchora, quien obtuvo mercedes en el lugar llamado “La Pastora” en dónde ahora está el estadio de los Rayados del Monterrey.

Lucas García era hermano de Diego Rodríguez. Apodado el “Capitán de la Paz” por su conocimiento de las lenguas indígenas, consiguió  mercedes para poblar la hacienda de Santa Catarina. Martín de Solís, originario de Querétaro, casado con Francisca de Ávila; sus hijos Juan y Diego poblaron la hacienda de Santa Cruz en el actual ciudad Guadalupe. Diego Maldonado, casado con Antonia de Paz con un  hijo llamado Juan. Juan Pérez de los Ríos y su esposa Agustina de Charles, procedentes de la Puebla de los Ángeles; con sus hijos Juan, Ana, Bartolomé, Alonso, Esteban y Pedro. Otros vecinos como Alonso de Barreda, Domingo Manuel, Cristóbal Pérez y Pedro de Íñigo, de quienes hay pocas referencias. Los primeros habitantes de Monterrey  sumaban apenas treinta y cuatro personas entre varones, mujeres y niños.


Al iniciar el siglo XVII llegaron otros pobladores. Pero a decir verdad, no se admitía a cualquiera, pues era necesario hacer una solicitud escrita y además, presentar una fianza otorgada por alguno de los vecinos, garantizando que no debían despoblarla. De esta manera fueron llegando las familias Treviño, Ayala, Garza y otras dinastías muy famosas. Todas ellas fueron constituyeron las viejas raíces de los más antiguos apellidos y dinastías regionales.

Los fundadores de Monterrey y del Nuevo Reino de León tenían por esposas a mujeres de armas tomar. Las primeras pobladoras de nuestros pueblos, lo mismo ejercieron el matriarcado, la defensa, el poblamiento y las actividades económicas de las haciendas y estancias que promovieron. Me voy a centrar en tres de ellas: Juliana de Quintanilla, María Rodríguez y Mónica Rodríguez. Doña Juliana de Quintanilla probablemente nació en 1578 en la ciudad de México. Hija del capitán de origen portugués Juan de Farías y María Ana de Treviño. Casada con Lucas García hacia 1596 con quien pobló la hacienda de Santa Catalina. El 7 de mayo de 1635, doña Juliana ya viuda de don Lucas García, recibió la merced de tierras que amparaban aquellas que se habían perdido durante el ataque de Huajuco y Colmillo en 1624.

Lucas García falleció entre 1630 y 1631, por lo que su viuda doña Juliana de Quintanilla quedó como encomendera y labradora, hasta su deceso en Monterrey en el año de 1667. Los García de Quintanilla formaron una numerosa prole a la cual se les añadieron otros núcleos familiares: Bartolomé se fue a España y regresó. Tuvo dos hijos cuyos nombres son Juan y Tomás García Espejo. Diego García casado con Mariana Saldívar (Sosa), Bernardo García con María de Sosa (hija de Vicente Saldívar y María de Sosa); Lucas García “el Mozo” con Josefa de Ayala, Tomás García con Isabel de Arredondo, Nicolás con Juana Bracamonte, Juana de Farías con Nicolás Flores de Abrego.  Ana de Quintanilla con Bartolomé González Hidalgo, María de Quintanilla con José de la Cruz y una mujer de nombre Beatriz. Posiblemente el cañón llamado de Santa Juliana, situado por el rumbo a San Pablo en Santa Catarina se llame así en su honor.

Doña Juliana de Quintanilla tuvo dos sobrinas tanto de ella como de su esposo: Mónica y María Inés Rodríguez. La primera se casó en 1624 con Miguel de Montemayor, hijo de Alberto del Canto y de Estefanía de Montemayor, nacido en 1586 en Saltillo y fallecido el 25 de octubre de 1643 en la hacienda de San Pedro Los Nogales. Mónica era hija de Diego Rodríguez y Sebastiana de Farías Treviño y Quintanilla, a su vez hermana de doña Juliana. Había nacido en 1592 en la Ciudad de México y falleció en la hacienda de San Pedro el 30 de junio de 1681. La familia de los Rodríguez de Montemayor fue grande: Diego (1623-1676), Margarita (1626-1680), Petronila (1627-1672), María (1628), Juan Francisco (1629), Domingo Montemayor (1630), José (1631), Bernardo (1632), Mateo (1633), Bernarda (1640) e Inés (1645-1712). Mónica Rodríguez recibió como dote al casarse la hacienda de San Pedro los Nogales. Al morir su esposo ella continuó con la población, recibiendo mercedes de tierras y encomiendas de indios, reconociéndola como “benemérita, pobladora y encomendera”. Sus restos mortales fueron llevados a la iglesia parroquial de Monterrey el 30 de junio de 1681. Hoy en día, la máxima presea que el gobierno municipal de San Pedro Garza García entrega a sus ilustres ciudadanos se llama Mónica Rodríguez en su honor.


La otra hija de Diego Rodríguez y Sebastiana de Treviño se llamaba María Inés Rodríguez, nacida en 1580. En 1602 se casó con Gonzalo Fernández de Castro, quien nació en 1565, hijo de Juan Fernández de Castro y Mayor de Rentería. Don Gonzalo se distinguió como militar y poblador; alcalde ordinario en Monterrey en 1615, 1626, 1630 y 1635; alcalde mayor en 1641 y 1642 y regidor en 1616, 1624, 1627 y 1629. Tuvieron por hijos a María Mayor Rentería, Clara Rentería, Lázaro y Diego Fernández. El 14 de marzo de 1636 recibieron la merced para establecer la hacienda de San Juan Bautista de la Pesquería Grande, la cual pasó a ser de los Fernández de Castro y Rodríguez. Cuando murió don Gonzalo en 1646, Martín de Zavala reconoció las mercedes a favor de María Inés el 14 de marzo de 1646. En la cabecera municipal de García, un barrio conocido como de “doña María”, posiblemente en referencia a la esposa, mujer y pobladora.

Doña Juliana y sus sobrinas Mónica y María, son las matriarcas que dejaron una notable descendencia que poblaron diversos sitios del Nuevo Reino de León. Hace falta reconocer sus méritos como damas, mujeres pobladoras que a la muerte de sus respectivos esposos se dedicaron a poblar, cuidar sus posesiones y los intereses de sus hijos. Por lo pronto aquí nos acordamos de ellas.

Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico