domingo, 14 de julio de 2019

Los pozos y las norias


Antonio Guerrero Aguilar/

Durante muchos años, en mi parroquia de Santa Catarina estuvo oculto un pozo de agua. Tan antiguo y usado por los presbíteros que han atendido el templo y los fieles que tenían sed o necesidad del vital líquido. Con ese manto freático, el padre José María Villarreal mantenía una huerta mientras estuvo al frente de la comunidad entre 1931 y 1951. Quienes vivieron esa etapa recuerdan al atrio repleto de una cubierta vegetal tan extensa y exuberante, gracias a un sistema de irrigación que la repartía por su demarcación.

Como suele suceder, la creencia popular relacionó a la noria con la entrada al viejo túnel que supuestamente enlaza al templo con las principales casas de los alrededores y los más osados decían que llegaba hasta el antiguo templo de Guadalupe, destinado desde 1942 a ser monumento a Morazán y la loma de la santa Cruz.  Pero en 1991 llegó como párroco el padre Antonio Portillo, quien hizo destapar el pozo de agua para el uso del templo. Y para cerciorarse de la leyenda, la cual decía que como a cinco metros de profundidad estaba un tragaluz o acceso para recoger el agua; bajó hasta lo más profundo, apoyado por el sacristán y una polea, tomó muestras del agua y regresó a la superficie. Al poco tiempo la compañía de agua y drenaje se dio cuenta de la intención del padre y pidieron que fuera cerrada otra vez. Y no vio la entrada al túnel. 

Un pozo es un agujero o túnel vertical perforado en la tierra, con una profundidad suficiente como para alcanzar una reserva de agua subterránea contenidos en una  capa freática. Puede tener forma cilíndrica o cuadrada. Los antiguos propietarios aseguraban sus paredes con ladrillo, piedra, cemento o madera, para mantenerlo en buenas condiciones de limpieza y así evitar su deterioro y/o su derrumbe que podía taparlo. Por seguridad y utilidad se construía alrededor del pozo un brocal y unos maderos que sostenían la polea para subir y bajar el cubo con el agua.  Para evitar la suciedad y los mosquitos ponían una tapadera. Hoy en día no se recomienda el consumo de agua de las norias, especialmente cuando existen filtraciones de aguas residuales y el manto freático puede estar contaminado.

Había un procedimiento muy raro y peculiar para buscar el agua. Para ello recurrían a personas sensibles a las radiaciones; con las manos guiaban un péndulo, una horquilla, una rama, una vara, un alambre o un trozo de metal atado a un hilo. La rama o el metal empiezan a moverse  porque la persona percibe la radiación del manto freático y transmite esa radiación hacia las manos y por eso la rama se mueve. Con ese método también se pueden detectar metales, tesoros y hasta huesos enterrados.  A los que tienen esa cualidad se les conoce con el nombre de zahoríes. La disciplina que estudia ese tipo de actividades es la radiestesia. Y no cualquiera tiene ese don.

Los pozos son enigmáticos y simbólicos. Para los iniciados, un pozo representa la emigración espiritual en búsqueda de la propia identidad. Los pozos en los sueños tienen diversos significados; simbolizan talentos personales no descubiertos, también la profundidad de las emociones.  Si se cae a un pozo, es augurio de mala suerte y de algún accidente. También puede significar la pérdida del control de sus emociones.  Si alguien sueña con un pozo lleno de agua, le anuncia estabilidad económica y le saldrá bien todo lo que emprenda. Excavar un pozo es señal de buen augurio, porque significa que encontrará un buen trabajo bien remunerado, pero eso sí, deberá trabajar mucho.  Si alguien está sacando agua del pozo, entonces viene una importante entrada de dinero.  Un pozo con agua cristalina y transparente es un futuro promisorio. Pero si sueña que tiene un pozo en su casa, vendrán problemas.  Si el pozo rebosa de agua, le anuncia perdida de dinero sin importancia. Si el pozo está seco, significa un enorme vacío emocional.

En la Biblia encontramos muchísimas referencias al agua, con un significado relacionado a la salvación y a la vida. El agua es un signo de realidades espirituales y por lo tanto implican cuatro aspectos: separación, limpieza y vivificación espiritual y renovación. El agua del bautismo es un signo y el sello de la separación espiritual del mundo en la comunión con Cristo, así como de la limpieza del pecado para la justicia eterna. Por eso las aguas del diluvio representan un tipo del bautismo en Cristo. 

Por el agua y no por el arca de Noé  fue limpiado el pueblo de Dios. Cuando el pueblo siguió a Moisés y atravesaron las aguas del mar Rojo, el pueblo de Israel quedó separado para Dios frente a faraón y su ejército y obtuvo la liberación anhelada. Con el castigo del diluvio y la inundación fue castigado el mundo impío que pereció bajo las aguas del juicio. Y por el bautismo el viejo hombre de pecado es tragado y surge el nuevo en Cristo, separado del pecado, resucitado con Cristo a una nueva vida de comunión con Dios.  Cristo es la fuente de agua viva, la renovación y satisfacción completa. Representa principalmente al Espíritu Santo, convertido en agua de vida que fluye constantemente de Dios a través de Cristo en la Iglesia. Esto queda señalado en Isaías 44:3: derramaré aguas sobre el sediento suelo".

En la mentalidad medieval, los pozos representaban los deseos y la buena suerte. Cualquier deseo expresado ante el pozo será concedido, pues en los pozos hay espíritus buenos contenidos en el agua que cumplen las necesidades de quien acude a ellos. Para los antiguos mexicanos y los pueblos islámicos, el pozo es un regalo divino. El agua es una fuente de la vida pero también una materia escasa; un bien preciado, porque a decir de muchos, tienen energías curativas. Muchos llegaban a los pozos a beber agua, a bañarse o simplemente expresaba deseos sobre ella. Existe la creencia de que hay guardias o espíritus en el pozo, quienes le concederán su deseo si pagaba con una moneda. Después de pronunciar el deseo, uno debía arrojar monedas al interior. El deseo entonces sería concedido por el guardia o el habitante, pero si la moneda aterrizaba cara arriba el deseo sería concedido. Si la moneda aterrizaba cruz arriba el deseo no sería concedido. La tradición de lanzar pequeñas monedas a charcas y fuentes proviene de esto. Las monedas se convertían en ofrendas para la deidad en forma de agradecimiento.


En dos películas de la época de oro del cine mexicano se canta una bellísima canción: El pocito de Nacaquinia. La leyenda cuenta que un joven guerrero mexica llamado Milajahuat llegó a Misantla, Veracruz para hacer méritos en un señorío de la región. Ahí conoció a una joven totonaca de la cual se enamoró. El combatiente debió salir de ahí para enfrentar a los enemigos y fue muerto en campaña. La doncella al saber su deceso lloró tanto que se formó un pocito llamado de Nacaquinia que en náhuatl significa lugar abierto. Para los autores de la canción, los hermanos Martínez Gil, enlazan la leyenda y el amor entre los enamorados y el cariño que tenemos a la madre tierra:

Le canto a mi pueblo, le canto a mi sierra,
le canto a mi tierra linda,
tierra de ensueños donde nací
 y nunca la olvido,
por más que me aleje,
la llevo dentro de mi alma,
la llevo dentro de mi sentir.

Pocito de Nacaquinia, manantial de los sedientos,
dónde los enamorados, se adivinan los pensamientos.
Pocito de Nacaquinia, donde muchas veces fui,
a buscar la quería pero solito me devolví.

¡Cuidemos el agua, los pozos, las norias y las acequias que las tienen y conducen!

Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico