Antonio Guerrero Aguilar/ Poemoria/
Becario del Sistema Nuevo León al estímulo artístico y la creación de Conarte
Tres de las cuatro fábricas pioneras de la
industrialización en Nuevo León se asentaron entre Santa Catarina y San Pedro
Garza García. Seguramente los inversionistas, apoyaron sus proyectos al amparo
de suficiente agua como para mover las turbinas y generar la energía necesaria
como para mover los telares y los molinos. Había buenas tierras, cercanas a
Monterrey y situadas a la vera del camino real a Saltillo. Luego la vía de
ferrocarril benefició más a nuestros establecimientos para su producción. Esto
atrajo la llegada de operarios, técnicos y obreros, haciendo que nuestros
pueblos crecieron en consecuencia. Y el agua como recurso vital para la vida y
el campo ahora propiciaron otro modelo de producción. El campo y la minería
gradualmente cedieron a la industria y por ende al comercio.
Nuevo León se iniciaba en el proceso de
industrialización. Entonces construyeron un cordón umbilical para llevar el
agua. Una acequia con bordes de piedra que salía por el cañón de Santa
Catarina, por la banda norte del río atravesaba las tierras de la hacienda de
Buentellos. El tramo derramaba el vital líquido en El Blanqueo, seguía su curso
para La Fama, La Leona y los molinos Jesús María. De una simple acequia a un
acueducto al que llamaron atarjea. En algunos puntos aprovechando el declive
del terreno se formaron arcos para tomar altura y dejaban caer el agua para
mover unas turbinas. Los tramos gradualmente cedieron, muchos se perdieron y
ahora quedan algunos de ellos como testigos del origen de la industrialización
en Nuevo León.
¿Y cuál era la extensión de la atarjea o
acueducto? La gente de La Fama se refería a la estructura de piedra azul como
atarjea, un canal pequeño de mampostería, a nivel del suelo o sobre arcos, que
sirve para conducir agua. Un acueducto es un conducto artificial por donde va
el agua a lugar determinado, y especialmente el que tiene por objeto abastecer
de aguas a una población. Ese cordón umbilical se hizo a partir de la segunda
mitad del siglo XIX. Según mi entender, esa estructura de piedra cuando mucho
tenía una longitud de unos 10 kilómetros.
José Ramón Tamez Saldívar propuso una
longitud de 900 metros para el tramo existente en La Fama. Luego unas personas
muy cultas e intelectuales del sector, hicieron las mediciones desde el llamado
Baño Verde hasta la calle San Francisco y contaron poco menos de medio
kilómetro. Pero a decir verdad, tenía una longitud considerable y prueba de
ello es la existencia de unos tramos que afortunadamente todavía se tienen en
algunos patios de las colonias Montenegro, Protexa, la Concordia y la Fama. En
la parte de San Pedro Garza García los hay en lo que fueron los campos
deportivos de Akra, Invista, X Tra, Molisaba y en la colonia Valle del
Seminario. Los más conocidos están en terrenos del Museo Industrial El Blanqueo
y dentro de la fábrica vieja están los arcos y encima de ellos la atarjea que
debemos preservar.
El patrimonio histórico y cultural de un
pueblo puede ser tangible como intangible. El primero lo estudia
preferentemente la historia, la arqueología, la paleontología, el arte y la arquitectura.
Lo intangible son motivos de pensamiento, inspiración y de acción de un pueblo
y como no se pueden ver ni tocar; sin embargo ahí están y corren el riesgo de
perderse. Estos son estudiados por los antropólogos y lingüistas. Ahora, la
arqueología no necesariamente estudia los testimonios de un pasado remoto, sino
también de aquello reciente y próximo. En la historia de la cultura ahora se
denomina “arqueología industrial” a todos los vestigios que se desarrollaron y
construyeron para una actividad productiva.
Lamentablemente en Nuevo León solo
consideran dignos ejemplos de la arqueología industrial a plantas emblemáticas
que surgieron a partir de 1890 como la cervecería y la fundidora y al resto de
los vestigios se niegan, quedan susceptibles a la destrucción, al saqueo y al
olvido. Las empresas pioneras de la industrialización lo padecen: La Fama, los
Molinos Jesús María ahora convertida en la colonia Valle del Seminario, La
Leona que desapareció y fragmentó y las instalaciones de El Porvenir en El Cercado
que ya sufrieron de un incendio. Para nuestras autoridades culturales pasan
desapercibidas y en el caso nuestro de La Fama y de Santa Catarina pueden dar
paso a la modernidad: para construir desarrollos inmobiliarios o negocios que
pueden dejar mejores rentas.
La fábrica de textiles cedió ante la
modernidad en 1950. Ya no se requerían turbinas movidas por agua o por vapor.
Los viejos objetos quedaron como testigos silenciosos de los cambios por venir.
Lo peor del caso es que ya ni siquiera pasaba el agua por el acueducto. Gracias
a los servicios la entubaron evitando que la gente la acarreara en tinas. Quedó
el monumento que hablaba de glorias pretéritas. De pronto a unos les estorbaba,
otros la usaban para depositar basura, para subirse en ella y hacer lo mismo
travesuras que maldades. Otros vieron la posibilidad de ampliar sus propiedades
si acaso la destruían. La calle demandaba el espacio y decidieron abrirlas en
un lugar que siempre ha batallado por tenerlas. El problema es que sacrificaron
al símbolo que hablaba de la grandeza del pasado, del trabajo y de la vida que
congregó a un pueblo que se hizo con familias de otros lados.
En una de las plazas hicieron el salón de
actos de la Sección 49 del sindicato textil y la atarjea dañaba la fachada.
Otros argumentaron “los camiones de pasajeros y de cargas batallaban para pasar
por sus arcos”. O adecuaban la calle de Juárez o quitaban la atarjea. Es mejor
quitar cosas pues la memoria y la identidad no importan. El alcalde Clemente
Sánchez dudó y el gobernador Eduardo A. Elizondo le dio el apoyo y los arcos de
la atarjea con casi 120 años debieron sacrificarse en beneficio de la comunidad
que ahora siente la nostalgia por el tramo perdido del acueducto. ¡Y qué podía
hacer la gente si no se puede combatir el poder temporal de quienes nos
gobiernan! Y si se equivocan, pues vuelven a mandar.
Ya sin el estorbo de la atajea, la calle
Juárez y la calle San Francisco se pudieron ampliar. Curiosamente el trazo de
la antigua atarjea desde La Huasteca hasta Montenegro, fue seguido por la
compañía de Agua y Drenaje de Monterrey en la década de 1950, para construir el
acueducto hasta una estación de bombeo que está sobre una rotonda situada por
el rumbo de la colonia Montenegro. De ahí el agua que viene en un solo ducto se
reparte en dos, una para Monterrey y la otra para San Pedro Garza García.
Paradójicamente la avenida ahora se llama Acueducto y los remanentes de agua
son vertidos al río Santa Catarina a la altura de El Aguacatal. Los restos de la
atarjea que se salvaron, fueron cubiertos por maleza; en algunos puntos sus
propietarios la rellenaron o la ocultaron y los más decididos la quitaron.
Con ello se fue fragmentando un trozo de
historia no solo local sino regional, con implicaciones económicas, sociales y
hasta políticas. Algunas partes quedaron en quintas o fincas de descanso que
gradualmente se convirtieron en colonias, cuando llegaron los urbanizadores y
en lugar de pensar en cómo integrar un bien histórico y cultural a la nueva
colonia, tal y como lo hicieron en la colonia Valle del Seminario en los
molinos Jesús María; pues simplemente la destruyeron. La gente solo se
acostumbró a verla en tan solo algunos puntos de la Huasteca, de los Treviños,
Montenegro, la Protexa, la Concordia, la Fama, la vieja zona industrial de La
Leona y lo que quedó en la colonia Valle del Seminario.
Gradualmente una obra que tardó en
construirse en cuatro años (1850-1854) cedió ante el avance inminente del
crecimiento urbano. Cierto funcionario municipal se burló suándo se comparó a nuestra atarjea con el
simbólico acueducto de la ciudad de Querétaro: “Si pero allá es
Querétaro y el de nosotros no se compara con aquel”. Es cierto, aquel tiene
otra estructura, es más antiguo pero la atarjea de las viejas fábricas era de
nosotros y bien se podía resguardar para ejemplo de las nuevas generaciones
como bien lo han hecho en otras partes. La
destrucción de la atarjea comenzó el 1 de noviembre de 1969 en el tramo
correspondiente a la confluencia de las calles de Hidalgo y Juárez en el centro
histórico de La Fama, desde los llamados Baños Verdes hacia el oriente, en
donde se junta la calle Juárez con la calle de San Francisco y concluyó en
marzo de 1970. La materia prima era piedra azul y una argamasa de cal y arena
mezclada con penca de nopal.
Si hubo oposición de parte de algunos vecinos,
muchas personas lloraron y unos cuantos defendieron el patrimonio y el símbolo
de una congregación que se hizo a partir de una fábrica, que fue un pueblo
formado por familias de Zacatecas, Coahuila y de otros municipios de Nuevo
León. Tan importante que de ahí salieron muchos alcaldes y profesionistas,
músicos, locutores, deportistas y personas orgullosas de su pueblo. A poco más
de 160 años de su fundación, los arcos y la atarjea aún viven en la memoria y
en el corazón de los fameños y santacatarinenses que la añoran con tristeza y
nostalgia.