domingo, 13 de noviembre de 2016

El Palacio de Gobierno del Estado de Nuevo León

Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural

A lo largo de nuestra historia, hemos tenido al menos cuatro sedes que han ocupado los gobernadores. Desde la Ciudad de León en el actual municipio de Cerralvo; a las orillas del arroyo de Santa Lucía en donde gobernó don Diego de Montemayor a partir de 1599 y que una inundación destruyó lo poco que se había levantado en 1611. El justicia mayor Diego Rodríguez dispuso un nuevo centro, con sus casas consistoriales, los dos templos con sus respectivos camposantos (el convento y el parroquial) y la plaza de armas. Con la llegada de Martín de Zavala en 1626, resolvió gobernar en las llamadas Casas Reales o Consistoriales, convertido en palacio municipal de Monterrey y ahora sede del Museo Metropolitano de Monterrey. 

El año de 1815, el gobernador y comandante militar del Nuevo Reino de León don Joaquín de Arredondo decidió ocupar el edificio que alguna vez fuera la capilla y colegio de los jesuitas a principios del siglo XVIII, ubicado en la esquina noroeste de las calles del Comercio y del Teatro conocidas ahora como de Morelos y Escobedo. Gradualmente lo fueron habilitando para convertirlo en la sede del poder ejecutivo del Estado. Tenemos pocas imágenes del mismo, pero lo vemos con dos plantas y unos balcones en el segundo nivel.

Durante el gobierno del general Porfirio Díaz, Monterrey se convirtió en la pujante e industria fábrica la frontera. Fue cuando el general Bernardo Reyes dispuso la construcción de un nuevo palacio, acorde a la importancia de nuestra entidad y la posición de nuestra ciudad capital que se consolidó como unas de las principales ciudades de nuestro país, junto con la Ciudad de México, Puebla y Guadalajara.

Para levantar el inmueble eligieron una plaza que originalmente se llamó de la Concordia y que desde 1864 honraba la célebre batalla del 5 de Mayo en Puebla, a unas seis cuadras al norte de la plaza Zaragoza. El 4 de abril de 1895 comenzaron los trabajos: el diseño casi en su totalidad corresponde al Ing. Francisco Beltrán y la edificación al contratista constructor don Marín Peña, quienes se apoyaron en las propuestas del Gral. Bernardo Reyes. Tanto Beltrán como Peña habían participado en la construcción de la penitenciaría enfrente de la Alameda Porfirio Díaz, ahora llamada de Mariano Escobedo.

Trajeron cantera rosa de San Luis Potosí y unos canteros que se dieron a la tarea de darle forma al palacio. Supuestamente los albañiles y trabajadores se quedaron a vivir al sur del Río Santa Catarina en donde formaron el barrio de San Luisito y luego colonia Independencia. Planearon terminarlo en 1900, pero por presupuestos, ampliaciones y detalles tardaron 13 años en levantar el majestuoso edificio que tuvo un costo de 859,453 pesos. La gente de la época se burlaba y se referían a la obra como “el palacio de los naipes”, pues el gobernador recurrió a un impuesto especial para los juegos de azar y casas de apuesta, con la intención de reunir el capital requerido para su conclusión. La inauguración oficial se hizo en las fiestas del 16 de septiembre de 1908.

El palacio de gobierno cuenta con detalles neoclásicos y algunas decoraciones de estilo afrancesado. En la fachada principal que da al sur, podemos apreciar ocho columnas con capiteles corintios y otras dos adosadas a los muros. En la parte superior resalta un sobrio conjunto escultórico: una diosa griega de La Victoria que mide 2.80 metros. Descansa sobre un globo terráqueo y el conjunto se apoya en un pequeño frontón, cuyo frente se encuentra ornamentado con el emblema nacional del águila volteando hacia su derecha y las alas extendidas. A los extremos hay dos peristilos. Encima de ellos hay dos niños que tienen amarrados a dos leones con unas guirnaldas. Cada uno mide un metro con 26 centímetros. El de la derecha corresponde al balcón de la oficina del gobernador y el de la izquierda al del secretario general de gobierno.

Cuenta con cinco entradas en la fachada principal, dos a los lados y otras dos en la parte posterior. Mide 55 metros de largo y 88 metros de ancho. Consta de un gran patio central y cuatro pequeños a los lados. Por cierto, en uno de ellos colocaron un vitral de Efrén Ordóñez que contiene la Sierra Madre Oriental, la Silla, las Mitras, el Cañón de Santa Catarina y el Cerro del Topo y en el patio central estuvo una escultura de Federico Cantú conocida como “La Ola” que ahora está en la Pinacoteca de Nuevo León.

Para acceder a la entrada principal en forma de arco de medio punto, se debe subir unos escalones en donde vemos las ocho columnas. En el muro frontal hay seis vitrales que solo se pueden ver desde el interior del vestíbulo. Los mandaron hacer a la Casa Pellandini de la Ciudad de México. Hay dos en tamaño natural con las figuras de Miguel Hidalgo y Benito Juárez y cuatro en forma de medallón con las imágenes con Fray Servando Teresa de Mier, Mariano Escobedo, Ignacio Zaragoza y Juan Zuazua. Sobre el remate de la puerta interior está instalado el escudo de Nuevo León. Ya en el vestíbulo, al fondo vemos el patio central y a los lados dos escalinatas de granito que fueron terminadas en 1926. Además de la oficina del señor gobernador y del secretario general de gobierno, en el segundo piso hay dos salones, uno de ellos llamado Benito Juárez, en donde vemos la obra del pintor italiano Annibale Guerini y el otro dedicado a Fray Servando Teresa de Mier Noriega, que alguna vez fue sede del Tribunal Superior de Justicia de Nuevo León.

En 1900 se congregaron los tres poderes ejecutivo, judicial y legislativo de Nuevo León. Los del poder judicial dejaron el inmueble en 1978 y el congreso hasta 1985. En el 2006 una parte fue convertida en el Museo del Palacio. Con el trascurso del tiempo, el inmueble se llenó de oficinas. Incluso dividieron en dos plantas cada una de las habitaciones. Corre el rumor que hasta un helipuerto operó durante el gobierno del Dr. Pedro Zorrilla Martínez. A decir verdad, cada gobernador ha invertido en la restauración o modificación del inmueble, pero resaltan los trabajos que hicieron Jorge Treviño Martínez como José Natividad González Parás. Aquí fue la entrevista de los presidentes Manuel Ávila Camacho y Franklin D. Roosevelt en 20 de abril de 1943, como da fe una placa colocada a la entrada principal, siendo gobernador el general Bonifacio Salinas Leal.

Don Alfonso Martínez Domínguez convirtió la plaza central en una explanada llamada de los Héroes. Hay dos columnas, una dedicada a Benito Juárez que fue inaugurada en 1907. Otra corresponde a Miguel Hidalgo y Costilla y dos monumentos ecuestres con Mariano Escobedo y el padre José María Morelos y Pavón. La explanada de los Héroes tiene una extensión de 14 mil metros cuadrados. Limita desde Juan Ignacio Ramón hasta el palacio. En las columnas están los restos de unos insignes hombres de Nuevo León como Juan Zuazua, Francisco Naranjo, Silvestre Aramberri, Bernardo Reyes, José María Mier, Antonio I. Villarreal y Pablo González Garza. Todo con la intención de convertirlo en un espacio cívico similar a las rotondas de los hombres y mujeres ilustres.


Muchas de las obras y trabajos que se hicieron durante el gobierno de Bernardo Reyes han desaparecido lamentablemente. Pero aún tenemos al Palacio de Gobierno del Estado Libre y Soberano de Nuevo León, como fiel testigo de la historia política de nuestra entidad en el siglo XX.   

domingo, 6 de noviembre de 2016

San Jerónimo de Monterrey

Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural

Quién dijera que una de las zonas comerciales y con corporativos y oficinas de Monterrey, fue un día una comunidad agrícola.  Entre La Leona y el Obispado está San Jerónimo. Es curioso pero en los alrededores de Monterrey hay dos poblaciones con nombres de santos pertenecientes a la patrística cristiana como San Agustín y San Jerónimo. San Jerónimo de Estridón (347-420) tradujo la biblia del griego y el hebreo al latín. Es considerado padre de la Iglesia y uno de los cuatro grandes padres latinos. En su honor hay una población muy importante y de las más antiguas de Monterrey junto con San Bernabé del Topo Chico y Los Urdiales. Primero como lugar de paso de los colonizadores y luego como un importante centro agrícola. 

San Jerónimo está situado al pie de la sierra de las Mitras y del río Santa Catarina, por eso se benefició por los escurrimientos que alimentaban los mantos acuíferos del sector. La gente de aquellos tiempos hablaba de la existencia de un jagüey. A toda la comunidad se le puede limitar al poniente con el arroyo del Obispo y al oriente con las inmediaciones del cerro del Obispado. Una parte de las tierras de San Jerónimo le fueron mercedas a Lucas García en 1596, luego a Alonso de Molina en 1608; mismas que vendió a Diego Rodríguez. Este las pasó a su hija Mónica, casada con Miguel de Montemayor. Doña Mónica es considerada  la fundadora de la hacienda de San Pedro los Nogales  a partir de 1624. Poco antes de morir declaró en su testamento cuatro caballerías de tierra que dejó en herencia a sus hijas Bernarda e Inés. En 1709 San Jerónimo pasó a ser propiedad de los hijos de Mateo Rodríguez y Leonor Fernández. 


El 22 de septiembre de 1787, el bachiller Alejandro de la Garza, comisario del santo oficio de la Inquisición, cura interino, vicario y juez eclesiástico de Monterrey, vendió en 2 mil pesos al señor obispo fray Rafael José Verger, las tierras y aguas que integraban la capellanía fundada por María González Hidalgo y su esposo Antonio López de Villegas.  Se componía de seis caballerías de tierra con el agua que sale del potrero de Santa Catarina en la hacienda del mismo nombre. También tenía bajo su control, las partes de potrero y las demás tierras de agostadero que están fuera de los potreros del cerro de las Mitras, incluyendo dos caballerías de tierra en San Jerónimo. Cada caballería de tierra medía unas 43 hectáreas.

El 5 de enero de 1832, llegó a Monterrey el religioso José María de Jesús Belaunzarán y Ureña, para tomar posesión como obispo de la diócesis. Venía en una pequeña carreta movida por una mula. La grey regiomontana lo esperaba con júbilo en el arroyo conocido como de Las Encinillas. Cuando lo vieron le quitaron la mula para empujarla ellos mismos. Desde entonces se le conoce como el arroyo del Obispo en honor al ilustre prelado que gobernó la diócesis hasta 1838. Precisamente en éste punto, Jacinto Lozano estableció unos molinos en 1841 a los que llamaron de Jesús María. Para cruzar de los molinos a San Jerónimo; se hizo un vado, luego un puente de madera o simplemente bordeando sus lados. En 1883 construyeron el puente para el ferrocarril y desde 1935 la carretera que recorre hasta Saltillo.

San Jerónimo es un pueblo heroico. El 21 de septiembre de 1846, unos “Rangers texanos” que llegaron con el ejército de los Estados Unidos,  destrozaron al regimiento de los “Lanceros de Jalisco” al mando del general Anastasio Torrejón y Juan Nepomuceno Nájera.  Los voluntarios texanos al mando del capitán John Cofee Hays avanzaron hacia el Obispado por San Jerónimo para atacar a la caballería al mando del coronel Juan Nepumuceno Nájera. Con ese triunfo controlaron las entradas y salidas por el camino a Saltillo, pues San Jerónimo era la única vía por la que Monterrey podría recibir auxilio del resto del país.

De acuerdo a testimonios de la época, el camino entre Monterrey y San Jerónimo estaba cubierto por una capa de tierra suelta de unos 15 centímetros, que al paso de las carretas formaban una espesa nube de un terregal que impedía la visibilidad. El polvo parecía talco  y cuando llovía se convertía en un lodazal que impedía el trayecto de los viajeros y jinetes. Pasando el arroyo del Obispo hacia Santa Catarina, el paisaje era más amable; había labores por ambos lados.  Como se advierte, San Jerónimo fue un lugar estratégico y de paso. Era el punto de convergencia con el camino del Topo, Santa Catarina y San Pedro con Monterrey. Lugar pintoresco repleto de huertas con nogales y aguacatales y campos donde sembraban maíz y frijol. Ahí don Jesús Llaguno estableció su residencia llamada Santa María, ahora repleta de construcciones muy altas que alojan oficinas, hoteles y centros comerciales. Desde 1943 San Jerónimo quedó unida a la colonia del Valle a través del puente Miravalle, nombre de la colonia que se estableció en sus dominios y de Santa María accedían a San Pedro por el vado de Santa Bárbara. 

En el año de 1896 fue construida una capilla que albergó la devoción a María Santísima y era dependiente de la parroquia de la Purísima Concepción. Luego se hizo templo cuya hechura comenzó un señor de apellido Treviño Garza el 2 de enero de 1901. La primera piedra fue colocada el 24 de enero de 1901 por el padre Manuel P. Viramontes. Desde 1939 se le empezó a llamar Iglesia de Nuestra Señora del Carmen.


El templo actual comenzó a construirse cuando el entonces arzobispo de Monterrey, Alfonso Espino y Silva bendijo y colocó la primera piedra el 23 de julio de 1953 y que fue concluido el 21 de septiembre de 1965. Tiene categoría de parroquia desde el 4 de julio de 1962, quedando el padre Miguel Alanís Cantú como su primer párroco. Tres años después nombraron párroco al sacerdote Jesús Huerta. El 31 de Mayo de 1977 fue nombrado párroco el Pbro. David García Limón y recientemente el padre Miguel Neftalí González Pérez.  Las colonias que pertenecen a la parroquia son El Carmen, Fuentes del Valle, La Escondida, Santa María, Pedreras, Balcones del Carmen, Rincón del Valle, San Jerónimo, Miravalle y Sendero San Jerónimo.


En frente del templo, se instaló el Colegio Mexicano en la década de 1950, detonando el crecimiento en el sector. Muchos de los pobladores originales de San Jerónimo tenían nexos familiares con La Fama y Santa Catarina.  Ahora zona exclusiva con oficinas corporativas, clínicas y centros comerciales. Lugar de paso entre Saltillo, Santa Catarina y Monterrey, pero repleto de historia que vale la pena conocer y apreciar.

Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico