Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural
A lo largo de nuestra historia, hemos tenido al menos cuatro
sedes que han ocupado los gobernadores. Desde la Ciudad de León en el actual
municipio de Cerralvo; a las orillas del arroyo de Santa Lucía en donde gobernó
don Diego de Montemayor a partir de 1599 y que una inundación destruyó lo poco
que se había levantado en 1611. El justicia mayor Diego Rodríguez dispuso un
nuevo centro, con sus casas consistoriales, los dos templos con sus respectivos
camposantos (el convento y el parroquial) y la plaza de armas. Con la llegada
de Martín de Zavala en 1626, resolvió gobernar en las llamadas Casas Reales o
Consistoriales, convertido en palacio municipal de Monterrey y ahora sede del Museo
Metropolitano de Monterrey.
El año de 1815, el gobernador y comandante militar del
Nuevo Reino de León don Joaquín de Arredondo decidió ocupar el edificio que alguna
vez fuera la capilla y colegio de los jesuitas a principios del siglo XVIII,
ubicado en la esquina noroeste de las calles del Comercio y del Teatro
conocidas ahora como de Morelos y Escobedo. Gradualmente lo fueron habilitando
para convertirlo en la sede del poder ejecutivo del Estado. Tenemos pocas imágenes
del mismo, pero lo vemos con dos plantas y unos balcones en el segundo nivel.
Durante el gobierno del general Porfirio Díaz, Monterrey se
convirtió en la pujante e industria fábrica la frontera. Fue cuando el general
Bernardo Reyes dispuso la construcción de un nuevo palacio, acorde a la
importancia de nuestra entidad y la posición de nuestra ciudad capital que se
consolidó como unas de las principales ciudades de nuestro país, junto con la
Ciudad de México, Puebla y Guadalajara.
Para levantar el inmueble eligieron una plaza que originalmente
se llamó de la Concordia y que desde 1864 honraba la célebre batalla del 5 de
Mayo en Puebla, a unas seis cuadras al norte de la plaza Zaragoza. El 4 de
abril de 1895 comenzaron los trabajos: el diseño casi en su totalidad
corresponde al Ing. Francisco Beltrán y la edificación al contratista
constructor don Marín Peña, quienes se apoyaron en las propuestas del Gral.
Bernardo Reyes. Tanto Beltrán como Peña habían participado en la construcción
de la penitenciaría enfrente de la Alameda Porfirio Díaz, ahora llamada de Mariano
Escobedo.
Trajeron cantera rosa de San Luis Potosí y unos canteros que
se dieron a la tarea de darle forma al palacio. Supuestamente los albañiles y
trabajadores se quedaron a vivir al sur del Río Santa Catarina en donde
formaron el barrio de San Luisito y luego colonia Independencia. Planearon
terminarlo en 1900, pero por presupuestos, ampliaciones y detalles tardaron 13
años en levantar el majestuoso edificio que tuvo un costo de 859,453 pesos. La
gente de la época se burlaba y se referían a la obra como “el palacio de los naipes”, pues el gobernador recurrió a un
impuesto especial para los juegos de azar y casas de apuesta, con la intención
de reunir el capital requerido para su conclusión. La inauguración oficial se
hizo en las fiestas del 16 de septiembre de 1908.
El palacio de gobierno cuenta con detalles neoclásicos y
algunas decoraciones de estilo afrancesado. En la fachada principal que da al
sur, podemos apreciar ocho columnas con capiteles corintios y otras dos adosadas
a los muros. En la parte superior resalta un sobrio conjunto escultórico: una
diosa griega de La Victoria que mide 2.80 metros. Descansa sobre un globo terráqueo
y el conjunto se apoya en un pequeño frontón, cuyo frente se encuentra ornamentado
con el emblema nacional del águila volteando hacia su derecha y las alas
extendidas. A los extremos hay dos peristilos. Encima de ellos hay dos niños
que tienen amarrados a dos leones con unas guirnaldas. Cada uno mide un metro
con 26 centímetros. El de la derecha corresponde al balcón de la oficina del
gobernador y el de la izquierda al del secretario general de gobierno.
Cuenta con cinco entradas en la fachada principal, dos a los
lados y otras dos en la parte posterior. Mide 55 metros de largo y 88 metros de
ancho. Consta de un gran patio central y cuatro pequeños a los lados. Por cierto,
en uno de ellos colocaron un vitral de Efrén Ordóñez que contiene la Sierra
Madre Oriental, la Silla, las Mitras, el Cañón de Santa Catarina y el Cerro del
Topo y en el patio central estuvo una escultura de Federico Cantú conocida como
“La Ola” que ahora está en la Pinacoteca de Nuevo León.
Para acceder a la entrada principal en forma de arco de
medio punto, se debe subir unos escalones en donde vemos las ocho columnas. En
el muro frontal hay seis vitrales que solo se pueden ver desde el interior del
vestíbulo. Los mandaron hacer a la Casa Pellandini de la Ciudad de México. Hay
dos en tamaño natural con las figuras de Miguel Hidalgo y Benito Juárez y
cuatro en forma de medallón con las imágenes con Fray Servando Teresa de Mier, Mariano
Escobedo, Ignacio Zaragoza y Juan Zuazua. Sobre el remate de la puerta interior
está instalado el escudo de Nuevo León. Ya en el vestíbulo, al fondo vemos el patio
central y a los lados dos escalinatas de granito que fueron terminadas en 1926.
Además de la oficina del señor gobernador y del secretario general de gobierno,
en el segundo piso hay dos salones, uno de ellos llamado Benito Juárez, en
donde vemos la obra del pintor italiano Annibale Guerini y el otro dedicado a
Fray Servando Teresa de Mier Noriega, que alguna vez fue sede del Tribunal
Superior de Justicia de Nuevo León.
En 1900 se congregaron los tres poderes ejecutivo, judicial
y legislativo de Nuevo León. Los del poder judicial dejaron el inmueble en 1978
y el congreso hasta 1985. En el 2006 una parte fue convertida en el Museo del
Palacio. Con el trascurso del tiempo, el inmueble se llenó de oficinas. Incluso
dividieron en dos plantas cada una de las habitaciones. Corre el rumor que
hasta un helipuerto operó durante el gobierno del Dr. Pedro Zorrilla Martínez. A
decir verdad, cada gobernador ha invertido en la restauración o modificación
del inmueble, pero resaltan los trabajos que hicieron Jorge Treviño Martínez
como José Natividad González Parás. Aquí fue la entrevista de los presidentes
Manuel Ávila Camacho y Franklin D. Roosevelt en 20 de abril de 1943, como da fe
una placa colocada a la entrada principal, siendo gobernador el general
Bonifacio Salinas Leal.
Don Alfonso Martínez Domínguez convirtió la plaza central en
una explanada llamada de los Héroes. Hay dos columnas, una dedicada a Benito
Juárez que fue inaugurada en 1907. Otra corresponde a Miguel Hidalgo y Costilla
y dos monumentos ecuestres con Mariano Escobedo y el padre José María Morelos y
Pavón. La explanada de los Héroes tiene una extensión de 14 mil metros
cuadrados. Limita desde Juan Ignacio Ramón hasta el palacio. En las columnas
están los restos de unos insignes hombres de Nuevo León como Juan Zuazua,
Francisco Naranjo, Silvestre Aramberri, Bernardo Reyes, José María Mier,
Antonio I. Villarreal y Pablo González Garza. Todo con la intención de
convertirlo en un espacio cívico similar a las rotondas de los hombres y
mujeres ilustres.
Muchas de las obras y trabajos que se hicieron durante el
gobierno de Bernardo Reyes han desaparecido lamentablemente. Pero aún tenemos
al Palacio de Gobierno del Estado Libre y Soberano de Nuevo León, como fiel
testigo de la historia política de nuestra entidad en el siglo XX.
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