Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural
Actualmente vemos un repunte de pacientes que padecen la “Influenza”. Incluso en este mes de
enero del 2017 que pasó, murieron 26 personas. La palabra “influenza” es de origen italiano. En el siglo XV se empleaba para
referirse al contagio o brote de una enfermedad, entendida como la influencia o dolencia de un enfermo en otro. Por ejemplo, en 1504 hubo en
Italia una epidemia de fiebre escarlatina a la que llamaron “influenza di febre scarlattina”, cuya
traducción corresponde a una epidemia de fiebre escarlatina. Para 1743 la misma
región sufrió por una gran epidemia de gripe conocida como “influenza di cattarro” (brote o epidemia de catarro), nombre que
luego se abrevió a “influenza” y
desde entonces se relacionó al catarro con la gripe. En 1783 esta denominación
fue adoptada en el idioma francés para referirse a la gripe y por la misma
época llegó al inglés. En 1843 aparece por vez primera bajo la forma de “flue” y más tarde a la actual “flu”. En el Diccionario de la Academia,
este nombre de la gripe apareció en la edición de 1927 designado como "italianismo por trancazo o
gripe".
Todas las patologías virales de una “infuenza” se manifiestan con fuertes fiebres y malestar general
como cansancio físico, sudoración, diarrea o vómito. A fines de abril y
principios de mayo de 2009, padecimos una grave amenaza de “Influenza”. En ese tiempo colaboraba en un programa que se llamaba
“Consultorio, vida y salud” que se
trasmitía en el Canal 53 de la UANL. Como era conducido por médicos, me preguntaron
cuántas epidemias habíamos sufrido a lo largo de nuestra historia. Busqué
información en el libro “Nuevo León,
apuntes históricos” de Santiago Roel que nos da cuenta de las siguientes
enfermedades.
En 1798 hubo una epidemia de viruela en Monterrey. A
fines de 1802 y principios de 1803 ocurrió una epidemia de fiebre amarilla
(hepatitis) en todo el Nuevo Reino de León que ocasionó la muerte de 1,900 vecinos
de los 30 mil que se infectaron con la enfermedad. La fiebre amarilla se
repitió en 1898 y 1903. Ocurrieron brotes de malaria o paludismo en 1815, 1825,
1836, 1844, 1853 y 1866, provocado por piquetes de mosquitos. De cólera morbus en 1833, 1849, 1850 y 1866 con
fuertes diarreas.
El cólera morbus
se desarrolló en todo el país en 1833. Para fines de julio estaban invadidos
los pueblos del norte de Tamaulipas y los municipios de Nuevo León aledaños a
ellos. Según esto, el brote había iniciado en Matamoros, por lo que se tomaron
medidas urgentes para evitar el contagio. Lamentablemente el 6 de agosto de ese
año se presentaron las primeras víctimas. Por eso el gobierno del Estado dictó
medidas de seguridad e higiene pública. Concluyeron que la fruta era la fuente
de trasmisión de la enfermedad, por eso fue decomisada y destruida. Prohibieron
el ingreso de la misma, de la matanza de reses y de otros animales dentro de
las poblaciones y que se arrojaran las aguas negras a las calles. Se
preocuparon por la limpieza de las casas, las fuentes y las acequias,
impidieron la venta de vinos y licores y los bailes después de las 10 de la
noche como medidas precautorias.
Entre abril y diciembre de 1903 ocurrió una epidemia de
fiebre amarilla o hepatitis que atacó preferentemente a los municipios del
norte y del centro del Estado. Alertaban que el foco de infección estaba en las
costas de Tamaulipas. A fines de 1918, una terrible enfermedad llamada “Influenza Española” invadió a todo el
país y Nuevo León no fue la excepción. Le llamaban así porque decían que el
foco de infección estaba en la península ibérica. Fue una pandemia que causó muchísimas muertes. Por ejemplo, el 21
de octubre de 1918 fallecieron cien personas en Monterrey. El promedio de
muertes era de 10 por día. A mediados del siglo XX tuvimos una de fiebre
tifoidea o salmonelosis. Y ya en el siglo XX, cada año padecemos de dengue y
recientemente de Zica y chikungunya
Dicen que nuestra generación ha sido testigo de varias
enfermedades que han puesto en alerta a nuestras autoridades sanitarias.
También he visto cierto escepticismo que tiende a menospreciar los alcances de
la llamada “Influenza Humana”. Ciertamente
que nuestros gobernantes deben invertir más en salud, en investigación y
tecnología. Pero sobre todo, realizar campañas de concientización y prevención
en la salud personal como pública. Solo así evitaremos que broten nuevas
enfermedades o contagios que se pensaban que ya se habían erradicado.
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