Antonio Guerrero Aguilar/
Así comienza la maravillosa canción de Monterrey de Pepe Guízar, cuya
estrofa continúa: desde niño yo te quiero
y por eso que si muero que sea en ti donde nací. Regularmente relacionamos
al cerro de la Silla con Monterrey. Pero no es cerro ni está propiamente en
jurisdicción territorial de Monterrey, excepto un sector de San Ángel y de un
polígono que le pertenece allá por el Cañón de Huajuco. En realidad es una
cadena montañosa que abarca los municipios de Guadalupe, Monterrey, Santiago,
Allende, Cadereyta Jiménez y Juárez.
El majestuoso, impresionante, el guardián
de las montañas y de los valles; el cerro de la Silla, llamado así por don
Alberto del Canto en 1577, por su semejanza a un fuste de una silla de montar. En
el paisaje vemos cuatro picos llamados la Antena, Norte (cuya altura llega a
los 1,850 metros), Sur y Guadalupe.
Esta cordillera forma parte del Parque Nacional Cumbres de Monterrey desde
1938 y está considerado como reserva de la biósfera por parte de la UNESCO
desde el 2006, pero no está dentro de la Sierra Madre Oriental. Corre en línea
paralela con la Sierra Madre de sur a norte, formando el famoso cañón o valle
del Huajuco. Los antiguos pobladores de la región vieron a ésta montaña no como
una roca inanimada, sino como el lugar en donde residían las fuerzas vitales de
la naturaleza que aseguraban su sustento. El mismo Diego de Montemayor se
asombró cuando vio a un indio flechando al Sol de manera ritual cuando salía
sobre sus cumbres. Por eso en 1672 la reina Mariana de Austria aprobó esa
imagen como el símbolo y escudo de armas de la Ciudad Metropolitana de Nuestra
Señora de Monterrey.
También se dice en tono de broma que su silueta se debe a un típico
regiomontano cuando perdió dinero en el lugar y comenzó a escarbar hasta que le
dio su forma tan singular.
Según la leyenda, el célebre bandido Agapito Treviño (conocido como
Caballo Blanco) tenía su guarida en una de sus cavernas. Para la tradición
popular, conocía al revés y al derecho a toda la sierra, pues le daba por
asaltar a los arrieros y comerciantes que llevaban y traían mercancías desde
Linares, el Pilón, el Huajuco y Monterrey. Supuestamente unas viejitas de
Allende, Nuevo León, lo contrataban para cometer fechorías y con esto obligaban
a la gente a regresar al antiguo rancho del Reparo para abastecer otra vez de
piloncillo y maíz. Allá por 1985, don
Horacio Alvarado Ortiz estuvo buscando en una de sus cuevas a un ser fabuloso
mitad humano y mitad pájaro, a quien llamaban el hombre pájaro.
Con su imagen tan memorable y fotografiada. Lo mismo está presente en
corridos, polkas y shotices, como el de Pepe Guízar, Antonio Tanguma que se
inspiró en su silueta para componer una polka representativa de la región, tan bailable y socorrida en nuestras escuelas
y presentaciones, Marilú Treviño, Severiano Briseño y mi paisano Aliber
Medrano. En poemas y coplas como de Ignacio Montes de Oca, Nemesio García
Naranjo, Alfonso Reyes, Francisco de Paula Morales y Eusebio de la Cueva. Tan
recreado y pintado por Gerardo Cantú, Saskia Juárez, Silvia Ordóñez, Héctor
Cantú Ojeda y muchos otros más. Un cerro que acompaña a beatos y santos en la
obra sacra de Efrén Ordóñez. Incluso Pedro
Infante se hizo famoso cuando filmó en Monterrey, Guadalupe y Santa Catarina
algunas de las escenas de la película Cuando
lloran los valientes en 1943. En esa película Pedro Infante canta acompañado
por Severiano Briseño: Desde lo alto del
cerro de la Silla, estoy mirando a mi lindo Monterrey.
Una montaña que enamoró con su belleza al gran Manuel Payno: pero lo que hace que la población sea
extremadamente bella, es su situación al pie de dos cerros elevadísimos, el de
la Silla y el de la Mitra. El primero cuyo nombre le viene sin duda de la
perfecta semejanza que tiene la figura de su cima con un fuste de silla, es de
altura prodigiosa y tiene una hermosura y encanto indefinibles. Tan lleno de
verdor, tan majestuoso, dibujándose en el azul del firmamento. He visto multitud de
cerros y montañas, pero nunca había contemplado otro tan lleno de belleza como
el cerro de la Silla, de Monterrey; parece el protector de la ciudad y el
confidente de los astros. También el poeta potosino Manuel José Othón
admirado por su belleza se refirió a la Silla: ¿Por qué muestra tan épica figura, esa enorme cadena de montañas? Sus
formas terroríficas y extrañas, solo Dios modeló, no la ventura.
El célebre Alfonso Reyes siempre recordó al cerro de la Silla y lo demostraba
en sus publicaciones, como en su Correo
de Monterrey. Ahí en la portada sobresalía una viñeta con el cerro de la
Silla y unas chimeneas humeantes. Hasta se le atribuyen dos versitos: ¡Oh cerro de la Silla quien estuviera en tu
horqueta, una pata pa´Monterrey y otra pa´Cadereyta!. O la que compuso al
Tecnológico de Monterrey cuando decían que buscaba la rectoría de tan afamada
casa de estudios: ¡Oh cerro mitológico
quien estuviera en tu cima, para admirar desde lo lejos al famoso tecnológico!
Sitio emblemático y significativo para los de aquí como para quienes
llegan o visitan Monterrey. Está en los escudo de Nuevo León y de Monterrey y
con ello nos representa a todos los que nacimos o vivimos en ésta tierra tan bendecida y por todos muy
querida, sí señor, verdad de Dios que sí
tal y como lo cantamos en el Corrido de Monterrey de Severiano Briseño.
Creo que la mejor forma de ver al cerro de la Silla, es cuidándolo y
protegiendo su hábitat que nos da vida. Y especialmente en éstos tiempos donde
le han hecho tanto daño, poniendo un estadio junto a él, cortando y
extinguiendo la vida del único río vivo que hay en Monterrey y con aquel
proyecto de construir un túnel que comunique a la carretera nacional con
Juárez, Nuevo León. Todas nuestras montañas como la Silla, la Sierra Madre, las
Mitras, Picachos, Papagayos y el Fraile, regulan el régimen térmico que rige la
temperatura de la zona metropolitana y a sus municipios periféricos
correspondientes al estado de Nuevo León. Además, toda la montaña es un
monumento nacional y debe preservarse y cuidar. Indudablemente.