domingo, 9 de diciembre de 2018

Monterrey, tierra querida, es el cerro de la Silla tu estandarte y tu perfil…


Antonio Guerrero Aguilar/

Así comienza la maravillosa canción de Monterrey de Pepe Guízar, cuya estrofa continúa: desde niño yo te quiero y por eso que si muero que sea en ti donde nací. Regularmente relacionamos al cerro de la Silla con Monterrey. Pero no es cerro ni está propiamente en jurisdicción territorial de Monterrey, excepto un sector de San Ángel y de un polígono que le pertenece allá por el Cañón de Huajuco. En realidad es una cadena montañosa que abarca los municipios de Guadalupe, Monterrey, Santiago, Allende, Cadereyta Jiménez y Juárez. 

El majestuoso, impresionante, el guardián de las montañas y de los valles; el cerro de la Silla, llamado así por don Alberto del Canto en 1577, por su semejanza a un fuste de una silla de montar. En el paisaje vemos cuatro picos llamados la Antena, Norte (cuya altura llega a los 1,850 metros), Sur y Guadalupe.

Esta cordillera forma parte del Parque Nacional Cumbres de Monterrey desde 1938 y está considerado como reserva de la biósfera por parte de la UNESCO desde el 2006, pero no está dentro de la Sierra Madre Oriental. Corre en línea paralela con la Sierra Madre de sur a norte, formando el famoso cañón o valle del Huajuco. Los antiguos pobladores de la región vieron a ésta montaña no como una roca inanimada, sino como el lugar en donde residían las fuerzas vitales de la naturaleza que aseguraban su sustento. El mismo Diego de Montemayor se asombró cuando vio a un indio flechando al Sol de manera ritual cuando salía sobre sus cumbres. Por eso en 1672 la reina Mariana de Austria aprobó esa imagen como el símbolo y escudo de armas de la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey.


También se dice en tono de broma que su silueta se debe a un típico regiomontano cuando perdió dinero en el lugar y comenzó a escarbar hasta que le dio su forma tan singular.
Según la leyenda, el célebre bandido Agapito Treviño (conocido como Caballo Blanco) tenía su guarida en una de sus cavernas. Para la tradición popular, conocía al revés y al derecho a toda la sierra, pues le daba por asaltar a los arrieros y comerciantes que llevaban y traían mercancías desde Linares, el Pilón, el Huajuco y Monterrey. Supuestamente unas viejitas de Allende, Nuevo León, lo contrataban para cometer fechorías y con esto obligaban a la gente a regresar al antiguo rancho del Reparo para abastecer otra vez de piloncillo y maíz.  Allá por 1985, don Horacio Alvarado Ortiz estuvo buscando en una de sus cuevas a un ser fabuloso mitad humano y mitad pájaro, a quien llamaban el hombre pájaro.

Con su imagen tan memorable y  fotografiada. Lo mismo está presente en corridos, polkas y shotices, como el de Pepe Guízar, Antonio Tanguma que se inspiró en su silueta para componer una polka representativa de la región,  tan bailable y socorrida en nuestras escuelas y presentaciones, Marilú Treviño, Severiano Briseño y mi paisano Aliber Medrano. En poemas y coplas como de Ignacio Montes de Oca, Nemesio García Naranjo, Alfonso Reyes, Francisco de Paula Morales y Eusebio de la Cueva. Tan recreado y pintado por Gerardo Cantú, Saskia Juárez, Silvia Ordóñez, Héctor Cantú Ojeda y muchos otros más. Un cerro que acompaña a beatos y santos en la obra sacra de Efrén Ordóñez.  Incluso Pedro Infante se hizo famoso cuando filmó en Monterrey, Guadalupe y Santa Catarina algunas de las escenas de la película Cuando lloran los valientes en 1943. En esa película Pedro Infante canta acompañado por Severiano Briseño: Desde lo alto del cerro de la Silla, estoy mirando a mi lindo Monterrey.


Una montaña que enamoró con su belleza al gran Manuel Payno: pero lo que hace que la población sea extremadamente bella, es su situación al pie de dos cerros elevadísimos, el de la Silla y el de la Mitra. El primero cuyo nombre le viene sin duda de la perfecta semejanza que tiene la figura de su cima con un fuste de silla, es de altura prodigiosa y tiene una hermosura y encanto indefinibles. Tan lleno de verdor, tan majestuoso, dibujándose en el azul del firmamento. He visto multitud de cerros y montañas, pero nunca había contemplado otro tan lleno de belleza como el cerro de la Silla, de Monterrey; parece el protector de la ciudad y el confidente de los astros. También el poeta potosino Manuel José Othón admirado por su belleza se refirió a la Silla: ¿Por qué muestra tan épica figura, esa enorme cadena de montañas? Sus formas terroríficas y extrañas, solo Dios modeló, no la ventura.

El célebre Alfonso Reyes siempre recordó al cerro de la Silla y lo demostraba en sus publicaciones, como en su Correo de Monterrey. Ahí en la portada sobresalía una viñeta con el cerro de la Silla y unas chimeneas humeantes. Hasta se le atribuyen dos versitos: ¡Oh cerro de la Silla quien estuviera en tu horqueta, una pata pa´Monterrey y otra pa´Cadereyta!. O la que compuso al Tecnológico de Monterrey cuando decían que buscaba la rectoría de tan afamada casa de estudios: ¡Oh cerro mitológico quien estuviera en tu cima, para admirar desde lo lejos al famoso tecnológico!


Sitio emblemático y significativo para los de aquí como para quienes llegan o visitan Monterrey. Está en los escudo de Nuevo León y de Monterrey y con ello nos representa a todos los que nacimos o vivimos en ésta tierra tan bendecida y por todos muy querida, sí señor,  verdad de Dios que sí tal y como lo cantamos en el Corrido de Monterrey de Severiano Briseño.

Creo que la mejor forma de ver al cerro de la Silla, es cuidándolo y protegiendo su hábitat que nos da vida. Y especialmente en éstos tiempos donde le han hecho tanto daño, poniendo un estadio junto a él, cortando y extinguiendo la vida del único río vivo que hay en Monterrey y con aquel proyecto de construir un túnel que comunique a la carretera nacional con Juárez, Nuevo León. Todas nuestras montañas como la Silla, la Sierra Madre, las Mitras, Picachos, Papagayos y el Fraile, regulan el régimen térmico que rige la temperatura de la zona metropolitana y a sus municipios periféricos correspondientes al estado de Nuevo León. Además, toda la montaña es un monumento nacional y debe preservarse y cuidar. Indudablemente.

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Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico