domingo, 17 de diciembre de 2023

“‘Colombia, Nuevo León; la visión de Bernardo Reyes” (primera parte)

 Antonio Guerrero Aguilar/



A partir de la declaración de Nuevo León como Estado Libre y Soberano de la Federación Mexicana mediante el decreto número 45 promulgado el 7 de mayo de 1824, la entidad ha evolucionado e innovando en materia de comercio. Uno de los hitos, tiene que ver la creación en 1892 de la congregación Colombia, en el municipio de Anáhuac; gracias al entonces Gobernador, el General Bernardo Reyes tuvo la visión de darle a Nuevo León una frontera, la cual facilitaría y fortalecería las relaciones comerciales y culturales con los Estados Unidos de América.

Introducción

El 16 de diciembre de 1892, el entonces jefe del poder ejecutivo, el general Bernardo Reyes, logró la creación de una congregación colindante al río Bravo y con Texas. Era una aspiración anhelada después de los Tratados de Guadalupe-Hidalgo en febrero de 1848. A decir verdad, nuestra entidad nunca fue tierra colindante con la llamada “Franja del Nueces”. Lo voy a explicar: los procesos de colonización como de pacificación, iniciados con Martín de Zavala en 1628, nunca se consolidaron, excepto por la fundación de dos villas al oriente: San Gregorio de Cerralvo y San Juan Bautista de Cadereyta.

Para fines del siglo XVII, se fijaron tres pueblos al norte: el Real de Minas de San Pedro Boca de Leones, San Miguel de la Nueva Tlaxcala y la Punta de los Dolores de los Lampazos, cuyo territorio terminaba en el río Salado, dejando un polígono territorial en forma de ángulo pronunciado, de ahí el nombre de punta. Más allá, estaban demarcaciones que luego correspondieron a Coahuila y a Tamaulipas que lindaban hasta el Río Nueces. Con los tratados de límites y aguas, ambas entidades se quedaron sin buena porción al pasar a ser de Texas. Entonces en 1854, quedó establecida la aduana de Piedras Negras, enlazando en un importante eje comercial a Monterrey y el Puerto de Bagdad en la desembocadura del Río Bravo.

A Vidaurri le urgía mantener el control político y económico de todo el noreste y no lo logró, debido al temor que le tuvieron por tanta fuerza y popularidad alcanzada, así como a los problemas con el presidente Benito Juárez. En 1885 arribó el general Bernardo Reyes, quien procuró quedarse con algunas posiciones de Tamaulipas, pero no lo consiguió. Necesitaba participar en los acuerdos de extradición de rebeldes al régimen de don Porfirio, refugiados en Texas y también consolidar a Nuevo León como punto fronterizo con los Estados Unidos.

Y no estaba tan lejos: la porción más septentrional de la jurisdicción de Lampazos de Naranjo, quedaba a tan solo unas cinco leguas del Bravo, por eso logró un arreglo con Coahuila, que cedió un fundo correspondiente al rancho de la Pita de la entonces congregación del Pan, actual Hidalgo, Coahuila. Así se pudo cristalizar el sueño, que tardó 100 años en gestarse, cuando en 1991, el presidente de la República Lic. Carlos Salinas de Gortari y el gobernador de Nuevo León Jorge Treviño Martínez, inauguraron el Puente Solidaridad en la congregación de Colombia, que fue incorporada a Anáhuac.

Antecedentes

Cuando se creó el Nuevo Reino de León en 1579, de acuerdo a las capitulaciones reales, tenía unos mil kilómetros por cada lado, las famosas 200 leguas en forma de cuadro. Quedaban comprendidos en su jurisdicción, las actuales entidades de Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y algunas porciones de San Luis Potosí, Zacatecas, Chihuahua y Texas, lo cual trajo algunos inconvenientes y reclamos, porque toda la parte occidental le tocaba a la Nueva Vizcaya. Ahora, tras la creación del Estado Libre y Soberano de Nuevo León, sumaba una extensión territorial de 4,216 leguas mexicanas cuadradas, equivalentes a 98,274 kilómetros cuadrados, con poco más 178 mil habitantes, de los cuales, 32 mil vivían en Monterrey. Hoy en día tenemos una extensión de casi 80 mil kilómetros cuadrados y sumamos poco más de seis millones de residentes.

Voy a tratar de abordar una temática solicitada por quien convoca a ésta sesión, que me permite hablar desde una tribuna, ubicada precisamente en el corazón y mente de nuestra entidad. Me gusta por lo mismo, una concepción agustiana del tiempo: el pasado como parte del recuerdo, el presente de la intuición como del sentimiento y el don de la vida y el futuro, el de la espera. Por cierto, hay dos tipos de tiempo: el cronos medible y cuantificable a partir del movimiento, mientras que el otro, el kairós, identificado con lo oportuno como memorable.

Los ancestros batallaron con cuatro problemas en el siglo XIX: las incursiones como albazos de los llamados indios bárbaros y de rebeldes que a cualquier provocación se levantaban en armas, la falta de comercio que provocó el contrabando, así como la consideración regional, de ser un lugar de paso: ser puente entre la Tierra Afuera y el Seno Mexicano colindante con las llanuras costeras del Golfo. Por lo mismo, apareció una actividad muy socorrida y temida por los peligros: la arriería como el traslado del ganado trashumante, que puso a Monterrey como un punto distante, lejano como extraño, dividido por la Sierra Madre. Conviene resaltar que, con la República, muchas transacciones de ventas y asignación de tierras en Texas, se hizo ya sea en Saltillo como en ésta capital.

Esto que les cuento, tiene está relacionada con la fundación de Anáhuac, Nuevo León. Durante mucho tiempo, los límites al norte de la entidad, tan solo llegaban hasta el río Salado en un paraje denominado como el “Paso de los Reyneros” y una franja entre éste y el río Bravo, que comunicaba a estos lares con dos de las Villas del Norte como lo son Laredo, Texas que perteneció por casi 90 años al Nuevo Santander y Revilla-Guerrero, actualmente inundada por las aguas de la presa Falcón.

 


Tan solo se tenían un par de rutas que iban por el camino de las misiones y presidios hacia el norte, como lo son Mamulique, Boca de Leones y Lampazos, además del afamado “Sendero Nacional” que llevaba a Camargo, Mier y Reynosa. Había otra senda que muchos procuraban evitar: el de Cadereyta a China, Bravo y Reynosa, repleta de serpientes de cascabel y sin aguajes para el suministro vital. La única existente, se le conocía como el rancho de la “Gruñidora” porque al tomar agua, provocaba malestar estomacal. Como verán, eran tierras dilatadas y sin poblar, propiciaban la presencia de apaches como bandoleros y contrabandistas, cuya jurisdicción le pertenecían a Lampazos como a Vallecillo en el caso de Anáhuac y las otras, más allá de la cuenca del Río San Juan y Pesquería.

 

Al general Bernardo Reyes, le urgió conseguir una línea limítrofe con Texas y así participar en los beneficios de los tratados de extradición de los rebeldes al régimen de don Porfirio. Finalmente lo logró, sacrificando extensiones en Santa Catarina como Lampazos. Por ese tiempo solo existían tres pueblos más allá de la famosa Punta de los Dolores de los Lampazos: Estación Rodríguez, y Camarón. A partir de 1929 comenzaron a construir la presa Venustiano Carranza, más conocida como “Don Martín, en una porción del territorio de Coahuila donde se juntan los ríos Sabinas y Salado, beneficiando la creación de una comarca algodonera que pronto perdió su auge.

 


Una vez terminada la cortina, crearon el sistema de riego número 04, llamado “Proyecto del río Salado”, por disposición de la Comisión Nacional de Irrigación, la cual proyectó la fundación de una ciudad a la que llamaron Anáhuac. Por decreto 115 de la H. XLV Legislatura del Estado de Nuevo León, el 29 de mayo de 1934 crearon la municipalidad, que se quedó con la mitad del territorio de Lampazos y una parte de Vallecillo. En 1937 eligieron al primer cabildo municipal. Camarón desapareció y la bonanza del oro blanco se acabó. Nada más para que vean la calidad de la gente, que con esfuerzos y sacrificios salió adelante y en 1978, por decreto gubernamental, la Congregación de Colombia fue incorporada al municipio.


Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico