sábado, 30 de enero de 2016

La Hacienda San Pedro de General Zuazua

Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de Santa Catarina

Son pocos los cascos de haciendas que se mantienen adecuadamente en Nuevo León. Aún los hay desde Montemorelos y Cadereyta Jiménez hasta Mier y Noriega. Por estos lares solo nos quedan San Antonio del Muerto en Mina, El Canelo en Salinas Victoria y la de San Pedro en General Zuazua.  


A lo largo de 350 años, este emblemático y representativo sitio histórico ha recibido varios nombres: “la Congrega”, “el Presidio”, “la Hacienda San Pedro”, “los terrenos de Melchor”, “La Casona”, “el Castillo”, “La Fortaleza”, “el Potrero de los Gutiérrez” y desde principios del nuevo milenio se le añadió el nombre de su principal promotor “Celso Garza Guajardo” cuando se nos adelantó en el camino en el mes de enero del año 2000.

Alonso de Treviño, primer poblador de la región

La historia del lugar está basada fundamentalmente en fuentes orales. Cuando uno acude, los guías nos dicen que Baltazar de Treviño obtuvo mercedes de tierras  en 1625, quien se las pasó a su hijo Alonso en 1666. Luego los Treviño vendieron a Francisco Gutiérrez de Lara en 1814. A decir verdad, esta relación de dos familias está algo confusa e imprecisa. En realidad Alonso de Treviño era hijo de Marcos Alonso Garza y Juana de Treviño y Quintanilla. Junto con su hermano Blas de la Garza pobló la hacienda de San Francisco en la actual Apodaca.

Fue uno de los principales promotores de la formación de poblaciones en el Valle de las Salinas, obteniendo mercedes de tierras en ésta región situada entre Salinas, Ciénega de Flores y General Zuazua a partir de 1635 para dedicarse a la ganadería, teniendo un obraje para hacer “jerga, sayal y frazadas”. Estuvo casado dos veces, la primera con Clara Mayor de Castro o Rentería y la segunda con Anastasia González Hidalgo. Con ella tuvo por hijos a Melchor de Treviño González que se casó con Laureana Díaz Botello y Baltazar de Treviño casado con María García de Quintanilla. Estas dos familias fueron las que se asentaron en éstos reales, de manera que aún hay sitios que nos hablan de la “Casa de Melchor”, “el paraje de Anastasia” y la “acequia de Díaz”. Alonso de Treviño murió entre 1654 y 1658.

De acuerdo a la tradición oral, los Treviño comenzaron a construir el viejo casco a partir de 1666. La parte más vieja es la situada en la esquina sur- poniente y gradualmente le fueron añadiendo espacios hasta dejar el edificio más o menos como lo conocemos ahora, con su panteón construido en 1796; con su capilla y su cárcel dentro de las instalaciones, a la cual se accedía por las escaleras de la casa, además de un patio central en donde resaltan la chimenea y unas letrinas, la noria con dos niveles y el aljibe que recogía el agua de la lluvia. En el casco de la hacienda había cuartos para los señores y sus sirvientes, una gran cocina, caballerizas, alacenas, bodegas, trojes (lugar para guardar comida y semillas), un amplio sótano para refugio en los asaltos de los apaches lipanes, terrazas, pasadizos subterráneos que conducen al río para evasiones en caso de peligro.

La familia Gutiérrez de Lara

Los Treviño vendieron ésta propiedad en 1814 a la familia Gutiérrez de Lara, quienes siguieron añadiendo nuevos espacios al edificio actual entre 1820 y 1830. Me comentaron que una de las habitaciones de la hacienda tiene inscripción en una viga que indica su conclusión en 1845. La dinastía de los Gutiérrez de Lara tiene su origen en Revilla por parte de padre y en el Valle las Salinas por la mamá. El genearca es Santiago Gutiérrez de Lara Villareal, nacido en 1715 y muerto en 1798. Hijo de José Juan Gutiérrez de Lara Villarreal y Teresa Gertrudis Villarreal.  Se casó con Rosa María Uribe, teniendo por hijos al sacerdote José Antonio Gutiérrez de Lara Uribe; al insurgente y primer gobernador de Tamaulipas José Bernardo Gutiérrez de Lara Uribe y José Enrique Gutiérrez de Lara Uribe. Todos ellos nacidos en Revilla, una de las Villas del Norte del Nuevo Santander,  actual Guerrero Viejo, Tamaulipas.

De acuerdo a lo ya publicado por investigadores del CIHR, Francisco Gutiérrez de Lara adquirió la propiedad en 1814. Este era hijo de José Enrique Gutiérrez de Lara quien se casó con María Ruperta García y tuvieron un hijo llamado José Francisco Antonio Gutiérrez De Lara García casado con Petra Treviño. 

Para el año citado, los Gutiérrez de Lara ya estaban o habían participado en la lucha insurgente. José Antonio (1770- 1843) en Revilla, se ordenó sacerdote y para 1804 era el rector del Seminario de Monterrey. En 1811 se puso a las órdenes de Mariano Jiménez y promovió la causa de Hidalgo y Allende por las Villas del Norte. Durante un tiempo vivió oculto en la sierra, hasta que le fue otorgado el indulto en 1814. Regresó al ministerio sacerdotal y residió por un tiempo en el curato de Salinas. Fue diputado en el Congreso Constituyente de Tamaulipas.

Bernardo Gutiérrez de Lara (1774-1841), se casó en abril de 1800 en Revilla, con su prima María Josefa Uribe Gutiérrez de Lara, hija de José Luis Francisco Uribe y María Magdalena Gutiérrez de Lara. Fue precursor de la independencia de México, dirigió operaciones militares en Texas, venciendo a los realistas en la Batalla de Rosillo y tomando la ciudad de San Antonio de Béjar el 1 de abril de 1813. Recibió nombramiento como representante en los Estados Unidos y tiempo después fue el primer gobernador de Tamaulipas en 1824. Murió en Villa de Santiago en 1841; sus restos fueron depositados en el templo parroquial. También Enrique Gutiérrez de Lara participó en la lucha insurgente al lado de su hermano Bernardo. Al ser fusilados los caudillos en Chihuahua, se ocultó en Salinas donde murió en 1816.

Entonces la dinastía de Francisco Gutiérrez fue la que ocupó la hacienda desde 1814 hasta que vendieron la propiedad a la UANL en 1984. Durante muchos años los Gutiérrez vivían en el segundo piso. Ellos fueron los que la rehabilitaron y agrandaron el edificio y floreció de una manera importante la agricultura y la ganadería, así como diferentes oficios como la herrería.
  
El origen del Valle del Carrizal

La hacienda San Pedro en consecuencia es el punto más antiguo de todo el Valle del Carrizal, pues Ciénega de Flores, llamado en honor a Pedro Flores de Ábrego obtuvo mercedes de tierra en el siglo XVII. Ya para 1675 aparece María Cantú, Viuda de Diego de Hinojosa como pobladora del lugar. San Antonio de los Martínez surgió en 1683 cuando Alonso de León otorgó mercedes de tierra a José Martínez. General Zuazua también surgió como Hacienda de Santa Elena por la familia Montemayor en el último tercio del siglo XVII y Santa Teresa de las Higueras corresponde a 1715, cuando Diego González formó una hacienda en un paraje al pie de la Sierra del Camaján. Al crearse la parroquia como la municipalidad la Villa de San Carlos de Marín por cédula real en 1807, la Hacienda San Pedro quedó como parte de su jurisdicción. La nueva villa como la parroquia tenían la intención de poblar esa región y evitar el ingreso de los llamados indios bárbaros.

La Hacienda San Pedro de los Gutiérrez de Lara

De una propiedad muy extensa, ahora quedan unas 20 hectáreas en total, de las cuales el viejo casco comprende unas tres hectáreas. Desde hace unos 30 años, el equipo de los Tigres tiene ahí su lugar de entrenamiento llamado “La Cueva de Zuazua”.

La Hacienda San Pedro está en la zona centro-norte de Nuevo León. Es el punto crucial de una importante región: entre los valles de las Salinas y del Carrizal, entre los ríos Salinas que hace muchos años se le conoció como de los Cuanales y el Pesquería, entre la Sierras de Picachos y la de Gomas, en la falda de una loma desde la cual se podía ver el camino real que unía a Cerralvo con Monclova, Monterrey y Saltillo. Durante mucho tiempo el camino de Santa Elena rumbo a Ciénega de Flores y Salinas pasaban cerca del casco viejo.

De ser un punto de defensa en contra de las incursiones de los llamados indios bárbaros, al que sus dueños convirtieron en un centro agropecuario en donde la ganadería y la agricultura se hicieron actividades cotidianas; que fue escenario del paso de los insurgentes, como de las tropas francesas y constitucionalistas, de los mercaderes y contrabandistas, además de salteadores de caminos. Consta de cuatro niveles: un sótano, dos pisos y una parte alta en donde hay una habitación. La otra sección es una construcción del siglo XIX situada en la esquina sureste.

El 21 de enero de 1840, una compañía formada por cien dragones, apoyada por 25 vecinos de Marín, enfrentaron a una considerable fuerza de unos 600 comanches. Después de una feroz batalla, los llamados indios bárbaros salieron al anochecer con rumbo a la sierra de Gomas, dejando a cinco cautivas. Ahí murieron el capitán Santiago López, 17 hombres de tropa y cinco de los voluntarios quienes para protegerse de la noche, se quedaron en la hacienda. El general Mariano Arista se congratulaba desde su cuartel situado en Cadereyta Jiménez, pues detuvieron el avance hacia la ciudad de Monterrey.

También se sabe que por mucho tiempo hubo una red de brujas y hechiceros en la región que abarcaba desde la Hacienda San Pedro, Santa Elena, Agua Fría, San Francisco de Apodaca y Monterrey. Hay documentación sobre otras personas que practicaban el curanderismo o la también llamada brujería; quienes prestaban sus servicios a personas que deseaba el mal de otras personas. Esto les daba a los vecinos un halo de terror, provocaban miedo e infundían respeto. Por ejemplo, una mujer sabinense llamada Mónica Ríos decidió terminar con la vida de su esposo el también sabinense José María Jasso, valiéndose de un insecto que molido en la masa para las tortillas, le provocó su muerte.
El 6 de marzo de 1863 surgió la municipalidad de General Zuazua, quedando bajo su jurisdicción las haciendas de San José del Desafío, Melchor, La Providencia, Carrizalejo y San Pedro. Ese año fue terrible para el municipio, pues se padeció una grave sequía y luego la escasez de maíz.

La hacienda debió padecer problemas como una fuerte helada el 9 de abril de 1873, la presencia de una partida de los llamados indios bárbaros en mayo de 1875. El 15 de junio andaban merodeando una partida de rebeldes al mando de Santiago Montemayor. 15 días después pasó otro grupo de 30 hombres al mando de un señor de apellido Rangel. Hubo una tormenta del 15 de octubre de 1881, una granizada que dañó los campos de cultivo el 5 de mayo de 1883 y que repitió en mayo de 1888.O cuando al dueño de la hacienda don Santos Gutiérrez se le ocurrió cerrar el paso de General Zuazua rumbo a Ciénega de Flores.

El sitio como unidad productiva y pueblo de personas, gradualmente desapareció por problemas de agua. En 1898 hubo conflictos sobre la posesión y derechos del agua. Las lluvias torrenciales de 1909 dejaron pérdidas en el sistema de riego y en la presa. En 1945 revivió el pleito del agua. Los de Zuazua acusaban de que no querían pagar ni ceder remanentes. Siendo alcalde Pedro Martínez entre 1946 y 1948, pidieron la intervención de las autoridades federales que decidieron quitarles el agua.

Era famosa por la cría de ganado menor, por los establos de vacas, la siembra de hortalizas y árboles frutales y la siembra de caña de azúcar con la cual hacían moliendas. Pero también por las fiestas inolvidables que hacían en honor al santo patrono de la hacienda. Cuentan que llegó a tener 200 trabajadores con sus respectivas familias, que vivían en chozas y jacales situados en los alrededores.

La hacienda dejó de producir en 1950, pero se quedó una familia cuidando el lugar hasta que se fueron en 1954. Por 30 años estuvo en completo abandono. Solo acudían buscadores de tesoros pues tenían la creencia de que en sus túneles había una carreta repleta de lingotes. Dañaron los muros, los pisos y hasta las lápidas de las tumbas del panteón fueron removidas por los saqueadores. A veces los vaqueros y medieros regresaban a recordar sus tiempos mozos, prendiendo una fogata en la casa que da al oriente. Pero siempre se recogían temprano pues la gente de Zuazua advierte de que salen los espantos por la noche.

En 1984 La UANL compró a los Gutiérrez ésta propiedad. En 1986 la hacienda comenzó a ser reconstruida y fue inaugurada el 30 de marzo de 1990.  Actualmente es llamada: “La Ex Hacienda San Pedro “Celso Garza Guajardo”. Hoy en día la hacienda alberga el Museo Hacienda San Pedro y además el Centro de Información de Historia Regional. Afortunadamente la máxima casa de estudios se quedó con el inmueble, pues dicen que una gran cadena hotelera intentó adquirirla. También corre el rumor de que una vez acudió el entonces presidente Carlos Salinas quien mostró su beneplácito e interés por tener una propiedad así de majestuosa e histórica. Entonces le dijeron que no la habría comprado si la hubiera conocido en el estado ruinoso en el que estaba.

Para llegar a la hacienda

Atravesando un puerto en la loma, inmediatamente se ve el viejo casco. Pasando la caseta de vigilancia llegan a un estacionamiento en donde sobresale un reloj de Sol de considerablemente tamaño. La puerta grande con su portón de madera de mezquite. Terrazas que ven al patio central: un contrafuerte que sirve para recoger las aguas de las lluvias, la noria, el patio central y al extremo del muro de silla una chimenea en la cual cuentan que se hizo muy buen pan. Hay un acceso para el túnel que consta de dos niveles. Estos llegan hasta el pozo de agua y corren rumores que había un túnel que llegaba hasta el río. Por ahí cabían jinetes con sus monturas y los hatos de ovejas y cabras que recogían cada vez que había albazos. En los alrededores había un vallado, una trampa en forma de zanja para evitar que pasaran los intrusos. El panteón ya sin tumbas, con una mampostería de color amarillo pálido. En el muro interior tiene una representación del Via Crucis y en la parte central al fondo una cruz en relieve. 


Como instancia universitaria, hay en su interior hay biblioteca, auditorio, escuela rural, capilla, teatro al aire libre, librería, hemeroteca y archivo histórico. Todo un centro cultural para apreciar y conocer y más que ya tiene 350 años de vida.

lunes, 4 de enero de 2016

Tres siglos de historia en Ciudad Guadalupe

Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de la Ciudad de Santa Catarina

Hoy cumple 300 años Ciudad Guadalupe. Y a reserva de comentar estos datos pues ellos tienen excelentes cronistas como Israel Cavazos, Francisco Arredondo Cano y Abel Jiménez Garza; cuando se fundó la ciudad de Monterrey en 1596, las tierras al oriente de la misma fueron cedidas a don Diego de Montemayor. La familia Montemayor dejó de tenerlas en posesión hasta 1627 cuando fueron cedidas en merced, a don Martín de Solís y a sus hijos Diego y Juan. Diego de Solís formó la hacienda San Marcos en la ribera norte del río Santa Catarina, más o menos en donde hoy está el puente Corregidora y por el rumbo donde ahora está la plaza principal, la presidencia municipal y templo, quedó la hacienda de la Santa Cruz propiedad de don Juan de Solís. Este señor vendió su hacienda en 1658 al capitán Nicolás Ochoa de Elejalde, quien cambió el nombre de Santa Cruz por el de hacienda San Agustín. Al llegar a Monterrey el licenciado Francisco de Barbadillo y Vitoria en diciembre de 1714, procedió a expropiar a los Ochoa de Elejalde de su hacienda para fundar en febrero de 1715, la "Misión y Pueblo de Nuestra Señora de Guadalupe". En 1756 fueron congregados en el pueblo de Guadalupe, los indios tlaxcaltecas que habitaban el valle del Pilón. Con su arribo, Guadalupe dejó de ser misión para llamarse "Pueblo de la Nueva Tlaxcala de Nuestra Señora de Guadalupe de Horcasitas". A partir del 5 de marzo de 1825 Guadalupe fue considerada villa. Su categoría de ciudad le fue otorgada el 28 de abril de 1971. Pero los títulos de dotación de tierras al pueblos datan del 4 de enero de 1716. ¡Felicidades a Ciudad Guadalupe! 

domingo, 3 de enero de 2016

Recorriendo el panteón El Carmen de Monterrey

Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de Santa Catarina

Quienes fundaron la ciudad de Monterrey en 1596, debieron buscar un terreno para enterrar a sus difuntos. Al ocurrir la inundación de 1611 cambiaron la traza urbana de la naciente población y exhumaron los restos de Diego de Montemayor fallecido en 1610 y de su hijo ocurrido apenas un año después, para sepultarlos en el templo franciscano de San Andrés. Durante el virreinato hubo al parecer unos tres camposantos: el del templo parroquial convertido en la catedral a principios del siglo XIX, el del templo franciscano de San Andrés y otro anexo al templo de San Francisco Javier atendido por los jesuitas durante el primer tercio de siglo XVIII, situado entre las actuales calles de Morelos, Escobedo, Padre Mier y Emilio Carranza. También el templo del Roble llegó a tener su cementerio en donde ahora está la placita.

En 1819 el rey de España ordenó a las autoridades eclesiásticas el arreglo de los cementerios que estaban bajo su resguardo. Fue cuando el señor obispo Ignacio de Arancibia dispuso la construcción de un cementerio en el atrio del templo de la Purísima, el cual funcionó hasta mediados del siglo XIX. Los difuntos que dejó la epidemia del cólera en 1833, fueron enterrados en las ruinas del convento de las capuchinas que nunca se concluyó, situado en la manzana de Ruperto Martínez, Aramberri, Colegio Civil y Juárez. En 1849 hubo otra epidemia de cólera, por lo que se prohibió la inhumación de los difuntos en los panteones existentes.

Entonces se dispuso la construcción de un nuevo cementerio situado al poniente, en donde actualmente confluyen las calles de Aramberri y Venustiano Carranza, el cual fue inaugurado en 1849. Para 1880 se hizo un segundo panteón; propiamente todo el conjunto comprendía unas ocho manzanas. Con el correr del tiempo, por estar saturados y por la cercanía de las casas, estos  panteones dejaron de funcionar como tal en 1954. Según don Pepe Saldaña todo el sector estaba repleto de nogales y aguacatales a tal grado de que un vecino de nombre José Luna construyó una casa a cinco metros de altura sobre un enorme nogal a fines del siglo XIX.

En 1899 se formó la compañía del Panteón de El Carmen, quienes solicitaron el respectivo permiso al entonces gobernador Bernardo Reyes. Adquirieron un solar cercano a los panteones municipales con 24 manzanas aproximadamente y una acequia con sus respectivos dos días de agua. En el proyecto participaron un grupo de empresarios entre los que destacan Amado Fernández Muguerza (1857-1940), Viviano Villarreal, José Antonio Muguerza, Francisco Belden, Adolfo Larralde y Valentín Rivero.  Pidieron al arquitecto Alfredo Giles (1853-1920) que les hiciera el proyecto. Este tenía sus oficinas en San Antonio, Texas. El panteón abrió sus puertas en abril de 1901.

Ya en Monterrey preparó el pórtico y la capilla del panteón de El Carmen, además de los mausoleos de las familias Armendaiz y Rivero. A Giles le debemos la casa del ex gobernador Jerónimo Treviño (1890), los bancos de Nuevo León y Mercantil de Monterrey, la Reinera, la torre del templo del Roble (colapsada en 1905), las casas de Isaac Garza y Valentín Rivero, la tienda Sorpresa y Primavera, el Arco de la Independencia, el edificio Sanford, la Botica del León, el puente de San Luisito (destruido en 1909) y las calzadas Unión y Progreso (Madero y Pino Suárez) hasta su última obra la fachada del Casino Monterrey (1921), hecha un año después de su muerte en 1920. La obra de Alfred Giles ha ido desapareciendo paulatinamente de nuestra ciudad. Salvo por unos edificios con reconocido valor artístico e histórico como el Banco Regional del Norte o el Arco de la Independencia, y aquéllos que siguen en uso, como el Panteón del Carmen. El resto de sus edificaciones han sido remodeladas hasta hacerlas irreconocibles o las destruyeron.


El portal de acceso del panteón corresponde al estilo neogótico, usado entre el siglo XII y el XV. Tiene la fecha de 1901 y la firma de Alfredo Giles. Está hecho de cantera potosina, con cuatro basamentos en donde converge todo el peso de los bloques, con tres remates triangulares (arcos ojivales), formados por dovelas, con capiteles en forma de flor de acanto. El arte gótico tiene su origen en las regiones de influencia de los pueblos de origen godo (norte de Francia). Sobresale por lo estilizado de sus formas, los pináculos, los rosetones, con formas afiladas apuntando al cielo. En su arquitectura sintetiza y somete a la pintura como la escultura. En todo el conjunto la luz se presenta como sublimación de la divinidad, por eso juega con las luces a través de vitrales y ventanas con la intención de provocar sentimientos y emociones a la espiritualidad. Un lugar así se identifica como sagrado, de recogimiento, silencio y expectativa a lo interior.  

Traspasando el umbral al cementerio se puede apreciar un  sitio que invita al recogimiento y a la meditación, dedicada a la virgen de El Carmen. La fachada está compuesta por tres cuerpos o secciones. Como acceso un arco apuntado y unas pequeñas ventanillas a los lados; en los extremos unos contrafuertes. En el segundo cuerpo están tres pequeños arcos que representan a la Trinidad, con tres incisiones verticales. Remata el conjunto una espadaña con su campana. Tiene un ábside con su óculo atrás del altar. 

El mausoleo de la familia Armendaiz es todo un monumento y espacio funerario que resalta a la vista. Ahí descansan los restos de Francisco Armendaiz (1858),  un empresario de origen español que llegó a Monterrey en 1870. Es una capilla gótica en donde resalta el acceso con sus columnas, un arco apuntado, la arquivolta y el tímpano donde resalta un vitral. En cada esquina sus columnas de orden corinto. Mientras que el mausoleo de Valentín Rivero mantiene en su fachada elementos y rasgos con influencia oriental, clásica y mudéjar. Es un templo con forma de cruz griega. En el acceso se notan unas columnas pareadas, la arquivolta y en vitral en medio, con tres rosetones, uno en cada lado.

Hay muchas esculturas de gran valor realizadas con material como mármol. Al principio trajeron de Carrara (más del 90 por ciento), con mármol blanco traído desde San Luis Potosí y Durango. También usaron el mármol negro del Topo Chico. En el periodo de transición usaron otros materiales como el concreto y granito. En el posrevolucionario ya usaron granito artificial y otros materiales más generalizados y fáciles de darle forma.

Sin duda, tanto las tumbas como mausoleos se nos presentan como un arte frío y rígido con la intención de hacer presente al ausente. Con facciones y gestos capaces de aludir a la resignación y al sosiego en momentos difíciles. Hay muchas esculturas que hizo Miguel Giacomino (1862-1938). Por ejemplo el busto desparecido y el mausoleo del general Jerónimo Treviño que nos recuerda a una cripta romana hecho para honrar a las glorias militares. Con tres cuerpos: un friso en donde está el busto y el frontón rematado en una cruz. El monumento de la familia Zambrano (Francisco y Octaviano) cuenta con elementos admirables. El acceso franqueado por columnas jónicas. Una escultura de dos jóvenes con un ángel. Tiene una estructura que no solo es una capilla sino un monumento. La tumba de Felipe Canales, un ángel en actitud abatida, con las alas plegadas, cabeza agachada. Con los brazos ocultos. Con rosas y crisantemos que caen. El conjunto rematado por cadenas. El sepulcro de Samuel Cantú, con una doliente, con la intención de asegurar una presencia representativa del deudo frente a la tumba. La capilla funeraria de los Cantú Treviño, con sus pináculos tallados en cantera potosina y los ángeles custodiando cada esquina. La capilla de la familia Villarreal asemeja un templo griego perfectamente con una estructura armónica, con capiteles jónicos.   Hay una escultura realizada por Octavio Ponzanelli, a un lado del sitio donde está una señora sentada con su nieta.

Otra es la del "El niño del violín", un sepulcro donde podemos apreciar un sepulcro sobre el cual se erige una escultura de mármol blanco con figura de un adolecente, sosteniendo este instrumento musical bajo su brazo izquierdo. Se dice que el espíritu del niño ronda todas las noches por los pasillos del panteón o desde su mausoleo tocando su violín entre la 1 y 3 de mañana, para  deleite de las otras ánimas que habitan en este cementerio. La blanca lápida ya no deja leer el epitafio, pero gracias a la historia sabemos que se trata de Gregorio Alanís González, nacido en El Cercado el 17 de noviembre de 1895, hijo de Ramón Alanís Tamez y de Manuelita González, vecinos prósperos del lugar quienes supieron aquilatar la vocación musical del niño. Tocaba con maestría bellísimas piezas clásicas y decidieron comprarle un costoso violín “Stradivarius”. Todos lo conocían como el “Niño Virtuoso del Violín”. Lamentablemente el niño falleció en Monterrey con tan solo 13 años el 3 de agosto de 1908. No se saben las causas del deceso, solo el cariño inmensurable de sus padres que para mantener vivo su recuerdo, levantaron ésta tumba y tienen su última morada al lado de donde está el Niño del Violín.

En 1920 don Adolfo Villarreal estableció el cuarto panteón en la zona: el de Dolores. En 1930 la compañía que controlaba el panteón de El Carmen, vendió a la compañía Funerales Dolores, S.A. Cuentan que decidió la construcción de un cementerio para evitar que la ampliación de la calle Edison afectara a sus propiedades. Esta compañía encargó al maestro constructor Anastacio Puga el diseño de la portada de acceso y de la capilla ardiente.

El valor arquitectónico del panteón de El Carmen es muy interesante. Sintetiza la historia del arte a través de la arquitectura, escultura y diseño a través de cuatro momentos: un periodo academicista llamado así por la formación de quienes intervinieron en la elaboración, diseño y hechura de sus monumentos funerarios, uno considerado de transición que va de 1910 a 1920 más o menos, que producen obras similares a las que se hicieron entre 1901 y 1910, otro considerado posrevolucionario que va de 1920 a 1950 más o menos y de ahí en adelante un cuatro periodo de arte moderno y/o contemporáneo.


“Apuntes basados en el libro Panteones El Carmen y Dolores, Patrimonio Cultural de Nuevo León, de Víctor Cavazos y Juan Casas, Monterrey, 2009”.

Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico