Antonio
Guerrero Aguilar, Cronista de la Ciudad de Santa Catarina
En el 2013
todos hablaban del 80 aniversario de la fundación de la UANL y del 70
aniversario del establecimiento del ITESM. A muchos se nos olvidó que en ese
año; el Seminario Arquidiocesano de Monterrey cumplió 220 años de formar a los
pastores y laicos que sirven a la Iglesia regiomontana. Pero también no
consideramos que la presencia del Seminario trasciende a través de quienes se
han formado en su seno y figuran en la cultura, la política, la historia y la
sociedad regional como nacional. Los años trascurren… y con ellos la historia. Todos
ellos, ya sea en el sacerdocio o como laicos, por donde han pasado marcaron una
huella e imprimieron una historia al servicio
del pueblo de Dios y de sus semejantes. Y en aniversarios gloriosos nuestra
mente regresa hacia atrás para actualizar el pasado en presente.
¿Qué es un
Seminario? La palabra viene de semilla y en consecuencia es donde se siembra
una inquietud o una intención. Puede ser una técnica de aprendizaje grupal en
la cual los participantes inician o descubren un proyecto. Como institución formadora de sacerdotes, nace
después de la Reforma luterana. En el
concilio de Trento (1545-1564) se dispuso que en toda iglesia y diócesis, se “alimente y eduque a formar en la disciplina
eclesiástica a algunos niños de la ciudad o diócesis en un colegio que el
obispo elija para ésta finalidad”. Entonces los seminarios surgieron como
centros de formación humana y religiosa para preparar a los pastores de la
Iglesia.
El seminario de
Monterrey es la consecuencia del establecimiento de la Diócesis del Nuevo Reino
de León cuya sede original quedó en Linares, Nuevo León. Inició el 19 de
diciembre de 1792 por decreto de don Andrés Ambrosio de Llanos y Valdés, tercer
obispo de la diócesis. Su nacimiento se sustentó en tres bases jurídicas: al
amparo de la curia romana, según lo mandado por el concilio de Trento; la real,
debido al Regio Patronato Indiano y la diocesana ratificada por el 111 Concilio
Mexicano. Las cátedras se abrieron hasta el 12 de febrero de 1793 con apenas
diez alumnos. En la misa celebrada por el señor obispo en la capilla del
colegio ubicado en la esquina de Ocampo y Doctor Coss, acudieron tanto el gobernador del Nuevo Reino
de León como las autoridades civiles y militares; siendo su primer rector el
padre Domingo de Ugarte y Burgoa. A los pocos días el número de alumnos
inscritos llegó a 50.
El 13 de octubre
de 1823 por acuerdo del congreso de la república, se autorizó a todos los
colegios seminarios para incluir un programa de estudios de derecho civil. Entonces abrieron la cátedra de derecho al
cuidado de Alejandro Treviño y Gutiérrez. Cuando ocurrió la invasión
norteamericana, los alumnos del Seminario se inscribieron para defender a la
ciudad de Monterrey en septiembre de 1846. A ellos se les debe considerar los “Niños Héroes de Monterrey”. Siendo
obispo Francisco de Paula y Verea se presentaron las primeras dificultades
debido a la promulgación de las leyes de Reforma en 1857. El pastor de almas debe
retirarse de su diócesis y durante su permanencia en la ciudad de México, el
rector recibe amenazas para cerrar la institución. Es cuando Santiago Vidaurri
decretó la creación del Colegio Civil el 4 de noviembre de 1857. Como se
advierte, le llamaron colegio civil para diferenciarlo del colegio seminario de
Monterrey, mientras que la Escuela de Derecho se separó del seminario para dar
origen a la actual facultad de Derecho y Criminología de la UANL.
A pesar de las
leyes liberales, el Seminario continuó formando a los pastores de la Iglesia
del noreste mexicano como a los hombres de buena voluntad que sirven al prójimo.
Por ejemplo, en 1862 tropas liberales invadieron el plantel y quemaron el
archivo como la biblioteca. En abril de 1864 nació en Monterrey el hijo del
Lic. Benito Juárez y algunos alumnos del Seminario fueron invitados como
padrinos. En señal de agradecimiento el prócer se compromete a conservar y
apoyar la labor educativa del Seminario y el benemérito elogió su labor en
beneficio no solo de la Iglesia sino de la sociedad en general. Todas las
tardes acudía a merendar con los alumnos y formadores de plantel. Lamentablemente a la salida de Juárez, el
Seminario fue intervenido y de acuerdo a algunos historiadores trasladaron la
sede hacia Saltillo en donde permaneció por espacio de dos años. Durante mucho
tiempo el Seminario se mantuvo gracias a las contribuciones de las parroquias
como de algunos fieles comprometidos con su Iglesia. El seminario siguió
formando a los pastores y a los laicos de la grey que vivían en los tres
estados del noreste. Para 1864 el Seminario estaba ubicado en la manzana
comprendida dentro de las calles de Hidalgo, Bravo, Bolívar y 20 de Noviembre.
Al dejar el inmueble se hizo una colonia a la que llamaron Ex Seminario. Estas
instalaciones eran perfectas para la enseñanza: tenía su biblioteca,
laboratorios de física y química y hasta un potente telescopio.
Entre 1869 y
1901 el seminario estuvo dirigido por los padres paúles. El primer arzobispo Jacinto López Romo, decide
traer becados a jóvenes de otras partes de la república para formarse en el
Seminario ante la escasez de sacerdotes y vocaciones locales. Debido a la
presencia de tropas revolucionarias, el Seminario fue intervenido por los carrancistas.
Los 30 alumnos salieron a sus casas para esperar la reapertura de los cursos.
Muchos seminarios mandaron alumnos a Castroville, Texas para continuar con su
formación.
A partir de 1917 el seminario estableció su residencia en la actual basílica de
nuestra señora del Roble, bajo la guía de los padres Juan José Hinojosa, Pablo
Cervantes Perusquía (quienes tienen abierta una causa de beatificación y ahora son
Siervos de Dios) y Fortino Gómez. Posteriormente los alumnos residieron por la
calle de Hidalgo en el centro de Monterrey. Siendo arzobispo Juan de Jesús
Herrera y Piña, consiguió becas para mandar alumnos del seminario a estudiar al
colegio Pio Latinoamericano de Roma. Gracias a sus gestiones, el 28 de abril de
1925 la Santa Sede aceptó el envío de los restos de San Teófimo mártir que se
convierte en el santo patrono del Seminario. Entre 1926 y 1928 el Seminario
debió cerrar las puertas debido a los problemas con el gobierno mexicano. Un
grupo de seminaristas residió en la casa del señor arzobispo Herrera y Piña. En
éste periodo vivieron en algunas casas prestadas por el barrio de la Purísima.
En 1930 nombraron rector al padre Fortino Gómez León, quien recibe la
notificación de parte de la secretaría de Gobernación en 1941 para que el Seminario
opere con normalidad.
Durante los
festejos del 150 aniversario de la fundación del Seminario en 1943, le dan conocer
al entonces padre rector su nombramiento como arzobispo de Oaxaca. En 1935
pasaron al anexo del templo de San Luis Gonzaga; posteriormente se trasladaron
por un breve lapso de tiempo a catorce domicilios, para regresar en 1941 a San
Luis Gonzaga antes de reubicarse al municipio de San Pedro Garza García el 19
de diciembre de 1959, donde residió todo el seminario, tanto el mayor como el
menor hasta 1995. Considerada como “la
niña de mis ojos” de su promotor; obra y diseño del señor arzobispo Alfonso
Espino y Silva. El padre Juvencio González
fue nombrado rector de 1954 a 1972. El padre Ernesto Chazalón de 1972 a
1982. Siguió el padre Miguel Angel Alba Díaz, Gustavo Rodríguez Vega, Juan
Carlos Castillo. Cuando llegó el padre Francisco Robles Ortega como arzobispo, puso
como vicerrector al padre Gerardo Cárdenas, a partir de 2013 el padre Hilario
González y hace dos años el padre Juan Carlos Arcq.
En 1983 se trasladó la experiencia del Curso Introductorio de Lourdes en
Saltillo a una casa propia en Allende, Nuevo León. Doce años después, en 1995,
el Seminario Mayor se trasladó a ciudad Benito Juárez, N.L. Actualmente el
Seminario Menor permanece en San Pedro Garza García, el Curso Introductorio
tiene su casa en Paso Hondo en el municipio de Allende, N.L. Lo que era el Seminario
Mayor fue convertido en Casa de la Iglesia y en él se imparten posgrados,
diplomados, cursos, retiros espirituales, una licenciatura en ciencias
religiosas y la preparatoria que abrieron a todo los alumnos que requieran esa
formación. Con ellos, los jóvenes del Seminario conviven y aprenden la realidad
del pueblo de Dios al que un día servirán como sacerdotes o laicos
comprometidos.
Profesor, muy buena reseña del seminario, ahora estamos festejando los 225 años y queremos hacer algo especial.
ResponderBorrarsi los puedo apoyar, con todo gusto.
Borrartengo la historia de la donación de la familia Llaguno y la llegada a La Leona.
Borrar