domingo, 26 de marzo de 2017

Testimonios y símbolos escritos en piedra: el arte rupestre de Nuevo León

Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural

En 1943 el antropólogo alemán Paul Kirchhoff dividió el territorio nacional en tres regiones, con la intención de señalar lo común y lo simbólico entre los pueblos y culturas existentes. Entonces desde el punto de vista cultural, México comprende tres zonas que son Mesoamérica, Aridoamérica y Oasisamérica. En Mesoamérica se desarrollaron las civilizaciones más representativas de nuestro país. Comprende desde el Trópico de Cáncer hasta Centro América. Mientras que Oasisamérica corresponde a un área cultural situada en Arizona y Nuevo México y la parte montañosa y norte de Chihuahua. Al igual que Mesoamérica, fue habitada por grupos sedentarios agrícolas que llegaron a poseer culturas complejas que dependían del intercambio comercial. Se divide en tres grandes grupos culturales: Anazasi, Hahokam y Mogollón. Esta última corresponde al territorio mexicano y se relaciona al punto más importante en el complejo Casas Grandes en Chihuahua. También se les conoce como las culturas de los “Indios-Pueblo”.


La otra región es Aridoamérica y comprende a un extenso territorio dentro del “Desierto Chihuahuense” en la cual están la porción oriental de Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. Ahí vivían los indios nómadas que nos dejaron una buena cantidad de arte lítico y pinturas rupestres. Los habitantes de ésta región semiárida, conservaron por milenios su modo de vida nómada y una subsistencia basada en la caza y la recolección. Conocían ampliamente el territorio y tenían numerosas lenguas que hablaban entre sí. Eran llamados "Chichimecas", un término despectivo pues literalmente significa “chupadores de sangre” o “hijos de perra”. Lo mismo designa a personas como animales que tienen una soga amarrada al cuello. Muchos de aquellos grupos desaparecieron del medio en el que vivían; fueron sometidos, perseguidos y obligados a convertirse para luego crear un sincretismo cultural.  

Según las crónicas de los primeros colonizadores eran bárbaros e incivilizados, rebeldes, fuertes y reacios al contacto con los pobladores de origen ibérico que se asentaron en sus tierras. Siempre al acecho para atacar, provocando “albazos” (caían en los pueblos y ranchos al alba) para destruir, robar y/o matar. Otros a la vera del camino para caer sobre los transeúntes que recorrían los valles y desiertos. Mientras que los grupos mesoamericanos fueron sometidos en menos de 50 años, los chichimecas  tardaron 350 años en asimilar la cultura occidental.  Los grupos étnicos en el noreste fueron gradualmente desapareciendo, más no su legado y sus tradiciones. Tal vez la más relevante sean los innumerables conjuntos de arte rupestre que nos hablan de su visión y representación del mundo. Toda esta región fue testigo de las migraciones de los primeros pobladores de México, cuando la transitaron a partir del año 14 mil y el 9 mil antes de Cristo.


El arte rupestre se divide en petrograbado, pintura rupestre y geoglifos. Los petroglifos o petrograbados son diseños simbólicos tallados en las rocas. Preferentemente dibujaban líneas y círculos con la intención de dejar un mensaje de tipo ritual o vivencial. Los trazos representan un sistema antiguo de comunicación basado en pictografías o ideogramas. En los muros donde están los petrograbados pueden observarse los símbolos realizados a través de golpes en la roca, a veces con apariencia muy burda y en otras ocasiones hasta pulidos para dejar un rasgo estético. Son muy abstractos, antiguos y paradójicamente hasta muy recientes, pues la gente del campo continuó los trazos incluso hasta los soldados que pelearon en la revolución entre 1913 y 1915.

Las pinturas rupestres fueron hechas a base de pigmentos sobre muros de rocas, barrancos, cuevas y abrigos rocosos. Usaban dos colores de pintura: uno rojo y otro de color ocre. Dicen que el rojo viene de una mezcla de la savia de una planta llamada “sangre de drago” con agua y otros pigmentos de minerales molidos. Pintaban con las manos, con pinceles de pelo animal, ramas quemadas, cañas huecas para soplar la pintura; a veces escupían sobre la mano y aprovechaban las salientes o formas de la roca para darle volumen al trazo. Tienen elementos y símbolos menos abstractos que los petrograbados. Gracias al arte rupestre tenemos datos interesantísimos de los ritos y costumbres de diversos grupos de nómadas que poblaron a lo largo y ancho la región noreste de México. Mientras que los geoglifos son las formas y líneas que se hicieron sobre el ras de la tierra y se pueden ver desde un punto elevado. Las pinturas rupestres se hacían con tres fines: darle un trazo estético a la roca, producir un bien mejor, así como la de expresar en un lenguaje abstracto la realidad que vivían.

Los grabados y la pintura rupestre son dos tipos de arte parietal, llamado así porque fue realizado en muros. Las muestras de pintura rupestre en mejor estado de conservación se han encontrado en el interior de cuevas. Pero también las encontramos en otras superficies rocosas menos protegidas, pero más luminosas y accesibles como barrancos, cañadas y abrigos rocosos. En Nuevo León tenemos cerca de 800 sitios con arte rupestre, de los cuales solo Boca de Potrerillos en Mina está habilitada y protegida adecuadamente. Otro sitio que vale la pena rescatar es la llamada Cueva Ahumada.  De acuerdo a los estudios realizados por investigadores del Centro INAH Nuevo León, tienen una antigüedad que va desde los 4 mil años a. C. hasta el siglo XIX, pues los llamados “indios bárbaros” dejaron grabados en las rocas antes de atacar a alguna población o en los sitios inaccesibles en donde vivían. 

El sitio arqueológico está aislado por montañas y arrinconado ahí donde comienza la montaña venerable llamada el cerro de la Mota; en la parte baja de un cañón donde serpentea el cauce de un río seco, a unos 45 kilómetros de Monterrey y a otro tanto de Saltillo. Conviene recorrer desde Rinconada hasta Los Fierros, llamado así por sus habitantes cuando pensaron que los petrograbados eran representaciones de anagramas para marcar ganado.  Son parajes donde predomina el silencio, el azul del cielo es más evidente  y de pueden encontrar vestigios que han resistido el paso de miles y miles de años. Las líneas y formas que conforman este arte milenario; indudablemente  son las voces del desierto, gritos que parecen esconder mensajes cifrados, códigos ocultos que narran el secreto de la historia poco conocida de los antiguos pobladores del noreste mexicano.

La Cueva Ahumada tal vez sea el único sitio arqueológico en la entidad en donde se pueden apreciar petrograbados como pinturas rupestres; en los cuales los antiguos representaron a una figura que parece ser un hombre de culto. Y es una de las pocas representaciones de seres humanos que tenemos. Lo interesante del caso es que en la Cueva Ahumada  encontraron dos o tres sepulcros prehispánicos con ofrendas. En la década de 1960 vinieron estudiosos de la Universidad de Texas en Austin, y se llevaron todo lo que pudieron para investigarlos y clasificarlos. Incluso hay una pintura que parece ser una planta de maíz.  Las pinturas rupestres parecen perder la batalla. La erosión del viento como del agua han borrado gradualmente los motivos pintados en la roca. También los vándalos las han destruido. Como están en lugares alejados de las zonas urbanas, acuden a los mismos para dejar grafitis sobre los motivos pintados en la superficie. Del mismo modo afectan las vibraciones provocadas por los trenes que pasan por la vía México-Laredo, la cual está a menos de 150 metros. En 1988 la geografía del lugar cambió debido al desbordamiento del río Pesquería durante el embate del huracán Gilberto. Luego les dio por construir la carretera, quedando exactamente a un lado de la cueva. Las lluvias torrenciales del Álex afectaron el entorno. La Cueva Ahumada, también conocida como la "Capilla Sixtina" de Nuevo León, tiene formas, signos e imágenes que enlazan una realidad temporal con el ámbito de lo sagrado. 

A menos de tres kilómetros al norte, antes de llegar a Los Fierros está una zona conocida como “La Huachichila”. Sobre un banco de piedra hay una pared que indica el nacimiento del Sol entre el 19 y 20 de marzo, en pleno equinoccio de primavera. Esta coincide con muchas culturas de la antigüedad que celebraban el inicio de la temporada de crecimiento y plenitud. Ahí vemos una huella de venado lo cual indica que enlazaron los ciclos cósmicos con la regeneración de la vida silvestre. De aquí a la parte alta de la montaña que llaman de La Mota, todas las rocas tenían formas emblemáticas, pero destruyeron una sección cuando les dio por abrir la carretera entre Los Fierros y Rinconada.



Como se advierte, hay muchos sitios prehistóricos en Nuevo León, de los cuales solamente uno está preparado por su visita y conocimiento. El resto permanece en el olvido; perdidos en los lugares más alejados e inaccesibles que se puedan imaginar. Otros sufren del deterioro debido al daño que les hacen los visitantes que aún no dimensionan su importancia y relevancia dentro del patrimonio tangible de nuestros pueblos. Lo ideal y reglamentario es que se cuiden y protejan todos. Bueno, tal vez todo esto quede en buenos deseos. Pero si al menos aquellos que acuden al monte como al desierto, así como a nuestras autoridades pusieran especial cuidado para conservar los testimonios de aquellos que nos precedieron en poblar éstos valles situados entre las montañas. El arte rupestre por ejemplo, cambiaría muchas perspectivas que tenemos respecto a lo se tiene y se cree de la tierra considera como la Gran Chichimeca.

domingo, 12 de marzo de 2017

Donde el río se convierte en Santa Catarina

Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural

El gran río de los ancestros viene desde lo más alto de la sierra y la montaña perteneciente al municipio de Santiago. Siguiendo el cauce del río se fundaron muchos pueblos como Nogales, Buenos Aires, los García, Labor de la Casa, El Rodeo, El Alto, Las Tinajas, San Cristóbal, la Ciénega de González, Laborcitas y San Juan Bautista. Ahí en las Tinajas vivieron los Castillo. En este sitio hay mucha agua pues aquí se junta al cauce del río Santa Catarina con los arroyos que vienen desde el Puerto del Conejo y El Refugio de los Aguilar. Para aprovechar el flujo se hicieron pilas o pequeñas presas para almacenar el vital líquido, considerado por Agua y Drenaje de Monterrey como el mejor de toda la sierra. El aire más fresco que viene del Huajuco y la Sierra aquí están presentes. También donde se dice que se pizcaba el mejor chile del monte, con unas casas dignas de preservarse como ésta que corresponde a la segunda mitad del siglo XIX.

Más allá de Las Tinajas se formaron otros pueblos a la orilla del río de los ancestros. Se atraviesa el cañón de la Ratonera y luego El Marrubial. De pronto los vetustos árboles nos anuncian la llegada al cañón más enigmático e ignoto para todos: el cañón de San Cristóbal. Ya para mediados del siglo XIX había una ranchería habitada por una familia tan ilustre que otros linajes de Santa Catarina vienen de una mujer de apellido Góngora, como son los Téllez, los Páez, los Jiménez, los de Luna y los Rodríguez. La gente de la sierra conocía bien los caminos que se abren por entre los cañones y bien podían comerciar en Monterrey,  Santiago o Arteaga. Eso provocó que se tejieran historias y leyendas en torno a una familia que hizo del rancho, sus campos y agostaderos un sitio autosuficiente y próspero. Con agua de sobra, buenas cosechas, ganado mayor y menor y animales de corral. Dicen que tenían todo para preparar sus propios licores. Más adelante está el rancho de Los Lobos y en seguida están los límites entre Santiago y Santa Catarina.  Luego El Salto tan majestuoso, ahí donde el torrente del Santa Catarina cae repentina y en forma decisiva. Luego otros bancos en donde los antiguos pobladores dejaron historias escritas en la piedra, unos petrograbados en mal estado por la acción humana de manchar con un rasgo personal al patrimonio arqueológico de todos.

Siempre se quejan de que en Nuevo León le ponen apellido a los santos. Y éste caso no es la excepción, pues tenemos una comunidad llamada de San Cristóbal en donde la familia Góngora sentó sus reales.  Para 1878 había dos Góngora,  hijos de Pedro Góngora y de Ignacia García, casados con dos hermanas: Pedro Góngora de 45 años, labrador, casado con Apolonia Beltrán. Tenían por hijos a Juana, Victoriana, Arcadio, Eduardo, Maximiana, Casimiro y Ruperto. El otro era Andrés Góngora de 34 años, labrador con Basilia Beltrán con quien procreó a Gorgonio, Emilio, Ramona y Juan. Emilio se casó con Jerónima Ayala y procrearon a José casado con Juana García Ornelas; Inocencio con Vicenta Ornelas, Fortunato con Ignacia Ornelas, Eloísa con Pablo Carvajal, Margarita con Jesús Jiménez, Paulita con Manuel Rodríguez  Hernández y Elpidia con Teófilo Aguilera. Los hijos de don Gorgonio son los Góngora viven por las calles de Galeana y Colón. También hay una rama de los Góngora que se asentaron en la Villa de Santiago del Huajuco: Calletano Marcelino Góngora, hijo de Juan de Góngora y María Rosa de Arellano, casado con Guadalupe Marroquín desde 1773 y tuvieron por hijos a José Antonio casado con Gertrudis Alanís y José Domingo casado con Rita Alanís.


Río arriba de San Cristóbal está la Ciénega de González, Laborcitas y finalmente San Juan Bautista. Los poblados que Lucas García estableció para la posesión real del río Santa Catarina se hicieron comunidades agrícolas considerables. El llamado Potrero Escondido, el valle de San Juan Bautista en donde también tiene su origen el río San Juan batallaba para sus negocios y trámites a Santa Catarina. Entonces abrieron caminos hacia las partes altas de Arteaga, Coahuila y al sur con el Valle del Huajuco. Dicen que una vez hubo una pelotera en un baile allá en la Ciénega. Los auxilios llegaron desde El Cercado. La población reclamó sus derechos a ser tratados y atendidos con prontitud. Entonces el gobernador Bernardo Reyes logró que el reclamo del llamado "Indio Rafael" se hiciera efectivo. Santa Catarina perdió poblados y territorios el 15 de septiembre de 1898. La Sierra Madre correspondiente a Santa Catarina fue dividida en dos. La zona que llegaba hasta Allende, Montemorelos y Galeana se hizo de Santiago, Nuevo León. Santa Catarina solo quedó de San Cristóbal río abajo, partiendo del Pico del Aguacate en la Sierra de Santiago, línea recta del terreno de los Venados: de aquí en línea recta a la parte más alta del banco que forma la línea donde voltean las aguas del Cañón de San Cristóbal. Fueron cerca de 400 kilómetros cuadrados que se perdieron. Pero los lazos familiares y sociales aún permanecían, a tal grado de que una vez abrieron una ruta con un camioncito al que dieron por nombre "El león de la sierra" hasta que una vez cayó por barranco. Afortunadamente no hubo pérdidas materiales qué lamentar.

Para 1826, los vecinos de la sierra se quejaban de las constantes inundaciones y las pocas tierras disponibles, por estar en suelo montañoso. Aun así sembraban arroz, garbanzo, lentejas, olivares, lino algodón, trigo, cebada y otras plantas. En años buenos recogían sandías, calabazas y chile verde. Había madera abundante pero no la explotaban por lo peligroso y escabroso de la sierra. Para 1832 Santa Catarina contaba con 1,725 habitantes que vivían distribuidos en varias haciendas y ranchos. Los poblados más importantes eran El Pajonal que limitaba con Saltillo y San Juan Bautista que limitaba con el Huajuco. La máxima autoridad era un juez de paz nombrado por el cabildo. Tenían agua suficiente que se juntaba en la llamada laguna de Sánchez y los vecinos elaboraban vino mezcal.


Un tío abuelo mantenía una majada con cabras allá por el rumbo de El Marrubial. Esto nos permitía conocer el tramo de Las Tinajas y un paso angosto en medio de dos acantilados conocido como el cañón de La Ratonera. Previo a la fiesta navideña de 1991 acudimos a saludar a un tío mi papá, mi mamá, mi hermano y un servidor. Un poco más allá donde el camino que viene de El Pajonal se une con el que viene de San Cristóbal, la camioneta tuvo una falla mecánica. Nos bajamos a revisarla y había algo roto en horquilla del eje. Se sentía el frío y avanzaba la neblina con su manto haciendo más obscura la noche. Preferimos esperar ayuda de alguna camioneta de Agua y Drenaje que continuamente recorren esos lugares o de algún vehículo que bajaba de allá de la sierra. Entramos a la cabina mientras platicábamos un poco. De pronto las palabras se agotaron y grande fue la sorpresa al escuchar murmullos, luego palabras y diálogos y por último lamentos. Los que estábamos dentro solo acertamos a mirarnos sin decir cosa alguna para no alterar la poca tranquilidad que teníamos. De pronto sentimos que había personas rodeando la camioneta y así como llegaron otra vez se esfumaron. Dicen que corresponden a voces de ánimas que murieron a lo largo del río y que van y vienen de regreso por el cauce del Santa Catarina. Voces que se quedaron atrapadas en los recovecos de las montañas. Finalmente pasaron por ahí unas gentes que arreglaron el desperfecto y pudimos llegar a Santa Catarina.


Esa reserva ecológica corre riesgos. Pronto construirán una carretera y seguramente van a dañar el entorno de una zona que bien se puede recorrer sin alterar el entorno.

domingo, 5 de marzo de 2017

A 192 años de legislar la unión: la Constitución de Nuevo León

Antonio Guerrero Aguilar/ Integración Cultural del Noreste, A.C.

Como Estado Libre y Soberano, Nuevo León surgió como entidad federativa de acuerdo al decreto número 45 del 7 de mayo de 1824, expedido por el Honorable Congreso Constituyente de la Nación Mexicana. En el mismo punto se ordenaba la elección de un congreso local conformado por representantes, los cuales fueron elegidos el 9 de julio de 1824. Quedaron como diputados al Primer Congreso Constituyente de Nuevo León, los ciudadanos: Dr. José Francisco Arroyo, Dr. José María Gutiérrez, José Andrés de Sobrevilla, Pedro Antonio Eznal, Lic. Juan Bautista Arizpe, Rafael de Llano, José María Parás, Juan José de la Garza, Antonio Crespo, José Manuel Pérez, Pedro de la Garza Valdez y Pedro Agustín Ballesteros.


Después de arduas sesiones de trabajo, el 5 de marzo de 1825 se promulgó la primera Constitución Política para Nuevo León, la cual fue jurada en medio de una ceremonia no exenta de la piedad religiosa propia de la época. Por ejemplo, fue jurada ante un crucifijo y una biblia. Por eso en el párrafo introductorio se lee lo siguiente: “En el nombre de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo autor y supremo legislador de la sociedad. El Estado de Nuevo León legítimamente representado en sus Diputados constituyentes, establece y decreta en uso de su soberanía para bien estar de los pueblos e individuos que lo componen la siguiente constitución política”. El primer artículo señala categóricamente: “El estado de Nuevo León se extiende lo mismo que la provincia antes llamada Nuevo Reino de León”. Ya como entidad libre, independiente y soberana, Nuevo León quedó uno de los Estados Unidos Mexicanos, compuesta por tres poderes, el ejecutivo, el legislativo y el judicial, Se abolió la esclavitud y estableció a la religión católica como oficial.

La nueva entidad surgió con 23 municipios: Agualeguas, Boca de Leones (Villaldama), Cadereyta, Cerralvo, China, Cañón de Guadalupe (actual Hidalgo), Santiago del Huajuco, Labradores (Galeana), Linares, Marín, Monterrey, Mota (General Terán), Pesquería Grande (García), Pilón (Montemorelos), Punta de Lampazos, Río Blanco (Aramberri-Zaragoza), Sabinas, Salinas, San Cristóbal Hualahuises, San Miguel de Aguayo (Bustamante), Santa Catalina, Vallecillo y los demás que se conformaran en lo sucesivo.

Para los diputados constituyentes, el nuevoleonés es todo aquel que haya nacido o resida legítimamente en éste suelo. Tiene por obligación, contribuir para la seguridad en el Estado, acudir personalmente a la defensa de Nuevo León, colaborar con su voto al buen gobierno del Estado, amar a la Patria, ser veraz, justo, benéfico y en suma virtuoso.



La primera Carta del 5 de marzo de 1825 es la norma básica para el ordenamiento jurídico y el corpus orgánico de nuestra estructura política y de derecho, influida por el espíritu liberal y democrático de la Constitución de Cádiz que favoreció las diputaciones provinciales a partir de 1812. Jefferson apuntó una ocasión: “Ninguna sociedad puede hacer una constitución perpetua o aún un derecho perpetuo. La tierra pertenece siempre a la generación viviente”. En consecuencia, nuestras leyes se han ajustado a los tiempos y momentos históricos gestados a partir del proyecto de Nación existente. 

Todos éstos cambios se han realizado en el marco institucional y de derecho, en donde los representantes de Nuevo León han dejado sus leyes a través de cinco Constituciones: la fundante de 1825, la segunda del 29 de octubre de 1849, promulgada después de una etapa crítica, pero que recuperaba la esperanza y la definición de nuestra entidad; la del 4 de octubre de 1857, como fruto del Estado laico y liberal la cual integra a Coahuila como parte de nuestra entidad. La cuarta promulgada el 3 de noviembre de 1874 y la vigente del 19 de diciembre de 1917. 

A 192 años, conviene recuperar los preceptos y obligaciones de todo nuevoleonés como mexicanos comprometidos por la verdad, la justicia social, la solidaridad y el bien común. Y más en tiempos en los que pronto vendrán a pedir nuestro voto. Felicidades al Congreso de Nuevo León y memoria y homenaje a los primeros constituyentes de nuestra grandeza, siempre ascendente.

Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico