Antonio
Guerrero Aguilar/
Dicen que el mexicano tiene una conducta barroca, expresada en la forma de hablar con muchos adjetivos y rodeos. Nuestra forma de ser un poco o un tanto complicada, tendiente a vivir la vida siempre en extremos. La
mentalidad barroca de los siglos XVII y XVIII, postulaba un mundo fragmentado e
incompleto, en continuo proceso de desarrollo. Por ello concebía al individuo
como un ser capaz de inventar estrategias, artes y cosas para integrarse a ese
desarrollo. Ese sentido se
refleja tanto en el arte como en otras esferas sociales de la Nueva España. Por cierto, barroco es una palabra de
origen portugués que literalmente significa profusión y abundancia, aplicada originalmente
a los adornos de los retablos, templos y demás construcciones de la Nueva
España.
Se
considera a Sor Juana Inés de la Cruz como una escritora barroca. Ella escribía
desde el claustro de un convento y desde una perspectiva femenina, experimentaba
la mentalidad en crisis de la época que invadía al imperio español. Por
ejemplo, la monja jerónima produjo su versión de una batalla de sexos para
superar la inestabilidad que amenazaba la formación intelectual y espiritual de
la persona, especialmente en un ambiente que no admitía fácilmente la entrada
de las mujeres a las instituciones rectoras de su tiempo.
Sor
Juana Inés de la Cruz nació en San Miguel de Nepantla, Estado de México el 12
de noviembre de 1651, aunque algunos especialistas como Guillermo Ramírez España
y Alberto G. Salceda, sostienen que en vio la luz tres años antes. Ellos localizaron
su fe de bautizo, realizado el 2 de diciembre de 1648 en la parroquia de
Chimalhuacan en Chalco con el nombre de Inés, hija natural de Isabel Ramírez de
Cantillana. Fueron sus padrinos Miguel y Beatriz Ramírez. Además tuvo dos
hermanas, Josefa María y María de Azuaje.
Sor
Juana aprendió a leer a la edad de tres años. Ella misma escribió: “dediqué el deseo de leer muchos libros
varios que tenía mi abuelo, sin que bastasen los castigos y represiones a
estorbarlo”. Por su clara inclinación al estudio, siendo niña solicitó a su
madre que la enviara a la Ciudad de México vestida de varón para poder asistir
a la universidad. A pesar de lo adverso
a la educación intelectual femenina, logró una excelente formación humanística.
Siendo una adolecente hablaba y leía el latín. Por su bella y delicada presencia,
para 1665 figuraba como dama de la virreina marquesa de Mancera. Al poco tiempo
ingresó al convento de la orden de las carmelitas de donde pasó después al
convento de San Jerónimo.
Ahí
desde la celda y la biblioteca del convento, escribió poesía, obras de
teatro y literatura en prosa. Se sabe
por testimonios de su época que cuando no se aprendía o dominaba algo, se
cortaba dos dedos su cabello, pues decía que no era posible que su cabeza
estuviera poblada de cabellos y no de conocimientos. Tuvo dificultades con sus
directores espirituales que le prohibieron estudiar. Existen cartas en donde
refutaba la postura de sus confesores. Entre sus escritos sobresalen algunos
autos sacramentales como: El cerco de José, El Mártir del Sacramento, El
divino Narciso, las comedias: Los empeños de una casa, Amor es más
laberinto y varias poesías como Inundación Castálida; Respuesta a
Sor Filotea de la Cruz, algunas loas y sainetes.
Por
todo lo adverso que tenía, hace una defensa de la mujer. Son muy conocidos los
versos que tratan de ello: Hombres
necios que acusáis/ a la mujer sin razón,/sin ver que sois la ocasión de lo
mismo que culpáis./ Sin con ansia sin igual/ solicitáis su desdén/ ¿por qué
queréis que obren bien si las incitáis al mal?/Combatís su resistencia/ y luego
no gravedad,/ decís que fue liviandad/ lo que hizo la diligencia./Cuál mayor
culpa ha tenido,/ en una pasión errada:/ la que cae de rogada, / o que ruega de
caído?/¿O cuál es más culpa,/ aunque cualquiera mal haga:/ la que peca por la
paga,/ o el que paga por pecar?/ Pues ¿para qué os espantáis de
la culpa que tenéis?/ Queredlas cual las hacéis/ o hacedlas cual las buscáis.
En 1692
hubo fuertes lluvias e inundaciones en la capital del virreinato. Llegaron las
plagas y a falta de alimentos, los pobladores se amotinaron el 8 de junio de
1692. Las epidemias continuaron y en consecuencia murió el 17 de abril de 1695
en la Ciudad de México. Dos meses exactos antes había fallecido su confesor el
padre Núñez de Miranda.
Dominó casi
todos los campos del saber. En su obra, vemos la preocupación por la equidad
entre hombres y mujeres, en el acceso a las mismas oportunidades de instrucción
y su constante negación a los clásicos atributos femeninos, tales como la frivolidad,
la coquetería, inconstancia, superstición, chismes. A cambio, promueve la
aspiración a la autonomía de la conducta de la propia vida. Sin duda alguna, Sor
Juana reúne todo para ser catalogada como un genio literario de la época, por
su amplitud de miras, la reivindicación de un verdadero cambio y la solidaridad.
Sin duda alguna; el prototipo feminista recae en ella. Por su genio intelectual
es llamada El Fénix de México y la Décima Musa.
Durante
el sexenio de José López Portillo, encontraron sus restos mortales en lo que
fue parte del convento en donde vivía. Dicen que al saber de ello, la señora
Margarita López Portillo, entonces titular de Radio, Televisión y
Cinematografía del gobierno federal, solicitó que le llevaran el tocado y parte
del hábito distintivo de Sor Juana. Luego se consiguió que en ese sitio se
estableciera el llamado Claustro de Sor Juana. En la década de los 1980 fue
localizada una carta de ella en la biblioteca del Seminario de Monterrey en la
cual renuncia a su confesor asignado y que el Padre Aureliano Tapia Méndez
publicó después con mucho éxito.
Debemos
cambiar la imagen de ésta mujer inquieta y ávida de conocimientos que aparece
en los billetes de 200 pesos. Una mujer que inclusive cuidó su aspecto físico,
pues dicen que usaba zapatos de tacón dentro del convento, tenía una sirvienta
a su lado y que con su grandeza social soportó y enfrentó las más crueles
críticas en torno a su origen y vocación por el estudio y la escritura. Por
cierto, “sorella” es una palabra
italiana que significa hermana. De ahí que designemos a las religiosas como
sor, que es una contracción de “sorella”.
Estimado Antonio Guerrero, como siempre muy interesante tu escrito. Respecto a la carta de Sor Juana que dió a conocer el padre Tapia, quiero señalar que la sustrajo de la biblioteca del Seminario y nunca la regresó y la cual fue considerada como auténtica por Octavio Paz. Éste escrbió sobre Sor Juana Las Trampas de la Fé. Una felicitación
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