domingo, 5 de noviembre de 2017

La Décima Musa: Sor Juana Inés de la Cruz

Antonio Guerrero Aguilar/

Dicen que el mexicano tiene una conducta barroca, expresada en la forma de hablar con muchos adjetivos y rodeos. Nuestra forma de ser un poco o un tanto complicada, tendiente a vivir la vida siempre en extremos. La mentalidad barroca de los siglos XVII y XVIII, postulaba un mundo fragmentado e incompleto, en continuo proceso de desarrollo. Por ello concebía al individuo como un ser capaz de inventar estrategias, artes y cosas para integrarse a ese desarrollo.  Ese sentido se refleja tanto en el arte como en otras esferas sociales de la Nueva España. Por cierto, barroco es una palabra de origen portugués que literalmente significa profusión y abundancia, aplicada originalmente a los adornos de los retablos, templos y demás construcciones de la Nueva España.

Se considera a Sor Juana Inés de la Cruz como una escritora barroca. Ella escribía desde el claustro de un convento y desde una perspectiva femenina, experimentaba la mentalidad en crisis de la época que invadía al imperio español. Por ejemplo, la monja jerónima produjo su versión de una batalla de sexos para superar la inestabilidad que amenazaba la formación intelectual y espiritual de la persona, especialmente en un ambiente que no admitía fácilmente la entrada de las mujeres a las instituciones rectoras de su tiempo.

Sor Juana Inés de la Cruz nació en San Miguel de Nepantla, Estado de México el 12 de noviembre de 1651, aunque algunos especialistas como Guillermo Ramírez España y Alberto G. Salceda, sostienen que en vio la luz tres años antes. Ellos localizaron su fe de bautizo, realizado el 2 de diciembre de 1648 en la parroquia de Chimalhuacan en Chalco con el nombre de Inés, hija natural de Isabel Ramírez de Cantillana. Fueron sus padrinos Miguel y Beatriz Ramírez. Además tuvo dos hermanas, Josefa María y María de Azuaje.


Sor Juana aprendió a leer a la edad de tres años. Ella misma escribió: “dediqué el deseo de leer muchos libros varios que tenía mi abuelo, sin que bastasen los castigos y represiones a estorbarlo”. Por su clara inclinación al estudio, siendo niña solicitó a su madre que la enviara a la Ciudad de México vestida de varón para poder asistir a la universidad.  A pesar de lo adverso a la educación intelectual femenina, logró una excelente formación humanística. Siendo una adolecente hablaba y leía el latín. Por su bella y delicada presencia, para 1665 figuraba como dama de la virreina marquesa de Mancera. Al poco tiempo ingresó al convento de la orden de las carmelitas de donde pasó después al convento de San Jerónimo.

Ahí desde la celda y la biblioteca del convento, escribió poesía, obras de teatro  y literatura en prosa. Se sabe por testimonios de su época que cuando no se aprendía o dominaba algo, se cortaba dos dedos su cabello, pues decía que no era posible que su cabeza estuviera poblada de cabellos y no de conocimientos. Tuvo dificultades con sus directores espirituales que le prohibieron estudiar. Existen cartas en donde refutaba la postura de sus confesores. Entre sus escritos sobresalen algunos autos sacramentales como: El cerco de José, El Mártir del Sacramento, El divino Narciso, las comedias: Los empeños de una casa, Amor es más laberinto y varias poesías como Inundación Castálida; Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, algunas loas y sainetes.

Por todo lo adverso que tenía, hace una defensa de la mujer. Son muy conocidos los versos que tratan  de ello: Hombres necios que acusáis/ a la mujer sin razón,/sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis./ Sin con ansia sin igual/ solicitáis su desdén/ ¿por qué queréis que obren bien si las incitáis al mal?/Combatís su resistencia/ y luego no gravedad,/ decís que fue liviandad/ lo que hizo la diligencia./Cuál mayor culpa ha tenido,/ en una pasión errada:/ la que cae de rogada, / o que ruega de caído?/¿O cuál es más culpa,/ aunque cualquiera mal haga:/ la que peca por la paga,/ o el que paga por pecar?/ Pues ¿para qué os espantáis de la culpa que tenéis?/ Queredlas cual las hacéis/ o hacedlas cual las buscáis.

En 1692 hubo fuertes lluvias e inundaciones en la capital del virreinato. Llegaron las plagas y a falta de alimentos, los pobladores se amotinaron el 8 de junio de 1692. Las epidemias continuaron y en consecuencia murió el 17 de abril de 1695 en la Ciudad de México. Dos meses exactos antes había fallecido su confesor el padre Núñez de Miranda.

Dominó casi todos los campos del saber. En su obra, vemos la preocupación por la equidad entre hombres y mujeres, en el acceso a las mismas oportunidades de instrucción y su constante negación a los clásicos atributos femeninos, tales como la frivolidad, la coquetería, inconstancia, superstición, chismes. A cambio, promueve la aspiración a la autonomía de la conducta de la propia vida. Sin duda alguna, Sor Juana reúne todo para ser catalogada como un genio literario de la época, por su amplitud de miras, la reivindicación de un verdadero cambio y la solidaridad. Sin duda alguna; el prototipo feminista recae en ella. Por su genio intelectual es llamada El Fénix de México y la Décima Musa.

Durante el sexenio de José López Portillo, encontraron sus restos mortales en lo que fue parte del convento en donde vivía. Dicen que al saber de ello, la señora Margarita López Portillo, entonces titular de Radio, Televisión y Cinematografía del gobierno federal, solicitó que le llevaran el tocado y parte del hábito distintivo de Sor Juana. Luego se consiguió que en ese sitio se estableciera el llamado Claustro de Sor Juana. En la década de los 1980 fue localizada una carta de ella en la biblioteca del Seminario de Monterrey en la cual renuncia a su confesor asignado y que el Padre Aureliano Tapia Méndez publicó después con mucho éxito.


Debemos cambiar la imagen de ésta mujer inquieta y ávida de conocimientos que aparece en los billetes de 200 pesos. Una mujer que inclusive cuidó su aspecto físico, pues dicen que usaba zapatos de tacón dentro del convento, tenía una sirvienta a su lado y que con su grandeza social soportó y enfrentó las más crueles críticas en torno a su origen y vocación por el estudio y la escritura. Por cierto, “sorella” es una palabra italiana que significa hermana. De ahí que designemos a las religiosas como sor, que es una contracción de “sorella”.


1 comentario:

  1. Estimado Antonio Guerrero, como siempre muy interesante tu escrito. Respecto a la carta de Sor Juana que dió a conocer el padre Tapia, quiero señalar que la sustrajo de la biblioteca del Seminario y nunca la regresó y la cual fue considerada como auténtica por Octavio Paz. Éste escrbió sobre Sor Juana Las Trampas de la Fé. Una felicitación

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Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico