Antonio Guerrero Aguilar/
Los tribunos y poetas del siglo XIX vieron a la mujer como
la madre de la patria, la consideraban los labios y el corazón de la nación. A
decir verdad representan más que eso en un país como México, en donde tratan a
la mujer como pasión, muerte y destino a decir de Octavio Paz. Contrario a lo
que se cree, hubo no pocas mujeres que participaron en los cuatro movimientos
militares más importantes de nuestra historia como lo son la lucha por la
insurgencia, la invasión norteamericana, la guerra de la Reforma que también
abarca hasta la invasión francesa y el imperio fallido de Maximiliano y la
revolución. De acuerdo a las cifras oficiales, existen registradas poco más de
mil 500 mujeres que le entraron a la lucha armada en estos 200 años.
Regularmente se piensa que a la guerra van los hombres más
bragados y valientes. Se nos olvida que también hubo mujeres de armas tomar.
Tal vez esto se deba a la negación de la mujer como sujeto de acción militar,
pues tradicionalmente hacemos a la mujer en el hogar, la familia y el cuidado
de los hijos y la cocina. Hay muchas sentencias populares al respecto, “mujer que no sabe hacer tortillas de
harina, ni chiles rellenos no está apta para el matrimonio”, “buena pa´l petate pero mala pa´l metate”,
“la mujer como la carabina, siempre
cargada y arrinconada”. Si además le agregamos la postura de la historia
oficial que se empeña en censurar y a desaparecer los testimonios populares,
que hablan mal de la mujer para privilegiar al hombre. Por ello, aquí van
algunos esbozos de mujeres del noreste que se distinguieron por ser de armas
tomar.
Allá en el Nuevo Santander vivió Isidora Valle, a quien
fusilaron el 20 de mayo 1815 en la Villa de Aguayo, (actual Ciudad Victoria,
Tamaulipas), junto con otros insurgentes que se habían sumado al grito de
libertad y de independencia que el padre Hidalgo había proclamado en 1810. Ella
siguió a los rebeldes que pelearon contra el régimen del entonces gobernador
del Nuevo Santander don Manuel Iturbe, entre los que destacaban Bernardo “El Indio Huacal”, Martín Gómez de Lara y
otros que cayeron derrotados por Joaquín de Arredondo y su fuerza compuesta por
solo 200 hombres. Isidora tuvo la fortaleza de servir como correo, como
proveedora de alimentos y municiones a los alzados. Fue una efectiva informante
entre los más recónditos lugares de la sierra de Tamaulipas. Después de su
ejecución, su cabeza fue llevada a Ocampo, Tamaulipas, (antigua Santa Bárbara),
para que todos vieran lo se hacía en contra de los insurrectos.
De Cadereyta tenemos a Leonarda González. Durante la
invasión francesa participó activamente como correo del Cuerpo de Caballería y
también como mujer entrona que no temía a la muerte ni a los golpes. Entre su
vestido y enaguas, lo mismo guardaba mensajes, cargas de pólvora y medicinas.
Hasta instrumentos musicales llevaba a las tropas para que se divirtieran en
los momentos de distracción. Ella murió
en Santa Catarina el 26 de octubre de 1878, de 45 años de edad, ya viuda de
Luis Sandoval.
Hay una dama que en vida llevó el nombre de María de Jesús
de la Rosa, quien inspiró al Corrido de
Jesusita en Chihuahua y de la
canción de la Coronela. Al morir su
esposo, (un hombre de apellido Garza) tomó su caballo y sus armas y se lanzó a
la revolución. También organizó una fuerza que al grito de “¡Órale Muchachos!” se lanzaban a la
lucha. Jesusita portaba dos pistolas ocultas en sus enaguas, un fusil amarrado
a la espalda y una pistola en la cintura. Nació en Parras de la Fuente,
Coahuila en 1892 y militó en los bandos que hicieron posible la derrota del
usurpador Victoriano Huerta. Por entrona fue ama y señora de las tropas
constitucionalistas. Para 1918 vivía en la hacienda Larraldeña de Sabinas
Hidalgo y a partir de 1920 residió en Nuevo Laredo en donde adquirió unos
terrenos que poco antes de morir donó para que en ellos se construyera una
escuela. Ella falleció en 1957 sin dejar descendencia.
Otra canción típica de la revolución es la de Marieta, que
nos habla de una mujer coqueta y que en consecuencia de serlo, le advierten que
no lo sea, porque los hombres prometen mucho y cumplen poco y además lo que dan
son puros palos. Probablemente la letra de ésta canción está dedicada a una
mujer de nombre Marieta Martínez que por andar peleando en el bando contrario
fue mandada fusilar por Pascual Orozco. Pero la música es más antigua de lo que
parece, pues existen partituras que datan de fines del siglo XIX y que en 1910
fue registrada como una polka de piano. Hay versiones francesas e italianas muy
populares y con letras similar a la que cantamos en México. Aunque su autoría
de acuerdo a un disco que vi, se le atribuye a un señor llamado Samuel M.
Lozano.
Pero no todas las mujeres de armas tomar han inspirado
canciones o corridos. No obstante, con su pluma hicieron temblar a más de un
batallón y al menos a dos presidentes, uno de los Estados Unidos y el otro ni
más ni menos que don Porfirio Díaz. Ella se llamó Andrea Villarreal González,
nacida en 1881 en Lampazos del Naranjo, hermana de don Antonio I. Villarreal,
uno de los líderes de la División del Noreste que peleó a favor del
constitucionalismo. Siendo joven y muy guapa, siguió a su hermano cuando fue
escapó a los Estados Unidos. Allá se dedicó a escribir artículos en contra del
régimen y se afilió a un club magonista. Incluso criticó al presidente de los
Estados Unidos por estar apoyando indirectamente a don Porfirio.
Fue amenazada, pero siguió escribiendo en beneficio de la
revolución mexicana. Regresó a México y se quedó a vivir en Monterrey, en donde
murió en 1963, sin descendencia y sumida en la pobreza. Junto con su hermana
Teresa se dedicó al proceso de liberación femenina entendida como proyecto de
utopía por alcanzar. Tenemos en Monterrey dos estudiosas de ella, como lo son
Aurora Díaz de García y Griselda Zárate. Para darnos cuenta de lo combativa que
era, un verso suyo dice: “Los estandartes
de la Revolución se izarán en la patria de los aztecas y nuestros bandidos
alzarán el hermoso grito de ¡Viva la libertad!, ¡Abajo el mal gobierno!”
Otra mujer que se distinguió en el campo de batalla como en
la promoción de las ideas, fue doña Consuelo Peña de Villarreal, quien nació en
Monclova en 1896. Participó activamente al lado de su padre y de su esposo en
el movimiento carrancista, ya sea como enfermera o como mujer de armas tomar.
Escribió una obra llamada La Revolución
en el Norte en la que recupera historias basadas en lo que vio.
Pero estos casos no son los únicos, desde 1813 andaban
mujeres cuidando a sus maridos, amamantando a sus hijos, alimentando a la tropa
y curando a los heridos. Sabemos de féminas que participaron en el ataque a
Monterrey en julio de 1813 y en el sitio a la antigua Pesquería Grande, actual
García, Nuevo León. Hubo dos que pelearon en la línea mexicana durante el “Sitio de Monterrey” en septiembre de
1846. Una se llamaba Josefa Zozaya y la otra María Dosamantes.
Hay mucho que hablar y tratar de la mujer en
la historia, ya sea nacional como regional. Espero que estos ejemplos inspiren
y propongan nuevas líneas de investigación de cada una de ellas.
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