domingo, 24 de diciembre de 2017

De muertes y balazos rumbo a la Cuesta de los Muertos

Antonio Guerrero Aguilar/

Sin el afán de participar en ámbitos de la información que los medios, continuamente nos hacen llegar, tampoco quiero entrar al ámbito de las noticias amarillistas y tremendas que a fuerza de tanto escuchar y estamos expuestos, provocan un rechazo, hastío o incluso una actitud conformista ante los hechos que vivimos y padecemos en la actualidad. Más bien, haciendo una revisión hacia el pasado, quiero platicarles lo siguiente: el 12 de junio de 1830, el alcalde de Santa Catarina Teodoro García, escribió una carta a Joaquín García, quien ocupaba el cargo de gobernador de Nuevo León. Le hizo saber el hallazgo del cuerpo de una mujer completamente mutilado en el camino que va de Monterrey a Saltillo.


La noticia causó conmoción y sorpresa en la región, en especial a lugares como Monterrey, San Pedro, Santa Catarina, Pesquería Grande y Rinconada. Todo comenzó cuando Joaquín Mireles, vecino de Santa Catarina, acudió con un regidor del ayuntamiento para decirle que vio el cadáver de una mujer desnuda y sin cabeza, con múltiples heridas causadas por un arma blanca. El sitio del crimen era un lugar llamado Charco Verde, cercano a una casa que tenía el denunciante y de un jacal propiedad de Julio Morales. El regidor del cabildo de Santa Catarina acudió acompañado por dos vecinos para dar fe del asesinato. Entonces vieron “el espectáculo más lastimoso que en otros tiempos se ha visto, habiendo seguido el mismo regidor la huella de sangre hasta a distancia de diez pasos, donde estaba cubierta la cabeza de la difunta y tapada con unas lechuguillas, la cual regresó y en unión del cuerpo lo trasladaron a la cárcel de este pueblo donde se ha tenido públicamente para ver si se conoce persona de las que paran a verlo”.

No sabían la identidad de la mujer ni mucho menos quién le había quitado la vida. Mandaron correos a Saltillo, Rinconada y otros pueblos de la región avisando del macabro suceso. Para dar con el sospechoso, dieron la orden de que diez miembros de la milicia cívica de Santa Catarina recorrieran todo el camino, explorando bosques y mogotes existentes entre Santa Catarina y Rinconada, acompañados con uno de los testigos que vieron un día antes a la muerta en el Charco Verde. Por la forma en que ocurrió el asesinato, el gobernador consideró a “este crimen tan horrendo que la misma naturaleza se estremece al oírlo” y en consecuencia ordenó las averiguaciones correspondientes para ubicar al asesino lo más pronto posible. Hasta ahí la información de una carta que se puede ubicar en el Archivo Municipal de Monterrey, en la colección correspondencia, vol. 26, expediente 36. Desconozco si alguna vez dieron con el paradero de quienes arrebataron la vida a esa mujer, en un punto al que ubico posiblemente entre Santa Catarina y el Sesteo de las Aves.

Lamentablemente siempre nos llegan las noticias acerca de la existencia de cuerpos heridos, abandonados o ya sin vida a lo largo del trayecto de Santa Catarina a Ramos Arizpe, Coahuila. El 6 de septiembre de 1863 llegó una brigada al mando del general Julián Quiroga. Con ella venían cuatro mujeres que fueron heridas en el rancho de Carvajal, por lo que mandaron traer a Juan Saldívar que sabía algo de medicina; pero ante la gravedad del asunto prefirió no intervenir y solicitó su traslado hasta Monterrey. Algunos testigos residentes en la Cuesta de Carvajal, dijeron que las cuatro damas venían atrás de la tropa. El alcalde Mariano Rangel hizo las averiguaciones pero los soldados no quisieron hablar. Unos dijeron que solamente oyeron disparos que les provocaron daños a las mujeres.

Una de ellas estaba embarazada y tenía una herida por la espalda, otra tenía el orificio de bala arriba de la cintura. En el interrogatorio dijeron que venían a la retaguardia de la tropa; una seguía a su esposo y la otra al hijo que habían sido muertos en una acción en Puebla. Se sumaron al contingente para regresar a la Villa de Santiago de donde decían ser originarias y procurar el pago por sus servicios. Para mantenerse preparaban las comidas como “vivanderas”.

Cuando arribaron a Monterrey, las llevaron al hospital para ser curadas. Quiroga aceptó la culpa, que les disparó solo para asustarlas pero que no les hizo daño. Ya las había regañado de que no quería verlas entre su gente. Una tenía por nombre Cayetana Lara, originaria de Tepeji del Río, la otra se llamaba María Juana Lugo, originaria de México, sobrina de una de las heridas, quienes formaban parte de un grupo de mujeres que estaban juntas en la mañana cuando fueron a dispararles. Afortunadamente el doctor Gonzalitos sanó sus heridas y finalmente dio la parte de que los daños sufridos no eran de riesgo.


Como se advierte, la historia es cíclica y continuamente vemos como los acontecimientos tienden a repetirse. Lo cierto es que ahora se debe viajar con cuidado y protección.

domingo, 3 de diciembre de 2017

El cura de Nuevo León que no llegó a Cádiz

Antonio Guerrero Aguilar/

En el informe de Simón de Herrera y Leyva del 27 de julio de 1801 al Intendente de las Provincias de Oriente en San Luis Potosí, señala la existencia de sólo dos ayuntamientos, el de Monterrey y el de Linares. Los de Cadereyta y Cerralvo desaparecieron temporalmente, seguramente por problemas económicos.  Monterrey por ejemplo, no tenía los 12 regidores de ley “por no ser de utilidad alguna, ni tener la ciudad fondos de dónde se les asignara sueldo. Sólo tiene dos plazas, que son la de alférez real y alguacil mayor, habilitadas en forma y con títulos por Su Majestad.”  


Para 1803, el Nuevo Reino de León contaba con apenas 43, 739 habitantes.  De los cuales, mil se dedicaban a la minería, 520 a la arriería, 200 a la carretería, 200 a la agricultura, 3, 084 eran pastores y 210 servían en diversos ramos de la industria. Las autoridades reconocían la potencialidad de muchos ramos de  industria que podrían establecerse, pero por falta de dinero y por los pocos sujetos pudientes que hay, todo se queda sin efecto. Indudablemente que la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey era un pueblo pobre y pequeño, en comparación con otras ciudades del virreinato tan importantes como la ciudad de México, Guadalajara, Puebla, Zacatecas o el mismo Saltillo que comenzaba a repuntar. Ciertamente la región prometía algo, prueba de ello es el establecimiento de la diócesis del Nuevo Reino de León en 1777, cuyo obispo titular era  Primo Feliciano Marín de Porras quien estuvo entre 1803 y 1815.

En 1808, las tropas napoleónicas invadieron la península ibérica, sometiendo a los monarcas españoles como portugueses. Como una forma de rechazo a la imposición de las nuevas autoridades, convocaron a una junta legislativa, cuyos trabajos iniciaron el 24 de septiembre de 1810 en San Fernando, para después trasladarse a Cádiz en donde promulgaron una constitución el 19 de marzo de 1812. Las Cortes de Cádiz conformaron un cuerpo legislativo de carácter liberal, capaz de proponer un nuevo orden social en la España de Carlos IV y Fernando VII. Para integrarla fueron convocados representantes de todas las colonias, provincias y virreinatos. Siempre se ha difundido el papel preponderante de don Miguel Ramos Arizpe, quien acudió en representación de la provincia de Coahuila o Nueva Extremadura. Por lo tanto se le reconoce como toda una figura de talla regional y nacional por los aportes que realizó. De pronto surge la interrogante: ¿quién acudió por el Nuevo Reino de León? Tenemos referencias de que hubo un decreto del 14 de febrero de 1810, convocando la selección de un diputado representante a las Cortes de Cádiz.

El cabildo de la ciudad de Monterrey eligió el 19 de junio de 1810 al padre Juan José de la Garza y de la Garza como diputado por el Nuevo Reino de León. Es poco lo que se sabe del sacerdote. La información existente se la debemos al padre José Antonio Portillo, quien lo hace  párroco en San Gregorio de Cerralvo entre 1784 y 1788. Cura interino y juez eclesiástico del Valle del Guajuco entre marzo de 1793 hasta septiembre de 1796. En éste año recibió el título de maestro de teología escolástica en el Seminario de Monterrey. Luego lo vemos como  teniente de cura de Monterrey entre 1799 y 1800, finalmente cura de la parroquia de Monterrey en 1800, notario revisor en 1805, licenciado (1802) y doctor en teología por la Universidad de Guadalajara, canónigo doctoral del cabildo de la catedral en 1807 y finalmente diputado a las Cortes de Cádiz entre 1811 y 1812.

No se sabe el lugar de nacimiento. Ni los nombres de la terna que conformó para su elección y la fecha de la misma. Incluso hasta su nombre no aparece como legislador en las Cortes. Me dice Sergio Reséndiz Boone, historiador de Coahuila que su nombre se diluye en el tiempo, pues muchos de los representantes por alguna circunstancia no alcanzaron a llegar a cumplir con su encargo. Efectivamente, en septiembre de 1810 se desató una epidemia de fiebre amarilla que afectó a 60 diputados y provocó la muerte de 15 de ellos, entre los que figura el representante de Sinaloa y Sonora.

A principios del siglo XIX, el Nuevo Reino de León contaba solo con una ciudad, la de Monterrey, varias  villas con sus respectivos cabildos, Cerralvo, Cadereyta, Linares, San Miguel de Aguayo, Guadalupe, Hualahuises y Marín. Gracias a las leyes de Cádiz, se estableció que los pueblos con más de mil habitantes, pudieran constituirse en municipios gobernados por un alcalde y su respectivo cabildo. Aprovechando la coyuntura, Agualeguas, Boca de Leones (Villaldama), Lampazos, Santiago del Guajuco, Vallecillo, Salinas, Sabinas, China, Pueblito o Cañón de Guadalupe (Hidalgo), Santa Catarina, Pilón (Montemorelos), Mota (General Terán), Pesquería Grande (García) y Río Blanco (Aramberri) solicitaron su deseo de conformar su cabildo y ser consideradas villas. Igualmente, se abrió la posibilidad para la creación de diputaciones provinciales, base de la conformación de los estados.



Independientemente de su obra y las repercusiones que tuvo en comparación con otros constituyentes de Cádiz, debemos recuperar y honrar la figura del padre Juan José de la Garza, el representante nuevoleonés que partió rumbo a Cádiz.

Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico