Antonio Guerrero Aguilar/
Diego de Montemayor eligió como asiento de la Ciudad
Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey, a un paraje situado entre los
manantiales y arroyos que integraban el Santa Lucía en 1596, más o menos donde ahora
está el templo del Sagrado Corazón de Jesús, entre 5 y 15 de Mayo, Zaragoza y Escobedo.
En 1611 la ciudad (la imagino más bien como un campamento de jacales y chozas), fue
arrasada por una inundación. El fundador murió en abril de ese año, por lo que don
Diego Rodríguez el Justicia Mayor, trasladó a la población hacia un lugar más
seguro; unos terrenos delimitados al norte por los ojos de agua y al sur por el
río Santa Catarina. Fue cuando trazaron un centro para la nueva población, conocida
como la Plaza de Armas, porque en ella pasaban revista de armas a los vecinos
cada 25 de julio y 25 de noviembre, en los días dedicados al apóstol Santiago y
a la virgen y mártir de Santa Catarina de Alejandría.
Para mediados del siglo XIX, la plaza era propiamente
una explanada. Donde ahora está el casino, había un mesón y en sus alrededores
unas construcciones que servían como negocios o casas habitación. De ahí que
las autoridades municipales como del estado se preocuparon por embellecer el
corazón cívico y político de Monterrey: nivelaron el terreno, colocaron bancas
de sillares, jardines con árboles, andadores y se mandó hacer una fuente que
inauguró el entonces gobernador Santiago Vidaurri el 2 de febrero de 1864. Durante
la ceremonia guardaron en una caja de mármol, algunos documentos relevantes como
una copia del acta de fundación de Monterrey, la Constitución de 1857, un
retrato de Vidaurri y otras cosas más que luego dejaron en un sitio bajo tierra.
La llamada fuente de los delfines se hizo con mármol extraído del cerro de las
Mitras, fue iniciada por Juan Raimundo Lozes y terminada por el escultor de
origen italiano Mateo Matei. Estuvo ahí
hasta 1894 cuando fue trasladada a la plaza de la Purísima.
El 5 de mayo de 1864, a la plaza se le impuso el nombre de Ignacio Zaragoza, para
celebrar el segundo aniversario de la heroica batalla de Puebla, siendo
gobernador y comandante militar de Nuevo León Jesús María Benítez. Como testigo
de honor, estuvo Benito Juárez acompañado por su gabinete. Dicen que fue una
forma de venganza política contra Vidaurri, que no tenía una relación cordial con
Zaragoza al no quedarse a sus órdenes. Tres años después, la plaza Zaragoza fue
convertida en un jardín con bancas de sillar de acuerdo a los lineamientos del
imperio. El alumbrado dependía de lámparas de petróleo y la fuente de los
delfines engalanaba todo el conjunto. Para 1874, los jardines de la plaza estaban mejor
trazados y en ellos ya estaban plantados algunos árboles.
Para el Monterrey de antaño, la plaza Zaragoza era la
típica de pueblo, con aires románticos y nostálgicos para quienes acudieron a
ella durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del XX. Había
serenatas en un kiosco metálico
instalado en el centro. Las personas salían a descansar y tomar el fresco
durante los veranos calurosos. Los jóvenes y señoritas daban la vuelta en
sentido contrario con la intención de verse y luego conocerse. Durante muchos
años, el reloj de la catedral marcaba visualmente el tiempo de la ciudad y la
fundidora con su silbato, anunciaba los turnos para iniciar el día y retirarse
a descansar. De acuerdo a testimonios de la época, a principios del siglo XX, la
plaza estaba repleta de árboles y bancas metálicas. Al sur de la plaza Zaragoza
había una serie de edificios antiguos, que fueron destruidos para hacer una
ampliación en tiempos de la gubernatura de Ignacio Morones Prieto entre 1949 y
1952. En 1933 construyeron el Círculo Mercantil Mutualista de Monterrey en la
esquina de Ocampo y Zaragoza. Siendo alcalde Rafael González Montemayor,
(1958-1960) la plaza Zaragoza se amplió hasta Constitución.
Para conmemorar el
centenario de la batalla de Puebla, el 5 de mayo de 1962 colocaron una
escultura en honor de Ignacio Zaragoza, obra del reconocido escultor Ignacio
Asúnsolo. En 1971 se hicieron obras de embellecimiento y encontraron la urna
que habían dejado desde tiempos de Vidaurri. Siendo alcalde Leopoldo González
Sáenz entre 1974 y 1976, se tomó la
decisión de construir una nueva sede para el gobierno municipal, con un palacio
al que llamaron de cristal por la abundancia de éstos en sus ventanas. Fue cuando
la plaza Zaragoza quedó rodeada al sur con el nuevo palacio, al norte con la
calle de Corregidora, al este con la catedral y al oeste con el condominio
Acero, mientras que al antiguo palacio lo convirtieron en oficinas para asuntos
legales.
En 1981 comenzaron los trabajos de la llamada Gran
Plaza, la cual comprende una superficie de 40 hectáreas, limitada al norte por
la calle de Washington y al sur por la avenida Constitución. En esa extensión
quedaron los dos palacios: al sur el municipal de Monterrey y al norte el
gobierno del estado y el edificio de correos, junto con las dos plazas, la
Zaragoza y la ahora llamada explanada de los Héroes. A lo largo de 400 años, la
plaza Zaragoza ha sido testigo de la llegada de gobernadores y alcaldes. Aquí
juró la independencia Mariano Jiménez en enero de 1811. En junio de 1813 los
insurgentes la asaltaron y en septiembre de 1846 los norteamericanos se
apoderaron de ella. Cuatro siglos de ser el corazón de Monterrey y de Nuevo
León. Pero sobre todo, por la plaza Zaragoza, los domingos se pasean las
muchachas más hermosas de mi lindo Monterrey.
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