domingo, 29 de julio de 2018

Las dinastías que poblaron el Valle del Carrizal de los Ayguales

Antonio Guerrero Aguilar/

De Mamulique al oriente, está una importante región delimitada al norte por la Sierra de Picachos o también conocida como del Camaján y por los ríos Salinas y el Pesquería al sur. Precisamente, una de las estribaciones de la Sierra de Picachos, corresponde a la ex hacienda de Mamulique situada dentro del territorio de Salinas Victoria. Por razones prácticas o de interés unificador de parte de instancias educativas como gubernamentales, ponen a ésta porción dentro del Valle de las Salinas. Aunque a decir verdad, desde el siglo XVIII formaron parte de la Parroquia de Guadalupe del Valle de las Salinas y de la alcaldía mayor de aquel lugar desde el XVII. Al contrario, el Valle del Carrizal se compone por los actuales municipios de Ciénega de Flores, General Zuazua, Marín, Higueras y Doctor González, sitio donde casi se juntan Picachos con Papagayos que nos lleva hasta Los Ramones y San Isidro de Pesquería. Todos ellos formaron parte de la municipalidad y parroquia de Marín creadas en 1807.

En esa jurisdicción, se otorgaron mercedes de tierras para defenderse de las incursiones de los llamados indios bárbaros y para establecer haciendas de labor dedicadas a la cría de ganado mayor y menor preferentemente. 

Ciénega de Flores fue tierra de los Treviño desde sus orígenes. Desde principios del siglo XVII vemos a Alonso de Treviño como propietario de tierras y luego a Gonzalo de Treviño alrededor del año 1624. Cuentan que su nombre obedece a la existencia de una ciénega en terrenos de don Pedro Flores. Entonces la llamaron precisamente la Ciénega de Flores.

Ahí también vivió don Melchor Barrera, que mantenía unos sitios adquiridos por a don Alonso de Treviño. Su hija Juana de la Barrera, viuda de Antonio Montes de Oca, vendió sus tierras a Manuel de la Garza Rentería, que venía de por el rumbo de San Francisco en el actual Apodaca. Luego llegó María Cantú, hija de Jerónimo Cantú y Juliana de Treviño Navarro. Ella radicó con su esposo Diego de Hinojosa en San Antonio de los Llanos, pero despoblaron aquella misión en 1673 cuando los janambres cayeron sobre aquel paraje. Por lo que decidió trasladarse con sus dos hijos y tres hijas a Ciénega de Flores, en donde alguna vez alegó participar en campañas de defensa apoyada por su familia. Ella murió en 1705. Cuatro años después, ahí nació Tomás Sánchez, casado con Catalina Uribe, quien fue uno de los principales fundadores de San Agustín de Laredo en 1755.

Ciénega de Flores fue erigida en villa el 23 de febrero de 1863. Es la tierra de los Quiroga, todos ellos procedentes de Salinas Victoria como José Antonio Quiroga, José Faustino y José Gil Rodríguez de Quiroga. Un hijo de José Gil, de nombre Cirilo Quiroga contrajo matrimonio con Gertrudis Villarreal. De distinguidos militares como Julián Quiroga (1829-1877), Pablo Quiroga Escamilla (1875-1948), del ex gobernador Pablo Quiroga Treviño (1903-1987), de la Tía Lencha Quiroga, de otro ilustre militar Ponciano Cisneros Quiroga (1834-1912).


El municipio de General Zuazua tiene su origen en unas mercedes de tierras otorgadas a don Alonso de Treviño. En 1728, un descendiente homónimo del fundador de Monterrey, Diego de Montemayor compró éstas tierras a un poblador de nombre Onofre González. Era hijo de Salvador Esteban de Montemayor y estaba casado con Lucía de la Garza. Montemayor murió en 1761. Por eso hay muchos Montemayor originarios de aquel rumbo. También de Salinas Victoria llegaron los Gutiérrez de Lara, que luego se repartieron en Revilla, Linares y Santiago. El 2 de marzo de 1863 se convirtió en municipalidad, integrando diversas haciendas y ranchos de sus alrededores.

El municipio de Marín surgió como Hacienda de San Antonio de los Martínez en 1684, por José de Martínez (1647-1712) vecino de Saltillo, hijo de José Martínez y María Flores. Estuvo casado con Inés de la Garza en 1673, de la familia de Pedro de la Garza que pobló San Nicolás de los Garza. José Martínez formó una gran familia en esa región. Se dedicó a la agricultura y ganadería, fue alcalde mayor del Valle de las Salinas en 1701, con jurisdicción en El Carrizal
Por testimonios de la época, decían que eran de los vecinos principales del Valle de las Salinas.

A principios del siglo XIX se asentaron los Chapa. Ellos llegaron procedentes del Real de Minas de las Sabinas y Cerralvo. José Antonio Chapa de la Barrera, originario de Sabinas (1795), de la séptima generación de Juan Bautista Chapa, se casó en Marín con Clara María Martínez en 1821. Tuvieron por hijos a María Concepción Lucía Chapa Martínez (1821) Roque (1824) casado con Tiburcia Martínez Guerra y María Juana (1834). Hay otro llamado Andrés Avelino Chapa, de los que poblaron Marín y Doctor González.

Al norte de Marín, cercano al arroyo de Ramos y la Sierra del Camaján, se formó el Paraje de las Higueras en 1708. Ahí se asentó don Diego González (1653-1728), fue hijo legítimo del sargento mayor Diego González y de María de Ochoa, vecinos de la villa de San Juan Bautista de Cadereyta. Desde muy temprana edad sirvió a la corona como sargento y alférez; además de ayudante de sargento mayor. En 1675 fue nombrado capitán de infantería de la villa de San Juan Bautista de Cadereyta. Ocupó el cargo de regidor en la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey en varias ocasiones.


Contrajo matrimonio dos veces. La primera con Anastasia Treviño, vecina del valle del Huajuco y procrearon a tres hijas y dos varones: Catarina, Antonia, María, Francisca Xaviera, Diego y Nicolás. Al quedar viudo, casó nuevamente con Ana Caballero de los Olivos, también vecina del Valle del Huajuco. En ésta unión nacieron Juan Diego, María Gertrudis, Lucas, Miguel, María Teresa, Joseph, Lázaro, María Margarita, Ignacio de Jesús y María Catalina.



Del primer matrimonio en 1690 con Anastasia de Treviño, hija del capitán Alonso de Treviño el Mozo y de Catalina de Ayala, nacieron seis hijos, Catarina casada con Pablo de la Garza, Antonia con Isidro de la Garza, María con Manuel de la Garza Rentería, Diego con María de Treviño, Nicolás con Ana de Jesús Mireles, Francisca Javiera con Bartolomé de Elizondo.

Doña Anastasia murió en 1707. De las segundas nupcias con Ana Caballero de los Olivos, hija de Lucas Caballero y de Margarita Rodríguez de Montemayor, nacieron Juan Diego, María Gertrudis casada con Pedro Joseph de los Santos, Miguel con Nicolasa Guerra, María Teresa con José Salvador Lozano, Joseph casado con Margarita Lozano, Lázaro con Catarina Lozano, Margarita con Pedro José Cantú, Ignacio de Jesús y María Catarina.

Hay Lozano en aquel rumbo. Son de la familia de José Salvador Lozano (1710-1777), hijo de Nicolás Lozano y Juana de Dios de la Garza de Ochoa y Elejalde. Casado dos veces: la primera con María Teresa González Caballero y María Petra Gómez de Castro. Del primer matrimonio llegaron Juana María; José Antonio, José Miguel,  José Félix Gregorio, José Santiago Pantaleón y otros más.

El otro pueblo del Valle del Carrizal es Doctor González. De la Sierra del Camaján viene un arroyo llamado de Ramos. El 21 de octubre de 1694, el alférez Marcos Flores, vecino del Valle del Carrizal, recibió de parte del gobernador del Nuevo Reino de León, Francisco Pérez Merino, cuatro caballerías de tierra y un sitio de ganado mayor en el Paso de Ramos para establecer su hacienda. Para el 5 de noviembre de 1883, fue convertido en municipalidad con el nombre de Doctor González.

Entonces esos González hicieron alianzas matrimoniales con de la Garza Falcón, de los Santos, Lozano, Guerra y Elizondo. Del valle de las Salinas llegaron los Villarreal, de la hacienda de Santa Elena los Montemayor y de la hacienda de San Antonio de los Martínez, los Martínez. De otras regiones del Nuevo Reino de León llegaron los Gutiérrez, los Chapa, los Lozano, los García, los Rodríguez y los Treviño. Estos linajes forjaron las principales dinastías del Valle del Carrizal de los Ayguales, en donde los apellidos predominantes son el González y Martínez.


Tres haciendas se convirtieron en municipios en 1863 y la última en 1883. La parroquia de Marín aún atiende los municipios de Higueras y Doctor González. Una región repleta de historia, cultura y tradiciones, cuyos hijos se han distinguido en la industria, la función pública y el comercio. Pueblos considerados de ultracrecimiento y por ello deben establecerse políticas para que la memoria y la identidad que nos han legado a través de cuatro siglos no se pierda.  

domingo, 15 de julio de 2018

Los linajes que poblaron el Valle de las Salinas

Antonio Guerrero Aguilar/


Allá rumbo al camino que une a Monterrey con Monclova, está el denominado Valle de las Salinas, el cual comprende desde la parte noroeste de García, junto con los municipios de Mina, Hidalgo, El Carmen, Abasolo y Salinas Victoria. Como su nombre lo indica, es un valle con suelo salitroso delimitado al sur por la Sierra del Fraile y de San Miguel y la de Gomas al norte, al poniente llega hasta la Azufrosa y la Punta del Espinazo de Ambrosio en los límites de Nuevo León y Coahuila. El territorio es atravesado por el río Salinas, (un torrente viene desde la Laguna de Patos en General Cepeda, Coahuila) originalmente llamado de los Cuanaales en honor a una nación indígena que habitaba por todo el entorno.

Se considera a Bernabé de las Casas como fundador de la comarca. Un acaudalado vecino que nació en 1573 en Tenerife, una de las islas Canarias que llegó al Nuevo Reino de León en 1603 junto con José de Treviño. Entre los dos aportaron muchos recursos para establecer pueblos, abrir minas y trabajar sementeras, tan necesarias para la alimentación de los primeros pobladores, además de que trajeron ganado mayor y menor.

De las Casas estuvo casado con Beatriz Navarro, teniendo por hijos a Bernabé, Marcos, María, Beatriz y Juliana. Al morir el patriarca en 1632, dejó el paraje de Icamole a su hijo Bernabé y San José de la Popa a Marcos. Su hija María fue casada con Juan Alonso Lobo Guerrero, quien se quedó con San Francisco de Cañas. Las tierras de las haciendas de la Magdalena y Señora de Viuda de Eguías pasaron a Beatriz, casada con Diego de Villarreal, y las de Chipinque a Juliana, casada con Diego Fernández de Montemayor. Como se advierte, en esos legados nacieron los municipios como Mina, Abasolo y El Carmen.

La hija de nombre Beatriz se quedó con las tierras de sus hermanas y una parte de Salinas Victoria. Mujer de Diego de Villarreal (1601-1672), uno de los pioneros que arribaron a esta región procedente de San Miguel el Grande. Hijo de Juan Francisco de Villarreal del Reino de Castilla y María Gutiérrez del Castillo. De la unión nacieron ocho hijos, uno de los cuales se asentó en Villaldama en 1690. Todos los Villarreal que conozcan, vienen de ese matrimonio.

Mientras que la hacienda de San Nicolás Tolentino en el Cañón de Guadalupe, es el origen de la municipalidad de Hidalgo. El 5 de diciembre de 1611, el capitán José de Treviño vendió al capitán Bernabé de las Casas, unos ocho sitios de ganado mayor situados en la ladera del río de las Salinas en 150 pesos oro. Cada sitio comprendía 1,755 hectáreas que dan poco más de 14 mil hectáreas. Nada más para darnos una idea, a decir de don Timoteo L. Hernández, la porción abarcaba unos 30 kilómetros de largo como de ancho.

Don José de Treviño nació en la Ciudad de México en 1565 y murió en Monterrey en 1645. Era hijo de Diego de Treviño y Beatriz Quintanilla. Casado con Leonor de Ayala de cuyo matrimonio nació José de Ayala a quien debemos el establecimiento del Topo Grande de los Ayala. En 1603 entró al Nuevo Reino de León, acompañado por su “mujer e hijos, casa y familia, y los pertrechos y avios convenientes, que son los siguientes: primeramente, diez carretas, con sus bueyes, mil y doscientas vacas mansas y cerreras; mas mil cabezas de ganado menor, cabra y ovejas; mas cincuenta yeguas de vientre; más un molino de pan; hecho y derecho; piedras y herramientas, mas veinte yuntas de bueyes, con sus rejas; mas cincuenta azadones mas veinte burras y cinco burros; más cuatro esclavos negros; más seis caballos y armas y aderezos de mi persona y dos lanzas. Todas las cuales cosas prometemos traer y meter en este reino dentro de tres meses...".

Don Bernabé de las Casas se deshizo de esas tierras en 1619 a favor de Francisco Báez de Benavides, otro poblador de origen canario, nacido en Orotova, Tenerife en 1594. En 1612 llegó a la Nueva España y finalmente al Nuevo Reino de León. Un insigne vecino y poblador que llegó a ser regidor y alcalde de Monterrey en 1642 y primer alcalde mayor del Valle de las Salinas en 1646. Se casó con María Isabel Martínez Guajardo, y tuvo un hijo de nombre José que se fue a vivir en Cerralvo en 1661. Él es el patriarca de todos los Báez y Benavides que conozcan,  murió en 1666 y un descendiente del mismo nombre pobló Revilla, una de las Villas del Norte en 1757.

Salinas Victoria tiene su origen en unas mercedes otorgadas en 1597 a favor de Ginés de Hernández,  Diego Díaz de Berlanga y Juan Pérez de los Ríos.  Bernabé de las Casas obtuvo unas concesiones por el lugar en 1603 y para al año siguiente al señor cura de Saltillo don Baldo Cortés, se quedó con las tierras del capitán Ginés Hernández, mientras que Alonso de Treviño llegó en 1634 y del capitán Hernando de Mendiola en 1636. Alonso de Treviño tuvo un obraje en donde se dedicaban a realizar mantas, colchas y sarapes. Ahí se hicieron tan famosas por la participación de las mujeres en talleres familiares, tan apreciados y costosos que con el tiempo los llevaban a vender a la Feria del Saltillo en donde eran conocidos como hechizos, luego recibieron el nombre de sarapes.

A principios del siglo XVIII se avecindó don Tomás de Elizondo, quien nació en Saltillo en 1668, hijo de Francisco Elizondo y Beatriz González, hermano de Pedro de Elizondo que pobló en Huinalá y El Mezquital. Adquirió unas tierras para dedicarse a la ganadería y la agricultura. Estuvo casado con Margarita de Montemayor y al enviudar, en 1692 con María Villarreal Garza. Fue alcalde mayor del Valle de las Salinas entre 1704 y 1720. De esa familia vienen los Elizondo que poblaron Salinas Victoria, Hidalgo como Villa de García.

La región cobró relevancia e importancia a la llegada del gobernador Martín de Zavala en 1626, quien estableció la alcaldía mayor del Valle de las Salinas en 1646, siendo su primer alcalde Francisco Báez de Benavides.  Como se advierte, con el trascurso del siglo XVII se asentaron dinastías como los de las Casas, Treviño, Báez de Benavides, Villarreal, Fernández, de la Garza Falcón, Elizondo y otros más, cuyos familiares se movieron a otros lares. Por ejemplo, los Villarreal participaron en la fundación del Real de Minas de las Sabinas y de Boca de Leones a fines del siglo XVII y a Cerralvo y de ahí a las Villas del Norte cuando las formaron a partir de mediados del siglo XVIII.

Una tierra con profundas raíces sefarditas, donde el cabrito, la carne seca, sus nogaleras y aguacatales, sus minas; pero sobre todo su gente, llevan poco más de 400 años habitando el entorno.

domingo, 8 de julio de 2018

La calle Vidaurri en Santa Catarina


Antonio Guerrero Aguilar/

Para muchos hablar de Vidaurri es una ofensa. Un episodio en la historia de México que debe olvidarse para que la Patria tenga preponderancia sobre la Matria. Para pocos historiadores y no pocos simpatizantes, Vidaurri es un símbolo que reivindica la región respecto a lo federal y lo nacional. Por lo tanto, todo lo que nos habla y recuerda a Vidaurri debe desaparecer. Aun así a un grupo de lampacenses les dio instalar un monumento en Lampazos, que provocó controversia en su momento. Ciudades como Mexicali y Guadalajara tienen calles en su honor. Allende y en Santa Catarina, Nuevo León, lo recuerdan. Bueno, al menos son las que yo conozco.


La Calle de Vidaurri en Santa Catarina es la penúltima de la cabecera municipal al norte y solo comprende cuatro cruces en Zaragoza, Colón, Constitución y Morelos. Desconozco a quien se le ocurrió y desde cuándo le pusieron su nombre a la nomenclatura dedicada a su memoria. Y más si consideramos que en Santa Catarina se enfrentaron las dos posturas y conceptos en torno a la patria y la nación, uno propuesto por Juárez y el otro enarbolado por Vidaurri. En 1996, el entonces cronista municipal Hildebrando Garza, junto con algunos miembros de cabildo y empleados municipales comenzaron a levantar firmas para quitarle el su nombre a la calle y no lo lograron. Argumentaban que había mandado matar indios, envenenado aguajes, usar la aduana de Piedras Negras para el contrabando de algodón a cambio de armas y alimentos para los confederados sureños.


Como verán, a Santiago Vidaurri se le odia o se le admira. Para muchos no deja de ser un traidor porque se pasó a defender el Imperio de Maximiliano. Pero es indudable que es constructor de la grandeza regional y uno de los mejores gobernadores que ha tenido Nuevo León a lo largo de su historia. El viejo cíbolo del noreste, el general don Santiago Vidaurri Valdez, nació en Lampazos de Naranjo el 25 de Julio de 1808. Desde soldado en la compañía presidial de Lampazos, oficial de frontera persiguiendo indios comanches y lipanes; le atribuyen un intento separatista en 1855 llamado la República de la Sierra Madre integrado por Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León. Tras el estallido de la Revolución de Ayutla contra la dictadura de Santa Anna, Vidaurri proclamó el Plan Restaurador de la Libertad, logrando el derrocamiento y expulsión del dictador y se hizo gobernador de los estados de Nuevo León y Coahuila entre 1855 y 1864. 

A pesar de haber prestado sus servicios a favor de los liberales, su cercanía con militares confederados de Texas y por exigir un mejor trato de la federación para los estados, tuvo múltiples enfrentamientos con las figuras más emblemáticas de su tiempo, a quién vieron con recelo por concentrar y mantener tanto poder en el escenario político nacional. En febrero de 1864 Benito Juárez decidió establecer en Monterrey la capital de la República. El indio zapoteco y el supuesto jefe lipan discutieron por el control de erario surgido de las aduanas fronterizas, Juárez huyó  rumbo a Saltillo para desconocer a Vidaurri como gobernador. Sin otra salida, en Salinas Victoria, Vidaurri se unió al Imperio reconociendo a Maximiliano de Habsburgo como el legítimo gobernante de México. Fue nombrado Ministro de Hacienda y Consejero Imperial hasta que fue capturado por los soldados liberales que ocupaban la capital del país y fusilado un 8 de julio de 1867 en la plaza de Santo Domingo de la ciudad de México. Sus restos se encuentran sepultados en la Meseta de Catujanes, situada en Candela, Coahuila.

Como se advierte, la figura histórica de Santiago Vidaurri es muy controvertida. Para unos no importa el peso político regional y el reto que continuamente expuso desde el noreste hacia el centro del país; en donde aún se toman las principales decisiones de la Patria. Le critican su enemistad y pleito con Juárez. Su cambio de posición: de liberal republicano a fiel colaborador de un príncipe extranjero.  Lo cierto es que gracias a Vidaurri, la Patria conoció el arrojo y el heroísmo de Ignacio Zaragoza, Mariano Escobedo, Silvestre Aramberri, Evaristo Madero, Juan Zuazua, Julián Quiroga, Pedro Hinojosa y Manuel Blanco y Múzquiz. Casi todos ellos rompieron con el viejo cíbolo de acuerdo a sus posturas tan disímbolas y contrarias. Solo Juan Zuazua y Julián Quiroga quedaron fieles; pero a Zuazua a lo mataron en 1860.


El 22 de marzo de 1867, Vidaurri junto con Leonardo Márquez y al frente de mil dragones de caballería a las órdenes de Julián Quiroga salieron de Querétaro con rumbo a la Ciudad de México.  El 21 de junio de 1867 Porfirio Díaz derrotó a Márquez y se quedó con el control de la capital. La República triunfó sobre el Imperio. Márquez logró escapar rumbo a Veracruz pero Vidaurri, no. Se ocultó en la casa de un norteamericano al que no pudo pagar por su silencio y éste denunció.  Fue aprehendido en la mañana del 8 de julio de 1867. A las 4 de la tarde fue llevado hasta la plaza de Santo Domingo para fusilarlo mientras una banda de música tocaba la pieza  Los Cangrejos, que los liberales siempre cantaron para burlarse de los conservadores y traidores. Sus últimas palabras fueron: Deseo que mi sangre sea la última derramada y que México sea feliz.  Sus restos fueron trasladados a Monterrey para luego llevarlos a la Mesa de Catujanes en donde se siente la presencia del viejo cíbolo, en medio de la tierra tanto quiso Candela y Lampazos.


Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico