Antonio Guerrero Aguilar/
Para muchos hablar de Vidaurri es una ofensa. Un episodio
en la historia de México que debe olvidarse para que la Patria tenga preponderancia sobre la Matria. Para pocos historiadores y no pocos simpatizantes, Vidaurri
es un símbolo que reivindica la región respecto a lo federal y lo nacional. Por
lo tanto, todo lo que nos habla y recuerda a Vidaurri debe desaparecer. Aun así
a un grupo de lampacenses les dio instalar un monumento en Lampazos, que provocó
controversia en su momento. Ciudades como Mexicali y Guadalajara tienen calles
en su honor. Allende y en Santa Catarina, Nuevo León, lo recuerdan. Bueno, al
menos son las que yo conozco.
La Calle de Vidaurri en Santa Catarina es la penúltima de
la cabecera municipal al norte y solo comprende cuatro cruces en Zaragoza,
Colón, Constitución y Morelos. Desconozco a quien se le ocurrió y desde cuándo
le pusieron su nombre a la nomenclatura dedicada a su memoria. Y más si
consideramos que en Santa Catarina se enfrentaron las dos posturas y conceptos
en torno a la patria y la nación, uno propuesto por Juárez y el otro enarbolado
por Vidaurri. En 1996, el entonces cronista municipal Hildebrando Garza, junto
con algunos miembros de cabildo y empleados municipales comenzaron a levantar
firmas para quitarle el su nombre a la calle y no lo lograron. Argumentaban que
había mandado matar indios, envenenado aguajes, usar la aduana de Piedras
Negras para el contrabando de algodón a cambio de armas y alimentos para los
confederados sureños.
Como verán, a Santiago Vidaurri se le odia o se le
admira. Para muchos no deja de ser un traidor porque se pasó a defender el
Imperio de Maximiliano. Pero es indudable que es constructor de la grandeza
regional y uno de los mejores gobernadores que ha tenido Nuevo León a lo largo
de su historia. El viejo cíbolo del
noreste, el general don Santiago Vidaurri Valdez, nació en Lampazos de
Naranjo el 25 de Julio de 1808. Desde soldado en la compañía presidial de
Lampazos, oficial de frontera persiguiendo indios comanches y lipanes; le
atribuyen un intento separatista en 1855 llamado la República de la Sierra
Madre integrado por Tamaulipas, Coahuila y Nuevo León. Tras el estallido de la
Revolución de Ayutla contra la dictadura de Santa Anna, Vidaurri proclamó el Plan Restaurador de la Libertad,
logrando el derrocamiento y expulsión del dictador y se hizo gobernador de los
estados de Nuevo León y Coahuila entre 1855 y 1864.
A pesar de haber prestado sus servicios a favor de los
liberales, su cercanía con militares confederados de Texas y por exigir un mejor
trato de la federación para los estados, tuvo múltiples enfrentamientos con las
figuras más emblemáticas de su tiempo, a quién vieron con recelo por concentrar
y mantener tanto poder en el escenario político nacional. En febrero de 1864
Benito Juárez decidió establecer en Monterrey la capital de la República. El
indio zapoteco y el supuesto jefe lipan discutieron por el control de
erario surgido de las aduanas fronterizas, Juárez huyó rumbo a Saltillo para desconocer a Vidaurri
como gobernador. Sin otra salida, en Salinas Victoria, Vidaurri se unió al
Imperio reconociendo a Maximiliano de Habsburgo como el legítimo gobernante de
México. Fue nombrado Ministro de Hacienda y Consejero Imperial hasta que fue
capturado por los soldados liberales que ocupaban la capital del país y
fusilado un 8 de julio de 1867 en la plaza de Santo Domingo de la ciudad de
México. Sus restos se encuentran sepultados en la Meseta de Catujanes, situada
en Candela, Coahuila.
Como se advierte, la figura histórica de Santiago
Vidaurri es muy controvertida. Para unos no importa el peso político regional y
el reto que continuamente expuso desde el noreste hacia el centro del país; en
donde aún se toman las principales decisiones de la Patria. Le critican su enemistad
y pleito con Juárez. Su cambio de posición: de liberal republicano a fiel
colaborador de un príncipe extranjero. Lo cierto es que gracias a Vidaurri, la Patria
conoció el arrojo y el heroísmo de Ignacio Zaragoza, Mariano Escobedo,
Silvestre Aramberri, Evaristo Madero, Juan Zuazua, Julián Quiroga, Pedro
Hinojosa y Manuel Blanco y Múzquiz. Casi todos ellos rompieron con el viejo
cíbolo de acuerdo a sus posturas tan disímbolas y contrarias. Solo Juan Zuazua
y Julián Quiroga quedaron fieles; pero a Zuazua a lo mataron en 1860.
El 22 de marzo de 1867, Vidaurri junto con Leonardo
Márquez y al frente de mil dragones de caballería a las órdenes de Julián
Quiroga salieron de Querétaro con rumbo a la Ciudad de México. El 21 de junio de 1867 Porfirio Díaz derrotó
a Márquez y se quedó con el control de la capital. La República triunfó sobre
el Imperio. Márquez logró escapar rumbo a Veracruz pero Vidaurri, no. Se ocultó en la casa de un norteamericano al que no pudo pagar por su silencio y
éste denunció. Fue aprehendido en la
mañana del 8 de julio de 1867. A las 4 de la tarde fue llevado hasta la plaza
de Santo Domingo para fusilarlo mientras una banda de música
tocaba la pieza Los Cangrejos, que los liberales siempre cantaron para burlarse de
los conservadores y traidores. Sus últimas palabras fueron: Deseo que mi sangre sea la última derramada
y que México sea feliz. Sus restos
fueron trasladados a Monterrey para luego llevarlos a la Mesa de Catujanes en
donde se siente la presencia del viejo
cíbolo, en medio de la tierra tanto quiso Candela y Lampazos.
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