viernes, 29 de marzo de 2019

De San Luisito a la Indepe...

Antonio Guerrero Aguilar/


Tengo orgullo de ser del norte, del mero San Luisito porque de ái es Monterrey, bueno, no necesariamente todo Monterrey está en el otrora conocido barrio del San Luisito, actualmente colonia Independencia, pero si es uno de los puntos más antiguos y emblemáticos que integran la ciudad capital de los nuevoleoneses. Cuenta el rumor, de que se llama así porque fue poblada por canteros potosinos, que llegaron a trabajar en la construcción del palacio de gobierno a fines del siglo XIX. Pero nada que ver. Posiblemente se fue poblando con algunos soldados mexicanos procedentes de San Luis Potosí que asistieron a la campaña de Texas y del Álamo en 1836. 

Gracias a un documento que tenemos en el archivo histórico de Monterrey, sabemos que en 1842, 19 vecinos que habitaban los barrios de la Cuesta Blanca y de San Luisito, solicitaron que las autoridades acudieran para medir y regularizar los terrenos donde vivían, pues se les consideraban posesionarios de los predios situados al sur de la Plaza de Armas de Monterrey. Con cierta reticencia, los síndicos recomendaron abrir calles y callejones para el buen tránsito y ornato de aquellos parajes, repletos de jacales y casas humildes. Luego en tiempos de Santiago Vidaurri, se dispuso ampliar la traza urbana hacia los cuatro puntos cardinales conocidos como “repuebles”: al norte de la calle de Washington, al sur del río Santa Catarina, al oriente, el Repueble de Verea (en honor al obispo) o de Oriente que ahora es la colonia Nuevo Repueblo y al poniente desde la Purísima hasta la falda del cerro del Obispado. 

Creo que el nombre de Independencia viene por los festejos del centenario en 1910 y porque al ejecutar las obras de la canalización del Santa Catarina, pensaron dos grandes avenidas: la Independencia al sur y Constitución al norte; ambas desembocaban en la avenida Libertad. Pues bien, Independencia es Morones y Libertad quedó en Gonzalitos.

miércoles, 27 de marzo de 2019

La casa donde nació Escobedo


Antonio Guerrero Aguilar/

La Reseña Geográfica y Estadística de Nuevo León publicada en 1910, señala que Galeana, que ha sido cuna de muchos valientes soldados, se enorgullece con haber visto nacer al General Mariano Escobedo, jefe del Ejército del Norte y después de todo el republicano que ocupó Querétaro. Algunos daban el año de 1827 cuando nació el Prócer que triunfó en Santa Gertrudis en 1866 y San Jacinto en 1867. Pero la fecha exacta corresponde al 16 de enero de 1826. La obra referente, continúa con la descripción: La casa en que nació, propiedad del Ayuntamiento de Galeana, ha sido reedificada para establecer en ella planteles de enseñanza primaria para niños y niñas. Es uno de los mejores edificios escolares del Estado. 

Animado por conocerla, en 1987 fui a buscarla y como todo lo histórico y relevante en la entidad, ya no estaba. Solo la placa conmemorativa y una casa con materiales de cemento, hierro, block y varilla. Solo el testimonio del libro por la casa editorial de la Viuda de Charles Bouret nos da una idea del solar de don Manuel Escobedo y Rita de la Peña, en donde vio la luz y creció el insigne héroe mexicano. Ya ni llorar es bueno...


lunes, 25 de marzo de 2019

Cuerámbaro, Nuevo León

Antonio Guerrero Aguilar/

Bajando por el Cañón de Santa Rosa, allá por donde se comunica Galeana e Iturbide con Linares, hay un solar tan antiguo, cuyo nombre sorprende y causa extrañeza a todos los residentes y viajeros. Se llama Cuerámbaro, y por el nombre inmediatamente lo relacionamos con algún punto de Guanajuato como de Michoacán. Es más, existe un paraje llamado Cuerámbaro perteneciente a Amatitán, Jalisco. El paraje lleva una voz tarasca y literalmente significa “lugar de ocotes” o también “ocotal”. 

La estancia perteneció a los Leal y por boda, se hizo patrimonio de Jesús María Benítez y Pinillos, un patriarca sabio que se casó con Felipa Leal y Torrea. Lugar donde pastaba el ganado mayor y menor, con buenas tierras para la agricultura en donde se daba la mejor caña de azúcar en la región. Tan histórico que de ahí salieron tres gobernadores de Nuevo León y fue refugio del general Mariano Escobedo cuando tuvo problemas con Jerónimo Treviño y Francisco Naranjo. La primera planta de luz que tuvo Linares ahí estaba y después de José A. Robertson, don José Benítez Martínez apuntaló a toda esa zona en vocación citrícola. A reserva de que puedan sentir los paisanos de aquel rumbo, pero los que saben, dicen que la mejor naranja se pizcaba en Cuerámbaro. 

Ahí formó hogar y familia don José Benítez Gómez, heredero de aquellos prohombres. La imagen que les presento es de un acuarelista, viajero y aventurero norteamericano de apellido Chamberlain, quien puso la inscripción de Paso de Linares y la otra foto es de una viga que nos muestra el año de la construcción de la casa el 1 de noviembre de 1851.





domingo, 10 de marzo de 2019

Consideraciones respecto al patrimonio de Nuevo León


Antonio Guerrero Aguilar/

En el vecino estado de Coahuila de Zaragoza no tienen un día, sino un mes dedicado al patrimonio tangible como intangible, lo que queda de lo que se perdió y procuran mantener vigente ya sea en recuerdos o testimonios impresos en papel. Mientras nosotros tenemos tan solo un día dedicado al Patrimonio de Nuevo León,  apoyado por todas las instancias culturales ya sea públicas, privadas, educativas y civiles que dedican toda su atención en el primer domingo de marzo desde 2014. En una cosa si estoy de acuerdo y reconozco en ellas: todas proponen adoptar una actitud de cuidado, resguardo, rescate y difusión del patrimonio que tenemos, así como también preocuparnos por lo que debemos dejar a nuestros hijos y futuras generaciones. 

Fuera de ese día, de vez en cuando se convocan a foros en materia de cultura, ya sea en recintos oficiales como particulares, pero donde regularmente invitan a personas sabedoras de la materia, pero que algunas no son de aquí. Todos ellos tal intelectuales tradicionales; revisan, analizan, comentan y hasta critican la situación del estado patrimonial que tenemos, del que ya se perdió y del que se corre el riesgo de perder. 

Y no se diga cuando una casona o propiedad está en riesgo de perderse. Hay profesionales que saben de la historia como de las leyes del ramo que manifiestan su rechazo para que los inmuebles no se pierdan y al menos se mantengan como testigos silenciosos del pasado. Decía don Felipe de Jesús García Campuzano, que Monterrey tuvo alguna vez un matrimonio similar como que el ahora ostentan ciudades como Zacatecas, Guanajuato o San Miguel de Allende. Pero aquí entraron intereses privados y sus propietarios decidieron destinar los viejos edificios a nuevos usos, en donde para rematar, se promueve la gentrificación.


El concepto Patrimonio viene de una palabra compuesta de origen latino: pater, patris que significa padre y de munire que significa servir. Literalmente el patrimonio es lo que está al servicio del padre o jefe de familia que deja testimonios, legados y cosas para sus hijos. Matrimonio será entonces servicio de la madre, de Matris munere. Por cierto, una vez San Francisco de Sales expresó: ¡Ay del monje si tiene dinero en el banco!, pero ¡ay del Padre de familia y esposo si no tiene dinero en el banco!, pues los hijos tienen derecho a recibir en herencia, cuando éstos fallecen. Esa sentencia también se aplica al patrimonio de una nación, de un estado como el de Nuevo León y de los municipios que lo integran; quienes deberían hacer todo lo posible por preservarlo.

Entonces tenemos una doble responsabilidad para que no sea tan solo un día, sino el año completo para el Patrimonio de Nuevo León: en primera instancia conocer qué nos dejaron y luego pensar qué dejaremos a quienes nos siguen. Especialmente en una entidad como la nuestra en la cual estamos destruyendo o descuidando lo que tenemos. Por ejemplo, no pasa un día en que sepamos por los medios y redes sociales, de la destrucción o alteración del entorno patrimonial. También es cierto que estamos produciendo nuevas formas y sentido de patrimonio cultural, pero no es tan trascendente o duradero, porque está hecho con otro tipo de materiales duraderos pero no tan valiosos como para preservarlos a la posteridad.


Por lo pronto, si quieres cuidar una entidad patrimonial significativa; debemos informar al Instituto Nacional de Antropología e Historia si éste pertenece hasta fines del siglo XIX. O denunciar al Instituto Nacional de Bellas Artes si corresponde al siglo XX. A nosotros como ciudadanos interesados e involucrados, nos corresponde procurar y darles mantenimiento adecuado. De ahí que quienes se interesen por esto, se apresten a documentar su historia y arquitectura de lo que aún se puede ver. Evitar su deterioro y exigir para que no se dañe más de lo que ya está. Si un monumento pierde una parte, puede ser afectado por elementos naturales como la lluvia y el viento. Mantenerlo limpio sin basura y hierba que le ocasionen humedad. Revisar periódicamente los elementos del edificio, pues los acabados son como la ropa que nos cuida de los factores climatológicos-ambientales y por eso deben estar en buenas condiciones.

A los cabildos de los municipios les toca promover y proponer declaratorias de zonas de resguardo patrimonial y dar conocimiento a las instancias como el INAH y el INBA. También hacer catálogos de conservación y conocimiento. Una ocasión, el cabildo de mi municipio estaba firmando un acuerdo con las instancias federales, mientras el secretario de obras de públicas apoyaba la demolición de una serie de casas del siglo XIX.  Por eso, todos los interesados, exijan a la gente de patrimonio de Conarte y del INAH, para que realicen más labores de concientización, conocimiento y catalogación del patrimonio que tenemos y nos queda.  No son entes aislados que obliguen su búsqueda, sino al revés, ellos deben buscar y acercar a todos los interesados. En especial, que se instale una delegación o una oficina representativa más en forma del INBA, pues no la tenemos; si acaso funciona como enlace y las denuncias a veces tienen que pasarse a la Ciudad de México donde dependemos de otras visiones y políticas públicas.

El patrimonio histórico es la herencia cultural propia del pasado de una comunidad, con la que ésta vive en la actualidad y que transmite a las generaciones presentes y futuras. Como se advierte, el concepto de patrimonio cultural es subjetivo y dinámico, no depende tanto de los objetos o bienes sino de los valores que la sociedad les atribuyen en cada momento de la historia y determinan qué bienes son los que hay que proteger y conservar para la posteridad. Y cuando se haga la zona de resguardo patrimonial, ésta debe abarcar el paisaje urbano que le rodea y que también desde el punto de vista social y económico comience su rescate y conservación de todo lo que existe en la misma. Y lo mejor de todo, el patrimonio no son los muros o edificios, sino la gente que lo habitó y tiene derecho a verlo como parte del pasado que llega hasta nosotros.


Como lo he presentado, la palabra patrimonio nos refiere a bienes que heredamos de nuestros padres y de los padres de nuestros padres. Nos remonta hasta el tiempo en que la existencia de los individuos estaban más apegados a de las familias y ésta en la de los pueblos. El patrimonio corresponde la de los pueblos y corresponde también, en este sentido la noción de colectividad. Es una realidad muy vasta: todo aquel testimonio de los valores y el trabajo de las generaciones pasadas, forma hoy parte de los bienes individuales o sociales que han merecido y merecen conservarse.

El patrimonio es lo que unas generaciones transmiten a otras y no necesariamente son cosas: son también ideas, conocimientos, representaciones del mundo, valores, costumbres y tradiciones, además de objetos, testimonios y documentos de otras épocas. La tradición se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana. El patrimonio arquitectónico como de un edificio;  las ruinas de un edificio o de un conjunto de edificios que con el paso del tiempo, han adquirido un valor mayor al originalmente asignado y trasciende el encargo original. Este valor puede ser cultural o emocional, físico o intangible, histórico o técnico. Las obras de arquitectura implican el rescate del entorno donde se ubican dejaría de ser lo que es.

La conservación del patrimonio no presupone únicamente las disposiciones jurídicas y las tareas para proteger del deterioro físico y de la amenaza de agentes sociales y naturales a monumentos históricos, obras de arte, vestigios arqueológicos, testimonios y documentos, sino los conceptos y los medios para atender la conservación. Así como considerar las  realidades lingüísticas, tradiciones musicales, técnicas artesanales, valores, modos de vida o visiones de la realidad. No se restringe a los testimonios materiales del pasado, que dan cuenta de un rico proceso histórico de formación de valores, sino que comprende también las formas vivas en que esos valores encarnan en la actualidad.

La cultura como el patrimonio son entidades vivas y cambiantes; la preservación del patrimonio cultural tangible y la del patrimonio intangible habrá de ser enriquecido con la creatividad del presente para constituir, a su vez, el legado para las generaciones futuras.

La conservación del patrimonio cultural comprende también la compleja realidad del acervo intangible de elementos culturales que sustenta en sus diferentes estratos la vida social. No es estático y abarca las representaciones que los pueblos se hacen de su cultura en los diferentes procesos históricos y sociales. Con el reconocimiento de formas culturales diversas, con el proceso de integración social y con el grado de conciencia de identidad nacional. Cuando todo esto se contemple y no se vea el Día del Patrimonio de Nuevo León como una feria con comidas, bailables y fandangos solamente, estaremos fincando nuestra grandeza en el legado que otros nos dejaron.

Y si esos organismos saben que hay ciudadanos al margen de los grupos y grillas culturales, pues hay que nos inviten. El resguardo patrimonial es gran pastel que todos pueden probar y que como suele suceder, solo lo dejan de postre a las élites que representan la cultura.

domingo, 3 de marzo de 2019

En honor a don Bernardo Reyes


Antonio Guerrero Aguilar/

El desarrollo regional del noreste mexicano a lo largo del siglo XIX, depende en buena medida por el impulso económico y la influencia política de personajes como Evaristo Madero, Santiago Vidaurri, Genaro Garza García y Bernardo Reyes. Este último llegó a a Monterrey para orquestar las políticas de pacificación y control de  Porfirio Díaz. Por ser el máximo representante del orden y progreso porfiriano, se le conoce como el Procónsul de la Frontera.


Bernardo Reyes nació en Guadalajara, Jalisco el 20 de agosto de 1850. Hijo del coronel Domingo Reyes y de Juana Ogazón. Contaba con 16 años, cuando entró a servir como alférez del cuerpo de Guías de Jalisco. En su cartera militar, sobresale su participación en el Sitio de Querétaro donde fue testigo de la rendición de la plaza; también concurrió a campañas militares en los estados de Zacatecas, Sinaloa, Tamaulipas y San Luis Potosí, combatiendo a los rebeldes que secundaban al Plan de Tuxtepec. A la caída de Lerdo de Tejada se adhirió al régimen de don Porfirio, quien lo ascendió a coronel en 1877, sirviendo como jefe militar en Sinaloa, Sonora y Baja California. En esa carrera repleta de acciones bélicas, sobresale su matrimonio en 1874 con Aurelia Ochoa.

Durante la presidencia de Manuel González entre 1880 y 1884, el general Porfirio Díaz lo destinó como responsable militar en Nuevo León, para controlar las rivalidades de dos grupos que reñían por el poder: por un lado Jerónimo Treviño, Francisco Naranjo y Genaro Garza García y del otro Lázaro Garza Ayala. Una vez que el régimen se deshizo de Garza García, Reyes fue nombrado gobernador de Nuevo León el 12 de diciembre de 1885 teniendo la ratificación del Senado de la República.

Nuevo León consolidó su crecimiento con la mano de Reyes, iniciado con Vidaurri, y continuado con Garza García. Por ejemplo, se hicieron obras considerables, saneó las finanzas públicas, organizó una junta de mejoras e inició la construcción de una nueva penitenciaría. Sofocó el bandolerismo, reconstruyó el mercado Colón, reabrió la escuela normal, impulsó el Colegio Civil y promovió el establecimiento de industrias con las cuales arrancó el segundo  proceso de industrialización regional. El 4 de octubre de 1887 entregó la gubernatura a Lázaro Garza Ayala, quedando como responsable militar en la región.

En 1889 quedó otra vez como gobernador constitucional de Nuevo León. Favoreció la exención de impuestos para la apertura de nuevas empresas y otorgó concesiones para la inversión extranjera. Las obras de infraestructura y de promoción social se sucedían una tras otra. Para alabar al régimen de don Porfirio, abrió dos avenidas; la Unión y Progreso, en donde por cierto, levantaron un monumento alusivo al centenario de la independencia en el cruce de ambas. Cosas de la vida, ahora esas avenidas se llaman Madero y Pino Suárez. Como fiel soldado de la República y del presidente, persiguió a los antagonistas del porfiriato que desde los Estados Unidos trataban de desestabilizar al régimen. Para ello, Nuevo León necesitaba tener frontera con Texas; lo cual logró en 1892 mediante una permuta de terrenos con Coahuila, quien cedió el rancho llamado La Pita para establecer la Congregación de Colombia. Nuevo León con esa porción fronteriza de tan solo 14 kilómetros de ancho y 16 de largo, podía reclamar ante los Estados Unidos, la extradición de los mexicanos que tanto atacaban al presidente. Plenamente convencido de la labor realizada, cuando Díaz visitó a Monterrey en diciembre de 1898 sentenció: así se gobierna, así se corresponde al mandato del pueblo.

Para la prensa de la época, esto era un franco espaldarazo a las pretensiones políticas de Reyes, situándolo en el primer círculo de poder en México. A la muerte de Felipe Berriozábal, Reyes quedó como ministro de Guerra el 24 de enero de 1900, entregando el gobierno de Nuevo León a Pedro Benítez Leal. Reyes regresó a Nuevo León a fines de 1901. Por su influencia regional y la presencia en el gabinete de Díaz, pronto se le mencionó como uno de los posibles sucesores. Entonces se formaron dos grupos políticos que se disputaban el poder: el de los científicos con José Yves Limantour, ministro de Hacienda y los reyistas a favor del militar. El gobernante se hizo de simpatizantes como de adversarios. Por ejemplo, el 2 de abril de 1903 se usó la fuerza pública para disolver una manifestación de apoyo a favor de Francisco Reyes a la gubernatura de Nuevo León. Esta revuelta para muchos representa el principio del ocaso político. El Héroe del 2 de Abril se hizo en represor, exactamente un día similar de cuando alcanzó la gloria como militar, el 2 de abril de 1867.


La segunda etapa en el poder ejecutivo de Nuevo León, comprende de 1903 a 1909. Siempre apoyado por sus seguidores, quienes veían en él, al candidato idóneo a la vicepresidencia. Mientras sus enemigos hacían todo lo posible por verlo caer. Las obras continuaron: trajo canteros y albañiles potosinos para la construcción del nuevo palacio de gobierno. En cambio a su esposa le mandaron hacer el templo de San Luis Gonzaga. Pero nunca se acostumbró a los calorones que hacen en estos lares. Para evitarlos, acudía a una finca de descanso en el Cerro del Mirador o se trasladaba a Galeana. Precisamente en septiembre de 1909, estaba de vacaciones en aquel municipio cuando ocurrió la terrible inundación.

Reyes se hizo presente para guiar los trabajos de apoyo y reconstrucción, pero le acusaron que permitió el traslado de armas y municiones con los que pretendían levantarse contra don Porfirio. Además, su reacción tardía ante los desbordamientos de los ríos y los arroyos, provocaron que el 24 de octubre de 1909, entregara la gubernatura a Leobardo Chapa. Al iniciar la revolución maderista huyó del país, para regresar en abril de 1911. Dos meses después tuvo una entrevista con Madero quien le ofreció el ministerio de Guerra, pero los principales colaboradores se negaron a tenerlo en el gabinete. Y es que Reyes nunca vio con buenos ojos a los Madero y en especial a don Francisco, a quien siempre consideró como chaparro, feo y pelón. De nueva cuenta la rivalidad entre Reyes y Madero se hizo evidente, obligándolo a salir del país rumbo a Estados Unidos en donde conspiró contra el Apóstol de la Democracia. Regresó a Nuevo León pensando que había seguidores a su causa. Al ver la nula respuesta, se entregó en Linares el 25 de diciembre de 1911. Fue conducido a la ciudad de México en donde fue recluido en la prisión de Tlatelolco.


Allá tuvo contacto con los enemigos naturales de Madero. Con su hijo Rodolfo, se sumó a la rebelión orquestada por Manuel Mondragón y Félix Díaz quienes lo dejaron en libertad. Esperando la liberación de Díaz, Reyes atacó la plaza defendida por Lauro Villar. En la mañana del 9 de febrero de 1913, el procónsul fue abatido frente a la puerta mariana del palacio nacional. Cayó mortalmente herido por una ráfaga de metralla. Su hijo Alfonso Reyes fue testigo del martirio que sufrió su padre: Cuando vi caer aquel Atlas, creí que se derrumbaría el mundo. Hay desde entonces una ruina en mi corazón. Aquí morí yo y volví a nacer y el que quiera saber quien soy que le pregunte a los Hados de febrero. Todo lo que salga de mí, en bien o mal, será imputable a ese amargo día. Apenas dos años antes, Alfonso se había casado y unos meses después de los días aciagos, salió de México en misión diplomática.

El considerado Regiomontano Universal nunca olvidó esos días adversos de 1913, en especial el día en que vio morir a su padre, a quien llamó el poeta de a caballo. Pasado el tiempo le ofrecieron conocer a quien mató a su padre y no aceptó. La historia de Vidaurri se repitió con Reyes. Garza García ya había muerto en su solar poniente en 1904. Nuevo León y Monterrey, especialmente el Alfonso de Monterrey quedaron en luto. Poco antes de morir, Alfonso Reyes escribió un poema titulado Cerro de la Silla. Ahí se refiere a la colosal y emblemática montaña como otro atlas: Atlas soy de nueva hechura, aunque de talla menor, y a lomos del alma cargo, otro fardo de valor.


Reyes vio y comparó a Monterrey y a nuestra emblemática montaña como el general Bernardo Reyes. Hoy sus restos permanecen casi en el olvido en la Explanada de los Héroes, frente al palacio que mandó construir. Para honrar a su memoria, urge construir una rotonda de los nuevoleoneses ilustres y sacar los restos de nuestros héroes ubicados en la explanada.

Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico