Antonio Guerrero Aguilar/
Bajando por el Cañón de Santa Rosa, allá por donde se
comunica Galeana e Iturbide con Linares, hay un solar tan antiguo, cuyo nombre
sorprende y causa extrañeza a todos los residentes y viajeros. Se llama
Cuerámbaro, y por el nombre inmediatamente lo relacionamos con algún punto de
Guanajuato como de Michoacán. Es más, existe un paraje llamado Cuerámbaro
perteneciente a Amatitán, Jalisco. El paraje lleva una voz tarasca y
literalmente significa “lugar de ocotes” o también “ocotal”.
La estancia
perteneció a los Leal y por boda, se hizo patrimonio de Jesús María Benítez y
Pinillos, un patriarca sabio que se casó con Felipa Leal y Torrea. Lugar donde
pastaba el ganado mayor y menor, con buenas tierras para la agricultura en
donde se daba la mejor caña de azúcar en la región. Tan histórico que de ahí
salieron tres gobernadores de Nuevo León y fue refugio del general Mariano
Escobedo cuando tuvo problemas con Jerónimo Treviño y Francisco Naranjo. La primera
planta de luz que tuvo Linares ahí estaba y después de José A. Robertson, don
José Benítez Martínez apuntaló a toda esa zona en vocación citrícola. A reserva
de que puedan sentir los paisanos de aquel rumbo, pero los que saben, dicen que
la mejor naranja se pizcaba en Cuerámbaro.
Ahí formó hogar y familia don José
Benítez Gómez, heredero de aquellos prohombres. La imagen que les presento es
de un acuarelista, viajero y aventurero norteamericano de apellido Chamberlain,
quien puso la inscripción de Paso de Linares y la otra foto es de una viga que
nos muestra el año de la construcción de la casa el 1 de noviembre de 1851.
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