Antonio Guerrero Aguilar/ Poemoria/
Becario del Sistema Nuevo León al estímulo artístico y la creación de Conarte
De
las mujeres insurgentes, indudablemente la más conocidas de nuestra guerra por
la Independencia, es la señora Josefa Ortiz de Domínguez, quien nació en el
seno de una noble y criolla familia en Valladolid, actual ciudad de Morelia,
Michoacán, el 5 de septiembre de 1768. Fueron sus padres el capitán José Ortiz y
Manuela Téllez-Girón y Calderón. De niña fue educada en el Colegio de las
Vizcaínas de dónde salió en 1791. Dos años después se casó en secreto con el
Lic. Miguel Domínguez, con quien procreó a doce hijos y adoptó a otros tantos que
su esposo ya había tenido con otras mujeres.
Es
conocida de muchas formas, como doña Josefa, la “Corregidora” y por el apellido
de su esposo, un criollo novohispano dedicado a la abogacía como a la política,
nacido en la Ciudad de México en 1756. Estudió derecho en la Universidad Real y
Pontificia de México. Ya para 1802, ostentaba el nombramiento de corregidor de
la ciudad de Querétaro. Tres años después fue cesado de su cargo por oponerse
al decreto de consolidación de vales reales.
En 1808 regresó a su cargo, con el cual apoyó a la rebelión precursora
de la Independencia de la Ciudad de México. Desde su posición, propuso que el
gobierno de Querétaro se uniera con el de la Ciudad de México, para establecer
una junta colonial para gobernar la Nueva España, en lugar del depuesto rey
Fernando VII al ocurrir la invasión napoleónica a España.
La
conspiración patrocinada por el entonces virrey José Iturrigaray, Francisco
Primo de Verdad y Melchor de Talamantes fue sofocada. Pero no la intención del
abogado Domínguez, que se dedicó a organizar reuniones en su casa de Querétaro,
a donde llegaban lo mismo militares, funcionarios e intelectuales de la época, aparentemente
para realizar tertulias literarias, entre los que destacan Ignacio Allende,
Miguel Hidalgo y los hermanos Aldama.
Además
de escuchar música, dar lectura a los clásicos y degustar una sabrosa merienda,
se ponían a discutir las ideas enciclopedistas de la ilustración y se analizaba
la situación que las Trece Colonias como Francia habían conseguido con su
libertad e independencia. Todo de manera subrepticia; ni la jerarquía
eclesiástica como del virreinato se dieron cuenta de sus proyectos. Ahí, entre
todos los asistentes, quien fungía como anfitriona era doña Josefa.
Cuando
las autoridades se dieron cuenta de que las veladas eran en realidad asambleas
con fines rebeldes, llegando a programar el inicio de la guerra de independencia para el 1 de octubre de 1810; alguien
dio aviso a la corte virreinal de sus proyectos. Los partícipes de Querétaro
fueron descubiertos el 13 de septiembre, por lo que ordenaron la captura de
todos los involucrados. Es cuando se dice que el corregidor Miguel Domínguez
ocultó a su esposa para protegerla, pues sospechaban que los Domínguez eran
parte fundamental en la conspiración. No obstante doña Josefa se dio tiempo de
avisar al resto de los miembros. Supuestamente el emisario debía avisar primero
a Allende, pero llegó al pueblo de Dolores en donde tuvo una entrevista con el
padre Hidalgo. Esto motivó que Hidalgo adelantara su movimiento para el 16
de septiembre mediante el Grito de Dolores.
Una vez iniciado el brote insurgente, Domínguez en
su papel como corregidor, debió iniciar un proceso de investigación en torno a
las juntas que se hacían en su casa. Lo hicieron prisionero, pero al poco
tiempo recuperó su libertad y permaneció en su posición hasta 1813 en que fue
destituido por el virrey Félix María Calleja.
Después de la aprehensión de Hidalgo y Allende el 21 de marzo de 1811, doña
Josefa fue detenida y confinada a un convento en la Ciudad de Querétaro, para
después ser trasladada al convento de Santa Catarina de Siena en la ciudad de
México.
Estaba
embarazada y por ello recibió cierto trato preferencial, mientras su esposo la
defendía para que saliera de su castigo. Una vez que doña Josefa recuperó la
libertad, los Domínguez permanecieron al margen de las otras etapas
independentistas. El matrimonio fue testigo de la consumación de Independencia el
27 de septiembre de 1821. Una vez que Iturbide se proclamó emperador de México,
fue invitada para formar parte de la Corte como dama de honor de la emperatriz,
pero no aceptó. Le ofrecieron homenajes por ser parte esencial de la
Insurgencia. Tampoco los aprobó.
Murió
en la Ciudad de México el 2 de marzo de 1829 a causa de una infección en los
pulmones. Sus restos fueron inhumados en el convento de Santa Catarina de Siena,
en donde permanecieron hasta 1832. Fueron exhumados para llevarlos a Querétaro
en donde fue declarada por el Congreso local como Benemérita del Estado. Por su parte, don Miguel formó
parte del poder ejecutivo en 1823 y en 1824 fue elegido presidente de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, hasta su muerte ocurrida en 1830.
La Corregidora, llamada así por el cargo de
corregidor de su esposo, cumplió una función vital para preservar la lucha de
la independencia de la Nueva España. Ella sirvió como enlace entre los
insurgentes que se reunían a conspirar en la Ciudad de Querétaro y a quienes
daba a conocer lo que debían saber para su causa. Ella fue quien convenció a su
esposo de participar en la conjura.
Su nombre está inmortalizado en cientos de monumentos,
calles y colonias y hasta de un municipio de Querétaro que se llama
Corregidora. Lo mismo en billetes y en las monedas de cinco centavos que por mucho
tiempo durante en el siglo XX, fueron de uso corriente y eran conocidas como “las
Pepas” en donde aparecía de perfil con un chongo en la cabeza. Una mujer al
servicio de la Patria y de la Insurgencia. Si la patria tiene un padre, sin
duda alguna, la madre de la patria recae en la figura de doña Josefa Ortiz de
Domínguez.
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