Antonio Guerrero Aguilar/
Becario PECDA Nuevo León 2023
Así como Edmundo
O´Gorman hablaba de una invención de América, conviene pensar en la invención
de lo que ahora se denomina “Noreste”, en cuanto unidad geográfica. Para empezar,
el inicio nace en el tiempo y la extensión en el espacio: comprende dos
naciones, cuatro estados, de los cuales tres de los mismos, suman unos 300 mil
kilómetros de extensión territorial. Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas
mantienen el 15 por ciento del territorio nacional. Texas llega a casi 700 mil
kilómetros, pero no toda su jurisdicción se puede vincular a la nuestra. Tal
vez la franja del Nueces, el Valle del Bajo Río Bravo, las ciudades antiguas que
de una u otra forma mantienen nexos en lo geopolítico, económico como en lo
social. En el plano histórico, se puede
incluir a Nacogdoches hasta los límites con la Luisiana, San Antonio y sus
alrededores, Austin, más las ciudades de Dallas-Fort Worth y la franja costera desde
Brownsville hacia Houston, en una porción representada por todos los nuestros
que allá viven.
¿Somos
norestenses o norteños?, ¿provincianos u orientales?, ¿reineros o
nuevoleoneses?, ¿neoleoneses o neoleonenses? Durante el virreinato fuimos el
Nuevo Reino de León y por gentilicio nos decían reineros. Con las reformas
borbónicas en el siglo XVIII, se hicieron las Provincias Internas, luego
dividieron en Oriente y en las de Occidente. Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas
quedó al oriente, por donde sale el sol. Entonces designa una realidad
regional, vinculada en lo geopolítico, económico, social como cultural. Lo
norestense es donde coincide lo septentrional con lo oriental, el Norte con el
Este, aunque mis hermanos de Tamaulipas digan “noresteño” y los de Coahuila
“nordestino”.
Si ponemos una
rosa de los vientos en un plano nacional, nos daremos cuenta que no estamos
exactamente en el norte, lo cual me lleva a repasar la escena de Piporro en la
película “Se alquila marido” de 1961, en donde tiene un diálogo con Arturo
Martínez en un baño sauna: “¡Yo soy del Norte!, ¿sabe?” a lo que le responde el
primer actor: “¡Y yo del Este!” Luego Piporro le precisa: “Con éste calor hasta
me acuerdo de Reynosa, nomás que allá es más seco…”. Hoy en día, está de moda el
gentilicio “norestense”. Quien promovió el concepto del noreste en el plano
económico, fue un economista francés llamado Frédéric Mauro en 1962 y en lo
cultural, el bibliófilo y maestro español, Alfredo Gracia Vicente más o menos
en 1984.
Sin afán de provocar
controversias en estos tiempos donde quieren que la división prevalezca, en
tiempos de Vidaurri; una vez el periódico “El Restaurador de la Libertad”,
invitaba a Tamaulipas para unirse al Estado Libre y Soberano de Nuevo León y
Coahuila (1856-1864), porque “el resto de México aborrece al noreste, porque
tienen un mismo interés”. Así de plano. Pero errores son del tiempo y no de
España como dicen. De los cuatro estados (incluido Texas) surgieron las Provincias
Internas de Oriente. En consecuencia, es necesario remontarnos a las exploraciones
y fundaciones de la Nueva Vizcaya con Alberto del Canto entre 1572 y 1577 y al
establecimiento del Nuevo Reino de León en 1579. De ambas salieron los cuatro
espacios entrañables, uno de ellos reino, dos provincias y una colonia. Con dos
elementos que la distinguen: la Sierra Madre como el Río Bravo, forjaron relaciones
más estrechas.
Manuel Payno
puntualiza un exceso de “provincialismo”, de apego y unión entre los mismos. En
cambio, Gonzalitos considera que la lejanía respecto al centro del Virreinato y
la barrera natural de la Sierra Madre, provocaron que las mismas familias
progenitoras, se distribuyeran y asentaran en la comarca. Aquí fueron
esenciales las familias García de Quintanilla como los de la Garza Falcón. Ante
la falta de comunicación efectiva, caminos en mal estado, zona expuesta a los
intereses de los caciques regionales, agrarios o mineros como de los
comerciantes. Siempre expuestas al estado de “Guerra Viva”, hizo que la gente
dispersa, buscara en el paisaje y los solares, la legitimización para su
apropiación filial como terrenal. Sin embargo, la forma de ser prevalece a
decir de Payno, en la sencillez de sus costumbres. A pesar de la precariedad,
pobreza y desamparo, se distinguían por franqueza y amabilidad. De la igualdad
entre clases, no se notaban entre ricos y pobres. De sus comidas: carne picada
y tamales gordos, barbacoas y carnes asadas, ¡ah sin olvidar el cabrito y la
tortilla de harina! Alaba la valentía y destreza de sus presidiales y militares
como del trabajo y sacrificio de sus habitantes y lo mejor: la belleza de sus
mujeres.
Hablar del
noreste mexicano, nos lleva recordar el estado de “Guerra Viva” contra los
albazos e incursiones de los llamados “Indios bárbaros”, de su red de sus
vetustas misiones y presidios, de los agostaderos de la “ovejas y cabras que
pastan”, de la conjugación de vascos, portugueses y sefarditas, como de
tlaxcaltecas, nahuatlatos y etnias locales, a las que se sumaron los mulatos y
los lipanes.
Para mí, es el
solar, el contexto y la narrativa que reconstruye la memoria como el legado de
todos ellos. Esa es la verdadera identidad norestense. La historia oral que nos
remite a las vivencias como experiencias de los tiempos idos, pero que padece
el menosprecio como el desconocimiento, por eso debemos evitar distorsiones
como el olvido. Con dos momentos cruciales: el Nuevo Reyno de León y las
Provincias Internas de Oriente. Nos remitimos al reconocimiento legal como
religioso y militar: desde el establecimiento de la diócesis en Linares en 1777
y la división de las Provincias Internas en “occidentales y las orientales” más
o menos por ese tiempo.
El noreste tiene
progenitores: en lo militar Joaquín de Arredondo, en lo político Santiago Vidaurri.
En los contrapunteados Ramos Arizpe y fray Servando para crear un solo estado.
Nos venden la idea de que como no había “nada”, comenzaron de “la nada”,
provocando desertificación y cambio climático. Pero la riqueza nace del
contrabando y en lo económico a través del eje Piedras Negras-Monterrey y
Matamoros. Es la porción del territorio nacional donde el norte y el noreste se
juntan.
El INEGI pone a
Coahuila y a Chihuahua en el norte. Una cuarta parte de Coahuila corresponde la
comarca de la Laguna, que comparte con Durango y Sierra Mojada. En cambio, dejan
a Nuevo León y Tamaulipas en la del noreste. Sin embargo, Coahuila en el plano
vecinal y familiar, tiene muchos nexos con Nuevo León. Cuando señalan al
noreste, refieren a una región que trasciende lo local, porque hasta comprende
una entidad norteamericana como lo es Texas. Se trata de un vínculo a través de
la geografía, la historia, la cultura y los elementos administrativos.
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