viernes, 27 de noviembre de 2015

Mi general Felipe Ángeles

Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista Municipal de Santa Catarina

El 13 de junio de 1868, nació en Zacualtipán, Hidalgo, uno de los prohombres más importantes que participaron en la Revolución Mexicana, el general Felipe Ángeles. Hijo de Felipe Ángeles y Juana Ramírez. Con el correr del tiempo se casó con Clarita Craus con quien procreó una familia compuesta por una hija y tres varones. Pasó su infancia en Huejutla y después en Molango, en donde su padre había sido jefe político del lugar. En esos lugares inició su educación primaria, continuándola en el Instituto Literario de Pachuca. Desde niño sacó a relucir esa chispa intelectual y gusto por los estudios, especialmente los de matemáticas y de lectura de los clásicos griegos y romanos. Ingresó en 1883 al Heroico Colegio Militar, del cual egresó con el título de teniente de ingenieros en 1892. Fue un alumno sobresaliente tanto en los estudios como en las actividades físicas de la institución. A tal grado de que era buscado por sus compañeros para que les explicara los asuntos relacionados a las matemáticas.


Por ello, siendo estudiante de los últimos semestres fue seleccionado para impartir el curso de mecánica analítica. También formó parte como maestro de ceremonias y orador en las fiestas de fin de cursos. En una de ellas, se refirió al hecho de que la educación militar debe comenzar con muchos de los generales de la élite porfirista, los cuales ostentaban grados y glorias militares pero eran unos grandes incultos, sabiendo que entre los presentes se hallaba el mismo general Porfirio Díaz. Una vez que concluyó sus estudios, formó parte del Cuerpo de Zapadores que participaba en la construcción de obras de infraestructura en Zamora, Michoacán. Dos años después fue enviado como capitán de artillería, asignado a la Fundición Nacional y fue invitado en 1904 para estudiar en los Estados Unidos un nuevo invento sobre la pólvora sin humo.

En 1908 fue nombrado director de la escuela de tiro. En ese año fue establecida la Escuela Militar de Aspirantes y ante la intención de convertirla en rival del Colegio Militar, se atrevió a decir que un egresado de ésta institución aprendía más en una charla de sobremesa que los tres semestres que duraban los estudios de los aspirantes. Como castigo fue enviado a Francia para estudiar los métodos de artillería y tácticas de guerra. Estando en Francia, al saber del inicio de la Revolución Mexicana, solicitó su regreso pero el Ministerio de Guerra le respondió que permaneciera en Europa. Por sus méritos y adelantos académicos, el 25 de mayo de 1911 fue nombrado Caballero de la Legión de Honor Francesa. Durante mucho tiempo, el general Ángeles fue considerado el orgullo del Colegio Militar y el prototipo del militar honesto, preparado, el verdadero hijo de la Patria de acuerdo al ideal espartano de formación. En países como Francia e Italia se le reconocía por sus estudios sobre métodos de tiro y que fueron adoptados por sus ejércitos.


Ángeles regresó a México el primero de enero de 1912 y Madero lo nombra director del Colegio Militar. Bajo su dirección se convirtió en una institución de renombre. Llegando a convertirse en un hombre de confianza para el presidente Madero. El 2 de junio fue nombrado general de brigada para luego ser enviado a Morelos en donde se hizo cargo de la campaña en contra de los zapatistas que habían proclamado el Plan de Ayala el 28 de noviembre de 1911. Durante su estancia, la tranquilidad regresó a Cuernavaca, pues logró acuerdos y treguas con los zapatistas.

Cuando estalló la Decena Trágica en febrero de 1913, Madero hizo traer a Ángeles desde Cuernavaca y lo pone a las órdenes del general Victoriano Huerta. Pero por ser simpatizante del Mártir de la Democracia, fue depuesto de su cargo de director del Colegio Militar y encarcelado en la Penitenciaría del Distrito Federal. Por su honestidad y congruencia se ganó la enemistad de Huerta y del régimen dictatorial. Tuvo que renunciar la obediencia militar cuando le solicitaron que se pusiera en contra de Madero.

Una vez que Carranza proclamó el Plan de Guadalupe el 26 de marzo de 1913, Ángeles fue liberado por el general Mondragón quien le reprochó sus métodos; a lo que Ángeles le dice que siempre estará en contra de los enemigos del sistema, sin importar las consecuencias. Con el temor de ser nuevamente apresado o asesinado, huyó a Europa; tres meses después regresa a México.


El 16 de octubre de 1913 llegó a Sonora procedente de Francia, respondiendo a una invitación de Venustiano Carranza, pues consideraba que tenía una brillante carrera militar y porque había sido defensor y partidario de Madero. Por ello le ofreció el puesto de Secretario de Guerra. Mas los generales sonorenses como Obregón, Hill, Diéguez entre otros, se opusieron abiertamente pues había sido un fiel soldado federal. Por eso Carranza lo nombró subsecretario. Tuvo problemas con el grupo de generales sonorenses, por lo que en marzo de 1914 Ángeles se incorporó a la División del Norte, bajo las órdenes de Pancho Villa y que aglutinó a muchos militares de renombre quienes vieron en esa dupla el renacimiento de los ideales democráticos de Madero, quienes además vengarían su muerte de Madero. Gracias a la pericia y orden táctico de Ángeles, le dio sus más conocidas y exitosas batallas, como la toma de Zacatecas, Torreón y Paredón.

El régimen huertista cayó el 13 de agosto de 1914. Pero ante la evidente ruptura de los grupos revolucionarios, el 10 de octubre iniciaron los trabajos de la Soberana Convención Revolucionaria de Aguascalientes que tenía por fin unificar las distintas facciones ideológicas y revolucionarias. Para ello, Ángeles marchó hasta Morelos para convencer a Zapata para que asista o mande una representación a la convención de Aguascalientes. Ahí los grupos opositores desconocieron el papel protagónico de Carranza, quien el 5 de noviembre ignoró los acuerdos de la Convención e instaló su gobierno en Veracruz. Por su parte, los convencionistas designaron a Eulalio Gutiérrez como presidente. Es cuando Villa le solicita a Ángeles que marche a Coahuila y a Nuevo León, para sofocar los levantamientos constitucionalistas en una región en donde existía mucha simpatía por el movimiento de Carranza y los generales Pablo A. González y Antonio I. Villarreal.


El 15 de enero de 1915, Ángeles tomó la ciudad de Monterrey, en donde se ganó la simpatía popular, pues vieron en él la antítesis de Villa. Ciertamente Ángeles era el estratega, el alma y el corazón que muchas veces tuvo que enfrentarse a la influencia de otros generales que influían negativamente en Villa. Por ejemplo, el 29 de marzo de 1915 Felipe Ángeles le sugiere que no se enfrente a las fuerzas de Obregón en Celaya y Villa al no hacerle caso, mandó a su famosa División del Norte a una derrota después de las batallas entre el 7 y el 15 de abril en Celaya. Villa quería la revancha y por no hacerle caso nuevamente a Ángeles, la División del Norte volvió a ser derrotada por el ejército obregonista en León.

La falta de entendimiento entre los dos caudillos hizo que Felipe Ángeles dejara la División del Norte y huyó a los Estados Unidos para buscar a otros exiliados, con la intención de convencerlos de que actúen juntos en el posible caso de una invasión norteamericana. Para el mes de octubre de 1915 Ángeles vivía en El Paso, Texas en donde adquiere un rancho y se dedica a vender leche. Al ver que el gobierno de los Estados Unidos reconoció a la presidencia de Venustiano Carranza, marchó hasta Nueva York para promover la oposición al régimen carrancista. En aquella ciudad se estaba conformando una alianza que integraría a todos los partidos políticos y tendencias ideológicas en México para recuperar la revolución democrática de Madero.

A fines de 1918 cruzó la frontera entre Ciudad Juárez y el Paso para unirse con Villa, pero ya no coincidieron en la lucha. Dos proyectos distintos; uno al margen de la ley pues Villa ya era considerado un bandolero y el otro basado en una visión utópica en torno a lo que realmente debe ser la revolución. Ambas posturas los hizo irreconciliables. De todas maneras, aprovechó su aventura para dar a conocer su proyecto de búsqueda de la paz, la concordia y la reconciliación de los mexicanos. Villa se fue con su gente a la sierra de Chihuahua y Ángeles se quedó con la compañía de un individuo de apellido Salas y de su mujer que les preparaba la comida. Salas finalmente lo denunció y preparó la entrega del general Ángeles el 17 de noviembre de 1919, en el cerro de las Moras en Chihuahua.



El 25 de noviembre fue sometido a un juicio en el cual se le acusó de traición y sedición y se le sentencia a muerte. El carrancismo organizó un Consejo de Guerra que no escuchó la opinión pública tanto nacional como extranjera. A pesar de ello, Ángeles reconoció no tener enemigos y se presentó con gallardía ante el pelotón de fusilamiento, con la sonrisa en los labios y la entereza que solo vemos en los mártires cristianos. El día 26 de noviembre de 1919, murió el idealista; una de las figuras más nobles y generosas de la historia de México, a la cual no han querido o no ha podido reconocer en el nicho que corresponde a los verdaderos héroes que nos dieron patria. Porque mi general Felipe Ángeles es uno de los verdaderos hombres que han inventado y hecho la Revolución. ¡Qué viva mi general Felipe Ángeles!

sábado, 21 de noviembre de 2015

Antecedentes y hechos históricos de la Revolución Mexicana en Nuevo León (segunda parte)

Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista Municipal de Santa Catarina

Cuando Madero y Pino Suárez fueron asesinados en febrero de 1913, el general Victoriano Huerta se quedó con la presidencia de la república. Mientras que el gobernador de Coahuila, don Venustiano Carranza promovió la lucha en contra del presidente Victoriano Huerta, pues en el municipio de Ramos Arizpe se proclamó el 26 de marzo de 1913 el "Plan de Guadalupe". También Carranza mantenía nexos con Nuevo León, pues había nacido cuando ambos estados formaban una sola entidad y por parte de su mamá, tenía sus raíces en Villa de García.


Victoriano Huerta nombró como gobernador interino del Estado al Lic. Salomé Botello (1875-1949) quien tomó posesión el 24 de marzo de 1913. Originario de Villaldama, recibió abiertamente el apoyo de los grupos empresariales. Solo se opuso el alcalde de Monterrey don Nicéforo Zambrano, por lo que fue aprehendido. Una de las cosas que hizo don Salomé Botello fue la de organizar un grupo llamado la Defensa Social de Monterrey, conformado preferentemente por empleados  de las empresas y principales casas comerciales y obreros de las industrias para que actuaran como grupo paramilitar y defendiera los intereses oficiales como de los particulares.

Muchos de los recursos y artículos de primera necesidad que se requerían, fueron conseguidos gracias al apoyo de la Cámara de Comercio de Monterrey, de las principales industrias y de los gremios de médicos, maestros y abogados. Cuando cayó Victoriano Huerta, militares identificados con Carranza, originarios del norte del estado, como Antonio I. Villarreal, Pablo A. González y Fortunato Zuazua, se hicieron del mando militar y político de la región noreste.


Los días de mayor tensión en el estado fueron el 23 y 24 de octubre de 1913. Algunos municipios como Mina y Salinas Victoria  estaban bajo el control de los carrancistas. El 22 de octubre de ese año se enfrentaron los carrancistas contra los últimos reductos fieles a Huerta en el Topo Chico. Fue cuando los carrancistas se quedaron toda una noche en la cervecería y se tomaron todo el producto que encontraron.

Monterrey estaba defendida por una fuerza de mil 700 hombres que le hicieron la vida imposible a Pablo González, quien finalmente optó por la retirada; dejando una estela de destrucción y muerte. En los cables de luz y telégrafos quedaron decenas de carrancistas ahorcados. Innumerables casas tenían las huellas de los orificios provocados por las balas y había muchos cadáveres regados por doquier.  Finalmente el 23 de abril de 1914 los carrancistas se hicieron de Monterrey, quedando como gobernador del estado don Antonio I. Villarreal.

Entonces las tropas fieles al Plan de Guadalupe entraron a Monterrey para ocupar la plaza. Cuando pasaron por el Palacio de Gobierno vieron desde un balcón la bandera de los Estados Unidos. Era la habitación en la cual el gobernador del estado tenía confinado a Phillip Hanna, al cónsul de los Estados Unidos en Monterrey, en señal de rechazo por la presencia de las tropas norteamericanas en el puerto de Veracruz.


Las tropas huertistas salieron con rumbo a Saltillo y para no encontrarse con los enemigos, se aventuraron a cruzar la Sierra Madre por el Cañón de Santa Catarina. Iban cerca de tres mil hombres, con ocho cañones y algunas ametralladoras al mando de Wilfredo Massieu. Las últimas batallas entre ellos se dieron en Guadalupe y Santa Catarina.

Ya como gobernador, Villarreal se cobró todas las simpatías que la Iglesia tuvo por el antiguo régimen. Todos los sacerdotes fueron expulsados de sus templos y quedaron prohibidos los oficios litúrgicos. Por ejemplo David G. Berlanga entró al templo de San Gregorio en Cerralvo, juntó todas las imágenes y les prendió fuego. A la única imagen que no quemó fue la de un crucificado que lanzó de cabeza a una noria. Un coronel de apellido Garza Siller al pasar por el pueblo de Ciénega de Flores, mandó sacar al crucifijo de madera y lo fusiló. Villarreal se dedicó a destruir muchos bienes pertenecientes a la Iglesia, especialmente el del templo franciscano de San Andrés situado en el cruce de Ocampo y Zaragoza, el edificio colonial más antiguo de Monterrey.


También enfrentó a los empresarios que habían mostrado hacia Salomé Botello, se hizo de los bienes de los principales hombres que apoyaron al huertismo en Nuevo León. El 10 de junio de 1914, Pablo González impuso una fuerte multa a la Cervecería Cuauhtémoc, por lo que el cónsul de los Estados Unidos Phillip Hanna les reclamó para evitar dañar la participación que los extranjeros mantenían en la empresa. Pablo González le contestó que era una empresa mexicana y que como tal debía estar sujeta a las autoridades del país. Y más cuando se decía que sus dueños habían apoyado a Porfirio Díaz y a Bernardo Reyes.

Probablemente Carranza estuvo en al menos dos ocasiones en Monterrey. La primera el 25 de junio de 1914. Durante su estancia se quedó en una de las casas del cerro del Mirador y en Monterrey en la casa del Lic. Eugenio Castillón. Carranza estuvo otra vez en Monterrey entre el 13 y 19 de octubre de 1914. Fue bien recibido por los empresarios, quienes le hicieron una comida en la Quinta Calderón.  No obstante al recibimiento que le habían dado, amenazó a los principales invitados con fusilarlos por apoyar al régimen del traidor Huerta.


Por estas fechas se da el rompimiento entre los ejércitos de Villa y Zapata en contra del de Carranza, a quien desconocieron como primer jefe del ejército constitucionalista. De nueva cuenta la región fue escenario de los enfrentamientos entre la famosa División del Norte y la aguerrida División del Noreste. Finalmente los carrancistas entregaron la plaza y se fueron a algunos lugares de Coahuila y Tamaulipas en donde esperaron la oportunidad de enfrentar de nueva cuenta a los villistas. Fue cuando se dice que en una cantina de Monterrey, los villistas compusieron unos versos en contra de los carrancistas, pero con música de una canción muy antigua llamada La Cucaracha. Quienes se hicieron cargo de la autoridad en la capital, fueron los de la Cámara de Comercio de Monterrey.


Felipe Ángeles entró a Monterrey el 15 de enero de 1915, quien quedó como gobernador. Luego le siguió Raúl Madero, hermano de los mártires Francisco y Gustavo. Villa llegó a Monterrey con el grueso de la División del Norte el 13 de marzo de 1915, para dejar la ciudad el día 19 de ese mes. Finalmente los villistas fueron empujados por los carrancistas para dejar la ciudad. Los villistas se fueron a la hacienda del Anhelo situada en Ramos Arizpe en donde dejaron la capital de Nuevo León. En un poblado cercano llamado Icamole perteneciente a García Nuevo León, los villistas y carrancistas pelearon. Ahí en Icamole, la División del Norte sufrió otra de sus peores derrotas.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Antecedentes y hechos históricos de la Revolución Mexicana en Nuevo León (primera parte)

Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de Santa Catarina

Porfirio Díaz llegó por fin al primer cargo político de la nación en 1877, después de dos fallidas revolucionas: la de la Noria en 1871 en contra de las reelecciones de Benito Juárez y la de Tuxtepec el 21 de marzo de 1876 en contra de Lerdo de Tejada. En buena parte, Díaz obtuvo lo que anhelaba gracias al apoyo de caciques y caudillos que mantenían el control político en sus respectivos estados y regiones. En Nuevo León se apoyó en Jerónimo Treviño y Francisco Naranjo, quienes delegaron su influencia en la figura de don Genaro Garza García.

Este grupo rivalizó con otro encabezado por el héroe de la Reforma y distinguido militar que estuvo a las órdenes de Ignacio Zaragoza, don Lázaro Garza Ayala. Por lo tanto, entre 1870 y 1885, uno y otro grupo se sucedían en la gubernatura de Nuevo León. Y con la intención porfiriana de pacificar al país a costa de lo que sea, hábilmente enfrentó a los dos grupos para que se desgastaran y finalmente apoderarse del control de una región que comenzaba su empuje industrial y comercial. Para ello puso al general Bernardo Reyes como gobernador interino  y comandante militar de Nuevo León entre 1885 y 1887. Los dos años siguientes, Lázaro Garza Ayala fue gobernador en el lapso de 1887 y 1889; mientras que Genaro Garza García se había confinado al ostracismo político en Villa de García.


Reyes se hizo gobernador en 1889 y no se fue hasta 1909, exceptuando un período correspondiente entre 1900 y 1902 que fue gobernador del estado el linarense Pedro Benítez Leal, pues tuvo que atender la cartera del ministerio de Guerra en el gabinete de don Porfirio. Con don Porfirio en la presidencia y con don Bernardo en la gubernatura, la inversión extranjera encontró en Nuevo León un óptimo espacio para establecer sus proyectos económicos. Muchos municipios de Nuevo León se beneficiaron con ésta participación que hizo posible la producción minera, agropecuaria e industrial en considerable proporción. Como había dinero circulante, nacieron los bancos de Nuevo León en 1892 y el Mercantil en 1899.

Precisamente don Porfirio estuvo unos días en Monterrey a fines de 1898, en donde visitó fábricas, inauguró obras y a mantuvo contacto con las élites económicas de la entidad. En esa estancia don Porfirio le dijo a Reyes: “General Reyes, así se gobierna: así se corresponde al soberano mandato del pueblo”. Para muchos, esas palabras colocaron a don Bernardo en la antesala de la presidencia de la república. Y en efecto, en la última etapa del porfiriato se formaron dos grupos que buscaban el poder: los científicos encabezados por el ministro de Hacienda don José Yves Limantour y los reyistas promovidos por el mismo gobernador de Nuevo León. A partir de 1880 hubo crecimiento económico a la par de obras de desarrollo e infraestructura social. No obstante, muchos sectores permanecían rezagados de los beneficios que el viejo régimen proporcionaba; a decir de ellos, llegaba solo a unos cuantos.


Se sabe que en esa época surgieron grupos rebeldes en el oriente de Nuevo León encabezados por Mauricio Cruz y en el norte, un bandolero de nombre Juan Rodríguez apodado “El Coyote”, mantenían intranquila a las respectivas poblaciones. Para ello establecieron las famosas “acordadas” formadas por grupos civiles al amparo del gobierno para erradicar el bandolerismo y todo tipo de descontento social. Por ejemplo, hubo una manifestación en 1903, en donde se notó el clima de tensión y animadversión en contra del porfiriato y que por lo mismo fue disuelta a balazos y a trancazos. La primera década del siglo XX estuvo marcada por tragedias no solo provocadas por los ánimos sociales y políticos; en 1898 hubo una epidemia de fiebre amarilla que se repitió en 1903 y los veranos trajeron muchos calores pero a la vez lluvias que dejaban paralizadas a las municipalidades, preferentemente la de 1909 que provocó fuertes pérdidas humanas y materiales que lamentar.

Lo que don Porfirio hizo en el plano nacional, don Bernardo lo aplicó en el plano estatal; al mantener el control de los puestos de elección popular a través de los denominados clubes del Partido de Unión y Progreso, que en los municipios eran dirigidos por caciques afines a la política oficial quienes ocupaban los cargos de alcaldes y regidores que se reelegían o alternaban en el poder. Bernardo Reyes dejó la gubernatura al general José María Mier el 24 de octubre de 1909, quien a su vez le entregó el cargo al Lic. Viviano Villarreal en 1911 quien ocupó el puesto hasta 1913.

La Revolución Mexicana comprende muchas etapas que tienen una delimitación temporal y que están focalizadas en acciones que se dieron preferentemente en Chihuahua, Coahuila, Zacatecas, Durango, Guanajuato, Nuevo León, Tamaulipas, Ciudad de México, Veracruz y Morelos. Aunque también ocurrieron eventos propios de la revolución en otras entidades, no fueron tan continuos y recurrentes como los que se dieron en los lugares ya señalados.

Al iniciar la Revolución Mexicana el 20 de noviembre de 1910 con el Plan de San Luis, la situación política en Nuevo León guardaba todavía ciertos influencias reyistas, aún y cuando el general Bernardo Reyes se fue en 1909. Desde el punto de vista económico, Monterrey había sido escenario de una segunda revolución industrial que inició con el establecimiento de la cervecería en 1890, lo cual dio origen a un grupo empresarial, que no dependía tanto de la agricultura, la ganadería y la minería, actividades importantes en casi la totalidad de los municipios de Nuevo León.

Muchos pensaron que el movimiento maderista sería muy bien recibido cuando se proclamó el Plan de San Luis, pero muchos clubes de afiliación reyista y simpatizantes del viejo régimen lo vieron recelo. La familia Madero mantenía nexos con grupos empresariales y políticos de la entidad. Por ejemplo, su tío el Lic. Viviano L. Villarreal fue gobernador entre 1879 y 1881 y luego de 1911 a 1913. Pero sí tuvo aceptación, en las clases medias y bajas que buscaban un cambio a las situaciones sociales imperantes que les negaban posibilidades de acceder a las oportunidades que el porfiriato pregonaba se habían alcanzado.


Madero estuvo en Monterrey en plena campaña en junio de 1910. Por rebeldía fue aprehendido y confinado a San Luis Potosí. Dicen que uno de sus principales oradores Roque Estrada, estaba dirigiendo discursos cada vez más alzados de tono, por lo que fue aprehendido en Monterrey. Madero solidariamente pidió ser encarcelado junto con él en la penitenciaría de Monterrey para luego ser llevados a San Luis Potosí. Al escapar, regresó a Monterrey en donde se ocultó en la casa de su tío Viviano L. Villarreal; una casona situada enfrente de la Alameda Mariano Escobedo, (sede actual de la rectoría de la Universidad Regiomontana). Cuando Madero se hizo presidente, el trato hacia él cambió radicalmente.  Durante su presidencia el crecimiento económico de la región continuó pero a marchas forzadas.

martes, 10 de noviembre de 2015

Sor Juana Inés de la Cruz: a 320 años de su desaparición física

Antonio Guerrero Aguilar, Cronista de la Ciudad de Santa Catarina

Se considera a Sor Juana Inés de la Cruz como una escritora barroca. En ese tiempo, la mentalidad barroca postulaba un mundo fragmentado e incompleto que estaba en continuo proceso de desarrollo y por ello, se concebía al individuo como un ser capaz de inventar estrategias, artes y cosas para integrarse a ese desarrollo.  Esa mentalidad barroca se refleja tanto en el arte como en otras esferas sociales de la Nueva España. Es más, aun se dice que el mexicano tiene una conducta barroca, la cual se refleja en la forma de hablar con muchos adjetivos y rodeos, en la forma de ser un poco complicada y tendiente a vivir la vida siempre en extremos. Barroco es una palabra de origen portugués y literalmente significa profusión y abundancia que se ven en los adornos de los retablos, templos y demás construcciones de la Nueva España.


Sor Juana Inés de la Cruz escribía desde la colonia novohispana, desde el convento y desde una perspectiva femenina que experimentaba la mentalidad en crisis de la época que invadía al imperio español. Por ejemplo, la monja jerónima produjo su versión de una batalla de sexos para superar la inestabilidad que amenazaba la formación intelectual y espiritual de la persona. Especialmente en un ambiente que no admitía fácilmente la entrada de las mujeres a las instituciones rectoras de su tiempo.

Por ello y sin duda alguna; el prototipo feminista recae en la llamada décima musa, Sor Juana Inés de la Cruz. Ella nació en San Miguel de Nepantla, Estado de México el 12 de noviembre de 1651, aunque algunos especialistas como Guillermo Ramírez España y Alberto G. Salceda, sostienen que en realidad vio la luz tres años antes. Ellos supuestamente localizaron su fe de bautizo, realizado el 2 de diciembre de 1648 en la parroquia de Chimalhuacan, Chalco con el nombre de Inés. Fueron sus padrinos Miguel y Beatriz Ramírez. Fue hija natural de Isabel Ramírez de Cantillana y tuvo dos hermanas, una de ellas llamada Josefa María y la otra María de Azuaje.


Se sabe que Sor Juana aprendió a leer a la edad de tres años. Ella misma escribió: “dediqué el deseo de leer muchos libros varios que tenía mi abuelo, sin que bastasen los castigos y represiones a estorbarlo”. Por su clara inclinación al estudio, siendo niña solicitó a su madre que la enviara a México vestida de varón para poder asistir a la universidad.

A pesar de lo adverso a la educación intelectual femenina, logró una excelente formación humanística. Dominó casi todos los campos del saber; en su adolescencia ya  dominaba el latín. Por su bella y delicada presencia, para 1665 figuraba como dama de la virreina marquesa de Mancera. Al poco tiempo ingresó al convento de la orden de las carmelitas de donde pasó después al convento de San Jerónimo.


Ahí desde la celda y la biblioteca del convento, escribió poesía, obras de teatro  y literatura en prosa. Se sabe por testimonios de su época que cuando no se aprendía o dominaba algo, se cortaba dos dedos su cabello, pues decía que no era posible que su cabeza estuviera poblada de cabellos y no de conocimientos. Tuvo dificultades con sus directores espirituales que le prohibieron estudiar. Existen cartas en donde prácticamente vencía en debates escritos a dichos prelados. Entre sus escritos sobresalen algunos autos sacramentales como: El cerco de José, El Mártir del Sacramento, El divino Narciso, las comedias: Los empeños de una casa, Amor es más laberinto y varias poesías como Inundación Castálida; Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, algunas loas y sainetes.

Por todo lo adverso que tenía, hace una defensa de la mujer. Son muy conocidos los versos que tratan  de ello: Hombres necios que acúsais/ a la mujer sin razón,/sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis./ Sin con ansia sin igual/ solicitáis su desdén/ ¿porqué queréis que obren bien si las incitáis al mal?/Combatís su resistencia/ y luego no gravedad,/ decís que fue liviandad/ lo que hizo la diligencia./Cuál mayor culpa ha tenido,/ en una pasión errada:/ la que cae de rogada, / o que ruega de caído?/¿O cuál es más culpa,/ aunque cualquiera mal haga:/ la que peca por la paga,/ o el que paga por pecar?/ Pues ¿para qué os espantáis de la culpa que tenéis?/ Queredlas cual las hacéis/ o hacedlas cual las buscáis.

Por su genio intelectual fue llamada El Fénix de México y la Décima Musa. En 1692 hubo fuertes lluvias en la capital del virreinato, lo que llevó después a plagas y a falta de alimentos. Tal situación dio origen a un motín el 8 de junio de 1692, el cual fue reprimido por las autoridades. No obstante, los problemas de salud pública en el Valle de México continuaron y en consecuencia murió el 17 de abril de 1695 en la Ciudad de México durante una epidemia. Dos meses exactos antes había fallecido su confesor el padre Núñez de Miranda.

En su obra, vemos la preocupación por la equidad entre hombres y mujeres, en el acceso a las mismas oportunidades de instrucción y su constante negación a los clásicos atributos femeninos, tales como la frivolidad, la coquetería, inconstancia, superstición, chismes y a cambio de ello, promueve la aspiración a la autonomía de la conducta de la propia vida. Sin duda alguna, Sor Juana reúne todo para ser catalogada como un genio literario de la época, por su amplitud de miras, la reivindicación de un verdadero cambio y la solidaridad.


Durante el sexenio de José López Portillo se encontraron sus restos mortales en lo que fue parte del convento en donde vivía. Dicen que al saber de ello, la señora Margarita López Portillo, hermana del entonces mandatario, solicitó que le llevaran el tocado y parte del hábito distintivo de la hermana jerónima. Luego se consiguió que en ese sitio se estableciera el llamado Claustro de Sor Juana. En la década de los 1980 fue localizada una carta de ella en la biblioteca del Seminario de Monterrey en la cual renuncia a su confesor asignado y que el Padre Aureliano Tapia Méndez publicó después con mucho éxito.


Debemos cambiar la imagen de ésta mujer inquieta y ávida de conocimientos que aparece en los billetes de 200 pesos. Una mujer que inclusive cuidó su aspecto físico, pues se dice que usaba zapatos de tacón dentro del convento y que con su grandeza social soportó y enfrentó las más crueles críticas en torno a su origen y vocación por el estudio y la escritura. Por cierto, “sorella” es una palabra italiana que significa hermana. De ahí que designemos a las religiosas como sor, que es una contracción de “sorella”.

Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico