martes, 10 de noviembre de 2015

Sor Juana Inés de la Cruz: a 320 años de su desaparición física

Antonio Guerrero Aguilar, Cronista de la Ciudad de Santa Catarina

Se considera a Sor Juana Inés de la Cruz como una escritora barroca. En ese tiempo, la mentalidad barroca postulaba un mundo fragmentado e incompleto que estaba en continuo proceso de desarrollo y por ello, se concebía al individuo como un ser capaz de inventar estrategias, artes y cosas para integrarse a ese desarrollo.  Esa mentalidad barroca se refleja tanto en el arte como en otras esferas sociales de la Nueva España. Es más, aun se dice que el mexicano tiene una conducta barroca, la cual se refleja en la forma de hablar con muchos adjetivos y rodeos, en la forma de ser un poco complicada y tendiente a vivir la vida siempre en extremos. Barroco es una palabra de origen portugués y literalmente significa profusión y abundancia que se ven en los adornos de los retablos, templos y demás construcciones de la Nueva España.


Sor Juana Inés de la Cruz escribía desde la colonia novohispana, desde el convento y desde una perspectiva femenina que experimentaba la mentalidad en crisis de la época que invadía al imperio español. Por ejemplo, la monja jerónima produjo su versión de una batalla de sexos para superar la inestabilidad que amenazaba la formación intelectual y espiritual de la persona. Especialmente en un ambiente que no admitía fácilmente la entrada de las mujeres a las instituciones rectoras de su tiempo.

Por ello y sin duda alguna; el prototipo feminista recae en la llamada décima musa, Sor Juana Inés de la Cruz. Ella nació en San Miguel de Nepantla, Estado de México el 12 de noviembre de 1651, aunque algunos especialistas como Guillermo Ramírez España y Alberto G. Salceda, sostienen que en realidad vio la luz tres años antes. Ellos supuestamente localizaron su fe de bautizo, realizado el 2 de diciembre de 1648 en la parroquia de Chimalhuacan, Chalco con el nombre de Inés. Fueron sus padrinos Miguel y Beatriz Ramírez. Fue hija natural de Isabel Ramírez de Cantillana y tuvo dos hermanas, una de ellas llamada Josefa María y la otra María de Azuaje.


Se sabe que Sor Juana aprendió a leer a la edad de tres años. Ella misma escribió: “dediqué el deseo de leer muchos libros varios que tenía mi abuelo, sin que bastasen los castigos y represiones a estorbarlo”. Por su clara inclinación al estudio, siendo niña solicitó a su madre que la enviara a México vestida de varón para poder asistir a la universidad.

A pesar de lo adverso a la educación intelectual femenina, logró una excelente formación humanística. Dominó casi todos los campos del saber; en su adolescencia ya  dominaba el latín. Por su bella y delicada presencia, para 1665 figuraba como dama de la virreina marquesa de Mancera. Al poco tiempo ingresó al convento de la orden de las carmelitas de donde pasó después al convento de San Jerónimo.


Ahí desde la celda y la biblioteca del convento, escribió poesía, obras de teatro  y literatura en prosa. Se sabe por testimonios de su época que cuando no se aprendía o dominaba algo, se cortaba dos dedos su cabello, pues decía que no era posible que su cabeza estuviera poblada de cabellos y no de conocimientos. Tuvo dificultades con sus directores espirituales que le prohibieron estudiar. Existen cartas en donde prácticamente vencía en debates escritos a dichos prelados. Entre sus escritos sobresalen algunos autos sacramentales como: El cerco de José, El Mártir del Sacramento, El divino Narciso, las comedias: Los empeños de una casa, Amor es más laberinto y varias poesías como Inundación Castálida; Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, algunas loas y sainetes.

Por todo lo adverso que tenía, hace una defensa de la mujer. Son muy conocidos los versos que tratan  de ello: Hombres necios que acúsais/ a la mujer sin razón,/sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis./ Sin con ansia sin igual/ solicitáis su desdén/ ¿porqué queréis que obren bien si las incitáis al mal?/Combatís su resistencia/ y luego no gravedad,/ decís que fue liviandad/ lo que hizo la diligencia./Cuál mayor culpa ha tenido,/ en una pasión errada:/ la que cae de rogada, / o que ruega de caído?/¿O cuál es más culpa,/ aunque cualquiera mal haga:/ la que peca por la paga,/ o el que paga por pecar?/ Pues ¿para qué os espantáis de la culpa que tenéis?/ Queredlas cual las hacéis/ o hacedlas cual las buscáis.

Por su genio intelectual fue llamada El Fénix de México y la Décima Musa. En 1692 hubo fuertes lluvias en la capital del virreinato, lo que llevó después a plagas y a falta de alimentos. Tal situación dio origen a un motín el 8 de junio de 1692, el cual fue reprimido por las autoridades. No obstante, los problemas de salud pública en el Valle de México continuaron y en consecuencia murió el 17 de abril de 1695 en la Ciudad de México durante una epidemia. Dos meses exactos antes había fallecido su confesor el padre Núñez de Miranda.

En su obra, vemos la preocupación por la equidad entre hombres y mujeres, en el acceso a las mismas oportunidades de instrucción y su constante negación a los clásicos atributos femeninos, tales como la frivolidad, la coquetería, inconstancia, superstición, chismes y a cambio de ello, promueve la aspiración a la autonomía de la conducta de la propia vida. Sin duda alguna, Sor Juana reúne todo para ser catalogada como un genio literario de la época, por su amplitud de miras, la reivindicación de un verdadero cambio y la solidaridad.


Durante el sexenio de José López Portillo se encontraron sus restos mortales en lo que fue parte del convento en donde vivía. Dicen que al saber de ello, la señora Margarita López Portillo, hermana del entonces mandatario, solicitó que le llevaran el tocado y parte del hábito distintivo de la hermana jerónima. Luego se consiguió que en ese sitio se estableciera el llamado Claustro de Sor Juana. En la década de los 1980 fue localizada una carta de ella en la biblioteca del Seminario de Monterrey en la cual renuncia a su confesor asignado y que el Padre Aureliano Tapia Méndez publicó después con mucho éxito.


Debemos cambiar la imagen de ésta mujer inquieta y ávida de conocimientos que aparece en los billetes de 200 pesos. Una mujer que inclusive cuidó su aspecto físico, pues se dice que usaba zapatos de tacón dentro del convento y que con su grandeza social soportó y enfrentó las más crueles críticas en torno a su origen y vocación por el estudio y la escritura. Por cierto, “sorella” es una palabra italiana que significa hermana. De ahí que designemos a las religiosas como sor, que es una contracción de “sorella”.

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Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico