Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de Santa Catarina
La vieja cabecera del municipio de Ciudad Guerrero,
Tamaulipas, fue inundada por las aguas del Río Bravo en 1952, con la intención
de contenerlas en una presa que llamaron Falcón, concluida hasta el año de
1963. Ese punto sirve de límite entre Zapata, Texas y Guerrero, Tamaulipas. En
consecuencia pidieron que todos sus habitantes se trasladaran río abajo para
establecer una nueva población, a la que pusieron el nombre de Nueva Ciudad
Guerrero. Por eso la antigua población inundada recibió el nombre de Guerrero
Viejo.
Guerrero Viejo fue establecida en 1750 por José de
Escandón. Originalmente tenía el nombre de Revilla Gigedo y en 1829 se le cambió
el nombre por el de Guerrero, Tamaulipas. Fue una de las villas del Norte junto con Reynosa,
Camargo, Mier y Laredo. Casi toda la cabecera municipal fue
inundada por las aguas del Río Bravo. Solo se salvaron el panteón viejo y
algunos solares con sus respectivas casas. Desde hace 20 años, gracias a las
frecuentes sequías y el bajo nivel de agua de la presa, Guerrero Viejo resurgió
como ave fénix, con una arquitectura civil y religiosa digna de preservación y
cuidado patrimonial.
En el panteón existen monumentos funerarios muy
interesantes, la mayoría de ellos corresponden al siglo XIX. De ellos sobresale
la tumba de Pedro Flores, nacido en 1823 y fallecido en 1881. Lo interesante es
que la lápida no solo da nombre y fechas del difunto que está ahí, sino que
también contiene un soneto titulado “Viador fugaz del siglo XIX”. Literalmente es un mensaje que el
morador del sepulcro da a todo visitante, como si quisiera además de perpetuar
su memoria con su tumba, orientar respecto al verdadero sentido de la vida.
Aunque señala cosas relacionadas a la época, bien se pueden ajustar a nuestros
tiempos.
En la lápida de mármol se puede leer lo siguiente:
Viador fugaz del siglo diez y nueve
que no miras el fin de la carrera
buscando la verdad en donde quiera,
detén el paso por un tiempo breve
Oye la voz del hombre que se atreve
desde la tumba por la vez primera
decirte la palabra tan sincera
due a la región de la verdad te lleva
Cultivando nomás el empirismo
que tu profesas con ardiente amor,
las ciencias de la luz y del vapor,
te cargará fatal racionalismo
Y no habrá bien para la mente estólida
si te desviaras de la fe católica.
Una tumba, un monumento mortuorio son una historia
escrita en piedra de los que ya se fueron. Sus deudos con dolor, construyeron
un lugar para que fuera guardián de los restos humanos que esperan el fin de
los tiempos y la resurrección de los muertos. De una tumba podemos aprender su
hechura, sus mensajes, su historia, la genealogía, demografía, arte y hasta
arqueología. Aquí llama la atención que en un poema, Pedro Flores se atreve a
sentenciar de que la felicidad no está en la búsqueda incesante de cosas
triviales, mucho menos en ciencia ni en la ideología del siglo XIX, si al fin
de cuentas solo conducen a la destrucción. Y pone de manifiesto, muy a su
manera, que el fin último del ser humano está en otra parte.
estoy completamente de acuerdo con Pedro, ya que nosotros los hombres del siglo XXI, buscamos honores y cosas tribales y que a final de cuenta, nuestra vida es una carrera que termina con la muerte. No nos llevamos nada y solo queda a perpetuidad tus buenas acciones.
ResponderBorrarDon Pedro nació el año de la firma de la independencia de España. y murió el año en que nació mi abuelo, Don celestino. Presidente de la antigua Ciudad Guerrero por un bienio a principios de los 40's, 1900. Pueblo de hombres arraigados a la tierra y a la vida con mente clara y enseñanzas bien escritas.
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