domingo, 17 de abril de 2016

¿Y qué son las ferias?

Antonio Guerrero Aguilar, Cronista de la Ciudad de Santa Catarina

La palabra feria designa cualquier día de la semana que no sea sábado o domingo. Por ejemplo, lunes es feria segunda, martes feria tercera y así sucesivamente. Cuando ocurre una fiesta de guardar entre semana, se dice día feriado. Feria tiene que ver con un descanso o con la suspensión del trabajo. También se relaciona con un mercado que se realiza en lugares abiertos y en días específicos, preferentemente los destinados a la devoción de un santo patrono del lugar, con las consabidas fiestas que se hacen en su honor. También se dice que la feria es el paraje público en donde están los animales y las mercancías que se quieren vender, lo cual atrae  mucha gente. Y eso nos lleva a relacionar feria con el alboroto, algarabía o disturbios. Se denomina feria de muestras al sitio en donde se congrega la gente para vender o comprar algo y las ferias mayores tienen  referencia con la Semana Santa.

En México se dice feria a la moneda de uso corriente y que por lo abultado y su baja denominación forman morralla. Dar “feria” implica entregar una dádiva a cambio. Tenemos una tarjeta de pago rápido en los camiones a la que llamamos feria. Si no la traes, debes pagar doce pesos al amable conductor. Como se advierte, la feria es un evento económico, político o social. Las ferias tienen su origen en el medioevo, cuando se pasó del régimen feudal a un sistema burgués. En el primero todos dependían de una figura de autoridad. Cuando algunos habitantes tienen la oportunidad de vivir alejados del sistema feudal, se congregaron en los burgos para dedicarse y practicar los oficios que les permitían sobrevivir. El comercio, las finanzas y las artesanías iban creciendo a la par de la ciudad y en consecuencia se necesitaba abrir mercados en donde proveer e intercambiar productos y materias primas. Esto genera un sistema de dependencia entre ciudades que aprovechaban sus días de fiesta para atraer feriantes o mercantes como también se les conoce. Originalmente se hacían en las goteras de los pueblos, luego en las murallas y después en las plazas de armas.

La fiesta es al tiempo o la existencia, lo que la hierofanía (el culto a elementos naturales) es a la naturaleza. En la fiesta se sale de lo normal y de lo monótono. Se rompe con lo cotidiano y se aspira a lo sagrado, necesariamente vinculado con una devoción. Ahí se armoniza la expresividad, el significado claro de unos días particulares que se viven intensamente en honor a las fiestas patronales. Se pide por la salud, los deseos y su logro. El esparcimiento y la solidaridad local se buscan, expresan y consolidan sincrónicamente en puntos geográficos que dibujan los santuarios y en puntos temporales que siguen las fiestas más importantes de cada pueblo. Y en esos tiempos como en los de ahora, la alegría y la algarabía son peregrinas pues son movibles y cambian de lugar.

Incluso tenemos una ciencia que la estudia: la eortología (del griego heorté) que significa literalmente tratado de las fiestas. Depende mucho de la teología, en especial de la liturgia y del ámbito eclesial; así mismo con otras ciencias como la astrología y la astronomía que depende de los solsticios, equinoccios, plenilunios y otros fenómenos celestes. Por ejemplo, los equinoccios de verano y el de invierno se convirtieron en las conmemoraciones de los natalicios de Juan el Bautista y de Jesús Cristo. En el mundo pagano se hacían hogueras, se danzaba alrededor de ellas; se hacían fiestas de disfraces y de máscaras. Gradualmente lo pagano se civilizó, se le dio un sentido religioso institucional en el cual se hacía fiesta en el templo, los atrios, el camposanto y la plaza. Y las fiestas son muy importantes, porque al institucionalizarse, traen como consecuencia a las ferias. Carlos Monsiváis señala que la “feria es un convenio entre las ganas de divertirse y las posibilidades de hacerlo en fechas fijas”.  Añade: “en las ferias las oportunidades de olvido y de la imprecisión mnemotécticas son numerosas”.


En las ferias siempre hay resabios paganos: juegos mecánicos, juegos de azar, peleas de gallos, comidas típicas, vendedores de todo y de nada, paseantes, perros callejeros, borrachos apestosos, jóvenes buscando novia, aventura o problemas. Parejas que salen a agarrar el aire, niños correteando, ruidos que se diluyen y confunden con otros. En todo hay música y elementos multicolores que decoran el ambiente. Me gusta la cita que hace de Juan José Arreola, cuando señala que las “ferias patrias no son más que un pretexto para divertirse”. Personalmente recuerdo con nostalgia y alegría a la vez, los tiempos en que se ponía la feria en Santa Catarina. Hasta que quitaron la vieja plaza y la convirtieron en explanada, ya no permitieron que las ferias regresaran y con ellas se fueron los sueños de infancia y de juventud que no se lograron al amparo de la feria, pues dijeron que la plaza era para los eventos populares. Decisión paradójica pues que más popular que una feria concurrida.

Hay dos películas que giran en torno a una feria; Vivir a todo dar con Clavillazo. Cuando confunde a Marthita Mijares con la virgen María y que vendía flores para sostener a su papá enfermo. La escena alcanza el cénit cuando pide que le canten: “Pocito de Nagaquilla, manantial del sediento, donde los enamorados esconden sus pensamientos, Pocito de Nagaquilla, donde muchas veces fui, a buscar la que quería pero solito me devolví”. En la película El Gallo de Oro de José Gavaldón, basada en un cuento de Juan Rulfo, los personajes iban de pueblo en pueblo buscando fiestas en las que hubiera ferias. En la trama, el amor imposible se hizo posible y a la vez maldición y olvido de parte de la Caponera (Lucha Villa) con Dionisio Pinzón (Ignacio López Tarso) y el tercero en discordia Lorenzo Benavides (Narciso Busquets) que siempre sentenciaba “Otra más”. Lo malo es que la Caponera y Lorenzo Benavides, tenían como premisa “árbol que no enraiza se muere”, cuando descubrieron que en lugar de ferias, se vivía mejor del dinero fácil producto del juego de azar.



Hay ferias importantes en México.  Sin duda alguna la de Aguascalientes, la de San Juan de los Lagos en donde según la tradición debía dar inicio a la Independencia Nacional, la de Saltillo. La de Monterrey se perdió y cuando quisieron hacerla en septiembre, las lluvias de la temporada la agüitaban. Las ferias tienen su importancia  por sus aportes culturales, históricos, sociales y económicos y por la diversidad existente que vemos en ellas, pues exponen lo más representativo de México en un solo sitio y por ello deben ser catalogadas también, por su historia, cultura y variada tradición, como patrimonio mundial de la humanidad.

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Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico