Antonio
Guerrero Aguilar, Cronista de la Ciudad de Santa Catarina
La palabra
feria designa cualquier día de la semana que no sea sábado o domingo. Por ejemplo,
lunes es feria segunda, martes feria tercera y así sucesivamente. Cuando ocurre
una fiesta de guardar entre semana, se dice día feriado. Feria tiene que ver
con un descanso o con la suspensión del trabajo. También se relaciona con un
mercado que se realiza en lugares abiertos y en días específicos, preferentemente
los destinados a la devoción de un santo patrono del lugar, con las consabidas
fiestas que se hacen en su honor. También se dice que la feria es el paraje
público en donde están los animales y las mercancías que se quieren vender, lo
cual atrae mucha gente. Y eso nos lleva
a relacionar feria con el alboroto, algarabía o disturbios. Se denomina feria
de muestras al sitio en donde se congrega la gente para vender o comprar algo y
las ferias mayores tienen referencia con
la Semana Santa.
En México se
dice feria a la moneda de uso corriente y que por lo abultado y su baja
denominación forman morralla. Dar “feria”
implica entregar una dádiva a cambio. Tenemos una tarjeta de pago rápido en los
camiones a la que llamamos feria. Si no la traes, debes pagar doce pesos al
amable conductor. Como se advierte, la feria es un evento económico, político o
social. Las ferias tienen su origen en el medioevo, cuando se pasó del régimen
feudal a un sistema burgués. En el primero todos dependían de una figura de
autoridad. Cuando algunos habitantes tienen la oportunidad de vivir alejados
del sistema feudal, se congregaron en los burgos para dedicarse y practicar los
oficios que les permitían sobrevivir. El comercio, las finanzas y las
artesanías iban creciendo a la par de la ciudad y en consecuencia se necesitaba
abrir mercados en donde proveer e intercambiar productos y materias primas.
Esto genera un sistema de dependencia entre ciudades que aprovechaban sus días
de fiesta para atraer feriantes o mercantes como también se les conoce.
Originalmente se hacían en las goteras de los pueblos, luego en las murallas y
después en las plazas de armas.
La fiesta es al
tiempo o la existencia, lo que la hierofanía (el culto a elementos naturales)
es a la naturaleza. En la fiesta se sale de lo normal y de lo monótono. Se
rompe con lo cotidiano y se aspira a lo sagrado, necesariamente vinculado con
una devoción. Ahí se armoniza la expresividad, el significado claro de unos
días particulares que se viven intensamente en honor a las fiestas patronales. Se
pide por la salud, los deseos y su logro. El esparcimiento y la solidaridad
local se buscan, expresan y consolidan sincrónicamente en puntos geográficos
que dibujan los santuarios y en puntos temporales que siguen las fiestas más
importantes de cada pueblo. Y en esos tiempos como en los de ahora, la alegría
y la algarabía son peregrinas pues son movibles y cambian de lugar.
Incluso tenemos
una ciencia que la estudia: la eortología
(del griego heorté) que significa literalmente tratado de las fiestas. Depende
mucho de la teología, en especial de la liturgia y del ámbito eclesial; así
mismo con otras ciencias como la astrología y la astronomía que depende de los solsticios,
equinoccios, plenilunios y otros fenómenos celestes. Por ejemplo, los
equinoccios de verano y el de invierno se convirtieron en las conmemoraciones
de los natalicios de Juan el Bautista y de Jesús Cristo. En el mundo pagano se
hacían hogueras, se danzaba alrededor de ellas; se hacían fiestas de disfraces
y de máscaras. Gradualmente lo pagano se civilizó, se le dio un sentido
religioso institucional en el cual se hacía fiesta en el templo, los atrios, el
camposanto y la plaza. Y las fiestas son muy importantes, porque al
institucionalizarse, traen como consecuencia a las ferias. Carlos Monsiváis
señala que la “feria es un convenio entre
las ganas de divertirse y las posibilidades de hacerlo en fechas fijas”. Añade: “en
las ferias las oportunidades de olvido y de la imprecisión mnemotécticas son
numerosas”.
En las ferias
siempre hay resabios paganos: juegos mecánicos, juegos de azar, peleas de
gallos, comidas típicas, vendedores de todo y de nada, paseantes, perros
callejeros, borrachos apestosos, jóvenes buscando novia, aventura o problemas.
Parejas que salen a agarrar el aire, niños correteando, ruidos que se diluyen y
confunden con otros. En todo hay música y elementos multicolores que decoran el
ambiente. Me gusta la cita que hace de Juan José Arreola, cuando señala que las
“ferias patrias no son más que un
pretexto para divertirse”. Personalmente recuerdo con nostalgia y alegría a
la vez, los tiempos en que se ponía la feria en Santa Catarina. Hasta que
quitaron la vieja plaza y la convirtieron en explanada, ya no permitieron que
las ferias regresaran y con ellas se fueron los sueños de infancia y de
juventud que no se lograron al amparo de la feria, pues dijeron que la plaza
era para los eventos populares. Decisión paradójica pues que más popular que
una feria concurrida.
Hay dos
películas que giran en torno a una feria; Vivir
a todo dar con Clavillazo. Cuando confunde a Marthita Mijares con la virgen
María y que vendía flores para sostener a su papá enfermo. La escena alcanza el
cénit cuando pide que le canten: “Pocito
de Nagaquilla, manantial del sediento, donde los enamorados esconden sus
pensamientos, Pocito de Nagaquilla, donde muchas veces fui, a buscar la que
quería pero solito me devolví”. En la película El Gallo de Oro de José Gavaldón, basada en un cuento de Juan Rulfo,
los personajes iban de pueblo en pueblo buscando fiestas en las que hubiera
ferias. En la trama, el amor imposible se hizo posible y a la vez maldición y
olvido de parte de la Caponera (Lucha Villa) con Dionisio Pinzón (Ignacio López
Tarso) y el tercero en discordia Lorenzo Benavides (Narciso Busquets) que
siempre sentenciaba “Otra más”. Lo
malo es que la Caponera y Lorenzo Benavides, tenían como premisa “árbol que no enraiza se muere”, cuando
descubrieron que en lugar de ferias, se vivía mejor del dinero fácil producto
del juego de azar.
Hay ferias
importantes en México. Sin duda alguna
la de Aguascalientes, la de San Juan de los Lagos en donde según la tradición
debía dar inicio a la Independencia Nacional, la de Saltillo. La de Monterrey
se perdió y cuando quisieron hacerla en septiembre, las lluvias de la temporada
la agüitaban. Las ferias tienen su importancia
por sus aportes culturales, históricos, sociales y económicos y por la
diversidad existente que vemos en ellas, pues exponen lo más representativo de
México en un solo sitio y por ello deben ser catalogadas también, por su
historia, cultura y variada tradición, como patrimonio mundial de la humanidad.
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