Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural
Quienes saben de arte y realizan recorridos culturales,
muestran con orgullo los testimonios que prevalecen desde 1928 en Monterrey. Un
sello característico del periodo en el que gobernaron Aarón Sáenz como José
Benítez, tiene que ver con la puesta de boga del llamado Art Decó, el cual
comprende un conjunto de distintas manifestaciones estéticas que coincidieron en
la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas
ocurrida en París, Francia en 1925. La aplicación del nuevo estilo, fue una
moda imperante que puso a la decoración en todos los ámbitos de la vida
cotidiana, desde un objeto de nuestra casa como una lámpara, buró y un ropero
hasta un edificio completo. Esta tendencia artística se desarrolló en Monterrey
en las décadas que van de 1920 a 1950. En sentido estricto, el término Art Decó
se refiere a las artes decorativas. Pero en uno más amplio, representa una
tendencia que predominó en la arquitectura y forma de construir tanto casas y
edificios públicos como privados, ajustados a un arte o estilo que estuvo de
moda en el México posrevolucionario.
Los materiales usados en este arte son de una pureza y
solidez como el concreto, vidrio, bronce, mármoles de diferentes colores y
procedencias, aluminio, estaño, pisos lustrosos, mosaicos y otros más que se
pueden usar para la decoración. Los edificios son construidos y decorados de
tal manera que al situarse frente a ellos, se tiene la impresión de estar bajo
enormes templos, similar al de los palacios renacentistas.
El Art Decó fue la divisa de los regímenes
posrevolucionarios. Ya no es el Art Nouveau ni el modernista que prevalecen en
las edificaciones y obras públicas como particulares. Los arquitectos y
diseñadores van a convencer a los presidentes y gobernantes en el poder, que
con éste estilo se puede representar la nueva memoria e identidad del mexicano;
acorde con el espíritu necesario para entrar a la era moderna, tan propia y
vigente en las naciones como Francia y los Estados Unidos. El régimen posrevolucionario del general
Plutarco Elías Calles y de los presidentes que le siguieron durante el “Maximato”, propuso un lenguaje cultural
que rompió con lo vigente a finales del siglo XIX y principios del XX. Lo
urgente era entrar en la modernización y las obras públicas como privadas
debían hablar del nuevo estado de las cosas que México vivía con la llegada de los
generales sonorenses al poder. Los edificios públicos, las escuelas, los
talleres, los negocios, los cines, las plazas, sus fuentes y sus decorados,
hasta las casas habitación se hicieron bajo el modelo artístico vigente.
El modelo arquitectónico en sí se convirtió en un vehículo
publicitario. Invitaba a la gente a consumir esos nuevos objetos de diseños
exclusivos. Esa es la razón por la cual la industria produjo una buena cantidad
de productos, copiados o inspirados en los originales que se vendían en los
selectos almacenes y finas boutiques de Francia como de los Estados Unidos. Y
hasta se aprovechó en lo local, pues nuestras fábricas los hacían sin necesidad
de salir al exterior para buscarlos. De 1920 a 1940, es una etapa de consumo
que provoca a los grandes almacenes comerciales para que sean decorados
atractivamente y atraer la atención de los consumidores. Prueba de lo anterior,
son los negocios y casas que se hicieron preferentemente por las avenidas
Venustiano Carranza, Colón, Calzada Madero, Pino Suárez, la salida a Nuevo
Laredo y por otros rumbos de la ciudad. A través de grandes ventanas, todo esto
se difunde y se da a conocer a través de la publicidad, en donde también el
cartel, los símbolos y anagramas toman gran importancia. Y si los detalles
mantienen explícitos propios de nuestra historia y cultura, pues qué mejor.
El Art Decó fue un rasgo efectivo de los gobernantes. Una
construcción con elementos y rasgos geométricos, plagada de símbolos y la
integración de la escultura a la arquitectura de los espacios. Cuando Aarón
Sáenz se hizo de la gubernatura en 1927, la Secretaría de Hacienda y Crédito
Público le hizo saber de la intención de concentrar todas las oficinas
federales situadas en Monterrey en un solo edificio. Con eso ahorraban la renta
de los espacios dispersos por varios rumbos. Buscaron alternativas y pensaron
que el viejo edificio del Honorable Colegio Civil sería la mejor opción. En
enero de 1928 el gobernador Sáenz aceptó la propuesta de hacer el palacio
federal en el terreno perteneciente al Colegio Civil.
Las cosas cambiaron con la llegada del Lic. José Benítez a
la gubernatura en marzo de 1928. No estaba dispuesto a ceder una escuela para
oficinas de las dependencias federales. En su lugar les ofreció la plaza de la
República; pero a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público no le gustó esa
alternativa, pues implicaba sacrificar un área verde, un espacio público tan
necesario para la ciudad de Monterrey. Finalmente la Secretaría de Hacienda y
Crédito Público y José Benítez a nombre del pueblo de Nuevo León llegaron a un
acuerdo. Para el 4 de octubre de 1928 se puso la primera piedra del edificio
diseñado por Augusto Petriccioli. Por esos tiempos, se comenzó a construir la
Escuela Industrial Álvaro Obregón como la Fernández de Lizardi. Mientras una
constructora identificada con la Fundidora de Monterrey se puso a levantar los
edificios: Fomento y Urbanización, mejor conocida como FYUSA.
Tanto el palacio federal como las escuelas, representaban un
esfuerzo, una tendencia orientada a producir una arquitectura justificada en un
concepto genuino que fuera símbolo del paradigma cultural, político y social
que también se vivía en Monterrey. Una ciudad pujante y moderna convertida en
una de las principales ciudades en el país. Era urgente alcanzar la modernidad
sin perder la identidad, sin buscar las representaciones artísticas que
anteriormente estaban vigentes en México.Dentro del mismo estilo de Art Decó,
podemos ubicar al Auditorio Acero, que fue iniciado el 4 de junio de 1929
cuando instalaron la primera piedra en una ceremonia muy concurrida en la que
estuvo don Adolfo Prieto. Esta fue una iniciativa de la misma empresa como del
gobierno de Nuevo León y de la Sociedad Recreativa Acero que fue fundada el 8
de febrero de 1925, así como también a la fachada de la fábrica de dulces y
chocolates llamada “La Imperial” de
don Miguel Villarreal, obra del arquitecto español Cipriano J. González Bringas
que fue destruida en una ampliación que hicieron a la avenida Venustiano
Carranza.
El 14 de mayo de 1930, el gobierno del Estado de Nuevo León
entregó a la federación las escrituras de la plaza de la República en donde se
levantó el edificio que por muchos años, con sus siete pisos fuera el más alto
y uno de los más representativos en la ciudad. El 4 de octubre de 1930, fueron
inaugurados los tres edificios que dieron origen al Art Decó en Monterrey: el
palacio federal, la escuela Álvaro Obregón y la Fernández de Lizardi.
En síntesis, en éste periodo al cual también comprende las
gubernaturas de Francisco Cárdenas (1931-1933) y Pablo Quiroga Treviño
(1933-1935) se hicieron los dos grandes hospitales: el Muguerza (1932-1934) y
el Civil, las llamadas escuelas monumentales: Plutarco Elías Calles, la
Fernández de Lizardi y la Nuevo León, la Ciudad Militar, la Carretera Nacional
en su tramo por Nuevo León desde Linares a Nuevo Laredo, la fundación y traza
singular de Ciudad Anáhuac, la Calzada Madero, la Avenida Pino Suárez y
Venustiano Carranza, el corredor refresquero de la Cervecería al norte, algunas
plazas, muchas casas y negocios.
¿Cómo identificar al Art Decó? Por el volumétrico simple y
dinámico de sus formas, con cubos sobre puestos, descendentes y sin decoración
excepto en los relieves que dejan a la vista una amplia posibilidad bidimensional con tableros escultóricos,
geométricos, esferas y líneas armónicas o zigzagueadas y la monocromía en
particular el blanco. La mayoría de los edificios tienen un gran compromiso con
las necesidades utilitarias y sociales de la obra. Por eso presenta una doble
forma: una estética sui generis en un ambiente en donde anteriormente todo
predominaba en formas rígidas y lineales y otra decorativa que hablaba del
empuje y la inquietud de dejar una huella perdurable de la política.
Y a José Benítez se le debe la aplicación del Art Decó
vigente en Monterrey y en algunos municipios como Ciudad Anáhuac, Sabinas
Hidalgo y Linares. Unos ya deteriorados a punto de colapsarse y perderse y
otros que se yerguen altivos como testigos de una época que vio el arranque
definitivo de Monterrey y de Nuevo León hacia la modernidad, el crecimiento y
el desarrollo que nos hacen distinguir de otras regiones de nuestro país.
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