Antonio Guerrero Aguilar/
Quién dijera que una de las zonas
comerciales y con corporativos y oficinas de Monterrey, fuera un día una
comunidad agrícola. Es curioso pero los en los alrededores de Monterrey hay dos
poblaciones con nombres de santos pertenecientes a la patrística cristiana como
San Agustín y San Jerónimo. San Jerónimo de Estridón (347-420) tradujo la
biblia del griego y el hebreo al latín. Es considerado padre de la Iglesia y
uno de los cuatro grandes padres latinos. En honor a éste padre de la Iglesia
hay una población muy importante y de las más antiguas de Monterrey junto con
San Bernabé del Topo Chico y Los Urdiales; primero como lugar de paso de los
colonizadores y luego como un importante centro agrícola.
San Jerónimo está situado al pie de la
sierra de las Mitras y del río Santa Catarina, por eso se benefició por los
escurrimientos que alimentaban los mantos acuíferos del sector. La gente de
aquellos tiempos hablaba de la existencia de un jagüey. Creo que al menos hubo
otro. A toda la comunidad se le puede limitar al poniente con el arroyo del
Obispo cuando se junta al Santa Catarina
y al oriente con las inmediaciones del cerro del Obispado. Una parte de las
tierras de San Jerónimo le fueron mercedas a Lucas García en 1596, luego a
Alonso de Molina en 1608 que vendió a Diego Rodríguez. Este las pasó a su hija
Mónica, casada con Miguel de Montemayor, ambos fundadores de la Hacienda de San
Pedro Los Nogales a partir de 1624. Poco antes de morir declaró en su
testamento cuatro caballerías de tierra que dejó en herencia a sus hijas
Bernarda e Inés. En 1709 San Jerónimo pasó a ser propiedad de los hijos de
Mateo Rodríguez y Leonor Fernández.
El 22 de septiembre de 1787, el bachiller
Alejandro de la Garza, comisario del Santo Oficio de la Inquisición, cura
interino, vicario y juez eclesiástico de Monterrey, vendió en 2 mil pesos al
señor obispo fray Rafael José Verger, las tierras y aguas que integraban la
capellanía fundada por María González Hidalgo y su esposo Antonio López de
Villegas. Se componía de seis caballerías de tierra con el agua que sale
del potrero de Santa Catarina en la hacienda del mismo nombre. También tenía
bajo su control, las partes de potrero y las demás tierras de agostadero alrededor
del cerro de las Mitras, incluyendo dos caballerías de tierra en San Jerónimo.
El 5 de enero de 1832, llegó a
Monterrey el religioso franciscano José María de Jesús Belaunzarán y Ureña, para
tomar posesión de la diócesis que tenía tiempo de estar vacante. Venía en una
pequeña carreta movida por una mula. La grey regiomontana lo esperaba con
júbilo, cuando lo vieron le quitaron el animalito para empujarla ellos mismos.
Desde entonces se le conoce como el arroyo del Obispo en honor al ilustre
prelado que gobernó la diócesis hasta 1838. Precisamente
en éste punto, Jacinto Lozano estableció unos molinos en 1841 a los que
llamaron de Jesús María. Para cruzar de los molinos a San Jerónimo tenían que
bajar por una pendiente complicada, que a fuerza de tanto ir y venir se hizo un
vado, luego un puente de madera o simplemente bordeando sus lados. Cada vez que
caían las torrenciales lluvias, el camino se interrumpía hasta por un mes. Las vías
del tren se colocaron en 1882 y en 1883 construyeron el puente para el
ferrocarril y desde 1935 la carretera que recorre hasta Saltillo.
San Jerónimo es un pueblo heroico. El
21 de septiembre de 1846, unos “Rangers
texanos” al mando del capitán John Cofee Hays, destrozaron al regimiento de los Lanceros de
Jalisco al mando del general Anastasio Torrejón y Juan Nepomuceno Nájera. Luego los del ejército norteamericano avanzaron
hacia el Obispado por La Loma Larga para atacar un sitio que llamaban “Los
Puertecitos” en donde estaba el Fortín de la Federación. Con ese triunfo controlaron
las entradas y salidas por el camino a Saltillo,
pues San Jerónimo era la única vía por la que Monterrey podría recibir auxilio
del resto del país.
De acuerdo a testimonios de la época, el
camino entre Monterrey y San Jerónimo estaba cubierto por una capa de tierra suelta
de unos 15 centímetros, que al paso de las carretas formaban una espesa nube de
un terregal que impedía la visibilidad. El polvo parecía talco y cuando llovía se convertía en un lodazal
que impedía el trayecto de los viajeros y jinetes. Pasando el arroyo del Obispo
hacia Santa Catarina, el paisaje era más amable; había labores por ambos lados.
Como se advierte, San Jerónimo fue un lugar
estratégico y de paso. Era el punto de convergencia con el camino del Topo,
Santa Catarina y San Pedro con Monterrey. Lugar pintoresco repleto de huertas
con nogales y aguacatales y campos donde sembraban maíz y frijol. Ahí don Jesús
Llaguno estableció su residencia llamada Santa María. Una serie de casas
diseñadas por el Arq. Guillermo González y construidas por el Ing. Juan Doria
Paz, delimitadas por una barda de sillar que pertenecieron a la vieja fábrica
de La Leona, ahora repleta de construcciones muy altas que alojan oficinas,
hoteles y centros comerciales. Desde 1943 quedó unida a la colonia del Valle a
través del puente Miravalle, nombre de la colonia que se estableció en sus
campos de cultivo.
En el año de 1896 fue construida una
capilla que albergó la devoción a María Santísima y era dependiente de la parroquia
de la Purísima Concepción. Luego se hizo templo cuya hechura comenzó un señor
de apellido Treviño Garza el 2 de enero de 1901. La primera piedra fue colocada
el 24 de enero de 1901 por el padre Manuel P. Viramontes. Desde 1939 se le empezó
a llamar Iglesia de Nuestra Señora del Carmen. El templo actual comenzó a construirse cuando
el entonces arzobispo de Monterrey, Alfonso Espino y Silva bendijo y colocó la
primera piedra el 23 de julio de 1953 y que fue concluido el 21 de septiembre
de 1965. Tiene categoría de parroquia desde el 4 de julio de 1962, quedando el
padre Miguel Alanís Cantú como su primer párroco. Tres años después nombraron
párroco al sacerdote Jesús Huerta. El 31 de Mayo de 1977 fue nombrado párroco
el Pbro. David García Limón y recientemente el padre Miguel Neftalí González
Pérez. Las colonias que pertenecen a la
parroquia son El Carmen, Fuentes del Valle, La Escondida, Santa María,
Pedreras, Balcones del Carmen, Rincón del Valle, San Jerónimo, Miravalle y
Sendero San Jerónimo.
Al frente del templo está el Colegio
Mexicano. Esos terrenos pertenecían a la señora Angélica Quiroga de Treviño y a
su hija Sor María del Verbo Encarnado que formaba parte de la congregación. En
1947 hicieron la donación y al año siguiente se hizo la bendición de la primera
piedra por parte del señor Arzobispo Guillermo Tritschler. Luego un patronato
formado por José Sada Gómez, José Maiz Mier y Ricardo Guajardo, junto con un
grupo de bienhechores y donadores, aportaron para la construcción del plantel
que opera desde 1951. Ya con el colegio, la colonia Miravalle y el puente que
comunicaba hacia la colonia del Valle, detonaron el crecimiento en el sector.
Muchos de los pobladores originales de San Jerónimo tenían nexos familiares con
San Pedro, La Fama y Santa Catarina. Ahora
zona exclusiva con oficinas corporativas, clínicas y centros comerciales. Lamentablemente
todas las construcciones originales del siglo XIX y parte del XX fueron
destruidas. Lugar de paso entre Saltillo, Santa Catarina y Monterrey, pero
repleto de historia que vale la pena conocer y apreciar.