domingo, 23 de julio de 2017

La comunidad de San Jerónimo de Monterrey

Antonio Guerrero Aguilar/

Quién dijera que una de las zonas comerciales y con corporativos y oficinas de Monterrey, fuera un día una comunidad agrícola. Es curioso pero los en los alrededores de Monterrey hay dos poblaciones con nombres de santos pertenecientes a la patrística cristiana como San Agustín y San Jerónimo. San Jerónimo de Estridón (347-420) tradujo la biblia del griego y el hebreo al latín. Es considerado padre de la Iglesia y uno de los cuatro grandes padres latinos. En honor a éste padre de la Iglesia hay una población muy importante y de las más antiguas de Monterrey junto con San Bernabé del Topo Chico y Los Urdiales; primero como lugar de paso de los colonizadores y luego como un importante centro agrícola.

San Jerónimo está situado al pie de la sierra de las Mitras y del río Santa Catarina, por eso se benefició por los escurrimientos que alimentaban los mantos acuíferos del sector. La gente de aquellos tiempos hablaba de la existencia de un jagüey. Creo que al menos hubo otro. A toda la comunidad se le puede limitar al poniente con el arroyo del Obispo  cuando se junta al Santa Catarina y al oriente con las inmediaciones del cerro del Obispado. Una parte de las tierras de San Jerónimo le fueron mercedas a Lucas García en 1596, luego a Alonso de Molina en 1608 que vendió a Diego Rodríguez. Este las pasó a su hija Mónica, casada con Miguel de Montemayor, ambos fundadores de la Hacienda de San Pedro Los Nogales a partir de 1624. Poco antes de morir declaró en su testamento cuatro caballerías de tierra que dejó en herencia a sus hijas Bernarda e Inés. En 1709 San Jerónimo pasó a ser propiedad de los hijos de Mateo Rodríguez y Leonor Fernández.

El 22 de septiembre de 1787, el bachiller Alejandro de la Garza, comisario del Santo Oficio de la Inquisición, cura interino, vicario y juez eclesiástico de Monterrey, vendió en 2 mil pesos al señor obispo fray Rafael José Verger, las tierras y aguas que integraban la capellanía fundada por María González Hidalgo y su esposo Antonio López de Villegas.  Se componía de seis caballerías de tierra con el agua que sale del potrero de Santa Catarina en la hacienda del mismo nombre. También tenía bajo su control, las partes de potrero y las demás tierras de agostadero alrededor del cerro de las Mitras, incluyendo dos caballerías de tierra en San Jerónimo.

El 5 de enero de 1832, llegó a Monterrey el religioso franciscano José María de Jesús Belaunzarán y Ureña, para tomar posesión de la diócesis que tenía tiempo de estar vacante. Venía en una pequeña carreta movida por una mula. La grey regiomontana lo esperaba con júbilo, cuando lo vieron le quitaron el animalito para empujarla ellos mismos. Desde entonces se le conoce como el arroyo del Obispo en honor al ilustre prelado que gobernó la diócesis hasta 1838. Precisamente en éste punto, Jacinto Lozano estableció unos molinos en 1841 a los que llamaron de Jesús María. Para cruzar de los molinos a San Jerónimo tenían que bajar por una pendiente complicada, que a fuerza de tanto ir y venir se hizo un vado, luego un puente de madera o simplemente bordeando sus lados. Cada vez que caían las torrenciales lluvias, el camino se interrumpía hasta por un mes. Las vías del tren se colocaron en 1882 y en 1883 construyeron el puente para el ferrocarril y desde 1935 la carretera que recorre hasta Saltillo.


San Jerónimo es un pueblo heroico. El 21 de septiembre de 1846, unos “Rangers texanos” al mando del capitán John Cofee Hays,  destrozaron al regimiento de los Lanceros de Jalisco al mando del general Anastasio Torrejón y Juan Nepomuceno Nájera.  Luego los del ejército norteamericano avanzaron hacia el Obispado por La Loma Larga para atacar un sitio que llamaban “Los Puertecitos” en donde estaba el Fortín de la Federación. Con ese triunfo controlaron las entradas y salidas por el camino a Saltillo, pues San Jerónimo era la única vía por la que Monterrey podría recibir auxilio del resto del país.

De acuerdo a testimonios de la época, el camino entre Monterrey y San Jerónimo estaba cubierto por una capa de tierra suelta de unos 15 centímetros, que al paso de las carretas formaban una espesa nube de un terregal que impedía la visibilidad. El polvo parecía talco  y cuando llovía se convertía en un lodazal que impedía el trayecto de los viajeros y jinetes. Pasando el arroyo del Obispo hacia Santa Catarina, el paisaje era más amable; había labores por ambos lados.  Como se advierte, San Jerónimo fue un lugar estratégico y de paso. Era el punto de convergencia con el camino del Topo, Santa Catarina y San Pedro con Monterrey. Lugar pintoresco repleto de huertas con nogales y aguacatales y campos donde sembraban maíz y frijol. Ahí don Jesús Llaguno estableció su residencia llamada Santa María. Una serie de casas diseñadas por el Arq. Guillermo González y construidas por el Ing. Juan Doria Paz, delimitadas por una barda de sillar que pertenecieron a la vieja fábrica de La Leona, ahora repleta de construcciones muy altas que alojan oficinas, hoteles y centros comerciales. Desde 1943 quedó unida a la colonia del Valle a través del puente Miravalle, nombre de la colonia que se estableció en sus campos de cultivo.

En el año de 1896 fue construida una capilla que albergó la devoción a María Santísima y era dependiente de la parroquia de la Purísima Concepción. Luego se hizo templo cuya hechura comenzó un señor de apellido Treviño Garza el 2 de enero de 1901. La primera piedra fue colocada el 24 de enero de 1901 por el padre Manuel P. Viramontes. Desde 1939 se le empezó a llamar Iglesia de Nuestra Señora del Carmen.  El templo actual comenzó a construirse cuando el entonces arzobispo de Monterrey, Alfonso Espino y Silva bendijo y colocó la primera piedra el 23 de julio de 1953 y que fue concluido el 21 de septiembre de 1965. Tiene categoría de parroquia desde el 4 de julio de 1962, quedando el padre Miguel Alanís Cantú como su primer párroco. Tres años después nombraron párroco al sacerdote Jesús Huerta. El 31 de Mayo de 1977 fue nombrado párroco el Pbro. David García Limón y recientemente el padre Miguel Neftalí González Pérez.  Las colonias que pertenecen a la parroquia son El Carmen, Fuentes del Valle, La Escondida, Santa María, Pedreras, Balcones del Carmen, Rincón del Valle, San Jerónimo, Miravalle y Sendero San Jerónimo.



Al frente del templo está el Colegio Mexicano. Esos terrenos pertenecían a la señora Angélica Quiroga de Treviño y a su hija Sor María del Verbo Encarnado que formaba parte de la congregación. En 1947 hicieron la donación y al año siguiente se hizo la bendición de la primera piedra por parte del señor Arzobispo Guillermo Tritschler. Luego un patronato formado por José Sada Gómez, José Maiz Mier y Ricardo Guajardo, junto con un grupo de bienhechores y donadores, aportaron para la construcción del plantel que opera desde 1951. Ya con el colegio, la colonia Miravalle y el puente que comunicaba hacia la colonia del Valle, detonaron el crecimiento en el sector. Muchos de los pobladores originales de San Jerónimo tenían nexos familiares con San Pedro, La Fama y Santa Catarina.  Ahora zona exclusiva con oficinas corporativas, clínicas y centros comerciales. Lamentablemente todas las construcciones originales del siglo XIX y parte del XX fueron destruidas. Lugar de paso entre Saltillo, Santa Catarina y Monterrey, pero repleto de historia que vale la pena conocer y apreciar.

2 comentarios:

  1. Excelente trabajo,yo viví en San Jerónimo 503 pte durante casi 30 años desde mi niñez.Gracias por compartir esta magnífica información.

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    1. A sus órdenes y muy amable por tomarse el tiempo de recordar el sitio donde vivió y creció.

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Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico