domingo, 16 de septiembre de 2018

Los juicios de limpieza de sangre en Villa de García

Antonio Guerrero Aguilar/


En el Archivo Municipal de Monterrey, existen algunos documentos que muestran la intención de los antiguos pobladores en demostrar su limpieza de sangre. Para las investigaciones genealógicas e históricas, incluso demográficas, son un excelente medio, pues en lugar de buscar información de libros parroquiales y civiles; en un solo expediente se accede a la construcción genealógica de manera efectiva. Quienes los elaboraron, convocaban a testigos ya mayores de 60 años, que pudieran conocer a los padres y abuelos del que pedía el juicio. Se le pedía información como su nombre, patria, estado, calidad y ejercicio y bajo juramento se comprometía a decir la verdad.

Por ejemplo, el 7 de septiembre de 1799 doña Ana Josefa de la Garza, ya viuda de don Antonio García, pidió un informe sobre la limpieza de sangre de su hijo de nombre Joaquín, para enlazar el parentesco que tenían con la familia fundadora de la hacienda de San Juan Bautista de la Pesquería Grande, los Fernández de Castro, pues su hijo José Joaquín García se hallaba estudiando en el Real y Tridentino Colegio Seminario de Monterrey y buscaba los beneficios económicos de una capellanía fundada por Catarina Fernández y por su esposo un señor de apellido Bárcena.

La limpieza de sangre consistía en un cuestionario en la que los más viejos del lugar eran testigos de la limpieza de sangre o genealógica de la persona en cuestión, sobre todo, para saber que era descendiente de cristianos viejos y no había mestizaje presente que indicara familiaridad judía o islámica o inclusive indígena. Se les preguntó si sabían que José Joaquín era descendiente directo de los fundadores de la Pesquería Grande, don Gonzalo Fernández y María Rodríguez en tierras que les mercedó el entonces gobernador del Nuevo Reino de León don Martín de Zavala. Ahí se menciona que el hijo de ellos, Gonzalo el chico, había salido del Nuevo Reino de León para regresar casado con doña Manuela Díaz. Don Gonzalo había muerto y fue enterrado en Monterrey, por lo que su viuda en compañía de su hija Catarina, se fueron a Zacatecas. Allá Catarina contrajo nupcias con un vecino de apellido Bárcena, quienes fundaron una capellanía con la cual se decía se iba a apoyar a los miembros y descendientes de los Fernández de Castro y Rodríguez que decidieran ingresar a la vida consagrada.

En el cuestionario realizado por José Nicolás de Elizondo, comisionado por el gobernador del Nuevo Reino de León, se hace alusión de que José Joaquín pertenece a cristianos viejos y limpios de toda mácula, raza de indios, judíos, mulatos y penitenciados del Santo Oficio. Ahí se dice que los abuelos paternos de José Joaquín García eran José Luis García y Ana de la Garza.

Uno de los testigos fue Juan Cristóbal de la Garza, vecino y criador de ganados y agricultor del Valle de San Juan Bautista de Pesquería Grande, de 67 años y que fue padrino de bautizo de José Joaquín. Otro de los los testigos fue Pedro José de la Garza, vecino del mismo valle y de 77 años, que por cierto, fue entrevistado en su casa por tener problemas de ceguera. Otro de los testigos fue José Macario Fernández, original y vecino ya viudo de 81 años. También participaron Ignacio Rodríguez de la Garza, Jacinto de la Garza, Nicolás Rodríguez, Antonio Fernández y Garza, Estanislao Quilino de la Garza, José Pastor Rodríguez, Antonio Fernández Guerra, Miguel González de Anaya y Ramón de la Garza Sepúlveda.

Ahí se desglosa la siguiente información genealógica: don Gonzalo Fernández de Castro y María Rodríguez, los fundadores de la Hacienda de San Juan Bautista de la Pesquería Grande, tuvieron por hijos a Lázaro, Diego y Clara.

Lázaro no se especifica con quien se casó, pero tuvo un hijo llamado Gonzalo Fernández el Chico que se casó con Manuela Díaz. Tuvieron una hija llamada María Catarina casada con Fulano Bárcena, fundadores de la capellanía.

Diego se casó con María de la Cerda y procrearon a Diego Fernández el Chico quien se casó con Juana de Quintanilla. Ambos fueron padres de Ana María Fernández quien se casó con Salvador de la Garza. Ambos tuvieron por hija a Ana Josefa de la Garza que se casó con José Antonio García, quienes procrearon a José Joaquín.

Clara se casó con el sargento mayor Jacinto García de Sepúlveda, quienes procrearon a Petronila Sepúlveda, a su vez casada con Gabriel de la Garza. El hijo de ambos, llamado también Gabriel se casó con María Cavazos. Un hijo de ellos, Salvador de la Garza se casó con Ana María Fernández, padres de Ana Josefa de la Garza, madre de José Joaquín y casada con José Antonio García.

José Antonio García, padre de José Joaquín García, había nacido el 29 de marzo de 1732 y fue bautizado en el templo parroquial de Monterrey el 10 de abril de ese año. Era hijo de José Luis García y de Ana de la Garza. El primero, hijo de José Cristóbal García y Josefa Buentello, de la familia del fundador de Santa Catarina, el capitán Lucas García, mientras que la segunda Ana de la Garza, fue bautizada el 11 de abril de 1721 en el templo parroquial de Monterrey, hija de Blas de la Garza y de Ángeles Méndez.

Los linajes más representativos y originarios de la antigua Pesquería Grande, eran los Fernández, Garza, Treviño, Sepúlveda, Rodríguez y García. Los Fernández son descendientes directos del fundador don Gonzalo Fernández de Castro, mientras que los Garza vienen de don Gabriel del mismo apelativo. Los García de Sepúlveda son medios hermanos de don Martín de Zavala, mientras que los Rodríguez por don Diego y los García de parte del fundador de Santa Catarina, don Lucas García. Ciertamente hay más apelativos que son típicos y muy antiguos en la región, pero al menos, sabemos de los Treviño y los Fernández, gracias a la información que se recabó gracias a un juicio de limpieza de sangre.

De igual forma, con la intención de disfrutar de los beneficios de la Capellanía que fundó doña María Catarina Fernández, en el año de 1799, don Pedro José Treviño, solicitó un juicio de limpieza de sangre a favor de su hijo José Joaquín Treviño que estaba estudiando en el Seminario de Monterrey. Para ello el gobernador Herrera y Leyva solicitó que el juicio de limpieza de sangre se efectuara en la Pesquería Grande, lugar en donde residía la familia en cuestión. En el juicio sabemos que son descendientes de cristianos viejos, limpios de toda mala casta, moros, mulatos, judíos y penitenciados del Santo oficio. De ahí se desglosa que un hijo de don Gonzalo llamado Lázaro Fernández tuvo un hijo llamado Gonzalo El Chico que se casó con doña Manuela Díaz y tuvieron por hija a Catarina que se casó con Fulano Bárcena, con quien fundó una capellanía.

Doña María Fernández se casó con Alonso de Treviño y tuvieron por hijos a Alonso casado con María González, padres de Alonso III casado con Mariana de la Mota y padres a su vez de José de Treviño y Mota, casado doña Josefa Ramos, padres a su vez de Pedro José, casado con Antonia Margarita García, padres de José Joaquín de Treviño quien buscaba los beneficios de la capellanía.
Otra relación de la familia está fundada en Clara Fernández casada con Jacinto García de Sepúlveda, padres de Petronila de Sepúlveda, casada a su vez con Gabriel de la Garza, padres de Agustín de la Garza, matrimoniado con doña María Andrea Galván, padres de Antonia de la Garza, casada con Juan Ramos, padres de María Josefa Ramos, quién se casó con José de Treviño y Mota, padres de Pedro José Treviño, casado con Antonia Margarita García, madre de José Joaquín de Treviño, solicitante de la capellanía.

En 1799, José Ramón Fernández, alférez de la Compañía Miliciana del Valle de San Juan Bautista de la Pesquería Grande, señaló que sus hijos José de Jesús y José Mariano, estaban estudiando en el Seminario de Monterrey y que necesitaban también del apoyo de la capellanía establecida por doña Catarina Fernández.

Ahí se establece que don Gonzalo Fernández de Castro, casado con María Rodríguez, fueron padres de Lázaro Fernández que se casó y tuvo cuatro hijos, entre ellos Gonzalo, casado con Manuela Díaz, padres de Catarina que se casó con Fulano Bárcena. Otro hijo llamado Diego Fernández, se casó con María de la Cerda, padres de Juan Fernández, que se casó con Agustina Cadena y tuvieron por hijo a Juan Dimas Fernández, casado con Margarita Guerra Cañamar, padres a su vez de José Ramón, casado con Juana Francisca García, padres de los seminaristas que pedían los beneficios de la capellanía, José de Jesús y José Mariano.

Quienes ya habían beneficiado con los fondos de la capellanía, fueron Pedro y José de Amato Arizpe, hijos de José Martín Arizpe, originario de Saltillo y de María Fernández de Castro, quienes fundaron el curato de Santiago del Huajuco y de una parte de la antigua hacienda de Rinconada, tíos de los sacerdotes Rafael y Miguel Ramos Arizpe, quien fuera uno de los ilustres diputados a las Cortes de Cádiz y promotor de la primera república federal en 1824.

En síntesis: el juicio de limpieza de sangre, se debe a que el alférez real Lázaro Fernández de Castro se casa en Fresnillo con Manuela Díaz. Tuvieron una hija llamada Catarina que se casó con Juan Manuel de la Bárcena, del cual en los documentos se refieren a fulano Bárcena.

domingo, 9 de septiembre de 2018

Los Pavorreales o Lucio Vázquez


Antonio Guerrero Aguilar/

¿Conocen el corrido de los pavorreales que volaron rumbo a la Sierra Mojada? El municipio de Sierra Mojada está situado al extremo occidental de Coahuila; fue un enclave minero que se benefició con la producción argentífera a partir del último tercio del siglo XIX.  Precisamente en ese pueblo se forjó una leyenda a través de un corrido, cuya autoría se debe a Felipe Valdés Leal. El corrido se llama Los Pavorreales pero es más conocido como el de Lucio Vázquez, a quien asesinaron en una emboscada a causa de un problema de amores. Para le gente del lugar, Lucio Vázquez existió como lo atestigua su tumba en el panteón de Sierra Mojada. Sin afán de parecer pretencioso lo estuve buscando junto con el cronista del lugar, pero no lo hallamos. Aparentemente ese episodio ocurrió entre 1894 y 1896. No se sabe su lugar de origen, y para los vecinos de aquel puesto trabajaba en alguna mina.

Y lo mataron por pretender a una joven guapa y aristócrata, despertando los celos en otro enamorado quien pagó a unos asesinos a sueldo para que lo despacharan. Existen dos versiones en torno al corrido interpretado por diversos y variados cantantes; desde Antonio Aguilar, Miguel Aceves Mejía y hasta el Charro Avitia. La primera estrofa  canta: Volaron los pavorreales, rumbo a la Sierra Mojada, mataron a Lucio Vázquez, por una mujer que amaba. De acuerdo a historiadores locales, los mentados Pavorreales eran una banda de ladrones y gatilleros a sueldo contratados por Juan Sánchez, quien tenía pendencia con Lucio Vázquez a causa de un triángulo amoroso.

Sierra Mojada fue fundada en mayo de 1879 como consecuencia del descubrimiento de un rico yacimiento de  plata  por parte de Néstor Arreola. Al mineral pronto llegaron gambusinos, mineros, compañías de contratación, comerciantes, políticos y hasta una vía de ferrocarril que lo unió con Monclova, Coahuila. Se llama Sierra Mojada porque está en un valle delimitado por una imponente montaña que da la impresión de estar siempre húmeda, debido a la composición mineral que le da color destacando en el ambiente desértico que la rodea.

Felipe Valdés Leal da cuenta como Lucio llegó una noche a su casa: A las 11 de la noche estaba Lucio cenando, llegaron unos amigos, para invitarlo a un fandango. Sus padres tuvieron un mal presentimiento: Su madre se lo decía me lo avisa el corazón, hijo no vayas al baile, cuídate de una traición. Hay otra versión que cambia la hora de la funesta invitación: fue a las 10 de la noche e incluye el parecer del padre: Su madre se lo decía, su padre con mayor razón, hijo no vayas al baile. Como hijo desobediente y tal vez movido por la posibilidad de ver a su amada, Lucio les contesta: No llores madre querida que me atormenta tu llanto, voy a bailar con la joven, que sabes que adoro tanto.


La siguiente estrofa nos habla de que llegaron unos amigos a sonsacarlo sin medir las consecuencias: Montaron en sus caballos, rumbo a la Sierra Mojada, donde se hallaba la joven, que Lucio tanto adoraba. Cuando llegaron al baile Lucio no quiso tomar, uno le invita una copa, otro le clava un puñal. En otra versión se señala lo siguiente: Cuando llegaron al baile, ya su rival lo esperaba, le ofrecieron una copa, Lucio no quiso aceptar, se hicieron de palabras para salirse a pelear.

La falta de una buena infraestructura en comunicaciones siempre ha estado presente en todo el desierto de Coahuila que se halla en el Bolsón de Mapimí. Hay carretera de Sierra Mojada a Torreón y antes se podía llegar en un tren que salía de Frontera a Cuatro Ciénegas, Ocampo y Sierra Mojada. Incluso se sabe que en el siglo XIX se introdujeron camellos para usarlos como trasporte de mercancías entre Cuatro Ciénegas y Camargo, Chihuahua. Hay caminos de terracería que unen a las principales poblaciones de Sierra Mojada como lo son la cabecera del mismo nombre, La Esmeralda y Hércules, además de Laguna del Rey perteneciente a Ocampo, Coahuila.


En la primera versión, dice que lo apuñalaron mientras se negaba a tomar: Le dieron las puñaladas, de la espalda al corazón, como le dijo su madre, lo mataron a traición. En la otra interpretación del corrido precisa que fueron tres puñaladas que cegaron la vida del intrépido Vázquez a quien: Luego que ya lo mataron, le echaron boca en la tierra, no es lo mismo ver morir como cuando uno le toca. La tierra tiene varios y múltiples sentidos oníricos pues para los intérpretes de los sueños de origen árabe, la tierra constituye uno de los principales elementos de la vida.  Probar un puñado de tierra es disfrutar de sus productos.   Cuando echaron tierra en la boca de Lucio puede tener varios significados: en primera instancia, destruir o malograr una cosa. En este caso la vida de Lucio Vázquez. También cuando alguien echa tierra, lo hace con la intención de ocultar o de disimular un asunto del que no interesa que se hable.

Con la muerte de Lucio todo se acabó y hay de aquel que quiera difundir o hablar del asesinato. La tierra en la boca era una señal como quien dice: ¡la muerte te tocó porque tú la provocaste!  También se pone tierra de por medio para irse o alejarse de una persona o de un paraje. Para hacerle mal a alguien se le echa tierra preferentemente negra o de panteón en la entrada de una casa. Pedimos que la tierra nos trague cuando se siente vergüenza de algún hecho o para desaparecer de un lugar o de una situación y no enfrentarse a ella sin dejar  señal alguna.

De acuerdo a otra traslación, Lucio no murió al instante, pues tuvo la esperanza de encomendarse a la virgen del Tepeyac: Madre mía de Guadalupe de la villa de Jerez, dame licencia señora, de levantarme otra vez. Efectivamente en Jerez, Zacatecas hay un templo y una ermita dedicada a la guadalupana. Tal vez el corrido haga mención a la imagen existente en la ermita fundada en 1562 por un religioso de nombre Gregorio López quien la construyó en las márgenes de un río.  Gradualmente se instalaron casas alrededor de la ermita, hasta que cayó una fuerte tromba  que la destruyó,  por lo que la imagen de la virgen de Guadalupe fue llevada a Jerez en donde permaneció hasta 1900 en que fue bendecido el templo donde se encuentra actualmente.

Regularmente se piensa que los pavorreales, al igual que las gallinas y los gallos no vuelan. No obstante se les puede ver por encima de los árboles o troncos altos. El autor del corrido es Felipe Valdés Leal, nacido en Saltillo en 1899, alumno distinguido del Ateneo Fuente, quien desde muy joven empezó a trabajar para el gobierno de Coahuila y en 1923 se mudó a Los Ángeles, California para trabajar en una tienda de discos. Allá compuso su primera canción, Échale un Quinto al Piano, y luego el corrido de Lucio Vázquez, también conocido como Los Pavosrreales, el cual se popularizó rápidamente entre los mexicanos, chicanos y pochos. También es el autor del corrido de Rosita Alvírez y de muchos éxitos más. En 1943 Felipe Valdés Leal se estableció en la ciudad de México y en 1947 fue llamado por Discos CBS para dirigir el elenco artístico. Permaneció ahí durante 25 años. A partir de 1974 residió en Cuernavaca, Morelos, donde vivió hasta el 17 de agosto de 1988. Gracias a don Felipe, sabemos que: Volaron los pavorreales, rumbo a la Sierra Mojada, mataron a Lucio Vázquez, por una mujer que amaba.

domingo, 2 de septiembre de 2018

El corrido del Siete Leguas, ¿un caballo o una yegua?


Antonio Guerrero Aguilar/

El general Francisco Villa era un hombre de a caballo como se dice regularmente. Bueno, no necesariamente. Dicen que mientras realizaba una campaña por los rumbos de la región lagunera perteneciente a Durango y al sur de Chihuahua, se movía en una yegua de fina estampa, una cría de pura sangre árabe a la que llamaban La Muñeca.


Cuentan que Villa y sus hombres estaban por el Valle de Allende, Chihuahua. Se bañaban en el río cuando fueron avisarle que se acercaba un contingente de caballería para apresarlo. Villa montó en La Muñeca y huyó para evitar a sus captores. En el trayecto una patrulla le marcó el alto. El jefe revolucionario no tenía la intención de detenerse, entonces un oficial se le paró en frente con su carabina en los brazos, con la intención de que ahí mismo se entregara, pero fue arrollado por el Centauro del Norte. Cuando llegó a una fábrica llamada Talamantes, un empleado de nombre Antonio García le dio oportunidad de quedarse ahí mientras pasaba el mal rato.

Villa al desmontar, se dio cuenta que La Muñeca tenía todo el pecho manchado de sangre. El oficial le disparó a Villa, pero el tiro impactó a la noble yegua que siguió a todo galope por unas siete leguas, más o menos unos 35 kilómetros. Afortunadamente el proyectil salió y la potranca no sufrió daños y la pudieron salvar. A partir de ahí Villa le llamó “la Siete leguas”. 

Después de la muerte de Carranza, Villa se rindió al supremo gobierno el 28 de julio de 1920 en Sabinas, Coahuila. Como una gentileza y buena disponibilidad, se la regaló al presidente Adolfo de la Huerta. Tiempo después el general Lázaro Cárdenas conoció a “la Siete leguas” y don Adolfo se la obsequió. La Muñeca vivió por muchos años en una caballeriza del general Cárdenas que ocupó la presidencia entre 1934 y 1940.
   
En honor a aquella jaca se compuso el famoso corrido del Siete Leguas, cuya estrofa  nos habla del mejor caballo que Villa tenía para sus campañas. Una legua mide 5.5 kilómetros. Cada montura podía recorrer una jornada; es decir, en un día se podían alcanzar entre 25 y 30 kilómetros. De ahí que se establecieran estancias, valles, hacienda y pueblos cada 25 o 30 kilómetros, para que se pudieran comunicar sin tantos problemas. Si un jinete recorría más de esa distancia en un día, ponía en riesgo al animal.

Aparentemente el corrido pertenece a la autoría de Graciela Olmos, mejor conocida como "La bandida". Consta de cinco estrofas con seis líneas cada uno. En la primera nos presenta las cualidades del caballo y por eso Villa lo quería, pues estaba acostumbrado a recorrer grandes distancias para realizar sus campañas:
Siete leguas, el caballo
que Villa más estimaba,
cuando oía silbar los trenes,
se paraba y relinchaba;
Siete leguas, el caballo
que Villa más estimaba.

En la segunda estrofa nos habla del paso de la famosa División del Norte por los lugares en donde fueron devastados por las tropas obregonistas. A decir verdad, Villa no quiso escuchar a Felipe Ángeles de que huyeran hacia el norte para hacerle frente a las tropas comandadas por Obregón, que no conocían los campos de batalla en donde los villistas asentaron sus reales y sus dominios. En la estación cantaban Los Horizontes, aparentemente era un conjunto musical de la época. La División del Norte estaba compuesta por brigadas al mando de los generales más leales a Villa, una de ellas era la Bracamontes al mando del general Pedro F. Bracamontes, cuyo arrojo y poder se basaban en las famosas cargas de caballería sobre el enemigo:
En la estación de Irapuato
cantaban Los Horizontes.
Allí combatió formal
la brigada Bracamontes.
En la estación de Irapuato
cantaban Los Horizontes

La Revolución Mexicana se hizo a caballo y en caballo de acero, como le decían los amerindios que poblaban las extensas regiones del suroeste norteamericano al ferrocarril. Además de dar ánimo, los jefes convocaban a la lucha:
Como a las tres de la tarde
silbó la locomotora
¡Arriba! ¡Arriba muchachos!
¡Pongan la ametralladora!
Como a las tres de la tarde
silbó la locomotora.

Seguramente a Villa le dolió la derrota de su famosa y otrora invencible División del Norte, que con ella asedió y tomó Ciudad Juárez, Chihuahua, Zacatecas, Torreón y un poblado mítico de Ramos Arizpe, Coahuila, llamado Paredón, lugar en donde convergen las vías de ferrocarril Saltillo-Piedras Negras y Tampico-Monterrey-Torreón, lo cual le permitió hacerse del control del noreste mexicano. La toma de Paredón ocurrió el 17 de mayo de 1914, después de que habían tomado Torreón y Saltillo. Aún no había distanciamiento entre Villa y Carranza:
Oye, tú, Francisco Villa,
que dice tu corazón.
¿Ya no te acuerdas, valiente,
cuando tomaste Torreón?
¿Ya no te acuerdas, valiente,
que tomaste Paredón?


La catedral de Chihuahua, es un monumento histórico de la ciudad que fue fundada en 1709. Sede de la Comandancia Militar de las Provincias Internas, fue testigo de los juicios sumarios y de las ejecuciones de los ilustres insurgentes en el verano de 1811 y escenario de las acciones guerreras de Villa y Pascual Orozco para apoyar al Plan de San Luis que dieron origen a la Revolución Mexicana en 1910. En éste estrofa se ensalza la figura de Villa, el único mexicano que se atrevió a atacar a los Estados Unidos, en un poblado de nombre Columbus, Nuevo México y que en éstos momentos difíciles, muchos mexicanos sentencian de que Pancho Villa viviera nuestro país no estuviera así:
Adiós, torres de Chihuahua;
adiós, torres de Cantera.
¡Ya llegó Francisco Villa
a quitarles lo pantera!
¡Ya llegó Francisco Villa
a devolver la frontera!

Entonces Villa montaba una yegua no un caballo. En esa simbiosis surgió la figura mítica del Centauro, mitad hombre y mitad caballo. Quería a La Muñeca porque le salvó la vida y tenía la cualidad de recorrer poco más de una jornada, es decir, unas siete leguas. Y a lo mejor porque también le gustaba coleccionar mujeres. Tantas cosas que se pueden hablar de Villa y de su heroica División del Norte.

Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico