Antonio Guerrero Aguilar/Poemoria/
En el cañón de Santa Catarina sobresalen dos cuevas y una
casa. Una de las cuevas se llama del Guano y la otra de la Virgen. Una cueva es
una cavidad o hueco, cuya formación se debe a la erosión causada por el viento,
el agua o la combinación de ambas; interviniendo además procesos químicos,
geológicos como climatológicos y atmosféricos. Regularmente las cavernas son
formadas por corrientes de agua, las cuales disuelven o fragmentan las rocas. Precisamente
en la Sierra Madre correspondiente a Santa Catarina, podemos observarlas junto
con ventanas o huecos en los muros.
Indudablemente la famosa de todas es la llamada Cueva de
la Virgen, situada en el otrora llamado Potrero de Santa Catarina. Desde el río
del mismo nombre, se puede ver la imagen de la virgen María. Pero no hay una
escultura; más bien vemos una imagen delineada por juegos de luz y sombra. En realidad,
en el interior de la caverna hay un tragaluz, que ilumina la pared y el
contorno de la cueva, forma la imagen de una virgen parecida a nuestra señora
de la Medalla Milagrosa. Recuerdo que siendo un niño, cada vez que nos llevaban
al pasar un día de campo, nos platicaban la historia de una religiosa que al
buscar la forma de subir hasta la cueva se cayó y perdió la vida; como una
advertencia para no arriesgarse y escalar hacia ella.
El ilustre científico Eduardo Aguirre Pequeño las estudió
para determinar la enfermedad que causa el excremento del murciélago, usado por
mucho tiempo como abono y fertilizante en nuestros campos. Quienes recogían el
guano, adquirían una afección en los pulmones. Por cierto, hay una anécdota que
nos ilustra respecto a la llegada del médico a este potrero. Aguirre Pequeño
era el dueño de un paraje situado en General Zaragoza, Nuevo León, llamado El
Salto. Se sentía orgulloso de tener el sitio considerado más hermoso de la
entidad. Pero una vez alguien le mencionó: El lugar más bello y pintoresco de
Nuevo León está en el cañón de Santa Catarina. Vino a conocer el cañón y en
efecto, quedó encantado con los paisajes y montañas de la Sierra Madre
perteneciente a Santa Catarina. Por lo que vendió El Salto y compró unos
terrenos correspondientes a un sitio conocido como El Alamar, el cual está muy
cerca del cañón de la Virgen.
A mediados del siglo XX, comenzó a construir la casa con
el apoyo del maestro albañil Simón García Verastegui, quien por cierto vivía en
La Huasteca. En ella trabajaron sus hijos, muchos alumnos y amigos de ellos. La
casa fue concluida en 1957. Propiamente era una finca de descanso en donde
acudían los fines de semana y las vacaciones. En la propiedad había dos
manantiales, uno de ellos llamado El Palmar, que daba servicio de agua potable
al lugar. Por cierto, aprovechando el vital líquido, construyeron una alberca y
una red de canales con los cuales también regaban hortalizas y plantas que el
médico mantenía para sus estudios. En revistas y periódicos de la época se referían
a la construcción como el Nido de las Águilas. Obviamente la construcción, por
su hechura, forma y ubicación, despertó muchas creencias acerca de que
pertenecía a un científico loco y no sé cuántas habladurías más. Especialmente
cuando decían que la casa era de un doctor pequeño. La familia Aguirre Cossío
también adquirió otra finca en el poblado de La Huasteca.
El doctor Aguirre Pequeño fue promotor del cultivo de
especies y plantas con usos medicinales y hasta alimenticios como el algarrobo,
conocido también como el árbol del pan. A la muerte del médico, su familia
decidió vender las propiedades, tanto las del cañón como la de la Huasteca. Y como
una forma de reconocer su legado, el gobierno del Estado de Nuevo León junto
con el municipio de Santa Catarina, inauguraron un museo en diciembre de 1991.
No prosperó en la siguiente administración, hasta que el sitio quedó
abandonado, sucio y con grafiti.
Eduardo Aguirre Pequeño, fue un ilustre hombre
polifacético. Lo mismo cantaba, tocaba la guitarra, amante de la fiesta charra,
un consumado jinete, excelente deportista que dominaba diversas disciplinas, un
aventurero en toda la extensión de la palabra, pero sobre todo, un gran
educador, científico y médico. Para muchos, Aguirre Pequeño es el discípulo más
apegado al doctor Gonzalitos.
Eduardo Aguirre Pequeño nació en Hualahuises, Nuevo León
el 14 de marzo de 1904. Hijo de Juan Aguirre y Leónides Pequeño. Cuando su
padre falleció, debió trabajar en las labores del campo. Debió trasladarse a
Ciudad Victoria, Tamaulipas, para concluir su educación básica. Gracias a una
beca llegó a Monterrey para estudiar en el honorable Colegio Civil y cursó la
carrera de medicina en Monterrey entre 1926 y 1932. En 1946 cursó en la
Universidad de Tulane, Nueva Orleans una especialidad en medicina tropical.
Siempre tuvo presente que: no hay dificultad tan fuerte
que resista los embates de una voluntad firme ni de vulnerar un trabajo
continuo a favor de la justicia y bienestar del hombre. Esta convicción fue
para él un impulso para cada una de las acciones emprendidas en su vida.
Fundador y maestro de las escuelas de biología, ingeniería química, agronomía y
psicología de la UANL. Asistió como ponente a numerosos congresos
internacionales y perteneció a diversas sociedades científicas y culturales de
América y Europa.
En 1972 obtuvo el premio Luis Elizondo. Autor de varios
ensayos de carácter histórico y científico. Con sus investigaciones, contribuyó
en la cura del mal del pinto y del mal del pulmón derivado por la presencia de
esporas de guano de murciélago en el sistema respiratorio. Todo por la ciencia
y le investigación médica, a tal grado de padecer en carne propia las
enfermedades para darle un adecuado tratamiento. Murió el 18 de julio de 1988
en Monterrey.
Siempre consideró a nuestras montañas y parajes como los
más bellos de Nuevo León. Si alguien la conoció y recorrió las cuevas del cañón
de Santa Catarina, fue el doctor Eduardo Aguirre Pequeño, quien escribió unos
versos el sábado de Gloria de 1965 para la virgen de la cueva:
Transeúnte detente
y dirige tu mirada
al lejano
horizonte,
hacia el poniente.
Y en el fondo de eólico agujero
una sacra figura se
presenta con los brazos abiertos,
símbolo de gran
amor y de paz
entre los hombres.
Y al contemplar la mística figura,
Una voz a tu oído
te replica
Es la que siempre
aconsejó cordura
De evocadora
imagen religiosa.
Santa Catarina como Hualahuises y Monterrey, están en
deuda con el doctor Eduardo Aguirre Pequeño. Un personaje al cual no le hemos
dado el homenaje y respeto que se merece, en especial de su Nido de las Águilas
que permanece en mal estado.