domingo, 25 de agosto de 2019

El Nido de las Águilas y Eduardo Aguirre Pequeño


Antonio Guerrero Aguilar/Poemoria/

En el cañón de Santa Catarina sobresalen dos cuevas y una casa. Una de las cuevas se llama del Guano y la otra de la Virgen. Una cueva es una cavidad o hueco, cuya formación se debe a la erosión causada por el viento, el agua o la combinación de ambas; interviniendo además procesos químicos, geológicos como climatológicos y atmosféricos. Regularmente las cavernas son formadas por corrientes de agua, las cuales disuelven o fragmentan las rocas. Precisamente en la Sierra Madre correspondiente a Santa Catarina, podemos observarlas junto con ventanas o huecos en los muros.


Indudablemente la famosa de todas es la llamada Cueva de la Virgen, situada en el otrora llamado Potrero de Santa Catarina. Desde el río del mismo nombre, se puede ver la imagen de la virgen María. Pero no hay una escultura; más bien vemos una imagen delineada por juegos de luz y sombra. En realidad, en el interior de la caverna hay un tragaluz, que ilumina la pared y el contorno de la cueva, forma la imagen de una virgen parecida a nuestra señora de la Medalla Milagrosa. Recuerdo que siendo un niño, cada vez que nos llevaban al pasar un día de campo, nos platicaban la historia de una religiosa que al buscar la forma de subir hasta la cueva se cayó y perdió la vida; como una advertencia para no arriesgarse y escalar hacia ella.

El ilustre científico Eduardo Aguirre Pequeño las estudió para determinar la enfermedad que causa el excremento del murciélago, usado por mucho tiempo como abono y fertilizante en nuestros campos. Quienes recogían el guano, adquirían una afección en los pulmones. Por cierto, hay una anécdota que nos ilustra respecto a la llegada del médico a este potrero. Aguirre Pequeño era el dueño de un paraje situado en General Zaragoza, Nuevo León, llamado El Salto. Se sentía orgulloso de tener el sitio considerado más hermoso de la entidad. Pero una vez alguien le mencionó: El lugar más bello y pintoresco de Nuevo León está en el cañón de Santa Catarina. Vino a conocer el cañón y en efecto, quedó encantado con los paisajes y montañas de la Sierra Madre perteneciente a Santa Catarina. Por lo que vendió El Salto y compró unos terrenos correspondientes a un sitio conocido como El Alamar, el cual está muy cerca del cañón de la Virgen.


A mediados del siglo XX, comenzó a construir la casa con el apoyo del maestro albañil Simón García Verastegui, quien por cierto vivía en La Huasteca. En ella trabajaron sus hijos, muchos alumnos y amigos de ellos. La casa fue concluida en 1957. Propiamente era una finca de descanso en donde acudían los fines de semana y las vacaciones. En la propiedad había dos manantiales, uno de ellos llamado El Palmar, que daba servicio de agua potable al lugar. Por cierto, aprovechando el vital líquido, construyeron una alberca y una red de canales con los cuales también regaban hortalizas y plantas que el médico mantenía para sus estudios. En revistas y periódicos de la época se referían a la construcción como el Nido de las Águilas. Obviamente la construcción, por su hechura, forma y ubicación, despertó muchas creencias acerca de que pertenecía a un científico loco y no sé cuántas habladurías más. Especialmente cuando decían que la casa era de un doctor pequeño. La familia Aguirre Cossío también adquirió otra finca en el poblado de La Huasteca.

El doctor Aguirre Pequeño fue promotor del cultivo de especies y plantas con usos medicinales y hasta alimenticios como el algarrobo, conocido también como el árbol del pan. A la muerte del médico, su familia decidió vender las propiedades, tanto las del cañón como la de la Huasteca. Y como una forma de reconocer su legado, el gobierno del Estado de Nuevo León junto con el municipio de Santa Catarina, inauguraron un museo en diciembre de 1991. No prosperó en la siguiente administración, hasta que el sitio quedó abandonado, sucio y con grafiti.

Eduardo Aguirre Pequeño, fue un ilustre hombre polifacético. Lo mismo cantaba, tocaba la guitarra, amante de la fiesta charra, un consumado jinete, excelente deportista que dominaba diversas disciplinas, un aventurero en toda la extensión de la palabra, pero sobre todo, un gran educador, científico y médico. Para muchos, Aguirre Pequeño es el discípulo más apegado al doctor Gonzalitos.

Eduardo Aguirre Pequeño nació en Hualahuises, Nuevo León el 14 de marzo de 1904. Hijo de Juan Aguirre y Leónides Pequeño. Cuando su padre falleció, debió trabajar en las labores del campo. Debió trasladarse a Ciudad Victoria, Tamaulipas, para concluir su educación básica. Gracias a una beca llegó a Monterrey para estudiar en el honorable Colegio Civil y cursó la carrera de medicina en Monterrey entre 1926 y 1932. En 1946 cursó en la Universidad de Tulane, Nueva Orleans una especialidad en medicina tropical.


Siempre tuvo presente que: no hay dificultad tan fuerte que resista los embates de una voluntad firme ni de vulnerar un trabajo continuo a favor de la justicia y bienestar del hombre. Esta convicción fue para él un impulso para cada una de las acciones emprendidas en su vida. Fundador y maestro de las escuelas de biología, ingeniería química, agronomía y psicología de la UANL. Asistió como ponente a numerosos congresos internacionales y perteneció a diversas sociedades científicas y culturales de América y Europa.

En 1972 obtuvo el premio Luis Elizondo. Autor de varios ensayos de carácter histórico y científico. Con sus investigaciones, contribuyó en la cura del mal del pinto y del mal del pulmón derivado por la presencia de esporas de guano de murciélago en el sistema respiratorio. Todo por la ciencia y le investigación médica, a tal grado de padecer en carne propia las enfermedades para darle un adecuado tratamiento. Murió el 18 de julio de 1988 en Monterrey.

Siempre consideró a nuestras montañas y parajes como los más bellos de Nuevo León. Si alguien la conoció y recorrió las cuevas del cañón de Santa Catarina, fue el doctor Eduardo Aguirre Pequeño, quien escribió unos versos el sábado de Gloria de 1965 para la virgen de la cueva:

Transeúnte detente
 y dirige tu mirada
 al lejano horizonte,
 hacia el poniente.

Y en el fondo de eólico agujero
 una sacra figura se presenta con los brazos abiertos,
 símbolo de gran amor y de paz
 entre los hombres.

Y al contemplar la mística figura,
 Una voz a tu oído te replica
 Es la que siempre aconsejó cordura
 De evocadora imagen religiosa.


Santa Catarina como Hualahuises y Monterrey, están en deuda con el doctor Eduardo Aguirre Pequeño. Un personaje al cual no le hemos dado el homenaje y respeto que se merece, en especial de su Nido de las Águilas que permanece en mal estado.

domingo, 18 de agosto de 2019

Testimonios y símbolos escritos en piedra: el arte rupestre de Nuevo León


Antonio Guerrero Aguilar/ Poemoria/

En 1943 el antropólogo alemán Paul Kirchhoff dividió el territorio nacional en tres regiones, con la intención de señalar lo común y lo simbólico entre los pueblos y culturas existentes. Entonces desde el punto de vista cultural, México comprende tres zonas que son Mesoamérica, Aridoamérica y Oasis América. En Mesoamérica se desarrollaron las civilizaciones más representativas de nuestro país. 

La ubicación comprende desde el Trópico de Cáncer hasta Centro América. Mientras que Oasis América corresponde a un área cultural situada en Arizona y Nuevo México y las partes montañosas y norteñas de Chihuahua. Al igual que Mesoamérica, fue habitada por grupos sedentarios agrícolas que llegaron a poseer culturas complejas que dependían del intercambio comercial. Se divide en tres grandes grupos culturales: Anazasi, Hahokam y Mogollón. Esta última corresponde al territorio mexicano y se relaciona al punto más importante en el complejo Casas Grandes en Chihuahua. También se les conoce como las culturas de los Indios-Pueblo.

La otra región es Aridoamérica y abarca un extenso territorio dentro del considerado Desierto Chihuahuense, en la cual están la porción oriental de Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. Ahí vivían los indios nómadas que nos dejaron una buena cantidad de arte lítico y pinturas rupestres. Los habitantes de ésta región semiárida, conservaron por milenios su modo de vida nómada y una subsistencia basada en la caza y la recolección. Conocían ampliamente el territorio y tenían numerosas lenguas que hablaban entre sí.

Eran llamados Chichimecas, un término despectivo pues literalmente significa chupadores de sangre o hijos de perra. Lo mismo designa a personas como animales que tienen una soga amarrada al cuello. La mayoría de aquellos grupos desaparecieron del medio en el que vivían; fueron sometidos, perseguidos y obligados a convertirse para luego crear un sincretismo cultural.  


Según las crónicas de los primeros colonizadores eran bárbaros e incivilizados, rebeldes, fuertes y reacios al contacto con los pobladores de origen ibérico que se asentaron en sus tierras. Siempre al acecho para atacar, provocando albazos (caían en los pueblos y ranchos al alba) para destruir, robar y/o matar. Otros a la vera del camino para caer sobre los transeúntes que recorrían los valles y desiertos. Mientras que los grupos mesoamericanos fueron sometidos en menos de 50 años, los chichimecas  tardaron 350 años en asimilar la cultura occidental.  

Los grupos étnicos en el noreste fueron gradualmente desapareciendo, más no su legado y sus tradiciones. Tal vez la más relevante sean los innumerables conjuntos de arte rupestre que nos hablan de su visión y representación del mundo. Toda esta región fue testigo de las migraciones de los primeros pobladores de México, cuando la transitaron a partir del año 14 mil y el 9 mil antes de Cristo.

El arte rupestre se divide en petrograbado, pintura rupestre y geoglifos. Los petroglifos o petrograbados son diseños simbólicos tallados en las rocas. Preferentemente dibujaban líneas y círculos con la intención de dejar un mensaje de tipo ritual o vivencial. Los trazos representan un sistema antiguo de comunicación basado en pictografías o ideogramas. En los muros donde están los petrograbados pueden observarse los símbolos realizados a través de golpes en la roca, a veces con apariencia muy burda y en otras ocasiones hasta pulidos para dejar un rasgo estético. Son muy abstractos, antiguos y paradójicamente hasta muy recientes, pues la gente del campo continuó los trazos incluso hasta los soldados que pelearon en la revolución entre 1913 y 1915.


Las pinturas rupestres fueron hechas a base de pigmentos sobre muros de rocas, barrancos, cuevas y abrigos rocosos. Usaban dos colores de pintura: uno rojo y otro de color ocre. Dicen que el rojo viene de una mezcla de la savia de una planta llamada sangre de drago con agua y otros pigmentos de minerales molidos. Pintaban con las manos, con pinceles de pelo animal, ramas quemadas, cañas huecas para soplar la pintura; a veces escupían sobre la mano y aprovechaban las salientes o formas de la roca para darle volumen al trazo. Tienen elementos y símbolos menos abstractos que los petrograbados. 

Gracias al arte rupestre tenemos datos interesantísimos de los ritos y costumbres de diversos grupos de nómadas que poblaron a lo largo y ancho la región noreste de México. Mientras que los geoglifos son las formas y líneas que se hicieron sobre el ras de la tierra y se pueden ver desde un punto elevado. Las pinturas rupestres se hacían con tres fines: darle un trazo estético a la roca, producir un bien mejor, así como la de expresar en un lenguaje abstracto la realidad que vivían.

Los grabados y la pintura rupestre son dos tipos de arte parietal, llamado así porque fue realizado en muros. Las muestras de pintura rupestre en mejor estado de conservación se han encontrado en el interior de cuevas. Pero también las encontramos en otras superficies rocosas menos protegidas, pero más luminosas y accesibles como barrancos, cañadas y abrigos rocosos. En Nuevo León tenemos cerca de 800 sitios con arte rupestre, de los cuales solo Boca de Potrerillos en Mina está habilitada y protegida adecuadamente. 

Otro sitio que vale la pena rescatar es la llamada Cueva Ahumada.  De acuerdo a los estudios realizados por investigadores del Centro INAH Nuevo León, los testimonios tienen una antigüedad que va desde los 4 mil años a. C. hasta el siglo XIX, pues los llamados indios bárbaros dejaron grabados en las rocas antes de atacar a alguna población o en los sitios inaccesibles en donde vivían. 

El sitio arqueológico está aislado por montañas y arrinconado ahí donde comienza la montaña venerable llamada el cerro de la Mota; en la parte baja de un cañón donde serpentea el cauce de un río seco, a unos 45 kilómetros de Monterrey y a otro tanto de Saltillo. Conviene recorrer desde Rinconada hasta Los Fierros, llamado así por sus habitantes cuando pensaron que los petrograbados eran representaciones de anagramas para marcar ganado.  

Son parajes donde predomina el silencio, el azul del cielo es más evidente  y de pueden encontrar vestigios que han resistido el paso de miles y miles de años. Las líneas y formas que conforman este arte milenario; indudablemente  son las voces del desierto, gritos que parecen esconder mensajes cifrados, códigos ocultos que narran el secreto de la historia poco conocida de los antiguos pobladores del noreste mexicano.

La Cueva Ahumada tal vez sea el único sitio arqueológico en la entidad en donde se pueden apreciar petrograbados como pinturas rupestres; en los cuales los antiguos representaron a una figura que parece ser un hombre de culto. Y es una de las pocas representaciones de seres humanos que tenemos. Lo interesante del caso es que en la Cueva Ahumada  encontraron dos o tres sepulcros prehispánicos con ofrendas. En la década de 1960 vinieron estudiosos de la Universidad de Texas en Austin, y se llevaron todo lo que pudieron para investigarlos y clasificarlos. Incluso hay una pintura que parece ser una planta de maíz. 


Las pinturas rupestres parecen perder la batalla. La erosión del viento como del agua han borrado gradualmente los motivos pintados en la roca. También los vándalos las han destruido. Como están en lugares alejados de las zonas urbanas, acuden a los mismos para dejar grafitis sobre los motivos pintados en la superficie. Del mismo modo afectan las vibraciones provocadas por los trenes que pasan por la vía México-Laredo, la cual está a menos de 150 metros. 

En 1988 la geografía del lugar cambió debido al desbordamiento del río Pesquería durante el embate del huracán Gilberto. Luego les dio por construir la carretera, quedando exactamente a un lado de la cueva. Las lluvias torrenciales del Álex afectaron el entorno.

La Cueva Ahumada, también conocida como la Capilla Sixtina de Nuevo León, tiene formas, signos e imágenes que enlazan una realidad temporal con el ámbito de lo sagrado. 

A menos de tres kilómetros al norte, antes de llegar a Los Fierros está una zona conocida como La Huachichila. Sobre un banco de piedra hay una pared que indica el nacimiento del Sol entre el 19 y 20 de marzo, en pleno equinoccio de primavera. Esta coincide con muchas culturas de la antigüedad que celebraban el inicio de la temporada de crecimiento y plenitud. Ahí vemos una huella de venado lo cual indica que enlazaron los ciclos cósmicos con la regeneración de la vida silvestre. De aquí a la parte alta de la montaña que llaman de La Mota, todas las rocas tenían formas emblemáticas, pero destruyeron una sección cuando les dio por abrir la carretera entre Los Fierros y Rinconada.

Como se advierte, hay muchos sitios prehistóricos en Nuevo León, de los cuales solamente uno está preparado por su visita y conocimiento. El resto permanece en el olvido; perdidos en los lugares más alejados e inaccesibles que se puedan imaginar. Otros sufren del deterioro debido al daño que les hacen los visitantes que aún no dimensionan su importancia y relevancia dentro del patrimonio tangible de nuestros pueblos. Lo ideal y reglamentario es que se cuiden y protejan todos.


Bueno, tal vez todo esto quede en buenos deseos. Pero si al menos aquellos que acuden al monte como al desierto, así como a nuestras autoridades, quienes deben poner especial cuidado para conservar los testimonios de aquellos que nos precedieron en poblar éstos valles situados entre las montañas. El arte rupestre por ejemplo, cambiaría muchas perspectivas que tenemos respecto a lo se tiene y se cree de la tierra considerada como la Gran Chichimeca.

domingo, 14 de julio de 2019

Los pozos y las norias


Antonio Guerrero Aguilar/

Durante muchos años, en mi parroquia de Santa Catarina estuvo oculto un pozo de agua. Tan antiguo y usado por los presbíteros que han atendido el templo y los fieles que tenían sed o necesidad del vital líquido. Con ese manto freático, el padre José María Villarreal mantenía una huerta mientras estuvo al frente de la comunidad entre 1931 y 1951. Quienes vivieron esa etapa recuerdan al atrio repleto de una cubierta vegetal tan extensa y exuberante, gracias a un sistema de irrigación que la repartía por su demarcación.

Como suele suceder, la creencia popular relacionó a la noria con la entrada al viejo túnel que supuestamente enlaza al templo con las principales casas de los alrededores y los más osados decían que llegaba hasta el antiguo templo de Guadalupe, destinado desde 1942 a ser monumento a Morazán y la loma de la santa Cruz.  Pero en 1991 llegó como párroco el padre Antonio Portillo, quien hizo destapar el pozo de agua para el uso del templo. Y para cerciorarse de la leyenda, la cual decía que como a cinco metros de profundidad estaba un tragaluz o acceso para recoger el agua; bajó hasta lo más profundo, apoyado por el sacristán y una polea, tomó muestras del agua y regresó a la superficie. Al poco tiempo la compañía de agua y drenaje se dio cuenta de la intención del padre y pidieron que fuera cerrada otra vez. Y no vio la entrada al túnel. 

Un pozo es un agujero o túnel vertical perforado en la tierra, con una profundidad suficiente como para alcanzar una reserva de agua subterránea contenidos en una  capa freática. Puede tener forma cilíndrica o cuadrada. Los antiguos propietarios aseguraban sus paredes con ladrillo, piedra, cemento o madera, para mantenerlo en buenas condiciones de limpieza y así evitar su deterioro y/o su derrumbe que podía taparlo. Por seguridad y utilidad se construía alrededor del pozo un brocal y unos maderos que sostenían la polea para subir y bajar el cubo con el agua.  Para evitar la suciedad y los mosquitos ponían una tapadera. Hoy en día no se recomienda el consumo de agua de las norias, especialmente cuando existen filtraciones de aguas residuales y el manto freático puede estar contaminado.

Había un procedimiento muy raro y peculiar para buscar el agua. Para ello recurrían a personas sensibles a las radiaciones; con las manos guiaban un péndulo, una horquilla, una rama, una vara, un alambre o un trozo de metal atado a un hilo. La rama o el metal empiezan a moverse  porque la persona percibe la radiación del manto freático y transmite esa radiación hacia las manos y por eso la rama se mueve. Con ese método también se pueden detectar metales, tesoros y hasta huesos enterrados.  A los que tienen esa cualidad se les conoce con el nombre de zahoríes. La disciplina que estudia ese tipo de actividades es la radiestesia. Y no cualquiera tiene ese don.

Los pozos son enigmáticos y simbólicos. Para los iniciados, un pozo representa la emigración espiritual en búsqueda de la propia identidad. Los pozos en los sueños tienen diversos significados; simbolizan talentos personales no descubiertos, también la profundidad de las emociones.  Si se cae a un pozo, es augurio de mala suerte y de algún accidente. También puede significar la pérdida del control de sus emociones.  Si alguien sueña con un pozo lleno de agua, le anuncia estabilidad económica y le saldrá bien todo lo que emprenda. Excavar un pozo es señal de buen augurio, porque significa que encontrará un buen trabajo bien remunerado, pero eso sí, deberá trabajar mucho.  Si alguien está sacando agua del pozo, entonces viene una importante entrada de dinero.  Un pozo con agua cristalina y transparente es un futuro promisorio. Pero si sueña que tiene un pozo en su casa, vendrán problemas.  Si el pozo rebosa de agua, le anuncia perdida de dinero sin importancia. Si el pozo está seco, significa un enorme vacío emocional.

En la Biblia encontramos muchísimas referencias al agua, con un significado relacionado a la salvación y a la vida. El agua es un signo de realidades espirituales y por lo tanto implican cuatro aspectos: separación, limpieza y vivificación espiritual y renovación. El agua del bautismo es un signo y el sello de la separación espiritual del mundo en la comunión con Cristo, así como de la limpieza del pecado para la justicia eterna. Por eso las aguas del diluvio representan un tipo del bautismo en Cristo. 

Por el agua y no por el arca de Noé  fue limpiado el pueblo de Dios. Cuando el pueblo siguió a Moisés y atravesaron las aguas del mar Rojo, el pueblo de Israel quedó separado para Dios frente a faraón y su ejército y obtuvo la liberación anhelada. Con el castigo del diluvio y la inundación fue castigado el mundo impío que pereció bajo las aguas del juicio. Y por el bautismo el viejo hombre de pecado es tragado y surge el nuevo en Cristo, separado del pecado, resucitado con Cristo a una nueva vida de comunión con Dios.  Cristo es la fuente de agua viva, la renovación y satisfacción completa. Representa principalmente al Espíritu Santo, convertido en agua de vida que fluye constantemente de Dios a través de Cristo en la Iglesia. Esto queda señalado en Isaías 44:3: derramaré aguas sobre el sediento suelo".

En la mentalidad medieval, los pozos representaban los deseos y la buena suerte. Cualquier deseo expresado ante el pozo será concedido, pues en los pozos hay espíritus buenos contenidos en el agua que cumplen las necesidades de quien acude a ellos. Para los antiguos mexicanos y los pueblos islámicos, el pozo es un regalo divino. El agua es una fuente de la vida pero también una materia escasa; un bien preciado, porque a decir de muchos, tienen energías curativas. Muchos llegaban a los pozos a beber agua, a bañarse o simplemente expresaba deseos sobre ella. Existe la creencia de que hay guardias o espíritus en el pozo, quienes le concederán su deseo si pagaba con una moneda. Después de pronunciar el deseo, uno debía arrojar monedas al interior. El deseo entonces sería concedido por el guardia o el habitante, pero si la moneda aterrizaba cara arriba el deseo sería concedido. Si la moneda aterrizaba cruz arriba el deseo no sería concedido. La tradición de lanzar pequeñas monedas a charcas y fuentes proviene de esto. Las monedas se convertían en ofrendas para la deidad en forma de agradecimiento.


En dos películas de la época de oro del cine mexicano se canta una bellísima canción: El pocito de Nacaquinia. La leyenda cuenta que un joven guerrero mexica llamado Milajahuat llegó a Misantla, Veracruz para hacer méritos en un señorío de la región. Ahí conoció a una joven totonaca de la cual se enamoró. El combatiente debió salir de ahí para enfrentar a los enemigos y fue muerto en campaña. La doncella al saber su deceso lloró tanto que se formó un pocito llamado de Nacaquinia que en náhuatl significa lugar abierto. Para los autores de la canción, los hermanos Martínez Gil, enlazan la leyenda y el amor entre los enamorados y el cariño que tenemos a la madre tierra:

Le canto a mi pueblo, le canto a mi sierra,
le canto a mi tierra linda,
tierra de ensueños donde nací
 y nunca la olvido,
por más que me aleje,
la llevo dentro de mi alma,
la llevo dentro de mi sentir.

Pocito de Nacaquinia, manantial de los sedientos,
dónde los enamorados, se adivinan los pensamientos.
Pocito de Nacaquinia, donde muchas veces fui,
a buscar la quería pero solito me devolví.

¡Cuidemos el agua, los pozos, las norias y las acequias que las tienen y conducen!

sábado, 15 de junio de 2019

La legendaria hacienda del Muerto


Antonio Guerrero Aguilar/

¿Qué hace del Muerto, un lugar tan legendario como enigmático? Precisamente, eso, el nombre. Hace mucho fui por una canaleta que se había desprendido de la casa. Estaban unas cinco personas en dos camionetas aguardando la relación. Un amigo les hace plática, pensaban que éramos los dueños. Que bueno fuera. Uno de ellos nos dice: “¿a qué vienen?”, respondo que por una piedra. “¡Ah, pos llévense todas las que puedan!”. Ya en confianza, nos confiesan que a uno de ellos se le aparecía el espíritu de un revolucionario que murió en la “Batalla de Icamole” de 1915. Le pedía que fueran por él y le dieran cristiana sepultura. Así lo hicieron en el panteón de Hidalgo, Nuevo León. Entonces, otra vez se le anunció que fuera el viernes santo de 1997, porque iban a ver la relación que les indicaba donde estaba el “dinero”. Ellos pasaron toda la noche, nosotros solo el tiempo suficiente para escuchar historias de aquellos vecinos de Mina e Hidalgo. 

Como la del corrido que me parece cantaba el “viejo Paulino”, de un jinete que levantó a una señora que le pidió que la llevara a Icamole. Cuando pasaron por el camposanto, el caballo comenzó a relinchar todo asustado, hasta que los tiró. Al despertar estaba en medio de una de las tumbas. O la de unos sectarios que realizaron a la media noche, un rito negro en la capilla y como corolario a las tres de la mañana, quemaron el portón del templo. Dicen que el fuego se apreciaba hasta San Antonio de Arista y los Elotes. Dónde está la atarjea, según mencionan que hay una cueva resguardada por un indio que solo a unos cuántos se les manifiesta. O del tesoro que hay en Los Elotes, que ocultaron después de que unos bandidos robaron a los mismos carrancistas. No pos ladrón que roba a ladrón…

viernes, 29 de marzo de 2019

De San Luisito a la Indepe...

Antonio Guerrero Aguilar/


Tengo orgullo de ser del norte, del mero San Luisito porque de ái es Monterrey, bueno, no necesariamente todo Monterrey está en el otrora conocido barrio del San Luisito, actualmente colonia Independencia, pero si es uno de los puntos más antiguos y emblemáticos que integran la ciudad capital de los nuevoleoneses. Cuenta el rumor, de que se llama así porque fue poblada por canteros potosinos, que llegaron a trabajar en la construcción del palacio de gobierno a fines del siglo XIX. Pero nada que ver. Posiblemente se fue poblando con algunos soldados mexicanos procedentes de San Luis Potosí que asistieron a la campaña de Texas y del Álamo en 1836. 

Gracias a un documento que tenemos en el archivo histórico de Monterrey, sabemos que en 1842, 19 vecinos que habitaban los barrios de la Cuesta Blanca y de San Luisito, solicitaron que las autoridades acudieran para medir y regularizar los terrenos donde vivían, pues se les consideraban posesionarios de los predios situados al sur de la Plaza de Armas de Monterrey. Con cierta reticencia, los síndicos recomendaron abrir calles y callejones para el buen tránsito y ornato de aquellos parajes, repletos de jacales y casas humildes. Luego en tiempos de Santiago Vidaurri, se dispuso ampliar la traza urbana hacia los cuatro puntos cardinales conocidos como “repuebles”: al norte de la calle de Washington, al sur del río Santa Catarina, al oriente, el Repueble de Verea (en honor al obispo) o de Oriente que ahora es la colonia Nuevo Repueblo y al poniente desde la Purísima hasta la falda del cerro del Obispado. 

Creo que el nombre de Independencia viene por los festejos del centenario en 1910 y porque al ejecutar las obras de la canalización del Santa Catarina, pensaron dos grandes avenidas: la Independencia al sur y Constitución al norte; ambas desembocaban en la avenida Libertad. Pues bien, Independencia es Morones y Libertad quedó en Gonzalitos.

miércoles, 27 de marzo de 2019

La casa donde nació Escobedo


Antonio Guerrero Aguilar/

La Reseña Geográfica y Estadística de Nuevo León publicada en 1910, señala que Galeana, que ha sido cuna de muchos valientes soldados, se enorgullece con haber visto nacer al General Mariano Escobedo, jefe del Ejército del Norte y después de todo el republicano que ocupó Querétaro. Algunos daban el año de 1827 cuando nació el Prócer que triunfó en Santa Gertrudis en 1866 y San Jacinto en 1867. Pero la fecha exacta corresponde al 16 de enero de 1826. La obra referente, continúa con la descripción: La casa en que nació, propiedad del Ayuntamiento de Galeana, ha sido reedificada para establecer en ella planteles de enseñanza primaria para niños y niñas. Es uno de los mejores edificios escolares del Estado. 

Animado por conocerla, en 1987 fui a buscarla y como todo lo histórico y relevante en la entidad, ya no estaba. Solo la placa conmemorativa y una casa con materiales de cemento, hierro, block y varilla. Solo el testimonio del libro por la casa editorial de la Viuda de Charles Bouret nos da una idea del solar de don Manuel Escobedo y Rita de la Peña, en donde vio la luz y creció el insigne héroe mexicano. Ya ni llorar es bueno...


lunes, 25 de marzo de 2019

Cuerámbaro, Nuevo León

Antonio Guerrero Aguilar/

Bajando por el Cañón de Santa Rosa, allá por donde se comunica Galeana e Iturbide con Linares, hay un solar tan antiguo, cuyo nombre sorprende y causa extrañeza a todos los residentes y viajeros. Se llama Cuerámbaro, y por el nombre inmediatamente lo relacionamos con algún punto de Guanajuato como de Michoacán. Es más, existe un paraje llamado Cuerámbaro perteneciente a Amatitán, Jalisco. El paraje lleva una voz tarasca y literalmente significa “lugar de ocotes” o también “ocotal”. 

La estancia perteneció a los Leal y por boda, se hizo patrimonio de Jesús María Benítez y Pinillos, un patriarca sabio que se casó con Felipa Leal y Torrea. Lugar donde pastaba el ganado mayor y menor, con buenas tierras para la agricultura en donde se daba la mejor caña de azúcar en la región. Tan histórico que de ahí salieron tres gobernadores de Nuevo León y fue refugio del general Mariano Escobedo cuando tuvo problemas con Jerónimo Treviño y Francisco Naranjo. La primera planta de luz que tuvo Linares ahí estaba y después de José A. Robertson, don José Benítez Martínez apuntaló a toda esa zona en vocación citrícola. A reserva de que puedan sentir los paisanos de aquel rumbo, pero los que saben, dicen que la mejor naranja se pizcaba en Cuerámbaro. 

Ahí formó hogar y familia don José Benítez Gómez, heredero de aquellos prohombres. La imagen que les presento es de un acuarelista, viajero y aventurero norteamericano de apellido Chamberlain, quien puso la inscripción de Paso de Linares y la otra foto es de una viga que nos muestra el año de la construcción de la casa el 1 de noviembre de 1851.





domingo, 10 de marzo de 2019

Consideraciones respecto al patrimonio de Nuevo León


Antonio Guerrero Aguilar/

En el vecino estado de Coahuila de Zaragoza no tienen un día, sino un mes dedicado al patrimonio tangible como intangible, lo que queda de lo que se perdió y procuran mantener vigente ya sea en recuerdos o testimonios impresos en papel. Mientras nosotros tenemos tan solo un día dedicado al Patrimonio de Nuevo León,  apoyado por todas las instancias culturales ya sea públicas, privadas, educativas y civiles que dedican toda su atención en el primer domingo de marzo desde 2014. En una cosa si estoy de acuerdo y reconozco en ellas: todas proponen adoptar una actitud de cuidado, resguardo, rescate y difusión del patrimonio que tenemos, así como también preocuparnos por lo que debemos dejar a nuestros hijos y futuras generaciones. 

Fuera de ese día, de vez en cuando se convocan a foros en materia de cultura, ya sea en recintos oficiales como particulares, pero donde regularmente invitan a personas sabedoras de la materia, pero que algunas no son de aquí. Todos ellos tal intelectuales tradicionales; revisan, analizan, comentan y hasta critican la situación del estado patrimonial que tenemos, del que ya se perdió y del que se corre el riesgo de perder. 

Y no se diga cuando una casona o propiedad está en riesgo de perderse. Hay profesionales que saben de la historia como de las leyes del ramo que manifiestan su rechazo para que los inmuebles no se pierdan y al menos se mantengan como testigos silenciosos del pasado. Decía don Felipe de Jesús García Campuzano, que Monterrey tuvo alguna vez un matrimonio similar como que el ahora ostentan ciudades como Zacatecas, Guanajuato o San Miguel de Allende. Pero aquí entraron intereses privados y sus propietarios decidieron destinar los viejos edificios a nuevos usos, en donde para rematar, se promueve la gentrificación.


El concepto Patrimonio viene de una palabra compuesta de origen latino: pater, patris que significa padre y de munire que significa servir. Literalmente el patrimonio es lo que está al servicio del padre o jefe de familia que deja testimonios, legados y cosas para sus hijos. Matrimonio será entonces servicio de la madre, de Matris munere. Por cierto, una vez San Francisco de Sales expresó: ¡Ay del monje si tiene dinero en el banco!, pero ¡ay del Padre de familia y esposo si no tiene dinero en el banco!, pues los hijos tienen derecho a recibir en herencia, cuando éstos fallecen. Esa sentencia también se aplica al patrimonio de una nación, de un estado como el de Nuevo León y de los municipios que lo integran; quienes deberían hacer todo lo posible por preservarlo.

Entonces tenemos una doble responsabilidad para que no sea tan solo un día, sino el año completo para el Patrimonio de Nuevo León: en primera instancia conocer qué nos dejaron y luego pensar qué dejaremos a quienes nos siguen. Especialmente en una entidad como la nuestra en la cual estamos destruyendo o descuidando lo que tenemos. Por ejemplo, no pasa un día en que sepamos por los medios y redes sociales, de la destrucción o alteración del entorno patrimonial. También es cierto que estamos produciendo nuevas formas y sentido de patrimonio cultural, pero no es tan trascendente o duradero, porque está hecho con otro tipo de materiales duraderos pero no tan valiosos como para preservarlos a la posteridad.


Por lo pronto, si quieres cuidar una entidad patrimonial significativa; debemos informar al Instituto Nacional de Antropología e Historia si éste pertenece hasta fines del siglo XIX. O denunciar al Instituto Nacional de Bellas Artes si corresponde al siglo XX. A nosotros como ciudadanos interesados e involucrados, nos corresponde procurar y darles mantenimiento adecuado. De ahí que quienes se interesen por esto, se apresten a documentar su historia y arquitectura de lo que aún se puede ver. Evitar su deterioro y exigir para que no se dañe más de lo que ya está. Si un monumento pierde una parte, puede ser afectado por elementos naturales como la lluvia y el viento. Mantenerlo limpio sin basura y hierba que le ocasionen humedad. Revisar periódicamente los elementos del edificio, pues los acabados son como la ropa que nos cuida de los factores climatológicos-ambientales y por eso deben estar en buenas condiciones.

A los cabildos de los municipios les toca promover y proponer declaratorias de zonas de resguardo patrimonial y dar conocimiento a las instancias como el INAH y el INBA. También hacer catálogos de conservación y conocimiento. Una ocasión, el cabildo de mi municipio estaba firmando un acuerdo con las instancias federales, mientras el secretario de obras de públicas apoyaba la demolición de una serie de casas del siglo XIX.  Por eso, todos los interesados, exijan a la gente de patrimonio de Conarte y del INAH, para que realicen más labores de concientización, conocimiento y catalogación del patrimonio que tenemos y nos queda.  No son entes aislados que obliguen su búsqueda, sino al revés, ellos deben buscar y acercar a todos los interesados. En especial, que se instale una delegación o una oficina representativa más en forma del INBA, pues no la tenemos; si acaso funciona como enlace y las denuncias a veces tienen que pasarse a la Ciudad de México donde dependemos de otras visiones y políticas públicas.

El patrimonio histórico es la herencia cultural propia del pasado de una comunidad, con la que ésta vive en la actualidad y que transmite a las generaciones presentes y futuras. Como se advierte, el concepto de patrimonio cultural es subjetivo y dinámico, no depende tanto de los objetos o bienes sino de los valores que la sociedad les atribuyen en cada momento de la historia y determinan qué bienes son los que hay que proteger y conservar para la posteridad. Y cuando se haga la zona de resguardo patrimonial, ésta debe abarcar el paisaje urbano que le rodea y que también desde el punto de vista social y económico comience su rescate y conservación de todo lo que existe en la misma. Y lo mejor de todo, el patrimonio no son los muros o edificios, sino la gente que lo habitó y tiene derecho a verlo como parte del pasado que llega hasta nosotros.


Como lo he presentado, la palabra patrimonio nos refiere a bienes que heredamos de nuestros padres y de los padres de nuestros padres. Nos remonta hasta el tiempo en que la existencia de los individuos estaban más apegados a de las familias y ésta en la de los pueblos. El patrimonio corresponde la de los pueblos y corresponde también, en este sentido la noción de colectividad. Es una realidad muy vasta: todo aquel testimonio de los valores y el trabajo de las generaciones pasadas, forma hoy parte de los bienes individuales o sociales que han merecido y merecen conservarse.

El patrimonio es lo que unas generaciones transmiten a otras y no necesariamente son cosas: son también ideas, conocimientos, representaciones del mundo, valores, costumbres y tradiciones, además de objetos, testimonios y documentos de otras épocas. La tradición se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana. El patrimonio arquitectónico como de un edificio;  las ruinas de un edificio o de un conjunto de edificios que con el paso del tiempo, han adquirido un valor mayor al originalmente asignado y trasciende el encargo original. Este valor puede ser cultural o emocional, físico o intangible, histórico o técnico. Las obras de arquitectura implican el rescate del entorno donde se ubican dejaría de ser lo que es.

La conservación del patrimonio no presupone únicamente las disposiciones jurídicas y las tareas para proteger del deterioro físico y de la amenaza de agentes sociales y naturales a monumentos históricos, obras de arte, vestigios arqueológicos, testimonios y documentos, sino los conceptos y los medios para atender la conservación. Así como considerar las  realidades lingüísticas, tradiciones musicales, técnicas artesanales, valores, modos de vida o visiones de la realidad. No se restringe a los testimonios materiales del pasado, que dan cuenta de un rico proceso histórico de formación de valores, sino que comprende también las formas vivas en que esos valores encarnan en la actualidad.

La cultura como el patrimonio son entidades vivas y cambiantes; la preservación del patrimonio cultural tangible y la del patrimonio intangible habrá de ser enriquecido con la creatividad del presente para constituir, a su vez, el legado para las generaciones futuras.

La conservación del patrimonio cultural comprende también la compleja realidad del acervo intangible de elementos culturales que sustenta en sus diferentes estratos la vida social. No es estático y abarca las representaciones que los pueblos se hacen de su cultura en los diferentes procesos históricos y sociales. Con el reconocimiento de formas culturales diversas, con el proceso de integración social y con el grado de conciencia de identidad nacional. Cuando todo esto se contemple y no se vea el Día del Patrimonio de Nuevo León como una feria con comidas, bailables y fandangos solamente, estaremos fincando nuestra grandeza en el legado que otros nos dejaron.

Y si esos organismos saben que hay ciudadanos al margen de los grupos y grillas culturales, pues hay que nos inviten. El resguardo patrimonial es gran pastel que todos pueden probar y que como suele suceder, solo lo dejan de postre a las élites que representan la cultura.

domingo, 3 de marzo de 2019

En honor a don Bernardo Reyes


Antonio Guerrero Aguilar/

El desarrollo regional del noreste mexicano a lo largo del siglo XIX, depende en buena medida por el impulso económico y la influencia política de personajes como Evaristo Madero, Santiago Vidaurri, Genaro Garza García y Bernardo Reyes. Este último llegó a a Monterrey para orquestar las políticas de pacificación y control de  Porfirio Díaz. Por ser el máximo representante del orden y progreso porfiriano, se le conoce como el Procónsul de la Frontera.


Bernardo Reyes nació en Guadalajara, Jalisco el 20 de agosto de 1850. Hijo del coronel Domingo Reyes y de Juana Ogazón. Contaba con 16 años, cuando entró a servir como alférez del cuerpo de Guías de Jalisco. En su cartera militar, sobresale su participación en el Sitio de Querétaro donde fue testigo de la rendición de la plaza; también concurrió a campañas militares en los estados de Zacatecas, Sinaloa, Tamaulipas y San Luis Potosí, combatiendo a los rebeldes que secundaban al Plan de Tuxtepec. A la caída de Lerdo de Tejada se adhirió al régimen de don Porfirio, quien lo ascendió a coronel en 1877, sirviendo como jefe militar en Sinaloa, Sonora y Baja California. En esa carrera repleta de acciones bélicas, sobresale su matrimonio en 1874 con Aurelia Ochoa.

Durante la presidencia de Manuel González entre 1880 y 1884, el general Porfirio Díaz lo destinó como responsable militar en Nuevo León, para controlar las rivalidades de dos grupos que reñían por el poder: por un lado Jerónimo Treviño, Francisco Naranjo y Genaro Garza García y del otro Lázaro Garza Ayala. Una vez que el régimen se deshizo de Garza García, Reyes fue nombrado gobernador de Nuevo León el 12 de diciembre de 1885 teniendo la ratificación del Senado de la República.

Nuevo León consolidó su crecimiento con la mano de Reyes, iniciado con Vidaurri, y continuado con Garza García. Por ejemplo, se hicieron obras considerables, saneó las finanzas públicas, organizó una junta de mejoras e inició la construcción de una nueva penitenciaría. Sofocó el bandolerismo, reconstruyó el mercado Colón, reabrió la escuela normal, impulsó el Colegio Civil y promovió el establecimiento de industrias con las cuales arrancó el segundo  proceso de industrialización regional. El 4 de octubre de 1887 entregó la gubernatura a Lázaro Garza Ayala, quedando como responsable militar en la región.

En 1889 quedó otra vez como gobernador constitucional de Nuevo León. Favoreció la exención de impuestos para la apertura de nuevas empresas y otorgó concesiones para la inversión extranjera. Las obras de infraestructura y de promoción social se sucedían una tras otra. Para alabar al régimen de don Porfirio, abrió dos avenidas; la Unión y Progreso, en donde por cierto, levantaron un monumento alusivo al centenario de la independencia en el cruce de ambas. Cosas de la vida, ahora esas avenidas se llaman Madero y Pino Suárez. Como fiel soldado de la República y del presidente, persiguió a los antagonistas del porfiriato que desde los Estados Unidos trataban de desestabilizar al régimen. Para ello, Nuevo León necesitaba tener frontera con Texas; lo cual logró en 1892 mediante una permuta de terrenos con Coahuila, quien cedió el rancho llamado La Pita para establecer la Congregación de Colombia. Nuevo León con esa porción fronteriza de tan solo 14 kilómetros de ancho y 16 de largo, podía reclamar ante los Estados Unidos, la extradición de los mexicanos que tanto atacaban al presidente. Plenamente convencido de la labor realizada, cuando Díaz visitó a Monterrey en diciembre de 1898 sentenció: así se gobierna, así se corresponde al mandato del pueblo.

Para la prensa de la época, esto era un franco espaldarazo a las pretensiones políticas de Reyes, situándolo en el primer círculo de poder en México. A la muerte de Felipe Berriozábal, Reyes quedó como ministro de Guerra el 24 de enero de 1900, entregando el gobierno de Nuevo León a Pedro Benítez Leal. Reyes regresó a Nuevo León a fines de 1901. Por su influencia regional y la presencia en el gabinete de Díaz, pronto se le mencionó como uno de los posibles sucesores. Entonces se formaron dos grupos políticos que se disputaban el poder: el de los científicos con José Yves Limantour, ministro de Hacienda y los reyistas a favor del militar. El gobernante se hizo de simpatizantes como de adversarios. Por ejemplo, el 2 de abril de 1903 se usó la fuerza pública para disolver una manifestación de apoyo a favor de Francisco Reyes a la gubernatura de Nuevo León. Esta revuelta para muchos representa el principio del ocaso político. El Héroe del 2 de Abril se hizo en represor, exactamente un día similar de cuando alcanzó la gloria como militar, el 2 de abril de 1867.


La segunda etapa en el poder ejecutivo de Nuevo León, comprende de 1903 a 1909. Siempre apoyado por sus seguidores, quienes veían en él, al candidato idóneo a la vicepresidencia. Mientras sus enemigos hacían todo lo posible por verlo caer. Las obras continuaron: trajo canteros y albañiles potosinos para la construcción del nuevo palacio de gobierno. En cambio a su esposa le mandaron hacer el templo de San Luis Gonzaga. Pero nunca se acostumbró a los calorones que hacen en estos lares. Para evitarlos, acudía a una finca de descanso en el Cerro del Mirador o se trasladaba a Galeana. Precisamente en septiembre de 1909, estaba de vacaciones en aquel municipio cuando ocurrió la terrible inundación.

Reyes se hizo presente para guiar los trabajos de apoyo y reconstrucción, pero le acusaron que permitió el traslado de armas y municiones con los que pretendían levantarse contra don Porfirio. Además, su reacción tardía ante los desbordamientos de los ríos y los arroyos, provocaron que el 24 de octubre de 1909, entregara la gubernatura a Leobardo Chapa. Al iniciar la revolución maderista huyó del país, para regresar en abril de 1911. Dos meses después tuvo una entrevista con Madero quien le ofreció el ministerio de Guerra, pero los principales colaboradores se negaron a tenerlo en el gabinete. Y es que Reyes nunca vio con buenos ojos a los Madero y en especial a don Francisco, a quien siempre consideró como chaparro, feo y pelón. De nueva cuenta la rivalidad entre Reyes y Madero se hizo evidente, obligándolo a salir del país rumbo a Estados Unidos en donde conspiró contra el Apóstol de la Democracia. Regresó a Nuevo León pensando que había seguidores a su causa. Al ver la nula respuesta, se entregó en Linares el 25 de diciembre de 1911. Fue conducido a la ciudad de México en donde fue recluido en la prisión de Tlatelolco.


Allá tuvo contacto con los enemigos naturales de Madero. Con su hijo Rodolfo, se sumó a la rebelión orquestada por Manuel Mondragón y Félix Díaz quienes lo dejaron en libertad. Esperando la liberación de Díaz, Reyes atacó la plaza defendida por Lauro Villar. En la mañana del 9 de febrero de 1913, el procónsul fue abatido frente a la puerta mariana del palacio nacional. Cayó mortalmente herido por una ráfaga de metralla. Su hijo Alfonso Reyes fue testigo del martirio que sufrió su padre: Cuando vi caer aquel Atlas, creí que se derrumbaría el mundo. Hay desde entonces una ruina en mi corazón. Aquí morí yo y volví a nacer y el que quiera saber quien soy que le pregunte a los Hados de febrero. Todo lo que salga de mí, en bien o mal, será imputable a ese amargo día. Apenas dos años antes, Alfonso se había casado y unos meses después de los días aciagos, salió de México en misión diplomática.

El considerado Regiomontano Universal nunca olvidó esos días adversos de 1913, en especial el día en que vio morir a su padre, a quien llamó el poeta de a caballo. Pasado el tiempo le ofrecieron conocer a quien mató a su padre y no aceptó. La historia de Vidaurri se repitió con Reyes. Garza García ya había muerto en su solar poniente en 1904. Nuevo León y Monterrey, especialmente el Alfonso de Monterrey quedaron en luto. Poco antes de morir, Alfonso Reyes escribió un poema titulado Cerro de la Silla. Ahí se refiere a la colosal y emblemática montaña como otro atlas: Atlas soy de nueva hechura, aunque de talla menor, y a lomos del alma cargo, otro fardo de valor.


Reyes vio y comparó a Monterrey y a nuestra emblemática montaña como el general Bernardo Reyes. Hoy sus restos permanecen casi en el olvido en la Explanada de los Héroes, frente al palacio que mandó construir. Para honrar a su memoria, urge construir una rotonda de los nuevoleoneses ilustres y sacar los restos de nuestros héroes ubicados en la explanada.

Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico