Antonio Guerrero Aguilar/ Becario PECDA Nuevo León 2023
El Río Bravo
El 2 de febrero
de 1848 se firmaron los Tratados de Guadalupe Hidalgo. Con ello definieron al
Río Bravo o Grande del Norte como la nueva frontera entre las dos naciones. Tamaulipas
llegaba hasta el río Nueces que desemboca en Corpus Christi. En esa porción territorial,
había una franja poblada por lipanes y apaches que mantenían en zozobra a la
región. Eran terrenos que le pertenecieron a las Villas del Norte como Laredo,
Revilla, Mier, Camargo y Reynosa a los cuales recortaron sus extensiones
originales. Por eso Tamaulipas quedó así. No es cierto lo que dicen del “Brazo
de Juárez” que quitó jurisdicción a Nuevo León para entregarla a Tamaulipas, a
consecuencia del castigo del presidente hacia los caudillos del noreste, entre
los cuales figuraban Santiago Vidaurri y Julián Quiroga. El recorte fue del
lado izquierdo.
Los
norteamericanos vieron en el Río Bravo, la promesa del derecho divino a poseer
la tierra. Una forma de comunicar al Golfo de México con las costas del
Pacífico, poniendo a Santa Fe como el epicentro de las caravanas y productos
que llegaban de todos los puntos. Si el Misisipi dio vida a toda una cuenca del
llamado “Medio Oeste”, el “P´osoge” para los “Indios Pueblo” (como así
denominaban al Río Bravo), haría posible el traslado de mercancías desde puerto
Bagdad hasta el Paso del Norte. Hasta Manuel Payno lo vaticinó, considerándolo
un elemento esencial para el crecimiento económico de dos naciones que
convergen en una región. Pero algo sucedió: equivocaron sus creencias y
proyectos. Más que de navegación, es una línea limítrofe, una cicatriz que
divide a la América del Norte y América latina; una herida de poco más de 3 mil
kilómetros que nos remite a muchas historias como contextos.
Sin embargo, instalaron
colonias militares para contrarrestar el traslado de mercancías de forma
ilegal, la presencia de “Rangers” como filibusteros, ladrones de ganado como mexicanos
que reclamaron sus tierras después de los Tratados de Guadalupe-Hidalgo. La
posición del Puerto del Refugio-Bagdad, hizo posible el comercio río arriba a
través de la navegación a vapor, facilitando que los buques remontaran las
aguas turbias, turbulentas como engañosas. A veces pudieron llegar a Laredo, porque
lo impedían unas cascadas que se forman en las adjuntas del Salado con el
Bravo, cerrando el paso en Guerrero. Mier dependía más del río Álamo como de
Cerralvo, cediendo su comunicación con Roma. En cambio, por el Sendero Nacional
rumbo a Camargo, situado a unas 55 leguas del delta, exploraron el San Juan y a
veces pudieron llegar a puntos de Nuevo León, en donde colocaban caballada,
mulada, cebo, piloncillo, hechizos (así le decían a las frazadas y sarapes),
esclavos y viajeros. ¿Sabían que hasta ganado caballar y mular, salieron desde
el Camaján en Higueras rumbo al Golfo, para ser vendidos en Cuba?
Al quedar fijados
los límites internaciones, se hicieron comisiones con la intención de recorrer
la vía fluvial entre 1849 y 1851, pero se dieron cuenta que dependían mucho del
caudal, de las lluvias y de la forma de un río sinuoso como cambiante en muchos
tramos. El comercio apuntaló la riqueza de comerciantes y marinos, que dejaron
altamar para remontar obstáculos y problemas, como los ganaderos Kings y
Kennedy entre Corpus Christi y Brownsville, y los comerciantes españoles que
desde Monterrey, controlaban las principales casas comerciales en Matamoros
como los Penilla, Calderón, Hernández y Armendáiz. Para promover las
poblaciones en los vados del Bravo, más allá de Lampazos, surgieron dos
colonias militares: la de Monclova convertida en Piedras Negras y la de
Monterrey en Nuevo Laredo. Ambas desplazaron en importancia a Guerrero,
Coahuila y a Guerrero como a Camargo de Tamaulipas.
Nuevo León y su
anhelo para quedarse con las Villas del Norte
Como ya les había
señalado, siempre se han referido como “el Brazo de Juárez”, a la extensión de
Tamaulipas que cubre desde China hasta Colombia, porque tienen la creencia de
que Benito Juárez le quitó a Nuevo León, esa porción que comprende hasta el Río
Bravo. Nada que ver. Desde mediados del siglo XVIII, José de Escandón y
Helguera, el Conde de la Sierra Gorda y promotor del establecimiento del Nuevo
Santander en el denominado Seno Mexicano, se propuso fundar 22 villas en
aquella jurisdicción. Entre 1750 y 1755 nacieron Santa Ana de Camargo,
Guadalupe de Reynosa, San Ignacio de Revilla-Gigedo, Nuestra Señora de la
Concepción de Mier y San Agustín de Laredo, a las que titularon las Villas del
Norte. En todas se asentaron familias del Nuevo Reino de León, lo cual ocasionó
pérdida considerable de población en el siglo XVIII.
Al respecto, hay
un caso singular: ¿sabían que Mier, Tamaulipas perteneció a Nuevo León? El 18
de diciembre de 1852, el pueblo como el ayuntamiento de aquella emblemática
Villa del Norte, solicitó al gobierno del Estado su intención de incorporarse
en lo político y territorio a Nuevo León. Por mucho tiempo, todos los pueblos
del norte y oriente de la entidad, así como de las llamadas Villas del Norte,
estuvieron expuestos a diversos problemas de inseguridad y de pésimos caminos.
Rara vez llegaban los recursos desde la capital de la República, provocando una
solidaria colaboración entre los mismos. Después del cambio de la línea
fronteriza, habían perdido demarcación territorial en la franja del Nueces, quedando
expuestos a la inseguridad y al poco socorro que recibían.
La pretendida
anexión de Mier, le daba al Estado la posibilidad de llegar hasta la rivera de
la frontera internacional. Por eso, el 5 de enero de 1853, la legislatura local
pidió prontitud al Congreso de la Unión para resolver la petición de los
vecinos del Paso del Cántaro. El 10 de abril de 1853, el entonces gobernador
don Juan Nepomuceno de la Garza Evia, reconoció a Mier como municipio
nuevoleonés, perteneciente al distrito de Cerralvo. Pero a las autoridades del
vecino Estado, no les gustó perder un enclave que podía extenderse hasta
Guerrero como a Nuevo Laredo. Entonces convencieron al presidente Antonio López
de Santa Anna, para que decidiera si el pueblo y ayuntamiento de Mier,
permaneciera en su jurisdicción original. Los residentes se inconformaron,
argumentando que los apoyos de Ciudad Victoria nunca llegaban, en cambio sí
recibían la ayuda de Monterrey, Cadereyta y Cerralvo. Su alteza serenísima y el
gobierno de Tamaulipas, declararon el 13 de junio de 1853, para que Mier se
quedara tal y como estaba.
Los empeños no se
perdieron, incluso desde tiempo atrás. Si hubo intentos previos de los
pobladores del Nuevo Reyno de León, por quedarse en aquellos lares. Tanto
Alonso de León y Juan Bautista Chapa las describen en sus crónicas. Hasta los
vecinos de San Gregorio de Cerralvo y de San Juan Bautista de Cadereyta acudían
por aquellos rumbos para traer cargas de sal y piezas de cacería, allá por el
rumbo del Valle de Texas. Pero siempre estuvo latente, el ataque de los
llamados indios bárbaros y luego de exploradores de origen francés, que andaban
buscando territorios para incorporarlos a la Lousiana.
En 1887, el
entonces gobernador Lázaro Garza Ayala, inició un litigio con Tamaulipas y
Coahuila para recuperar territorio, hasta el Rio Bravo basándose en el mapa de
Nigra de San Martín de 1853, llevando el asunto hasta la suprema corte de
Justicia, para de tal forma, establecer una aduana propia vinculada al
ferrocarril. No se pudo construir el ramal ferroviario a la Jarita, porque esas
tierras se las había otorgado Porfirio Díaz a Francisco Naranjo desde 1888.
Las ansias de añadir territorio, provocó a
fines del siglo XIX, la política anexionista del general Bernardo Reyes, quien
organizó un grupo de agrimensores y abogados para lograr que una parte de las
Villas del Norte pasaran a nuestra entidad. Por ejemplo, siempre se ha dicho
que una parte de Mier, en realidad corresponde a Los Aldamas. No contó que el
entonces gobernador de Tamaulipas, era Alejandro Prieto (1841-1921), un
ingeniero topógrafo, geógrafo e historiador, cuyo archivo (parece que lo
resguarda la Universidad de Texas en Austin) impidió tales afanes.
La población vivió rezagada y sin afán de
ofender: con la construcción del puente en 1991, dentro del pueblo nació un
enclave, con todos los adelantos propios de su tiempo, útiles para los pasos
fronterizos, las declaraciones y pagos fiscales, con servicios e
infraestructura y un pueblo casi deshabitado que carecía de lo más esencial
para sobrevivir, haciendo que muchos se fueran a Nuevo Laredo o incluso a
Piedras Negras o se pasaban por el río, en búsqueda del llamado “Sueño
americano”.
Se trataba de conmemorar el cuarto centenario de la llegada de Colón y cuando se hizo el puente, lo dejaron en “Solidaridad”, en alusión a todo el proyecto de política social y económica del presidente en turno. Así surgió la Congregación de Colombia el 16 de diciembre de 1892. Entonces procuraron la población, invitando a colonos a asentarse y trabajar las tierras, dándoles facilidades para su establecimiento y al cuidado de una sección de caballería que vigilaba toda aquella porción territorial. No había camino y el del ferrocarril quedaba muy lejos, entonces dejaron una vía de terracería para comunicar lo mismo hacia las demarcaciones de Coahuila como de Tamaulipas y las correspondientes a Lampazos.
La vida de quienes ahí habitan, ha sido
complicada como menospreciada. Un trozo de 16 kilómetros de largo y 14 de ancho
junto al Bravo. Un pueblo sufriente que nos recuerda el cuarto centenario de la
llegada de Colón a las Antillas, reflejo de dos mundos, donde se junta la Pacha
Mama, la Patria Grande con los Estados Unidos de Norteamérica y se reflejan, el
poco cuidado de un estado, que de ser fronterizo, poco aprovecha una situación
envidiable. Tanto, que hasta un canciller alemán dijo una vez, que ellos
necesitan tan solo un kilómetro de frontera con los Estados Unidos para comprar,
vender y comunicarse entre los de la Unión Europea y los mercados de América
del Norte. De los 3,500 kilómetros de frontera, nosotros tenemos una parte muy
pequeña, pero ahí está con puente e instalaciones eso sí, de vanguardia,
gracias al programa Solidaridad y a los acuerdos que se lograron entre los
presidentes Carlos Salinas de Gortari y George W. Bush.
En conclusión
Finamente el 26 de febrero de 1864 decreta la separación de Nuevo León y Coahuila. Juárez garantizaba el control sobre el tráfico de armas y evitaba que su enemigo nuevoleonés se preparara para combatirlo con fuego. Pasado ese trance histórico, Nuevo León compró a Coahuila el territorio de Colombia. La fundación de Colombia (1892) se enmarca en un amplio proceso de búsqueda de control político, militar y fiscal del territorio, por lo que les resultaba urgente para definir de limites interestatales, encaminado a ubicar los terrenos baldíos para convertirlos en propiedad privada.
La construcción del puente de Colombia en 1991, da la cara al TLC con estados unidos y Canadá firmado en 1994, significó una gran oportunidad para revivir a la congregación Colombia que había sido anexada al municipio de Anáhuac en 1978.
También, cerró un capítulo de casi un siglo en que los nuevoleonenses tuvieron que usar puentes tamaulipecos para trasladar sus mercancías hasta Monterrey. La transformación de Colombia en Zona Franca, la construcción de ferro puerto y de toda una infraestructura aduanera, abre un nuevo capítulo de su historia y de la frontera norte nuevoleonesa, integrada al proyecto de los Estados Unidos y de Canadá. No se diga, a los afanes de Roberto González Barrera y de Gregorio Ramírez, quienes propusieron el famoso plan 14 XXI para establecer un corredor desde Colombia a China.
Lo cierto: el Estado de Nuevo León se convirtió a partir de 1892 en entidad fronteriza, porque Bernardo Reyes le urgía tener colindancias con Texas, para participar en el comercio como en los procesos de extradición de los rebeldes contra el régimen de don Porfirio. Pero también, procuraban que las mercancías producidas en la región, se colocaran en los mercados de Texas como la Luisiana y algunos estados circunvecinos. La entrada del ferrocarril en 1882, hizo que dejaran de trasladarse bienes a través de los trenes de carretas y comenzó a declinar la influencia del puerto Bagdad en la desembocadura del Río Bravo, más debajo de Matamoros.
Luego el otro problema: la construcción de la Carretera Nacional en 1930, que tocó terrenos de Ciénega de Flores, Sabinas Hidalgo y Vallecillo, desplazando la ruta del ferrocarril a Laredo, consolidando a Nuevo Laredo en el principal puerto fronterizo de la nación. La carretera a Colombia se hizo gracias a los esfuerzos de don Miguel Villarreal, el viajero incansable de la fábrica de dulces “La Imperial”, patrocinó la carretera a Colombia en tiempos de Raúl Rangel Frías entre 1955 y 1961. Una vez terminada, hizo todo lo posible para consolidar a Colombia, como “único puente fronterizo de Nuevo León”, con artículos promocionales.
Por cierto, me voy a detener en este detalle: el ferrocarril se hizo con inversiones de Jerónimo Treviño, Francisco Naranjo y Genaro Garza García, quienes ayudaron a Porfirio Díaz en el Plan de Tuxtepec en 1876. Los jefes norteños agarraron tanta fuerza, que temieron de ellos y propiciaron la rivalidad entre los prohombres de la región como Lázaro Garza Ayala y Viviano Villarreal, quien era el abogado de don Evaristo Madero y yerno suyo. Entonces llegó Bernardo Reyes para calmar los ánimos y en una de esas o tantas más bien, se quedó con el poder ejecutivo y la comandancia militar de la región a partir de 1885.
El gran mérito, es que continuó con las medidas de apoyo a la industria y al comercio, además, se convirtió en el “Procónsul del Noreste”, un brazo ejecutor y extensión de la fuerza de don Porfirio en éstas tierras que pronto de convirtieron a decir de don Alfonso Reyes: en la fábrica de la frontera.
Cuando casi todo el norte de Nuevo León
pertenecía a Lampazos, yendo por la ruta del tren a Nuevo Laredo que fue
trazada a partir de 1882, se instaló una estación llamada Camarón; a unos 60
kilómetros al sur de Nuevo Laredo. Por ser el último punto de nuestro estado,
ahí llegaron las primeras familias para buscar tierras en donde sembrar. Y es
que tan solo existían Rodríguez, Camarón y más allá en La Pita, al margen del
Río Bravo, se levantó la Congregación de Colombia en 1892. En enero de 1927
comenzó a construirse la presa Venustiano Carranza, que la gente de la región
carbonífera como de río abajo del Salado, conocían como de Don Martín. De aquel
lado, en los terrenos que alguna vez fueron de los Sánchez Navarro y que les
entregaron a quienes lucharon contra el régimen de Maximiliano, están las
adjuntas de los ríos Sabinas, Nadadores y Salado, en el municipio de Juárez,
Coahuila. Don Porfirio vio que aquella comarca bien podía equipararse a Torreón
y pidió unos estudios. Aquel proyecto tardó como 20 años en gestarse, hasta que
otro presidente, Plutarco Elías Calles lo recuperó. Con la presa, los ríos y arroyos
y un buen sistema de canales iban a hacer un distrito de riego que sería
ejemplo en el ámbito mundial. Y la Estación Camarón era el punto idóneo para
detonar aquel crecimiento. Les dejo éste
mapa de 1888.
El río Salado
Al norte, entre Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, tan solo hay un torrente tributario del Bravo. Se llama El Salado. Gonzalitos lamentaba que sus aguas no se usaban para la agricultura, porque sus orillas no presentaban vegetación. Seguramente también, por ser ruta obligada y punto de reunión de los llamados indios bárbaros para cometer sus albazos en la región. Como les decía, eso evitó el avance y expansión de la jurisdicción reynera. Sin embargo, por órdenes del virrey, se fundó en su margen derecha la Villa de la Candelaria de Asanza, pero fue arrasada por una creciente en 1800. Sin embargo, era la otra ruta para comunicar a la Boca de Leones y la Punta de los Lampazos con San Agustín de Laredo. Quienes se atrevieron a recorrer esos caminos, los misioneros como exploradores y soldados presidiales; los refieren como inseguros y peligrosos. Entonces el Salado viene desde Coahuila, entraba a Nuevo León por el Paso de los Reyneros o del Nogal. A decir de la Reseña Geográfica y Estadística de 1910, recorría unos 120 kilómetros por las tierras pertenecientes a Lampazos como a Vallecillo. Lo vio la Comisión de Límites a principios de 1829 y lo tocó Manuel Payno. Los vecinos de aquel rumbo, se aprovecharon de sus recursos: “cría excelentes pescados y perlas finas, no muy buenas, por ser angulosas” y además vivían muchas nutrias.
Para dar seguridad a
aquella dilatada comarca, en 1873 el gobierno de Nuevo León intentó establecer
una colonia militar en donde había estado la extinta villa de Asanza, pero por
alguna razón no se logró. Con la fundación de Colombia en 1892 y la anhelada
línea fronteriza con Texas, comenzaron a darse las primeras concesiones para
riego al comenzar el siglo XX. En tiempos de Plutarco Elías Calles, Aarón Sáenz
y José Benítez, hicieron la presa Venustiano Carranza, para promover la
producción algodonera, el llamado “oro blanco” que dio origen a Ciudad Anáhuac
en 1933.
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