Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de Santa Catarina
El 6 de enero es el día de las enfermeras. Y quién mejor
que ellas, pues asisten a los médicos en el cuidado de los enfermos y que por
convicción profesional, vocación y naturaleza propia, son quienes están más
cerca del estado y de la evolución de los pacientes. En sí los cuidados de
enfermería eran la base para la recuperación de la salud. Aunque es una carrera
compartida por ambos sexos, es más recurrente ver mujeres que la practican,
pues de hecho se relaciona a la mujer con la vida y el cuidado de ella.
Si hacemos una revisión histórica, veremos que siempre
han existido enfermedades y personas preocupadas a su cuidado y atención. Por
ejemplo, en tiempos de Jesús había órdenes de diaconisas que se encargaban del
cuidado y atención de los enfermos. Durante la edad media surgieron los hospitales y con
ellas órdenes religiosas compuestas por mujeres que atendían a los enfermos.
Los hospitales fueron concebidos como casas de caridad que asistían a los
necesitados, desvalidos y a los enfermos. Como reza la oración a la Divina
Providencia, en esos sitios se les daba comida, casa y sustento. Lo mismo
servían como orfanatos, hostales para viajeros, enfermos y casa de caridad.
Varios factores contribuyeron a la demanda de más
hospitales y por ende se generalizó la práctica de emplear a personas que se
dedicaran a dichas labores. Regularmente la enfermería de estos hospitales la
ejercían mujeres de noble cuna y religiosas. A Florencia Nightingale se le
considera la madre y fundadora de la enfermería moderna. Ella nació en 1820 en
Hampshire, Inglaterra. Fue enfermera en hospitales en donde atendían a soldados
británicos y comenzó a implementar una serie de prácticas que revolucionaron el
cuidado y la atención a los enfermos. Por ejemplo, el ambiente que había en los
hospitales atraían a otro tipo de enfermedades que a la postre ocasionaban la
muerte de los pacientes. Al mejorar las condiciones de sanidad, logró reducir
la proporción de muerte de sus pacientes.
En 1860 fundó la Escuela y Casa para Enfermeras
Nightingale en el Hospital Saint Thomas. También se involucró en el
entrenamiento de enfermeras que trabajaban en hospitales. Para ello estableció
programas de aprendizaje que incluían una rotación por los servicios clínicos
hospitalarios, formación de enfermería domiciliaria, aprendizaje teórico y
práctico del cuidado de los enfermos, conocimientos de ética y doctrina religiosa
y un conocimiento suficiente de farmacia para también suministrar adecuadamente
la medicina. Después de una vida entregada al cuidado y a la atención de los
demás, de ser una impulsora de la educación y promoción de la mujer, murió en
1910. De hecho, el símbolo de las enfermeras es una lámpara de aceite que
recuerda a Nightingale atendiendo a los enfermos apoyándose en la luz de su
lámpara.
En México ejercen ésta noble profesión y vocación, poco
más de 300 mil personas que se dedican a la enfermería. De los cuales ocho de
cada diez personas son mujeres, sin embargo la cantidad de hombres que se
interesan por esta labor va en aumento. Muchos países honran a sus enfermeros
con un día oficial, para celebrar a quienes con su esfuerzo y trabajo mejoran
significativamente la calidad de vida de los enfermos, este se conmemora el 12
de mayo. En México, se festeja el Día Nacional de la Enfermera desde el 6 de
enero de 1931, pues los enfermos y pacientes consideraban a las enfermeras como
un regalo de los reyes magos para los enfermos.
La ciudad de Monterrey es famosa por sus escuelas de
medicina, pero también debemos sentirnos orgullosos de las varias escuelas en
donde se forman a las enfermeras y a los enfermeros. Pues como ya hemos visto,
son ellos de quien depende que el dolor se apague en los pacientes y que la luz
de la salud y de la vida siga brillando en su existencia.
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