Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de la Ciudad de Santa Catarina
Después de la
Convención de Aguascalientes hubo rompimiento de los grupos revolucionarios
encabezados por Villa y Zapata que pedían que Venustiano Carranza dejara la
jefatura del movimiento. Entonces Villa comenzó a molestar a las posesiones que
los carrancistas mantenían en el noreste. En diciembre de 1914, una vez rotas
las relaciones entre Villa y Carranza, los primeros decidieron tomaron posesión
de Nuevo León y Tamaulipas.
Las fuerzas del
general Felipe Ángeles se apoderaron de Saltillo el 6 de enero de 1915. Todo su
estado mayor se quedó en el Hotel Coahuila. Una vez que comieron y descansaron; dispuso que un
piquete de 50 hombres marchara con rumbo a la hacienda San José para ver si
habían grupos armados. Ahí en Ramos Arizpe después de una batalla en la que
triunfaron, se hicieron de los archivos de Antonio I. Villarreal y de Eulalio
Gutiérrez. Aparentemente en la hacienda San José había estado toda la llamada
División del Noreste. Cuenta el rumor de que en uno de los vagones donde dormía
don Antonio I. Villarreal había ropa íntima de mujer y comenzaron a burlarse
los villistas de que en realidad él las usaba.
El día 15 de
enero las tropas de la famosa División del Norte al mando del general Felipe Ángeles
entraron a Monterrey para asumir la gubernatura y la comandancia militar de
Nuevo León. Desde un balcón del hotel Iturbide arengó a la población a sumarse
al movimiento en contra de Carranza. Para defender la ciudad se dispuso que el
general Máximo García con dos mil dragones se apostara en las Lomas de
Armendaiz al norte de Monterrey. Un oficial del estado mayor se quedó en el
Obispado, mientras que el general Herón González allá por el rumbo de la
cervecería. De la cervecería con rumbo a la Fundidora, la famosa brigada
Bracamontes estableció una línea de franco tiradores. Así quedó protegida la
ciudad de Monterrey por sus cuatro costados para evitar el ingreso de los
carrancistas. También envió tropas a Cadereyta, Los Ramones, Villaldama y otros
lugares. No obstante dejaron sin protección el camino al Huajuco y los accesos
a Santa Catarina pues mantenían el control de Saltillo y de Torreón y pensaron
que la misma sierra les pondría el alto.
En una de esas,
allá por el rumbo de Fundidora atraparon a una mujer disfrazada de hombre, con
un nombramiento de teniente expedido por Pablo A. González. Traía una pistola y
un frasco con unas pastillas de veneno, con la que supuestamente se dijo quería
matar a Felipe Ángeles. El 6 de febrero,
las tropas de Pablo González atacaron a Monterrey,
pero fueron rechazadas por una fuerza al mando del general Felipe Ángeles que
se habían apostado en Fundidora. El 15 de febrero delegó la comandancia militar
y la gubernatura a Raúl Madero.
Por estos días
corrió el rumor, de que las fuerzas al mando del general carrancista Luis
Gutiérrez, hermano de don Eulalio Gutiérrez, quien había sido nombrado
presidente de México por la Convención de Aguascalientes, pretendía atravesar
la sierra de Arteaga hasta Santa Catarina con un contingente compuesto por 2
mil hombres, con la intención de atacar a Monterrey. Por lo que el general
Felipe Ángeles, con la intención de detener la marcha de esa considerable
fuerza, pidió al coronel Jesús Aguilar González y a Roberto Morelos Zaragoza su
disponibilidad para esperarlos a la entrada del Cañón de Santa Catarina. Ellos,
con cien hombres y dos metralletas se quedaron esperando al ejército de Luis
Gutiérrez, que al fin de cuentas no llegó. Durante la espera, los del
contingente al mando de Jesús Aguilar, vieron pasar a unas cabras, mataron a
unas e hicieron barbacoa con ellas y pidieron a las mujeres que vivían en los
alrededores que les prepararan unas tortillas y una salsa con la que se
comieron la carne de las chivas viejas. Como no pasó nada se regresaron a
Monterrey todos llenos y contentos.
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