Antonio Guerrero Aguilar,
Cronista de la Ciudad de Santa Catarina
El 13 de septiembre
de 1847, tuvo lugar el asalto al
Castillo de Chapultepec por varias divisiones norteamericanas. El Castillo
estaba defendido por 832 soldados del Batallón de San Blas y un grupo de
Cadetes del Colegio Militar. El general en jefe del heroico sitio
era el general Nicolás Bravo, secundado
por el general José Mariano Monterde, director del Colegio Militar. Los
lamentables resultados son de sobra conocidos: la muerte de muchos cadetes, del
coronel Santiago Xicoténcatl y de numerosos jefes y oficiales que ofrecieron
sus vidas en defensa de la Patria Mexicana. De los jóvenes sacrificados, la historia mexicana solamente reconoce y
ensalza el valor de seis de ellos, que como jóvenes macabeos ofrendaron su vida
a cambio de la Patria. Sus nombres son Juan de la Barrera, Juan Escutia,
Agustín Melgar, Fernando Montes de Oca, Vicente Suárez, y Francisco Márquez.
Un año antes, el gobierno
de los Estados Unidos le había declarado
la guerra a México, con el fin de
obtener los territorios de Alta California y Nuevo México y de ampliar su extensión
territorial hasta el océano Pacífico y así cumplir con el “Destino Manifiesto”
de los fundadores de los Estados Unidos.
Como estrategia, el ejército estadounidense trazó un plan para apodarse
de nuestra nación: por el norte avanzó un contingente a las órdenes del general
Zacarías Taylor, para obtener las principales plazas de tierra adentro. Otro
contingente militar bajo el mando del general Winfield Scott, desembarcó por
Veracruz hasta llegar a la Ciudad de México, a la cual llegó en septiembre de
1847. Se dice que para lograr su empresa, leyó la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal
Díaz de Castillo; para documentarse respecto a lo que Hernán Cortés había hecho
en su tiempo para apoderarse del gran imperio Mexica. Inmediatamente se dedicó
a capturar las principales plazas de los defensores, entre ellas la del Molino
del Rey y Churubusco en donde los
mexicanos se defendieron como hombres al servicio de la patria.
Luego el ejército invasor
atacó el Castillo de Chapultepec en donde se hallaba el Colegio Militar. Los
jóvenes cadetes a cargo de Nicolás Bravo y del batallón de San Blas, dieron
muestra de valentía al resistir la agresión, peleando inclusive cuerpo a cuerpo.
Lamentablemente los norteamericanos tomaron el castillo. Es cuando Juan Escutia al ver la inevitable
derrota tomó la bandera nacional y desde una de las torres del edificio, se
lanzó para evitar que el lábaro patrio cayera en manos del enemigo. Al final de
la guerra México fue derrotado y perdió la mitad de su entonces territorio,
superficie similar a su tamaño actual, dos millones de kilómetros cuadrados,
que incluyen a los actuales estados de California, Nuevo México, Arizona,
Nevada, Colorado y Utah.
Hasta aquí el evento con
el que cada año recordamos la gesta heroica del Castillo de Chapultec. Sin duda
alguna, una serie de sucesos que integran la llamada “Historia de Bronce”, patria u oficial como también se le conoce y
se dice en tono de burla que se enseña en las escuelas mexicanas. Porque
ciertamente, mucho
se ha discutido acerca de la grandeza de estos seis jóvenes cadetes que defendieron
su colegio, y sobre todo, a su Patria de la invasión norteamericana, pues no es
posible que solo conmemoran a seis y se deja en olvido a otros hombres que
murieron en el anonimato.
Aunque se insiste en
llamarlos “Niños Héroes”, propiamente
eran jóvenes cuya edad oscilaba entre los 14 y 20 años. Su heroísmo también es
cuestionado; pues en realidad las tropas americanas arrasaron con los pocos
guardias que se encontraban abandonados a su suerte, en lo que entonces era el
Colegio Militar. A manera de broma, corre el rumor de que en realidad, eran un
grupo de jóvenes que se habían quedado en el colegio después de festejar el
cumpleaños del director.
El martirio de Juan
Escutia siempre se ha puesto en tela de juicio, pues no hay evidencia histórica
de su presencia en la defensa del castillo y como cadete en la institución. Siempre
se ha dicho que su nombre fue tomado de una ficha de ingreso al colegio militar
que decía tener 16 años y que era originario de Tepic. Muchos de los que
participaron en el sitio heroico y quedaron como prisioneros de guerra, dijeron
desconocerlo. Por ejemplo, Miguel Miramón fue uno de los que cadetes que se
salvaron y que tal vez por su afiliación conservadora y posición antijuarista,
nunca se le reconocerá como “Niño Héroe”.
Algunos historiadores de
índole conservadora, sostienen que ningún ''Niño
Héroe" se lanzó del castillo de Chapultepec envuelto en una bandera.
Posiblemente armaron una historia a partir de un combatiente llamado Margarito
Suazo, quien en la batalla de Molino del Rey luchó con una bandera mexicana amarrada
a su cintura y que después de la derrota de los mexicanos, se le encontró
inerte con la bandera llena de sangre. Y porque la bandera que ondeaba en el Castillo de Chapultepec, fue quitada como señal para ahorcar a los del Batallón de San Patricio en Mixcoac.
Durante su gobierno,
Antonio López de Santa Anna prohibió que se les recordara. Fue hasta el último año
del mandato del presidente Juárez, en 1872, cuando se comenzó a exaltar el
patriotismo de esos jóvenes. Corre también a manera de leyenda, de que en el monumento
conocido como el altar a la Patria,
fueron inhumados los cadáveres de los soldados norteamericanos que tomaron la
ciudad de México y que cuando se retiraron después de los Tratados de Guadalupe
Hidalgo, los habitantes de la ciudad de México iban a destruir sus tumbas y
ensalzar el valor de los mexicanos.
Curiosamente, debido a que se ponía en duda la
existencia de los seis cadetes, poco antes de la inauguración y que coincidía
con la visita del entonces presidente de los Estados Unidos de América, Harry
Truman el 3 de marzo de 1947; se localizaron seis urnas mortuorias que
supuestamente pertenecieron los llamados “Niños
Héroes” y que ahí los dejaron como símbolo de la sangre que derramaron
aquellos que nos dieron patria. Incluso el presidente norteamericano dejó una
ofrenda floral. Por lo tanto el monumento es tan sólo un lugar para recordar las
hazañas de los defensores del Castillo de Chapultepec.
El altar a la Patria, que es un hemiciclo formado por seis
enormes y robustas columnas blancas dispuestas en semicírculo que resguardan la
figura de una mujer, que representa a la Patria y que con el brazo derecho
abraza orgullosamente a un joven, aparentemente uno de los jóvenes caídos en el
combate y en la mano libre porta una bandera. En medio de las columnas, ondea
la bandera de México. Este monumento se inauguró en 1952 siendo presidente el
Lic. Miguel Alemán Valdés y desde entonces, cada 13 de septiembre se rinden honores
a los llamados “Niños Héroes”. El
espacio fue diseñado por el escultor
Ernesto Tamaríz y el arquitecto Enrique Aragón, cuyas columnas sobresalen por
el blanco del mármol de Carrara, que predomina en toda la obra.
Muchos historiadores oficiales defendieron en esa
época, que ciertamente habían muerto muchos mexicanos, pero como era difícil
recuperar los restos de todos ellos, por eso solo se quedaban unos en
representación de los defensores de la Ciudad de México, a los que también se
les conoce como los “Héroes del 47”. Este
acto ha pasado a la historia nacional, resaltando la valentía de los jóvenes, que
en el siglo XIX se les conoció como niños, aún a pesar de tener más de catorce años.
De ahí que la historia oficial, cuya
finalidad es la de formar patriotas, preferentemente desde la infancia en las
escuelas, les llama niños para que los verdaderos infantes que cursan la
educación primaria los vean como un ejemplo a seguir.
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