domingo, 27 de septiembre de 2015

La consumación de la Independencia

Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de la Ciudad de Santa Catarina

La invasión napoleónica a España en 1808, fue el antecedente directo de los primeros movimientos emancipadores en la América española. Y otro acontecimiento será decisivo en los movimientos de Independencia: el primero de enero de 1820, los jefes liberales de un batallón español acantonado en Cádiz, destinado a prestar sus servicios en América, iniciaron una rebelión que rápidamente se propagó a otros militares. Reinstalaron la Constitución de Cádiz y con ella suprimieron  al tribunal de la Inquisición y limitaron el fuero eclesiástico, se redujeron a la mitad los diezmos, las órdenes monásticas fueron abolidas y se tomaron medidas para evitar que la Iglesia siguiera acaparando bienes raíces. También se decretó la libertad de prensa. Dichas medidas debían aplicarse también en la Nueva España. Por ello, las clases dominantes se opusieron. La Iglesia no quería perder el control económico y espiritual y los altos funcionarios, de que fueran regresados a España en donde serían castigados por las Cortes de Cádiz por apoyar a Fernando VII.


Algunos jefes insurgentes habían pedido el indulto y con el pretexto de que asistían a unos ejercicios espirituales en el antiguo templo de la Profesa; ahí se reunieron varios clérigos, altos funcionarios y militares y los más influyentes comerciantes de la ciudad de México. Planearon un proyecto de independencia basado en la premisa de que el rey Fernando VII estaba privado de su libertad a la hora de jurar la constitución, por lo cual carecía de validez. Mientras el virrey Apodaca ejercería el gobierno de la colonia sujetándose a las leyes absolutistas. Hasta pensaron que Fernando VII trasladaría su corte a la Nueva España, tal y como lo hicieron los reyes portugueses cuando se trasladaron a Brasil.

Estas intenciones dividieron a los criollos de la Nueva España, ya que el viaje y la estancia de la corte de Fernando VII sería muy costosa. Además llegarían muchos gachupines a acaparar los principales puestos, regresaría el monopolio comercial y terminaría el incipiente libre comercio.    Debían actuar con cautela pues un choque entre españoles y criollos, haría que la chusma de las etnias tomara el control y eso sería inadmisible. Lo mejor era trazar un proyecto que integrara el bienestar de todos los habitantes. Los conspiradores de la Profesa gestionaron ante el virrey que nombrara el Iturbide como comandante del ejército del sur con sede en Teloloapan, actual estado de Guerrero, territorio controlado por 2,500 pintos al mando de Guerrero. Iturbide debía lograr la pacificación de uno de los últimos reductos insurgentes.


Para noviembre de 1820 estaba en Teloloapan. Fue cuando Iturbide siguió un proyecto alterno. Ya no quería ser instrumento de los altos funcionarios españoles, por lo que ideó un plan que beneficiara a todos los actores socioeconómicos de la Nueva España: respeto a los fueros, privilegios y propiedades de la Iglesia,  a las propiedades y cargos públicos de los españoles, reducción de impuestos a los indios y a las castas y la igualdad jurídica de los mismos con respecto a los españoles. La oferta se sintetizaba en “Tres Garantías”: Religión, Unión e Independencia. Agradecían a España por su tutela de tres siglos y se declaraba la independencia por haber alcanzado la mayoría de edad. Se crearía un imperio mexicano independiente, no absolutista, acotado por los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.

El trono sería ofrecido en primer término a Fernando VII o algún miembro de la familia de los Borbones o de otra familia europea católica. El plan se discutió entre los principales jefes y oficiales del ejército, clérigos y abogados de confianza. Para hacerse de dinero, confiscó un cargamento de plata valuado en medio millón de pesos y con ello, el 24 de febrero de 1820, reunió en Iguala a sus 2,500 hombres y les dio a conocer el documento, que todos aprobaron con aclamaciones. El ejército se llamó “Trigarante” y un sastre de la localidad, confeccionó una bandera con tres colores: blanco, verde y rojo. Luego Iturbide convenció a Guerrero para aceptar las garantías, le confirió el grado de coronel y le ordenó que tomara a Acapulco. Pronto el movimiento alcanzó simpatías en Guanajuato, Michoacán y la capital novohispana. Muchos religiosos y monjas apoyaron al movimiento, diciendo que las tres garantías eran una especie de guerra santa contra el liberalismo imperante proveniente de las trece colonias de los Estados Unidos y de Francia. Para el verano de 1821, todo el territorio se hallaba amparado bajo el plan de las tres garantías. Hasta unas religiosas cocinaron una comida alusiva a las tres garantías: los chiles en nogada.  


Como los gachupines pensaban que el virrey era incapaz de detener a Iturbide, convencieron a los militares que guarnecían la capital de que lo depusieran. Mientras en Madrid designaban a Juan de O´donojú como el nuevo virrey. Tenía la orden de ganarse el respeto de la población y de hacerla sentir que la mejor opción era la de seguir bajo el dominio español. Pero al llegar a Veracruz en agosto de 1821, supo que casi todo el país estaba de lado de Iturbide. Tenía dos opciones: regresar a España o aceptar  la voluntad popular. Optó por ésta y a los pocos días se reunió en Córdoba donde pactó con Iturbide el reconocimiento al Plan de Iguala. O´donojú formaría parte de un equipo de transición para elegir a un monarca, cuidar los intereses de los españoles, gestionar la evacuación pacífica y la marcha hasta Veracruz de todas las fuerzas realistas.

El 27 de septiembre de 1821, quedó establecida la Independencia de México. Al día siguiente se publicó el acta de independencia. Convencidos de que el país era el más rico del mundo en recursos naturales, el más virtuoso y el más bello, tenía ganado un lugar en la historia universal. Todos consideraron a Iturbide como un héroe, el país se volcó en muestras de júbilo y regocijo popular. Una vez instalado en la ciudad de México, Iturbide designó a los integrantes de una junta de organismos gubernamentales que necesitaba el país para transitar a la independencia. Entre los 38 elegidos, figuraban lo más granado de la sociedad novohispana. No se invitó a ningún insurgente. Nombraron una regencia encabezada por Iturbide, mientras Fernando VII elegía al emperador. Por lo pronto Iturbide dispuso de un sueldo de 120,000 pesos, el doble de lo que ganaba el virrey, más un bono de un millón de pesos y 20 leguas cuadradas en Texas.

Con esto empezó el descontento: la minería estaba estancada, los puentes, caminos y ciudades en ruinas. La población pauperizada, hambrunas, cosechas insuficientes, la recaudación fiscal muy baja y el tesoro nacional contaba con un déficit de 4 millones de pesos. Pero continuó la vida dispendiosa de las clases privilegiadas, se respetaron los puestos y salarios de la burocracia. El país nació con una deuda de 45 millones de pesos, que dejaron los últimos virreyes. A la baja burocracia se le debían quincenas de sueldos, aumentó los sueldos a sus tropas, decretó ascensos en masa y se beneficiaron sus hombres, mientras que los insurgentes quedaron relegados. Solo Guerrero se benefició. Bravo vivía pobre en Cuernavaca y Guadalupe Victoria permanecía como rebelde en Veracruz.

Se decía que el espíritu público de la nación era la “empleomanía”. Iturbide se reservó la jefatura del Patronato Indiano hasta que se nombrara a un monarca, en cuanto al control y nombramiento de los prelados. La Iglesia lo tomó como una traición. El 5 de enero de 1822, la Capitanía General de Guatemala, la cual incluía toda Centro América se incorporó a México. Con ello México alcanzó los 5 millones de kilómetros cuadrados. Hasta en Cuba pedían que el águila azteca de la independencia llegara a la isla, lo que asustó a muchos agricultores, pues en México ya se había abolido la esclavitud.



El 24 de enero de 1822, apareció el Congreso Constituyente, integrado por criollos, intelectuales y clérigos regulares, todos fáciles de manipular. Se encargaron de organizar y calificar los primeros comicios. Pero en lugar de ratificar el Plan de Iguala y el Tratado de Córdoba, se constituyó en depositario de la soberanía popular. El Congreso se declaró substituto del Rey en lugar de elaborar una constitución de carácter republicano.

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Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico