Antonio Guerrero Aguilar, Cronista de la Ciudad de
Santa Catarina
El Día de Todos los Santos es una celebración
cristiana que tiene lugar el 1 de noviembre. En este día la Iglesia celebra a
manera de fiesta solemne a todos aquellos difuntos que, habiendo superado el
Purgatorio, se han santificado totalmente y gozan de la vida eterna en la
presencia de Dios. Por eso es el día de “Todos
los Santos”. Desde sus orígenes, la Iglesia Católica
celebraba el aniversario de la muerte de un mártir en el lugar del martirio. Regularmente
un grupo de mártires morían el mismo día, lo cual condujo naturalmente a una
celebración común. En la persecución de Diocleciano (302-303), el número de
mártires llegó a ser tan considerable, que no se podía separar un día para
asignarle un día especial para cada uno. Entonces la Iglesia, creyendo que cada
mártir debía ser venerado, señaló un día en común para todos.
Una de las primeras referencias la encontramos en un
sermón de San Efrén “el Sirio” en el año de 373 y en la devoción especial de la
Iglesia de Antioquía. En un principio, solo los mártires y san Juan Bautista
eran honrados por un día especial. Otros santos se fueron asignando
gradualmente, y el santoral se incrementó cuando el proceso regular de canonización
fue establecido en el siglo V. El papa Bonifacio IV, entre el 609 y 610,
consagró el Panteón de Roma a la Santísima Virgen y a todos los mártires,
dándole un aniversario entre los años de 609 y 610. A mediados del siglo IX, el papa Gregorio IV extendió la celebración del Día
de Todos los Santos el 1 de noviembre a toda la Iglesia.
La fiesta dedicada a todos los santos, tuvo una especial
aceptación entre los pueblos de Gran Bretaña, Escocia e Irlanda. Para ellos, el Día de Todos los Santos, y el día
anterior correspondiente al 31 de octubre, pasó a llamarse en inglés All Saints' eve (la víspera del Día de Todos los Santos) o también all Hallows' eve, de donde derivó la palabra
Halloween. Hallow es palabra del inglés antiguo, significa santo o sagrado. Originalmente
la fiesta de Halloween, se refiere más bien a la víspera de todas las almas o
de todos los santos. Hubo un sincretismo religioso entre las decisiones de la Iglesia
católica y las tradiciones de los pueblos del norte de Europa. Pues la fiesta
de todos los santos, en cierta forma fue una práctica tendiente a desaparecer
los ritos ancestrales de los celtas. Como su nombre lo indica es una fiesta que
tiende a consagrar las cosas relacionadas con la noche: sus aspectos mágicos,
la creencia de que en la noche transitan espíritus a los cuales hay que ganar y
por ello se le rinde culto y se les lleva ofrendas.
Esta práctica tiene que ver con los festivales
druidas, representados por sacerdotes y hombres de culto de los pueblos celtas
que tienen su origen en los Alpes austriacos. De ahí se dispersaron hasta
Inglaterra, Irlanda, Francia y el norte de la península ibérica,
preferentemente en Galicia y Asturias y en el norte de Italia. En el festival
druida se hacía reverencia al señor de los Muertos y al príncipe de la
obscuridad, que reunía los espíritus de quienes habían muerto durante el año,
para presentarlos ante sus dioses precisamente el día 31 de octubre. De esa
manera, los druidas invocaban a las fuerzas sobrenaturales para aplacar a los
malos espíritus.
En Gran Bretaña, Escocia e Irlanda, se festejaba el “Samhain” el 31 de octubre, último día
del año en los antiguos calendarios celtas y anglosajones. En esas ocasiones,
se encendían grandes hogueras en lo alto de las colinas para ahuyentar a los
malos espíritus, además tenían la creencia de que las almas de los muertos
visitaban sus antiguas casas, acompañadas de brujas y de espíritus. La
costumbre de usar calabazas con velas tiene que ver con una leyenda irlandesa,
en donde un hombre llamado Jack, fue echado del celo por malvado y del infierno
por hacerle travesuras hasta el mismísimo demonio. De ahí que tuviera que
recorrer eternamente a la tierra, llevando una linterna para alumbrar su
camino. También de los celtas irlandeses procede la petición de dulces a cambio
de no hacer el mal, en donde los niños iban a las casas para pedir alimento. En
la mayoría de las regiones con orígenes celtas, la noche de Halloween
representaba una celebración por las cosechas y el agradecimiento a la clarividencia
de los druidas al comienzo del duro invierno europeo. Muchas de las tradiciones
de Halloween se convirtieron en juegos infantiles que los inmigrantes
irlandeses llevaron en el siglo XIX a los Estados Unidos y, desde allí, se han
extendido en las últimas décadas por el mundo hispánico.
En México, la celebración del Halloween es una
fusión de aquellos ritos druidas, con la clásica tendencia comercial de la
temporada para vender cosas relacionadas a la noche de brujas, tales como
pinturas, máscaras, disfraces y dulces y preferentemente tuvo su apogeo a fines
de la década de 1960 y en la de 1970. Después
se dijo que esa tradición era peligrosa porque desplazaba a la costumbre de
montar altares de muertos, como altares barrocos destinados al culto de la vida
y de la memoria de quienes ya se nos adelantaron en el camino. Y por ello, para
evitar ese proceso de aculturación, todas nuestras escuelas y centros
culturales realizan por ésta fechas los altares de muertos. Por eso: “Halloween
o travesura o te estiramos la nariz”.