Antonio Guerrero Aguilar, Cronista de la Ciudad de Santa
Catarina
En América Latina comienzan a aplicarse los preceptos
doctrinales del Concilio Vaticano II y en Medellín, Colombia, los obispos
latinoamericanos proponen la opción preferencial por los pobres que dan como
consecuencia la teología de la liberación. Los pensadores pugnaban por el
rechazo de la llamada Teoría de la dependencia que veía a América Latina como
incapaz de valerse por sí misma y como una proveedora eficaz de materias primas.
Esto también hizo posible la aparición tanto de la filosofía como de la
pedagogía de la liberación.
El año de 1968 fue cuando el mundo no aguantó más y
explotó para reivindicar el establecimiento de un nuevo concepto de crecimiento
y desarrollo. Ciertamente que entre 1948 y 1968 hubo procesos de estabilidad
económica que dieron a muchas naciones la posibilidad de convertirse en
potencias emergentes. El mundo era el escenario de la llamada Guerra Fría y en
franco rechazo hacia ella, se agitaban a
las conciencias, surgía el movimiento feminista, la lucha por la libertad
sexual, negaban los convencionalismos sexuales y el racismo.
Eran tiempos en donde se procuraba una reivindicación del
individuo frente al estado y se criticaba el autoritarismo que venía
controlando el mundo desde el fin de la primera guerra mundial. ¿Qué querían
los jóvenes de esa época? Una libertad individual en la organización del
trabajo, el rechazo a las clases dominantes, conformada que la gerontocracia
mundial encabezada por Lyndon B. Johnson en los Estados Unidos y Charles De
Gaulle en Francia, (tan solo por citar unos ejemplos) y se diera paso a las
nuevas generaciones. Una década en la que buscaba la libertad en todo, defensa
y respeto por las luchas sindicales y se criticaba el trabajo rutinario y
alienante.
Pero sobre todo se buscaba un mundo más cargado de
sentido y significado social. Los jóvenes de la época tenían simpatía por las
guerras de liberación nacional, que en ese entonces sumaban 32 en diversos países
del llamado tercer mundo. Los jóvenes que habían nacido a fines de los 40 y
principios de los 50, pertenecían a una generación que sostenía que lo personal
es lo político. Como una actitud rebelde, gustaban de escuchar la música de los
The Doors y Jim Morrison y de Jimmy Hendrix
y otros más. A través de conciertos masivos se enseñaban que la vida hay que vivirse
plenamente. Por lo que muchos de ellos fumaban
marihuana y que consumían drogas como el LSD.
Se veía como ejemplo a seguir a la Revolución Cubana, le
lectura imprescindible a Carlos Marx, a los íconos de la Revolución de Octubre
y a Mao Tse Tung en China y a Ho Chin Min en Vietnam. Se pensaba que la mejor
opción para gobernar a los pueblos era el marxismo. Por eso se pensó que muchos
movimientos estudiantiles y guerrilleros eran auspiciados por el oro de la
entonces Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, la laboriosidad China y
los encantos de la revolución cubana. Es cuando surge la llamada teoría de la
Seguridad Nacional que advertía de fuerzas extrañas que querían desestabilizar
a México. Muchas tesis provenían de las ideas de Mc Luhan y su concepto de
aldea global y del libro “Los condenados de la tierra”. Eran aspectos que guiaban a una
apología rebelde. Por ello relacionaban a los jóvenes y a la universidad con la rebeldía.
A inicios del año de 1968, estudiantes del Instituto
Politécnico Nacional y de la Universidad Nacional Autónoma de México se
enfrascaron en un zafarrancho, como consecuencia de un enfrentamiento de futbol
americano. La fuerza pública participó y se llevaron presos a muchos de los estudiantes. El movimiento se salió
gradualmente de control, especialmente cuando el ejército tomó instalaciones de
varias universidades. Es cuando los jóvenes salen a las calles y convierten en
barricadas los espacios públicos como plazas y universidades. A punto de llegar el inicio de las Olimpiadas
de 1968, se procedió a extinguir el movimiento en la Plaza de las Tres Culturas
en Tlatelolco. La parte oficial dice que hubo 28 muertos y 200 heridos y
algunos desaparecidos. Aquí la Universidad de Nuevo León luchaba por la
autonomía universitaria y de igual forma en el Tec de Monterrey se preparaba
para una huelga estudiantil.
Con el correr del tiempo se han hecho comisiones
especiales para deslindar responsabilidades y hasta se abrieron los archivos
respectivos. En éstos todo éste tiempo, después de Tlatelolco; nuestro país
obviamente se ha transformado: dejó el modelo del crecimiento hacia dentro por el
de una economía de mercado. Ciertamente que abrió caminos y que el mundo que
vivimos es más consciente pero más incierto. El 68 es considerado en el
imaginario popular mexicano como un movimiento que buscaba la libertad humana.
Es hora de reflexionar en torno a la verdadera paz, tranquilidad social y la libertad
de todos.
Felicidades Toño. Me tocó vivir el movimiento desde Saltillo, aunque cada 15 días fuí a México, cuando menos a tres reuniónes del CNH, en medicina de la UNAM y en el Poli. Se paralizó el tecnológico de Saltillo, recibimos a dirigentes que vinieron desde México a pedir apoyo y a explicarnos el movimiento. Se hiciereon "pintas", se perifoneó, en la ciudad. Formamos periódicos murales que a las autoridades les chocaban. El 2 de octubre tuve que salir de la ciudad hacia mi pueblo, Rio Bravo, por la feroz persecución de que fuí objeto. Claro que para no caer en manos del ejercito tuve que irme de aventón, primero a Mty. y después a Reynosa. Saludos
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