Antonio Guerrero Aguilar/
Han estado preguntando por las “Doce Verdades”. Aparentemente los misioneros franciscanos las
usaron para enseñar un catecismo sencillo, en el cual un número representaba
una verdad de fe. Ahora, recuerden que la fe es la respuesta que nosotros damos
a la revelación divina y se justifica como una adhesión total, un acto personal
y eclesial como fundamento de la vida cristiana. Pero en cada una de las
jaculatorias, se nota la influencia medieval, con un sentido mágico y tal vez
ingenuo que se les enseñaba a los indios para entender la base de la nueva
religión. Luego le dieron otro significado: además de ser un catecismo, la
oración era idónea para alejar los malos espíritus y las tentaciones. Para
algunos tienen una función catequética y para otros no dejan de ser una serie
de supersticiones.
Las “Doce Verdades”
eran rezadas durante los entierros, en los bautizos, después de concluir el
rosario, cuando preparaban las comidas, para antes de dormir y hasta para
iniciar un viaje. Por cada mención de una verdad, se hace un nudo en una
cuerda. A veces buscaban el cordón franciscano y otros un cabestro con la crin
de un caballo, preferentemente de color negro. Otros con un cordel y hasta con
hilo. Esta es una práctica muy parecida a la tradición de las cabañuelas: cada
día de enero representa la totalidad de los meses del año. Si el día 10 hace
calor, octubre será templado. Luego lo curioso: retroceden los augurios a
partir del día 12 al 24. Pues bien, las “Doce Verdades” iniciaban del uno al
doce y luego el reto, para estar seguro de saberlas y de nuestra fe se rezaban
al revés. Al concluir los doce nudos, el mal queda deshecho por el conjuro.
Hay muchas jaculatorias religiosas y fórmulas mágicas
para defenderse de la presencia de un demonio, de una entidad espiritual
maligna o de una bruja. Para las primeras se hacen exorcismos. Para detener la
acción de las hechiceras, obviamente la más recomendable es la oración conocida
como “Las Doce Verdades del Mundo”,
que se reza de la siguiente manera: “Las
Doce Verdades del Mundo, donde vive Cristo y reina por siempre amén. Cristiano
bueno decidme una”: la casa santa de Jerusalén, las dos tablas de Moisés, las
tres trinidades, los cuatro evangelios, las cinco llagas, los seis brazos del
candelabro, los siete palabras, los ocho gozos, los nueve meses, los diez
mandamientos, las once mil vírgenes y los doce apóstoles”.
Por cada rezo un nudo y luego viene al revés: los doce
apóstoles, las once mil vírgenes, los diez mandamientos, los nueve meses, las
ocho gozos, las siete palabras, los seis candelabros, las cinco llagas, los
cuatro evangelios, las tres divinas personas, las dos tablas de Moisés y la
santa casa de Jerusalén, donde Jesucristo vive y reina por siempre jamás. Pero
se le añade una petición la cual es efectiva para atrapar a la bruja: “De las doce verdades del mundo hermano bueno
quiero que me digas trece, trece rayos del sol conduzcan a las brujas y a las
hechiceras a los infiernos y así sea Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo
por los siglos de los siglos. Amén”. Cuenta la conseja popular que una vez
vencida la bruja, si se le quiere dejar ir, se deben rezar las “Doce Verdades” pero al revés.
Según la tradición, cuando se observe en las alturas el
vuelo de una bruja, (la cual puede darse en forma de guajolote, lechuza o
águila), se debe elevar esta oración con un cordón entre las manos y a cada
verdad que se pronuncie, se va haciendo un nudo. Al llegar a la segunda parte,
hay que repetir las Doce Verdades al revés. Al terminar el rezo, supuestamente la hechicera trataba de escapar al
sentir la fuerza de la oración. Por lo tanto dejará su forma de fuego o de
animal y caerá a tierra completamente paralizada y a merced de quien la atrapó
con este rezo. El cordón habrá ya recibido la fuerza mística que dan las Doce
Verdades y con él se podrá atar a la bruja. La bruja suplicará que se le deje
ir porque si permanece cautiva, al salir el Sol quedará ciega. Pero cuidado de
una equivocación o de un temor. Esta aventura tiene un riesgo: si se equivoca
al recitarlas, la bruja recobrará fuerzas y bajará para tomar venganza de quien
quiso someterla.
El rezo hace referencia a doce conceptos religiosos
fundamentales para aceptar o conocer la religión cristiana: la primera
jaculatoria es la santa Casa de Jerusalén donde supuestamente vivió la sagrada
familia y que ahora está en Loreto, Italia. Por eso termina el rezo: “donde Jesucristo vive y reina por siempre
jamás; me ayuden y me protejan. Amén”. Gracias a los evangelios se sabe que
la sagrada familia vivió en Belén, Egipto y Galilea, pero no en Jerusalén. Tal
vez pueda ser la casa donde habitó la virgen María con el discípulo amado. Las
dos Tablas de Moisés son las que
Yahvé le dio a éste en el monte Sinaí como una forma de sellar una alianza
entre Dios y el pueblo elegido. El número tres hace alusión a las tres divinas
personas: “Dios Padre, Hijo y Espíritu
Santo” y el número cuatro corresponde a santos evangelios reconocidos por
el canon bíblico: el de Mateo, Lucas, Marcos y Juan.
La jaculatoria cinco tiene que ver con las cinco llagas o
heridas que Cristo recibió en la crucifixión. La número seis a los seis brazos
del candelabro que iluminaba el templo que mandó construir el rey Salomón. En
el libro del Éxodo hay una referencia cuando se pide un candelabro con seis
brazos y uno central llamado Menoráh,
cuyas luces representaban el número de los cinco planetas que se pueden ver a
simple vista junto con el Sol y la Luna. En el siglo XIII, el ceremonial de los
obispos para las misas pontificales prescribía el uso de seis candelabros.
Luego siguen las siete palabras; en realidad las últimas frases que Jesús dijo
antes de su crucifixión y que forman una parte esencial de la liturgia de la
Semana Santa. El número ocho trata de los gozos como de los dolores; una
tradición muy antigua acerca de la vida de San José que se festejan durante ocho
domingos previos a su día del 19 de marzo.
Luego los nueve meses de gestación en el vientre materno;
las 36 semanas en las cuales se forma un bebé. Después los diez mandamientos
contenidos en las dos tablas de Moisés. Son los mandamientos de la vida
cristiana, el decálogo que Yahvé dio a Moisés para que los enseñara al pueblo
como algo necesario para formar una alianza. La penúltima nos habla de las once
mil vírgenes. En realidad se trata de la leyenda o vida de santa Úrsula en el
siglo V, quien para casarse con un príncipe pagano, puso como condición visitar
Roma para recorrer los lugares sagrados, acompañada por once doncellas. Ya de regreso a su lugar de origen, fueron martirizadas por los hunos. Como en Colonia hay muchas reliquias
de santos y mártires, ahí surgió la leyenda de las famosas once mil vírgenes. Y
la última trata de los apóstoles, los primeros doce elegidos para apoyar el
mensaje cristiano de salvación y arrepentimiento. Después de la resurrección y
ascensión de Jesús, quien envió a sus discípulos para convertirse en sus testigos.
Las Doce verdades eran enseñadas en forma oral
preferentemente a quienes trabajaban por la noche y recorrían los caminos
repletos de peligros. Ya casi no se le conoce y tal vez por ello despierte
interés y curiosidad, pensando que su conjuro puede darnos un resultado mágico
e inesperado.
Excelente artìculo mi estimado
ResponderBorrarHabía escuchado sobre Las doce verdades del mundo. Pero hasta ahora conozco la oración. Saludos.
ResponderBorrarHabía escuchado sobre Las doce verdades del mundo. Pero hasta ahora conozco la oración. Saludos.
ResponderBorrarMuchisimas Gracias! Segùn cuenta mi madre, mi abuela rezaba esta oraciòn cuando habia tormentas.
ResponderBorrarMuchisimas Gracias! Segùn cuenta mi madre, mi abuela rezaba esta oraciòn cuando habia tormentas.
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