Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de la Ciudad de Santa
Catarina
Se supone que 1519 era el año en que se cumpliría la
profecía esperada. El imperio mexica aguardaba con temor y expectación la
venida de la deidad buena, la que reúne en sus atributos la dualidad tierra y
aire que les enseñó a labrar la tierra y a obtener sus frutos. Pero en lugar de
llegar Quetzalcóatl, arribó un contingente de españoles comandados por Hernán
Cortés. Entonces los mexicas, otrora amos y señores del valle de México, se
vieron derrotados y sometidos. No obstante, en muchos de ellos la esperanza del
cumplimiento de la profecía seguía más viva que nunca. Según las creencias de
los tenochcas, la serpiente emplumada llegaría para dar la libertad a los
cautivos. Pero en su lugar, en 1531 ocurrió un milagro que suplió la esperanza
de la llegada del dios bueno, barbado y rubio.
Por eso en las principales ciudades se encuentra su
emblema: la serpiente emplumada. Según la leyenda, Quetzalcóatl nació cuando no
había luz, ni movimiento ni vida en el mundo. Fue él quien instauró un orden en
el cosmos, separó el cielo de la tierra. En la tradición maya se le considera
el primer Padre, el ordenador del cosmos y el dios del maíz, la deidad que creó
el alimento para los humanos y produjo la vida civilizada. Para los del Valle
de Anáhuac, Quetzalcóatl emergió del inframundo, portando las mazorcas vitales,
con la cuales amasó y moldeó a las mujeres. También se le va a representar como
el Ehécatl, dios del viento, la potencia que barre los cuatro puntos del cosmos
para que llueva en la Tierra. Es el soplo vital que le dio movimiento al
cosmos.
Además del Quetzalcóatl como divinidad, también existe el
sacerdote y el emperador que gobernó Tula, a cuyos pobladores enseñó la
agricultura, el calendario, la escritura, la astronomía, la medicina, las artes
y oficios. Tanto la escritura como el calendario, eran los dos saberes supremos
que ordenaban los conocimientos fundamentales de Meso América. Gracias a los
aportes de la Serpiente Emplumada, hicieron de Tula, la mejor ciudad organizada
de Mesoamérica. Pero esto le provocó la envidia de Tezcatlipoca quien después
de un combate hizo que Quetzalcóatl huyera hacia el Golfo de México (según las
crónicas, el Mar de las Turquesas) en donde la leyenda cuenta que su cuerpo se
quemó y se convirtió en Estrella Matutina o Señor del Alba. Para muchos su
expulsión de Tula fue provocada al
cometer un adulterio y dar mal ejemplo a sus gobernados, quienes por cierto le
tendieron una trampa. Por lo que maldijo a sus enemigos, profetizando la venida
de los hombres blancos en el año de 1519. Es cuando Moctezuma confundió a
Hernán Cortés con Quetzalcóatl.
Los primeros misioneros religiosos al conocer sus cualidades
divinas, lo hicieron mensajero de Cristo y lo van a colmar de virtudes
cristianas. Inclusive hay quienes lo van a confundir con el apóstol Santo
Tomás. Clavijero, Sigüenza, Lorenzo Boturini y fray Servando de Mier y Noriega,
afirmaron que la imagen de la Tonatztin (de Guadalupe) era en realidad el
estandarte de su capa. Todavía en el siglo XIX los grupos de indígenas pensaban
que algún día Quetzalcóatl regresaría para liberar a su pueblo. Situación que
bien aprovechó el entonces presidente de México (1976-1982), el Lic. José López
Portillo quien se sentía como la reencarnación de Quetzalcóatl. Como
Quetzalcóatl no llegó, muchos pensaron que en el “milagro del Tepeyac” se cumplieron las promesas de los antiguos
dioses.
Se trata de la virgen María de Guadalupe que dejó en el
ayate, la unión de lo masculino (el Sol) con lo femenino (la Luna y las
estrellas). Para los mexicas, las deidades tenían la cualidad de ser duales; eran
siempre masculinas y femeninas; era a la vez Tonatiuh y Tonatzin. En la pintura
la virgen morena aparece encima del Sol, cuyos rayos la rodean por doquier.
Debajo se encuentra la Luna y sobre el manto, las estrellas que conforman un
mapa astral correspondiente a la época de las apariciones. La túnica es de
color rojo pálido, correspondiente a Huitzilopochtli, el dios supremo y de la
vida para los mexicas, color también del oriente, donde ella nace cada día
victoriosamente cada mañana, después de atravesar los mortales riesgos de la
noche. También es el color de la sangre que alimentaba al Sol para que diera
vida a todos los seres. Mientras que las flores corresponden a las rosas del
Tepeyac.
El manto es azul y verde, los colores de la divinidad del
cielo y de la tierra fértil. Solo el emperador y las principales deidades
podían usar juntos ambos colores. Está embarazada pues tiene dos cintas negras
caídas que rodean su cintura. Junto a ellas aparece una cruz indígena llamada “quincunce” que significa el encuentro
del camino de los dioses y de los hombres. Es una especie de cuatro pétalos
(camino de los hombres) en torno a un círculo central (camino de los dioses). Este
símbolo aparece en el vientre de María que indica que lo que va a nacer, es el
encuentro de los dioses y de los hombres. En la garganta está la llamada Cruz de
Quetzalcóatl y la referencia a la Leyenda de los Cinco Soles.
Para los pueblos mesoamericanos, la explicación sobre el
origen y creación del universo se da en el relato de los Cinco Soles. Cuentan
que el Primer Sol fue creado por Tezcatlipoca y habitado por gigantes que
fueron devorados por jaguares. Quetzalcóatl hizo aparecer el Segundo Sol que
fue ocupado por hombres, pero violentos huracanes lo destruyeron, los hombres
que se salvaron se convirtieron en monos. El Tercer Sol fue formado por Tláloc
y deshecho por una lluvia de fuego. Algunos hombres se transformaron en aves y
pudieron salvarse. Chalchiuhtlicue creó la nueva humanidad correspondiente al
Cuarto Sol, pero ésta época fue destruida por grandes inundaciones. Los hombres
que se salvaron se convirtieron en peces. Hasta aquí la importancia a los
cuatro elementos: aire, tierra, agua y fuego. El Quinto Sol era en que vivía el
pueblo mexica. Estaba presidido por el dios del sol Tonatiuh y se supone que
sería destruido por terremotos. Para muchos el Quinto Sol terminó con los
terremotos de septiembre de 1985 en la ciudad de México.
La imagen de la guadalupana tiene unas alas en la parte
inferior, que significan el origen divino de quien se aparece. Según la Piedra
del Sol, cada periodo era introducido por un ser celeste. En la tilma, María de
Guadalupe significa la nueva era de la salvación a través de Jesús y del
Espíritu que le hace nacer del seno de la virgen Madre de Dios.
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