domingo, 13 de diciembre de 2015

Origen y sentido de las piñatas

Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de la Ciudad de Santa Catarina

La palabra piñata es de origen italiano. Literalmente significa reunir, juntar o atar. Fue llevada de China a Italia por el viajero y mercader de origen veneciano Marco Polo en el año de 1295. En tiempos ancestrales los chinos hicieron piñatas con la figura de vacas o buey, cubierta con papeles multicolores a las que colgaban herramientas para el trabajo agrícola. Con ésta figura realizaban una ceremonia al inicio de la primavera que coincidía precisamente con el inicio del año chino. Los colores de la figura representaban las condiciones en que se desarrollaría el clima del año. Además ponían cinco tipos de semilla que al golpear la piñata se derramaban entre los asistentes. Luego las figuras eran quemadas y guardaban sus cenizas pues creían que daban buena suerte.


Cuando la costumbre llegó a Occidente se usó para las festividades de Cuaresma, haciendo una ceremonia en el primer día de la semana al que llamaron “Domingo de Piñata”. Entonces se utilizaron ollas de barro que rellenaban de frutas y dulces. Luego las ponían en un lugar alto para que los asistentes la golpearan. De Italia la costumbre pasó a España, en donde hacían el “Baile de la Piñata”. Ahí la colocaban en un lugar alto de algún patio y se comenzó a decorar la olla con papeles multicolores, listones y oropeles.

Fueron los misioneros agustinos quienes la trajeron a México. Ellos le dieron un fin evangelizador: en la piñata están representadas las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. La banda que cubre los ojos es la fe, pues solo ella nos mueve en la oscuridad y nos aparta de las voces que nos quieren desorientar. Por ello los asistentes le gritan a quien intenta romperla para que caiga en un error y destantearlo. La esperanza se hace evidente cuando los ahí congregados en el juego ven al cielo implorando los dones divinos. Al romper la piñata caen los frutos que deben compartirse. Ahí está la caridad.

Los agustinos decoraban a la piñata con objetos de colores, papel vistoso y oropeles. Esto representa a las tentaciones del mundo que nos llaman y atraen. Mientras que el palo representa la virtud y la fuerza con la que intentamos - por medio de la fe-  vencer a las tentaciones del mal. Le ponían siete picos que representan a los siete pecados capitales (la ira, gula, avaricia, envidia, pereza, lujuria y soberbia) que debemos evitar y vencer con las virtudes. En el juego de la piñata hay una catequesis propia del periodo de adviento: debemos vencer y evitar a los siete pecados capitales; una persona debe ir con los ojos vendados (la fe) para romper la piñata con un palo (la virtud). El juego nos cuesta trabajo y hasta burlas, porque nuestra naturaleza humana es muy débil para la lucha y las adversidades; pero si logras destruirla, la recompensa vendrá del cielo representada por los dulces, la fruta y los cacahuates.


Luego la piñata se usó para toda reunión o regocijo público. Cuando se celebró la jura de Felipe II como Rey de España en 1557, se hicieron diversos festejos en la Nueva España. Ahí comenzaron a regalar monedas. Cuando se repartían la gente cantaba: “No quiero oro ni quiero plata, yo lo que quiero es romper la piñata” en alusión a la preferencia del juego y la diversión. De ahí también se comenzó a cantar “dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino”.


Hoy en día se hacen piñatas de distintas formas: pueden ser del héroe, cantante o villano de moda. No pueden faltar en las fiestas de cumpleaños y hasta de despedida de soltero o soltera. Hasta el sábado de Gloria se les representa con los enemigos del pueblo para quemarlas como al traidor de Judas. A decir verdad, debemos evitar que se pierda su sentido original. Y más en éste tiempo de adviento que es el tiempo de espera de la venida del Salvador que se hace humano como nosotros. Es un tiempo de meditación y de espera y no de preocupaciones por las cosas que haremos, comeremos, compraremos y regalaremos. La Navidad comienza el 24 de diciembre y concluye con la Epifanía del Señor el 6 de enero. Pero desde algunas  semanas, los medios de comunicación promueven cosas relacionadas con las fiestas y posadas que distan mucho de lo que realmente deben ser: esperar a que llegue el Hijo de Dios a nuestros corazones.

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Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico