Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de la Ciudad de Santa Catarina
La palabra piñata es de origen italiano. Literalmente
significa reunir, juntar o atar. Fue llevada de China a Italia por el viajero y
mercader de origen veneciano Marco Polo en el año de 1295. En tiempos
ancestrales los chinos hicieron piñatas con la figura de vacas o buey, cubierta
con papeles multicolores a las que colgaban herramientas para el trabajo
agrícola. Con ésta figura realizaban una ceremonia al inicio de la primavera
que coincidía precisamente con el inicio del año chino. Los colores de la
figura representaban las condiciones en que se desarrollaría el clima del año.
Además ponían cinco tipos de semilla que al golpear la piñata se derramaban
entre los asistentes. Luego las figuras eran quemadas y guardaban sus cenizas
pues creían que daban buena suerte.
Cuando la costumbre llegó a Occidente se usó para las
festividades de Cuaresma, haciendo una ceremonia en el primer día de la semana al
que llamaron “Domingo de Piñata”. Entonces se utilizaron ollas de barro que
rellenaban de frutas y dulces. Luego las ponían
en un lugar alto para que los asistentes la golpearan. De Italia la costumbre
pasó a España,
en donde hacían el “Baile de la Piñata”. Ahí la colocaban en un lugar
alto de algún patio y se comenzó a decorar la olla con papeles multicolores,
listones y oropeles.
Fueron los misioneros agustinos quienes la trajeron a México.
Ellos le dieron un fin evangelizador: en la piñata están representadas las tres
virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. La banda que cubre los ojos es la
fe, pues solo ella nos mueve en la oscuridad y nos aparta de las voces que nos
quieren desorientar. Por ello los asistentes le gritan a quien intenta romperla
para que caiga en un error y destantearlo. La esperanza se hace evidente cuando
los ahí congregados en el juego ven al cielo implorando los dones divinos. Al romper
la piñata caen los frutos que deben compartirse. Ahí está la caridad.
Los agustinos decoraban a la piñata con objetos de
colores, papel vistoso y oropeles. Esto representa a las tentaciones del mundo
que nos llaman y atraen. Mientras que el palo representa la virtud y la fuerza
con la que intentamos - por medio de la fe-
vencer a las tentaciones del mal. Le ponían siete picos que representan
a los siete pecados capitales (la ira, gula, avaricia, envidia, pereza, lujuria
y soberbia) que debemos evitar y vencer con las virtudes. En el juego de la
piñata hay una catequesis propia del periodo de adviento: debemos vencer y
evitar a los siete pecados capitales; una persona debe ir con los ojos vendados
(la fe) para romper la piñata con un palo (la virtud). El juego nos cuesta trabajo
y hasta burlas, porque nuestra naturaleza humana es muy débil para la lucha y
las adversidades; pero si logras destruirla, la recompensa vendrá del cielo
representada por los dulces, la fruta y los cacahuates.
Luego la piñata se usó para toda reunión o regocijo
público. Cuando se celebró la jura de Felipe II como Rey de España en 1557, se
hicieron diversos festejos en la Nueva España. Ahí comenzaron a regalar
monedas. Cuando se repartían la gente cantaba: “No quiero oro ni quiero plata, yo lo que
quiero es romper la piñata” en alusión a
la preferencia del juego y la diversión. De ahí también se comenzó a cantar “dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque
si lo pierdes, pierdes el camino”.
Hoy en día se hacen piñatas de distintas formas: pueden
ser del héroe, cantante o villano de moda. No pueden faltar en las fiestas de
cumpleaños y hasta de despedida de soltero o soltera. Hasta el sábado de Gloria
se les representa con los enemigos del pueblo para quemarlas como al traidor de
Judas. A decir verdad, debemos evitar que se pierda su sentido original. Y más
en éste tiempo de adviento que es el tiempo de espera de la venida del Salvador
que se hace humano como nosotros. Es un tiempo de meditación y de espera y no
de preocupaciones por las cosas que haremos, comeremos, compraremos y
regalaremos. La Navidad comienza el 24 de diciembre y concluye con la Epifanía
del Señor el 6 de enero. Pero desde algunas
semanas, los medios de comunicación promueven cosas relacionadas con las
fiestas y posadas que distan mucho de lo que realmente deben ser: esperar a que
llegue el Hijo de Dios a nuestros corazones.
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