Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de Santa Catarina
Recientemente un comité de cierta función pública del
congreso del Estado de Nuevo León, organizó una serie de reuniones con los cronistas e
historiadores de la entidad. Primero invitaron a unos cuantos y luego lo
abrieron al resto. Pero nos pusieron un requisito: debíamos entregar
nombramiento de nuestro alcalde o cabildo más reciente. Por ahí anda otro cronista de Santa Catarina con nombramiento oficial. Quiero suponer que le otorgaron su responsabilidad entre el 2013 o 2014. Es el oficial porque le pagan. Aunque tengo nombramientos otorgados por los respectivos
cabildos en 1987. 1990, 2007 y 2009, no tiene sentido de que asista, pues para mis representantes y sus colaboradores no soy cronista aunque trabaje más que otros que si les pagan.
Poco antes de ser reajustado como empleado municipal de Santa Catarina en septiembre de 2011, continuamente unos funcionarios de primer nivel que me decían en tono amenazante: “¿Vale le pena pagarle a un cronista?" Ningún otro municipio le paga a su cronista en el estado. Solo el de Santa Catarina recibe un apoyo. Pero ni nuestras autoridades saben lo que hace un cronista. Por ejemplo, los demás empleados del ayuntamiento se quedaban asombrados porque solo acudía dos o tres veces a las oficinas municipales. A veces no iba porque salían tantas cosas relacionadas con el trabajo honorable de ser el cronista de mi municipio. No tenía espacio asignado, tenía muchas responsabilidades como de siete dependencias municipales (que ellos no comprendían o consideraban lo fuera) y me catalogaban como aviador. Un día le dije a un político que tenía siete libros publicados en tan solo cuatro años y el muy ingrato la soltó al vuelo: “como no vas a trabajar, por eso tienes tiempo para escribirlos”.
Poco antes de ser reajustado como empleado municipal de Santa Catarina en septiembre de 2011, continuamente unos funcionarios de primer nivel que me decían en tono amenazante: “¿Vale le pena pagarle a un cronista?" Ningún otro municipio le paga a su cronista en el estado. Solo el de Santa Catarina recibe un apoyo. Pero ni nuestras autoridades saben lo que hace un cronista. Por ejemplo, los demás empleados del ayuntamiento se quedaban asombrados porque solo acudía dos o tres veces a las oficinas municipales. A veces no iba porque salían tantas cosas relacionadas con el trabajo honorable de ser el cronista de mi municipio. No tenía espacio asignado, tenía muchas responsabilidades como de siete dependencias municipales (que ellos no comprendían o consideraban lo fuera) y me catalogaban como aviador. Un día le dije a un político que tenía siete libros publicados en tan solo cuatro años y el muy ingrato la soltó al vuelo: “como no vas a trabajar, por eso tienes tiempo para escribirlos”.
Hace tiempo leí un artículo llamado ¿Para qué sirve un
historiador? escrito por Justo Serna y publicado el 3 de mayo de 2012 en el
prestigioso diario español llamado El País. A partir del mismo se me ocurrió hacer una comparación entre la función que realiza el historiador con la
labor que realiza el cronista. Recuerdo cuando un ilustre médico con doctorado en historia, dijo en tono de burla: “en Nuevo León levantas una piedra y
encuentras un cronista”. En efecto, tenemos cronistas en abundancia:
municipales, oficiales, adjuntos, honorarios, consejos de la crónica, urbanos,
rurales, literarios, deportivos, de notas sociales y espectáculos entre otros
más. Ciertamente la crónica es un género literario y para realizarla se
recurren a diversas formas para expresarla de acuerdo al contenido que se
quiere manifestar o dar o conocer.
Se hace crónica para informar, recrear, promover la
memoria y la identidad, convocar a la nostalgia y al recuerdo, para levantar un
inventario del mundo en el cual nos movemos y existimos. Para dar cuenta de lo
que fue y ya no es o está. Algunos hacen crónica exponiendo hechos y
acontecimientos en línea cronológica. Otros la insertan en un contexto
geográfico y espacial. Los cronistas urbanos describen con precisión y amplían
el contexto que influye en los hechos. Narran y recrean. Se valen de recursos literarios y de
palabras para favorecer y ampliar la crónica.
¿Para qué sirve un cronista?, Algo que regularmente nos
preguntamos y nos interrogan los funcionarios públicos, los intelectuales y
académicos, además de la gente de nuestros pueblos incluso los familiares que no
aciertan a comprender a lo que nos dedicamos. Ser cronista no es una chamba
cualquiera, más bien es una vocación. Por eso le respondo a quien me criticó en su tiempo: ¿realmente se justifica pagarle a un cronista? Por supuesto,
es obligación de un municipio promover la memoria y la identidad cultural del
pueblo al que se sirve. Esa labor le corresponde al alcalde pero por tanto trabajo la comparte con un cronista.
Para los del gremio, el cronista es como el historiador, pero sin un grado académico que lo respalde. Sin lugar a dudas, es el que sabe, el que ve, el que investiga. Un historiador es alguien que
observa y por ello está preparado para relacionar hechos humanos y en
consecuencia procura documentarse para tal fin. Busca testimonios para obtener
versiones de esos acontecimientos. El historiador recopila datos y relatos para
poner en orden las informaciones y para contar las cosas con la mayor
imparcialidad posible, con la mayor erudición posible. Ciertamente con el
máximo de rigor para evitar caer en falsedades e impresiones. Ahora, la
diferencia entre el historiador y el cronista, es que el primero estudia el
pasado remoto y lo construye con fuentes a partir de los requerimientos del
presente. Un cronista en cambio, estudia el pasado inmediato para provocar un
cambio o transformación de todo lo que los demás ven o viven.
Tanto el cronista como el historiador tienen una visión
fundamentada del pasado y nos ayudan a entender mejor lo que pasa. Un relato
documentado de lo pretérito alivia y complica. Alivia porque nos hace ver que
muchos de los problemas son equivalentes o parecidos a quienes nos
antecedieron. Es cuando vemos como los antepasados tuvieron que soportar
ultrajes mayores, estrecheces inconcebibles, persecuciones sin cuento y sin
embargo y a pesar de ello salieron adelante. Pero complica pues puede poner en riesgo su nombramiento. No podemos quedarnos callados cuando veamos alguna injusticia o anomalía, que dañe la historia de nuestros pueblos.
El cronista mantiene nexos y cercanía con el pasado.
Construye un puente entre el presente y la tradición. Tiene documentos e
informes que le permiten conocer todo lo que conforma nuestra realidad, pues te
hace ver los problemas en contexto y el proceso que siguen o pueden proseguir.
Cuando uno mantiene los nexos en las raíces y en nuestro pasado, de lo que
ocurre y todo lo demás que se nos presenta como una realidad humana conformada
por distintos aspectos. Todo está relacionado y tiene un sentido o significado
por entender y explicar. Te das cuenta que hay una parte previsible en el
comportamiento individual y colectivo y que hay un lado azaroso, impredecible
en los actos humanos. Es como si viéramos una película con un desenlace similar
y por ello advertimos de los riesgos en los que se puede caer. Hacemos cosas con
un fin, con una meta para que los demás se involucren en la vida de nuestros
pueblos, pero sobre todo aprendan a apreciarlo, amarlo y a devolverle la
grandeza perdida que otros le han quitado.
¿Pueden los cronistas anticipar lo que nos va a ocurrir? No, un cronista no es un profeta que tiene una bola de cristal y sabe lo que
vendrá. Pero si saben tanto del pasado, algo se puede predecir o prevenir.
Aquellos que han acumulado datos e informes de los hechos pretéritos aventuran
un discurrir posible, pero también sospechan el fracaso de sus predicciones. Lo
que los humanos hagan dependerá de lo que quieran hacer y sobre todo de la
composición y de los efectos imprevisibles que tengan sus actos ya vividos. Y
la profecía se cumple en cuanto que el cronista puede anunciar y denunciar.
Anunciar la grandeza de un pueblo y denunciar todo lo malo que le hacen o
provocan. Dicen que nadie es profeta en su tierra. Todo lo contrario,
el cronista es un profeta pues se atreve a denunciar los errores de los
funcionarios y malos ciudadanos que no les importa el contexto o la realidad en
la que viven, solo satisfacer sus necesidades y carencias con recursos de los
demás.
El cronista como el historiador justifican su prestigio
en los años de investigación y lectura. Sabe y le gusta husmear las novedades
como de lo ya sucedido y presiente por dónde vendrán las derroteros a seguir. Es
polémico porque no es un estudioso recluido en su cubículo; no es un
académico que vive de la docencia y la investigación formal, que guarde silencio. Siempre que puede y le dejan denuncia las cosas
tal cual son y eso que dice suele provocar malestares o animadversiones. ¿Intelectual orgánico? Posiblemente pues hace
pensar y mueve conciencias. Un cronista se mete en todos los rincones de la
casa y hace pronósticos a partir de cosas, de la acción humana, tan caprichosa,
tan imprevisible. Por eso se basa más en disciplinas como la antropología y la
sociología como los estudios culturales y artísticos. Un cronista sirve a la
sociedad y su función es tan necesaria como la de cualquier funcionario o
profesionista al que se le paga o retribuye por su labor. Aunque ellos no
entiendan que la labor municipal como estatal se justifican y tienen su origen
a partir de la memoria, la identidad y la cultura de nuestros pueblos.
Cosas de la vida, esos funcionarios ya se fueron y yo sigo ejerciendo el honroso cargo de Cronista de Santa Catarina, aunque no me paguen ni me lo reconozcan las autoridades de los tres niveles. Eso en realidad no importa. El reconocimiento lo da el trabajo que hacemos. Estoy seguro.
Cosas de la vida, esos funcionarios ya se fueron y yo sigo ejerciendo el honroso cargo de Cronista de Santa Catarina, aunque no me paguen ni me lo reconozcan las autoridades de los tres niveles. Eso en realidad no importa. El reconocimiento lo da el trabajo que hacemos. Estoy seguro.
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