domingo, 29 de mayo de 2016

La hacienda de San Antonio del Muerto

Antonio Guerrero Aguilar, Cronista de la Ciudad de Santa Catarina

A mediados del siglo XIX surgió la hacienda de San Antonio. Su primer dueño Antonio de la Garza Elizondo la dedicó en honor a San Antonio de Padua. Está situada en el antiguo camino donde se unen los valles de las Salinas con la Pesquería Grande, Icamole y el viejo camino real a Monclova. Ahí donde el río Salinas entra a Nuevo León, se forma un valle rodeado de una montaña que parece la popa de un barco, la serranía de El Fraile y la sierra de Gomas.  La hacienda también es conocida como del Muerto, debido a una serranía que parece un cadáver tendido. La finca floreció y alcanzó notoriedad, aprovechando las aguas del río que pasa por su demarcación. Durante el siglo XIX y principios del siglo XX, todo el paraje fue invadido por los indios bárbaros y fue testigo de tres o cuatro enfrentamientos militares.


En 1856 don Antonio de la Garza debió venderla a Juan José Villarreal Elizondo, quien ordenó la construcción de su capilla, las casas para los sirvientes, las galeras, un acueducto y otras construcciones propias para la defensa. El propietario murió en 1878. Apenas dos años antes ocurrió la primera batalla de Icamole, entre los seguidores del Plan de Tuxtepec y las fuerzas leales a Lerdo de Tejada, que dejaron secuelas en San Antonio del Muerto. Tras la muerte de Juan José, la hacienda pasó al único descendiente y heredero don Melitón Villarreal. Fue cuando la hacienda alcanzó importancia y fue reconocida en el ámbito regional.

Don Melitón Villarreal nació en la hacienda El Chipinque, actual El Carmen en 1837. Hijo de Juan José Villarreal y Ana María Gutiérrez. Falleció a principios de marzo de 1904. Sin descendencia todo su patrimonio fue dividido. Por decisión testamentaria,  una parte de su herencia fue destinada para establecer un orfanatorio en 1907 en Monterrey. Los albaceas Lázaro Garza Ayala, Francisco Belden y Valentín Rivero vendieron la hacienda de San Antonio a Jesús González Treviño. Vinieron tiempos difíciles. Durante la década de 1910 la hacienda ya no representaba una fuente de ingresos y la crisis política le afectaron profundamente. Su último propietario vendió antes de que fuera convertida en propiedad ejidal en 1937, iniciando una progresiva etapa de abandono.

Para los viajeros que recorrían de Icamole a Mina, se les hacía raro encontrar el viejo casco de una hacienda. Con su plazoleta y en medio de la misma una noria, en frente la capilla y la casa grande; con un silo y bodegas en donde guardaban las semillas y cosechas. Muchos acudían a ella para tratar de rescatar el templo y la fiesta a San Antonio cada 13 de junio. Otros para buscar tesoros, realizar conciertos de rock alternativo, como lugar para grabar videos musicales y documentales, aprovechando la poca o nula vigilancia existente.


Desde 1988 el casco de la hacienda forma parte del patrimonio cultural del municipio de Mina. Sin embargo,  hasta 2004 se iniciaron los trabajos para devolverle su antigua arquitectura y hacerla un lugar turístico. Lamentablemente los buscadores de tesoros y hasta de personas mal intencionadas que llegaron a profanar el templo, aunado al deterioro natural del inmueble, provocaron la destrucción de la hacienda de San Antonio. El 13 de junio de 2010, la señora Tina Lozano de Villarreal rescató el casco de la hacienda, recuperando el esplendor de la capilla. Ya no pudo continuar con su proyecto debido a problemas burocráticos y relacionados con la inseguridad imperante en la región. Son pocos los cascos de haciendas en Nuevo León y San Antonio del Muerto debe resurgir como punto emblemático en el desierto norestense.

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Santa Catarina, Nuevo León, Mexico