Antonio Guerrero Aguilar/ Cronista de Santa Catarina
Cuando arribaron los pobladores de procedencia ibérica a la región
noreste, debieron tratar y someter a los caciques o caudillos indígenas, que comandaban o regían las diversas
rancherías o naciones de las llamadas tribus chichimecas. Los cronistas de la
época se refieren a ellos como capitanes, jefes, caciques o caudillos, cuyos
nombres se aplican en la actualidad a sitios emblemáticos como lo son Nacataz e
Icamole en García, Mamulique en Salinas Victoria, Lazarillo y Colmillo en Allende,
el Huajuco en Santiago y Zapalinamé en Saltillo.
Tenemos pocas referencias acerca de la vida de los guerreros imbatibles.
Tal vez el más conocido de todos es Huajuco, un cacique huachichil
perteneciente a la nación Cayo Cuapa. Que por cierto dio su nombre a una
extensión territorial situada al sur de Monterrey, la cual atraviesa una porción
de los municipios de Santiago y de Allende, delimitada por la Sierra Madre y el
Cerro de la Silla. Un 31 de mayo de 1624, Huajuco en compañía de un hermano
suyo llamado Colmillo y de una partida de rebeldes, llegaron hasta la hacienda
de Santa Catalina. Capturaron al mayordomo Diego Pérez, a quien desnudaron a
cambio de su libertad. Este logró escapar pero al pasar por un montecillo fue
flechado por los indios. En el incendio destruyeron la casa grande y otras
construcciones, se perdieron toda la producción de maíz, el ganado, las
herramientas y los títulos de propiedad.
A Huajuco se le describe como alto, feroz, mandaba con imperio y hablaba
diversas lenguas. Mantuvo en estado de sitio a Monterrey y a sus alrededores
con sorpresivos y continuos ataques. Convertido al cristianismo, se dedicó a
robar jóvenes indios para venderlos en colleras. En 1625 salió con rumbo hacia
el río del Potosí. En el camino los mismos indios lo sorprendieron dejándolo
gravemente herido.
Colmillo fue bautizado con el nombre de Cristóbal y cuando fue
gravemente herido, huyó hasta un paraje situado río arriba del Ramos en Allende
en donde murió. Por las noches en los alrededores, se pueden escuchar lo mismo
el canto y los gemidos del cacique. Por ese tiempo en jurisdicción de Pesquería
Grande, andaba otro cacique del grupo de los tepehuanes a quien mataron de una
lanzada. En 1624 el jefe Nacastlahua fue muerto a palos en Cadereyta, porque se
sentaba a la mesa antes que sus patrones. Como venganza, los indios se
rebelaron y quemaron el jacal en donde vivía Alonso Pérez. Ahí mataron a uno de
nombre Pereyra a quien se comieron en barbacoa.
Un cacique llamado Cabrito se levantó en contra de los colonizadores allá
por el rumbo de la Sierra de Papagayos, perteneciente al actual municipio de
Los Ramones. Para someterlo atraparon a su esposa, confinándola en la casa que Alonso de León tenía en
Cadereyta. La india escapó y dio aviso de cómo estaba la situación de la
ranchería, a donde cayeron los indios el 27 de noviembre de 1651. El sitio fue
roto cuando llegaron unos vecinos de Cadereyta para rescatarlos. Ahí Cabrito
fue mortalmente herido y antes de morir, pidió se robaran los caballos de los
pobladores para vencerlos. Por el mismo rumbo tenemos a Lazarillo, nacido en
1599 y que luego se convirtió en un cacique indio del grupo de los borrados. Para
1639 vivía en Cadereyta.
En 1655 Martín Hualahuis atacó una estancia de Nicolás Vázquez en San
Pablo de Labradores. Fue atrapado y conducido a Monterrey en donde fue
bautizado, siendo su padrino ni más ni menos que el gobernador don Martín de
Zavala. Con su gente se formó la misión de San Cristóbal de los Hualahuises.
Otro indio cantor de la misma ranchería de San Cristóbal perteneciente al
pueblo o nación de los Hualahuises, participó en varias de las empresas de
pacificación y conquista al servicio de los nuevos pobladores; pues al saber
diversas lenguas, prestó valiosos apoyos por conocer las tradiciones y
creencias de los distintos pueblos de la sierra de Tamaulipas.
Según la leyenda, Zapalinamé fue
un valiente guerrero de la tribu de los huachichiles, a quien hirieron después de librar un feroz combate
defendiendo la libertad de su pueblo. Llegó hasta su refugio en lo más alto de la
sierra. Cansado se recostó viendo el azul intenso del cielo que cubre el valle
de Saltillo. Mientras la muerte se acercaba, decidió quedarse como protector
del aquel lugar. Hoy en día la sierra de Zapalinamé es una reserva natural
protegida, que produce el 70 % del agua que se consume en la zona de Saltillo,
Ramos Arizpe y Arteaga.
Estoy seguro que hay más referencias de los antiguos pobladores que
defendieron en éstas tierras, a la llegada de los colonizadores. Falta
buscarlos para entender mejor la vida de aquellos que nos precedieron.
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