domingo, 30 de octubre de 2016

Leyendas y relatos de tesoros y relaciones ocultas (segunda parte)

Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural

El cañón de la Guitarrita es la entrada a un cañón más grande que se conoce como Las Escaleras.  Ese lugar está plagado de misterios y leyendas. Entre 1910 y 1920, varios contingentes de revolucionarios y bandidos pasaron por ese cañón. En 1924, un bandido llamado Ricardo Gómez, se llevó unos lingotes de oro de un tren que estaba en Rinconada, Atravesando por el cañón de Rinconada llegó hacia el cañón de Las Escaleras, para luego pasar a un poblado que se llama Canoas que está en plena Sierra Madre y ahí bajaron por ese cañón otra vez a las Escaleras.

Ese relato se relaciona a su vez con una leyenda que habla de una familia de los alrededores, quienes viajaban en una carreta llevando provisiones para vivir en su rancho; como estaba lloviendo se metieron a una caverna y grande fue la sorpresa de que encontraron ocultas, sobre heno o sobre ramas, unas cargas con lingotes de oro. Dicen que los familiares hicieron un pacto: para que los recursos no pasaran a otra familia, nadie se iba a casar. Que el que se casara, iba a perder parte de la herencia. Una mujer o dos personas de ellos ya estaban casadas, pero el resto de los hermanos permanecieron solteros.


Cuentan que en ese cañón hay más lugares con leyendas de tesoros enterrados. Todavía hay gente que va y los busca. Un vecino de un rancho cercano,  me platicó que una vez una norteamericana  pasó por la sierra buscando datos de su esposo que tiempo atrás había cruzado por ese cañón y que llevaba un cargamento que decían eran barras de oro. Nunca encontraron las recuas o el material que, presuntamente, llevaba. También se dice que muchas de esas riquezas pertenecen al diablo y que por eso, lo mejor es no buscarle.

Una vez fuimos un viernes santo a la hacienda del Muerto en Mina, Nuevo León, con la intención de tomar unas fotos del lugar. Pero se nos hizo raro que había una camioneta repleta de herramientas. Como ellos nos miraban con recelo y nosotros con temor, les hicimos plática. Ahí se dijo que iban a buscar un tesoro y esperaban la señal de la relación. Una relación se refiere a la identificación, la señalización y la localización de un lugar en donde hay un tesoro oculto, mostrada a veces en los "fuegos fatuos". Pero también tiene que ver con peligros: si alguien tiene malos pensamientos el tesoro se convierte en carbón. También pueden ser los restos de un difunto y en consecuencia espantan en el sitio y se pueden contraer maldiciones. La relación se puede dar con una señal como un gas luminoso que sale de la tierra.

Y precisamente esos señores que eran de Hidalgo, Nuevo León, estaban esperando que la relación les indicara en donde estaba el dinero. Uno de ellos sostuvo  que había soñado con una persona que le decía que viniera a buscarlo para desenterrarlo y llevarlo a un panteón cercano. Decían que eran los restos de un revolucionario que murió en el combate de Icamole en 1915. Una vez que lo encontraron se lo llevaron a enterrar y en sueños se le volvió a aparecer y le informó que atrás de la capilla de la hacienda del Muerto, en un arroyo que pasa por el lugar verían la relación. Ya no supe si encontraron o no el dinero.


En la sierra que está arriba de la cabecera municipal de Villa de Santiago hay una cueva que llaman del Indio y en la que dicen hay un tesoro, pero que un indio la cuida. Una vez que encuentran la entrada, se aparece el indio y les dice: “O todo o nada”. Como es tanta la riqueza acumulada y no pueden llevársela, cuando regresan ya no hay cosas.

Decían que cuando se enterraba un tesoro en la tierra o se colocaba sobre una cueva, mataban a alguien para que cuidara el sitio o que también mataban un burro o una mula y con su sangre untaban la entrada de la caverna para sellarla y evitar su profanación. Cuenta la tradición de que si una persona iba a enterrar un tesoro o un costal de pesos de plata limpia, debían dar una arrastrada al lugar con una ristra de ajos o con cabestro de cerda hecho preferentemente con la crin de un caballo negro. De esa manera, quien buscaba el tesoro nunca lo iba a localizar porque se le aparecía una víbora que inmediatamente mordía al ambicioso intruso. Pero si el buscador era muy valiente, agarraba pronto la cabeza de la serpiente y la mataba. Entonces el animal se convertía en la ristra de ajos que se desparramaban por el suelo.

 El derrotero es propiamente el famoso plano del tesoro. Y una familia de Villa de García me facilitó un documento muy interesante que por su rareza voy a trascribir porque nos habla de la existencia de un tesoro:

Saltillo, mayo 24 de 1838

Dedico este derrotero a mi tío Nicolás Sánchez. En el camino de Saltillo a Monterrey, en el punto llamado Carrizalejo, en ese cerro del rancho que está yendo hacia donde el sol se mete, está una cueva donde se encierran grandes cantidades y al pie de la cueva están unos resumideros de agua y como digo está la puerta viendo hacia el sol se mete.

Como señas particulares son en la puerta está una cruz de fierro embutido en piedra que sirve de puerta. Esta es la seña principal y está además numerada con números negros. Está la puerta tan bien embutida en el cerro que parece hecha por Dios. En los brazos o en los pies, está la cueva en un reliz. Se recomienda que paguen una manda que tengo y es acabar la torre de la iglesia de Saltillo y el demás dinero tómelo Usted que al cabo ay para que se haga millonaria su última generación. El dinero que hay está sellado en costales de ixtle y el demás de oro y plata en barras, pero del puro sellado se puede hacer millonario. No se olvide que está con el cadáver de mi esposa.

Yo tuve acceso a una copia de ese documento, que data del 21 de mayo de 1853. El que escondió el dinero puso la cruz para que encontraran el dinero y se le diera cristiana sepultura a su esposa. Pero no vayan a buscarlo, pues yo ya fui y no existe tal señal. Es probable que otros ya dieran con él. En cierta ocasión, unos albañiles que tiraban una casa y en cuyo patio había una noria, bajaron para ver si tenía agua. En una de las paredes vieron un tubo de metal que al abrirlo, estaba un documento que daba el derrotero a seguir de un tesoro oculto en el Cerro de la Silla. Estos para quedar bien con su dueño se lo dieron y éste a su vez decidió regalarlo a un conocido comunicador de la localidad. Ya no se supo más del lugar.


Y así podemos seguir hablando de tesoros ocultos, pero yo prefiero encontrar uno en la felicidad, en la tranquilidad de saber que en la vida, la salud y el amor está la fuente de toda riqueza y eso es precisamente lo que deseo para ustedes mis estimados lectores.

domingo, 23 de octubre de 2016

Leyendas y relatos de tesoros y relaciones ocultas (primera parte)

Por Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural

Hablar de tesoros y relaciones, son temas enigmáticos, interesantes; un anhelo que muchos quisieran encontrar para que salve y solucione los problemas económicos. Sin embargo hay quienes piensan que el mejor tesoro está en el amor, en la salud, en la amistad, la dicha y en la felicidad. Pero ¿quién de nosotros en nuestra infancia no soñó con encontrar grandes riquezas o le gustaba escuchar cuentos y relatos que tenían que ver con los tesoros?

La palabra tesoro viene del griego theseo que significa guardar o tener bajo cuidado. Un derivado de ella es thesaurus, concepto relacionado con la liturgia cristiana y con la cual llamaban a una colección de escritos o de diccionarios que se usaban en las ceremonias religiosas. Es probable que en su sentido original tuviera más que ver con la riqueza espiritual que material.  Ahora se considera que el tesoro es una fuente de riqueza ya sea de metales o de piedras preciosas, pero también de objetos únicos y valiosos.

La idea en torno a la existencia de tesoros ocultos es muy antigua, pues se tenía la  creencia de  que eran escondidos por personas poderosas y a lo que solo se podía acceder a ellos de una forma especial. Dicen que el tesoro elige a quien lo encuentra y no al revés. De ahí que muchos buscadores aun esperen el sueño de los justos para encontrar una relación como también se les conoce. En todo esto sobresale la mentalidad mágica. Por ejemplo, en el siglo XVI, los colonizadores españoles soñaban con encontrar una ciudad mítica repleta de oro y piedras preciosas, y nunca las encontraron.


Muchas de las leyendas en torno a los tesoros, tienen que ver con riquezas extraordinarias y ocultas, que eran señaladas por fantasmas, animales, ruidos, luces o huesos. Hasta tenemos un refrán que dice: “en donde llora el muerto está el tesoro”. Una vez que localizan con el tesoro se oye una voz que dice. “O todo o nada” o que también, si alguien de quienes encuentran el tesoro tiene malos pensamientos, el tesoro se mueve de lugar o se pierde otra vez o puede caer una maldición.  Regularmente se dice que los tesoros son el fruto de un robo cometido ya sea por indios, salteadores, revolucionarios, bandidos o personas ricas que ocultaban sus riquezas en lugares alejados y de difícil acceso en las montañas, en las viejas paredes de las casas o encima de los marcos de las puertas. En casi todo el siglo XIX y parte del XX hubo movimientos armados en nuestra nación, por eso decían que el dinero se guardaba en la casa porque no había bancos y los padres de familia ocultaban sus recursos, con el temor de que les quitaran sus ganancias. Lo raro es que con el trascurso del tiempo hasta los mismos propietarios y sus familiares se olvidaban de ello.

En Santa Catarina también existen leyendas en torno a riquezas ocultas como en todos los pueblos de Nuevo León. En la cabecera municipal hay una loma que llaman de la Santa Cruz y sobre la cual está un castillo. Cuando era niño decían que por los alrededores se aparecía una marrana que arrastraba unas cadenas. Si alguien se atrevía a agarrarle las orejas, el animal se convertía en un cazo con monedas de oro. 

Durante mucho tiempo yo viví en una casa que era del siglo XIX. Una vez mi abuelo vio un pato que paseaba por el patio cuando en ese lugar no había aves de corral. Fue y le platicó a mi mamá que le dijo que ahí no había patos. Cuando abandonamos la casa para cambiar de domicilio, los nuevos propietarios tiraron una barda y por todo el barrio corrió el rumor de que se habían encontrado una relación como también se le conoce a los tesoros.


Una vez la señora María Lares de Cabral, me contó que en la casa donde vivía, situada sobre la calle Juárez, había una chimenea muy antigua. En las madrugadas veía como un niño se metía en ella pero ya no salía. Cuando las casas fueron destruidas, se dice que un albañil dio con los huesos de un niño y con un cazo con monedas de oro. Cerca de ahí, una viejita llamada doña Sixta, cada vez que pasaba por un tramo de la calle aun sin pavimentar, se tropezaba (y decía una palabrota) para luego exclamar que seguramente ahí había dinero. Un vecino acostumbrado a escuchar la maldición de la señora, una madrugada decidió excavar y encontró precisamente un cantarito repleto de monedas de plata. Ya no supieron más del agraciado ni de su familia.

En el centro de Santa Catarina había una panadería en una casona muy antigua, que perteneció a don Nemesio Ayala Luna. Cada domingo nos llevaban a comprar pan. Como tenían mucha clientela decidieron construir otro horno. Cuando tiraron parte del muro, vieron una caja de madera con monedas de oro. Los panaderos obviamente desaparecieron de Santa Catarina. Pero también sé de casos infructuosos: un conocido de la infancia vivía en una casa muy antigua. Decían que sus papás tenían centenarios y cuando éstos murieron, el hijo ya con una familia que mantener, se dedicó a buscar y hacer perforaciones por toda la propiedad y jamás encontró el tesoro. En cambio, a dos cuadras de ahí, en una casa de adobe abandonada, cuando fue derruida dicen que los albañiles dieron con una relación y que huyeron del lugar sin saber más de ellos. Pero los que se sacaron la lotería sin comprar boleto, fueron los de un salón de fiestas, quienes al tirar la casa vieja encontraron la relación. Con ese dinero reconstruyeron el local y compraron otro terreno sobre la calle Guerrero entre Colón y Zaragoza, y otra vez hallaron la relación.  

Había un señor en Santa Catarina al que apodaban “Celso patas mochas” porque traía prótesis de palo en ambas piernas y se sostenía por unas muletas de hechura muy burda. El señor recorría las calles del pueblo allá por la década de 1950, recogiendo aguacates y nueces que caían de los árboles. Pedía limosna y a cambio de alimentos para llevar, (porque decía que tenía una esposa que la esperaba en una majada cercana al cerro de las Mitras, en donde actualmente están las pedreras), ofrecía polvo de oro que llevaba en una bolsita de cuero.

Se les hacía raro que una persona con aspecto desaliñado y descuidado llevara consigo polvo de oro suficiente como para cambiar de domicilio y de vida. Una vez unos niños lo fueron siguiendo y cuando ya estaba cerca del lugar en el que se decía que vivía se desapareció. Pasaba el tiempo y otra vez se le veía deambular por el centro de Santa Catarina. Hasta mi papá en compañía de unos tíos recorrieron muchas de las cuevas existentes allá por la Sierra de las Mitras y del Fraile. Hasta que alguien les dijo que no perdieran el tiempo, pues el verdadero tesoro estaba en la cabeza y en los brazos.


Cierta ocasión, unos buscadores de tesoros llegaron a la carnicería de un señor llamado Manuel García. El señor que era muy mula, comenzó a platicar con ellos. Ellos le preguntaron donde estaban las casas más antiguas y en donde vivían los que eran más ricos del pueblo. A lo que don Manuel les dijo que en Santa Catarina había mucha pobreza y que por eso la gente tenía que trabajar para vivir. Les dio santo y señas de las familias que destacaban por sus recursos y que eran muy pocos, para luego rematar: “aquí la gente lo único que enterraba era el chile y eso es lo único que van a encontrar”. O de aquella ocasión, cuando estaban pavimentando el centro de Santa Catarina, a la altura de Manuel Ordóñez y Privada Reforma, dieron con una castaña. Al abrirla tenía monedas de oro como de plata. Como no podían con ellas se quitaron los pantalones para echar su preciada carga y salir todos contentos para no verlos más.

En el año 2008, mientras hacían un puente sobre la Carretera Nacional, los albañiles dieron con un viejo puente de piedra. Lo destruyeron y vieron una caja. En ella estaba un mosque y monedas de oro. Dejaron la maquinaria, el arma vieja y se fueron con las monedas. Mientras trabajaban en la Gran Plaza de Monterrey, muchos trabajadores dieron con tesoros ocultos que cambiaron su vida.


domingo, 16 de octubre de 2016

Las brujas de Santa Catarina

Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural

En una fría madrugada del año de 1951, Mauricio Aguilar Pérez, un jornalero que trabajaba en las labores de El Lechugal, salió de su casa ubicada en la esquina de Hidalgo y Galeana en Santa Catarina. De pronto, por entre el monte salió un niño que lo siguió hasta alcanzarlo. Le llamaba por su nombre repetidamente y en la negación del campesino por reconocer su presencia, el infante lo agarró de las piernas. Entonces Mauricio lo amenazó con rezar las “Doce Verdades” y fue cuando el niño se convirtió en una lechuza negra que empezó a volar por encima de él. La lechuza daba vueltas siguiéndolo por la vereda en medio del despoblado. El ave cada vez que pasaba por encima de Mauricio emitía un silbido extraño, más parecido al de una persona que al de un ave.

Mauricio Aguilar siempre portaba su machete bien afilado dentro de su funda y cuando el ave de rapiña volaba por encima de él, inmediatamente lo tomó por el mango agarrándolo al revés para golpearla con el lado que no tenía filo. Solo quería defenderse y espantar al espectro que detuvo su camino. Como hombre de campo amarró a su burro en un tronco de una anacua. La lechuza se posó sobre un mezquite que estaba en medio del monte, mirándolo con sus ojos que brillaban bajo la luz de la Luna. Tuvo tiempo para preparar el ataque. Fingió que iba a encender un cigarro, pero seguía viendo de reojo a la bruja que de pronto voló al cielo para regresar y ocasionarle daño.  Le quitó el sombrero y este sin titubear le propinó un fuerte golpe con el lado sin filo de su machete, haciéndola caer al suelo. Le lechuza aturdida por el golpe intentó elevarse aleteando, pero don Mauricio  le propinó varios golpes con su machete, hasta que logró dejarla inconsciente. Ya no acudió a la labor, se regresó a su casa para serenarse. Al día siguiente que pasó por el lugar se llevó una gran sorpresa pues vio a una mujer inconsciente, vestida de negro y toda golpeada. Al verla más cerca se percató de que tenía muy claras las huellas de los golpes como hechos con el lado sin filo de un machete. Todo indicaba que ella era la lechuza, esa mujer era una bruja. La gente del pueblo sospechaba de una mujer que  practicaba la brujería, y pasados unos días después de aquella experiencia, nunca más se supo de ella.


Don Mauricio enfermó hasta morir el 27 de septiembre de 1951 de una rara enfermedad que no acertaron a diagnosticarle. Abuelo de mi mamá, quien siempre me decía: “murió de susto pasado”. Había nacido en la sierra de Arteaga, Coahuila el 22 de septiembre de 1891. Hijo de José Aguilar y María Trinidad Pérez González. Esta hija de un cubano que llegó a Santa Catarina a mediados del siglo XIX. Contrajo matrimonio con Pánfila Rangel Sepúlveda. Los relatos de brujas y aparecidos han estado presentes en mi familia. Don José Aguilar (padre de Mauricio) y sus hermanos una vez cazaron a una bruja que los seguía por el camino situado entre El Pajonal y Canoas en la Sierra Madre de Santa Catarina. Al día siguiente pasaron de regreso y vieron a una viejita que pidió la soltaran para regresar a su casa.

Soñar con brujas puede representar algo bueno o malo. Significa que uno está dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de conseguir su meta. Puede representar un mérito y esfuerzo personal. También que alguien está dispuesto a dañar a otro, pasarle por encima y conseguir lo que quiere. Lo cierto es que muchas sagas, leyendas y cuentos medievales nos las presentan con vestidos y gorros puntiagudos negros, que viven en lo más alejado del bosque, son sabias y pueden cambiar el curso del destino y se les puede consultar de todo, que tienen un gato negro, que vuelan sobre una escoba, que cambian físicamente de acuerdo a su misión, son seres enigmáticos, misteriosos que inspiran temor y tal vez por curiosidad necesitamos o queremos verlas; tal vez para recordar los cuentos y películas de niños. Con un gran caldero en el cual ven el destino de los hombres y preparan las pócimas que les sirven a sus intereses. No siempre han sido malas, todos los cuentos de brujas que Walt Disney hizo películas, en realidad ocurrió al contrario. Por ejemplo Hansel y Gretel quisieron abusar de ella.


En el otoño de 1976 cierto personaje del barrio de la Santa Cruz vio extrañas aves sobrevolando el castillo de Santa Catarina. Decidió subir y mientras lo hacía, comenzó a rezar las “Doce Verdades”. Por cada una recitada, una perdía el vuelo. Cuando recitó las 24 verdades al revés y al derecho, vio a un pajarraco sin movimiento, tullido como dicen. Llegó la policía y se lo llevaron a la cárcel. Al día siguiente el pajarraco por hechizo se convirtió en persona. Todos en la plaza andaban vueltos locos por la singular captura. Supuestamente era una mujer que venía de Saltillo para hacer un trabajo. Pedía su liberación para ya no molestar en la región. El personaje se había convertido en héroe por saber las “Doce Verdades”. Fue cuando precisamente a mi maestra del sexto grado se le ocurre encargar una tarea sobre la historia de Santa Catarina. Y fuimos al palacio municipal para preguntarle al sabio e insigne Leopoldo García Betancourt. Y no nos dejaron entrar los policías pues pensaron que no íbamos por tarea, sino para ver a la supuesta bruja encarcelada. Por fin llegamos con don Polito y nos habló de la historia de Santa Catarina y con reservas, pues también pensó que en realidad queríamos ver la bruja. Pudimos ver al entonces alcalde que en la primera nos sentenció: “no busquen la historia, que Santa no tiene historia”. Al día siguiente la maestra nos dio una regañada por no hacer correctamente la tarea. Fue cuando me dio por investigar la historia de mi pueblo.

Ya viene la noche de Brujas. Y en Santa Catarina no es la excepción. ¿Pueblo con supersticiones o con creencias? Más bien con creencias y aseveraciones en torno a la existencia de damas que cruzan el cielo nocturno con formas extrañas y malévolas. Una vez don Ernesto Garza Sáenz, cronista de Camargo, Tamaulipas me dijo: "en donde tú vives hay muchas brujas", las que practican la brujería y hacen hechicería". La gente de la Sierra de Santa Catarina las cuenta con vehemencia, con cierto dejo de asombro y temor. Lo cierto es que la montaña, lugar mágico de donde viene y nace el viento y el agua; es el sitio propicio para verlas o al menos saber de su existencia. Dicen que acuden a las montañas pues casi no hay cruce de caminos. Hasta el último tercio del siglo XX era obligatorio que los arrieros, campesinos y pastores se supieran al revés y al derecho “Las Doce Verdades”. Y una tía abuela llamada Inés Aguilar me enseñó la forma de rezarlas: "Las Doce Verdades del Mundo, que Cristo nos dejó, válgame su sangre preciosa que por nosotros su cuerpo derramó, Cristiano bueno decidme una..."

Siempre nos dijeron que en los pirules y en las palmas se ocultaban, que por las noches había lechuzas que volaban y chiflaban. La gente las retaba y luego se arrepentía: "ven a mi casa para darte chile y sal" y al día siguiente llegaba una viejita: "vengo por el chile y la sal que me prometiste". Y cuando uno se ponía malo, aseveraban: "se lo chupó la bruja". Durante mucho tiempo, las mujeres que criaban no dormían los viernes en la noche por miedo a que llegaran las brujas y con su acción maléfica entraran por las ventanas y ahogaran a sus hijos pequeños. Por eso colocaban tijeras abiertas en forma de cruz debajo de las almohadas para proteger el espíritu de los infantes.


Dicen que las brujas son convocadas para realizar sus reuniones cada viernes después de las 9 de la noche. Les llaman aquelarres o Sabbat. La palabra aquelarre es de origen vasco y significa literalmente “campo del macho cabrío”. Mientras que Sabbat refiere a la tradición judía de santificar el sábado. Pero como en la edad media pensaban que los judíos eran los culpables de la crucifixión de Jesucristo, les llamaron Sabbat a las reuniones que iniciaban los viernes y concluían los sábados. Cada bruja sabía de la reunión gracias a un sapo protector. Supuestamente llegaban volando en escobas o convertidas en alguna ave que puede ser guajolote, lechuza o águila. Preparaban un banquete, hacían sus ritos, rendían culto a las fuerzas que las congregaban y se iban. Hace poco tiempo vieron a un grupo de supuestas brujas haciendo un aquelarre más allá de Horcones por el rumbo del camino que va a San Pablo. Cuando llegaron las granaderas solo vieron un círculo de piedras y algunos objetos que recién habían quemado. A los aquelarres venían de todos los rumbos de la región y que solo se podían recorrer volando.


Dicen que la supuesta bruja que se le apareció a un guardia en la colonia Contry de Monterrey hace ya tiempo,  se debe a que rezaron las “Doce Verdades” en un programa radiofónico. También por ese tiempo se dio a conocer que un par de brujas o hechiceras bajaron para asustar a unos policías que cuidaban el corralón municipal de Santa Catarina. Uno de ellos se subió a la patrulla para buscar ayuda y el otro se quedó encerrado en una habitación, lleno de temor pues vio, oyó y sintió una espeluznante sensación que recorrió su cuerpo. O de aquella captura (precisamente en el Castillo) de una extraña criatura en el otoño de 1976. Dicen que el ave se convirtió en un hechicero ya en la cárcel y que dijo venir de Saltillo para cumplir con un encargo, prometiendo a los captores ya no regresar y compensarlos a cambio de su libertad. Ya no se supo más acerca del asunto. Lo cierto es que hay muchas jaculatorias religiosas y fórmulas mágicas para defenderse ante la presencia de una bruja. 

domingo, 9 de octubre de 2016

El proceso contra las "supuestas" brujas de Monclova

Antonio Guerrero Aguilar/ Narrador y promotor cultural

Lo que voy a relatar ocurrió a mediados del siglo XVIII en la Villa de Santiago de la Monclova. Un 15 de septiembre de 1748, el soldado presidial Martín de Tijerina encontró una bolsa de tela azul mientras hacía sus recorridos habituales. En su interior había mechones, una piedra imán envuelta en unos cabellos,  un hilo con muchos nudos, unas yerbas y unos papelitos cortados. Volteó para buscar quién era el dueño, y vio a una mujer llamada María de Hinojosa. Inmediatamente le vino a la mente que se podía tratar de una supuesta bruja y la capturó. Ese día Felipe Joaquín de Iruegas teniente del Presidio de Monclova, acudió con el cura de la parroquia quien además se ostentaba como el comisario de la Santa Inquisición, para mostrarle lo que habían visto.


Decidieron interrogar a María de Hinojosa, una vecina de origen español quien durante las averiguaciones involucró a casi 50 personas de Monclova, Nadadores, del pueblo de San Francisco de la Nueva Tlaxcala y hasta de San Miguel de Aguayo y de San Pedro Boca de Leones pertenecientes al Nuevo Reino de León, todas compañeras y maestras en el arte de la hechicería y brujería, a quienes contrataban para vengar una afrenta y ejercer justicia, hacer “amarres” o curar desventuras físicas como del espíritu. Unas eran de origen español, otras coyotas, mestizas, mulatas, indias tlaxcaltecas y chichimecas, algunas con 80 años cumplidos. En el acta respectiva se dice que son más coyotas que indias, una casta derivada de la unión de indios con mestizos.

Todas hablaron ante el temor de ser sujetas a un juicio de la inquisición. La involucradas admitieron que no adoraban al “hombre encueretado y la mujer enlutada”; refiriéndose a Cristo y a la Virgen María. Reconocieron que un demonio se les aparecía y decía llamarse Herodes.  Vestía todo de negro, y se sentaba en una silla colocada en el carrizal cercano al río Monclova.

Entre agosto y octubre de 1751 hicieron un proceso contra las supuestas brujas. En los interrogatorios revelaron algunos secretos y prácticas que hacían María Hinojosa, Josefa Iruegas y la “India Frigenia”. Explicaron el uso de hierbas, sus efectos tanto en beneficios como en maleficios. Reconocieron la existencia de un pacto que habían firmado con el diablo y la participación en unas reuniones llamadas aquelarres, en donde hacían un ritual sacrílego con baile. Por ejemplo, relataron cuando la “maestra” Gregoria Brígida y su hermana Josefa pusieron los zancarrones (huesos grandes y alargados) alrededor de una fogata y bailaron alrededor, hasta que se cansaron. Esos bailes los hacían con la intención de agradar al demonio, según declaración de otra mujer llamada Antonia “Quiteria”.


La “India Frigenia” pertenecía al pueblo de San Miguel de Aguayo. Reconoció que su “maestro” era un indio de la Punta de Lampazos llamado Diego. Josefa Iruegas les dijo que Francisco de San Miguel era el hierbero; le había dado una piedra mágica “para que pudiera andar y hablar sin que la pudieran ver”. En cambio María Borrega de Nadadores, les dijo que su maestro de brujería era un indio originario de Tlaxcala llamado Joseph a quien conocían como el “Cumuleon”. Tenía 24 años de ejercer la brujería. Otra de las declarantes llamada Luisa Ramona declaró que su maestro era Juan García, un “coyote” de la misión de Peyotes.

María Hinojosa dijo que la piedra imán con los cabellos que estaba en el bolso le pertenecían y los cabellos los había cortado a Pedro Xavier. Hizo el trabajo “para que la quisiera”. Los otros artefactos fueron preparados por la “India Frigenia” para Josefa Iruegas, quien quería “maleficiar” a José Antonio el Sastre. Todo comenzó cuando Teodora Iruegas le aconsejó ir con la “India Frigenia”.

Como se advierte, los objetos encontrados en la bolsa servían para hacer amarres y causar daños. La vara de cabellos con las hierbas era de Bruno Herrera, un soldado del Presidio de Santa Rosa en el actual Múzquiz; mientras que las raíces y los polvos eran para “maleficios”. Aunque también les informaron de las cualidades medicinales de las hierbas, consideradas en ese tiempo como una práctica prohibida por la Iglesia. Los objetos encontrados estaban relacionados, se hicieron con un móvil pasional. Posiblemente también se trate de una venganza contra el gobernador de la provincia, pues había desterrado a un mozo que era el amante de Josefa Iruegas.

En la mitología griega las hechiceras tenían el poder de provocar cambios climatológicos y ambientales. Pues bien, por esos días cayó un granizo “tan grande que todo lo acabó”. Enojadas les advirtieron a los presentes que mientras estuviera el gobernador, se daría la escasez de semillas y que todos los años cayera granizo. También pidieron que no lloviese para que todas las cosechas se perdieran. Y según cuentan, cuando el demonio supo lo que habían hecho son sus fieles seguidoras, se aparecía en uno de los barrios de la villa.

Los ritos y aquelarres se hacían a las afueras de Monclova, cerca de un molino a la orilla del río y bajo una higuera. El otro era en la  “Cueva del Corrizal” (sic) y también en las ruinas de un templo. La “India Frigenia” además de hacer una distinción entre brujería y la hechicería, describió la forma como agarraban el vuelo. Si, lo más extraño querido lector. Las brujas podían volar. Solo así podían brincar la Sierra de Gomas y la Mesa de Catujanes situadas en los límites de las dos provincias y justifica la relación existente tanto de los involucrados y sus lugares de origen, aún y cuando vivían a muchas leguas de distancia. Después del aquelarre y contando con el permiso respectivo del demonio podían alzar el vuelo. Pero solo podían hacerlo en viernes.


El demonio llamado “Herodes” permanecía sentado y cada una iba llegando al revés, para luego pedir licencia y acudir a donde debían. Les advertía ir con cuidado para que no las hicieran caer. En el aquelarre tenían a un chivato negro y todas le besaban la parte posterior. Se untaban un ungüento o sebo de víbora amasado con azufre y almizcle. Luego se acostaban y a cada una se les metía un guajolote; unas veces por el costado y otras veces por la entrepierna. Cuando alzaban el vuelo recitaban estas coplas: “De Coahuila somos /Al Saltillo vamos, /De adentro venimos /Y no nos cansamos”. "De Villa en villa, sin Dios ni Santa María". Lo interesante del caso es que unos niños se las aprendieron mientras se alejaban del piso. Todas llevan una mecha con sebo y azufre, pues sin luz no podían salir.

A muchas se las llevaron a la Ciudad de México. María de Hinojosa estuvo prisionera mientras “el Tribunal la mantendrá en prisión hasta descubrir la verdad, si son chismes o verdaderos maleficios”; y al referirse a los cómplices, hay detalle interesante. El Tribunal recomendó: “no hacer causa contra ningún indio, pues ya sabe nuestro Comisario que las causas de éstos, aunque vengan de Padres y Abuelos Cristianos no tocan al Santo Oficio sino es ordinario, que debe conocer de ellas aunque no estorba el que se valga de dichos indios cuando sea conducente su declaración para justificar las cusas tocantes a este tribunal…”


¿Cómo la ven?

domingo, 2 de octubre de 2016

Consideraciones acerca de la existencia de “las brujas” de La Petaca

Antonio Guerrero Aguilar/ Narrador y promotor cultural

Durante la gubernatura de don Martín de Zavala en el Nuevo Reino de León (1626-1664), trajeron las cabras y los borregos procedentes del altiplano central. Pastaban y engordaban en regiones situadas al oriente y norte de nuestra entidad. Según testimonios de gente que sabe de historia, también llegaron esclavos de origen africano como pastores. Los ganados trashumantes venían en el otoño y se iban en la primavera. Entonces la presencia de los pastores y el contacto con los naturales del noreste, dejó una cultura compuesta con los mitos y costumbres, que mezclan ambos mundos y entretejen en asuntos mágicos y extraños.  

En ese sincretismo encontramos algunos atavismos, supersticiones y creencias que todavía persisten respecto a los ritos que tenían los pueblos originarios. Un poblador del Nuevo Santander llamado Hermenegildo Sánchez, (vivió en Villagrán, Tamaulipas de 1750 hasta 1804), escribió acerca de los indicios de la brujería y curandería en el noreste.  “Desierta de gente española y cristiana y solamente poblada por bárbaros indios y algunos pastores que entraban por temporadas a apacentar sus ganados. Porque estos (indios) forman sus mitotes y bailes a que concurren muchas de las rancherías más cercanas a embriagarse con una bebida que hacen de pulque de mezquite, maguey y tuna, y de no haber esto lo más común es el peyote, que es una yerba que ellos veneran mucho que también los emborracha mucho. Con esto y el baile que forman en círculo alrededor de una gran hoguera caen privados y en esa privación se les aparece el demonio, a quien adoran y veneran, que baja del cielo y ahí les dice lo que han de hacer”.


Como se advierte, los naturales hacían mitotes que los colonizadores consideraban malignos y en cierto punto peligrosos a la moral cristiana. Si a esa nos vamos, el mitote norteño era en cierta forma similar a los “aquelarres” que supuestamente hacían las brujas.  Desde mediados del siglo XIX, tenemos  algunos relatos que tienen que ver con el tema de “las brujas”, en una comunidad llamada La Petaca perteneciente a Linares. A decir verdad, muchas narraciones tienen su origen en la figura de los curanderos. Recordemos que en esos tiempos casi no había médicos ni siquiera hospitales establecidos en el Nuevo Reino de León, y el remedio de muchos males lo encontraban en recetas y tratos que tenían con los curanderos que les daban pociones preparadas con hierbas mezcladas y en el cumplimiento puntual de ciertas prácticas.

Para ser curandero se requerían cualidades hasta cierto punto excepcionales. El conocimiento fue pasando por tradición oral y lo fusionaron con elementos de la religión católica. Pero una persona que sabe el origen de las cosas y la solución a los problemas del cuerpo como del espíritu, sabe que hay “trabajos” buenos y malos, unos bendecidos y otros malignos que quieren dañar o desaparecer a las personas. Unos los provocan y otros los solucionan. Como esa función la hacían los mismos, entonces relacionaron al curandero con un hechicero o brujo.

Entonces la comunidad de La Petaca allá en Linares, se hizo famosa para buscar el remedio de los males y la cura de las aflicciones que dañan al cuerpo como al espíritu. Ahí vivieron unas tres curanderas que se dice controlaban las artes negras como blancas de la magia. Por ejemplo, a fines del siglo XIX llegaron dos curanderas a Linares, una de ellas llamada María de Jesús Prado y otra que decía ser una india kikapú cuyo nombre era Guadalupe Ornelas. El alcalde don Jesús María Benítez y Pinillos, pidió a su yerno el doctor Joaquín Garza que las persuadiera de abandonar la población. Pero las indias no se fueron de Linares y se quedaron a vivir en La Petaca. Según cuentan, el sitio se llama así pues dicen que una ocasión unos sacerdotes hicieron un rito de exorcismo y encerraron los espíritus malignos en una “petaca” que metieron en el lecho del río Pablillo.


Según el cronista de Linares, allá por 1960 ocurrió algo extraño en el punto conocido como La Yerbabuena. El comisariado ejidal los llevó con un hombre que se hacía llamar “El Brebajes”. Las autoridades estuvieron platicando un rato con él. Llegado el momento de presentarlos ante su “dios”, les hizo ponerse ropa igual como la que él llevaba. Al fondo del local había un chivo disecado y de pronto se dirigió a los asistentes: “hermanos, nos hemos reunido para alabar a nuestro dios de las tinieblas”. Los visitantes se quedaron todos sorprendidos. Luego los trasladaron a un sitio en donde había una mesa servida con una variedad de platillos. Los testigos experimentaron  visiones y cosas extrañas, como que las paredes se acercaban y alejaban, oyeron gritos espeluznantes, y que todo giraba a su alrededor.

El “Brebajes” levantó en su mano y colocó en ella una serie de palillos que parecían del mismo tamaño y dijo, “al que le toque el más chico será sacrificado en El Pilar del Chivo y le ofreceremos a Satanás la sangre y el corazón…”. Obviamente todos quedaron asustados. Aunque ya no supe qué siguió, este tipo de relatos nos hablan de las supersticiones, así como el conjunto de conocimientos en torno a la salud y el cómo curar, propiciaron que lugares específicos como La Petaca y otros pueblos en Linares, que lo convirtieron  en el escenario ideal para la ferviente creencia en la hechicería. Aunque los vecinos del lugar dicen que ya no hay “brujas ni brujos”. Nomás les quedó la fama.



Visitar el entorno, inmediatamente nos remite a anécdotas como la de unos jacales de brujas que fueron quemados por los pobladores, como la casa de Elisa Látigo, una de las brujas más famosas; y un policía sacó un muñeco entre las cenizas y le quitó cinco o seis alfileres. De aquellos tiempos, cuando “Gente muy importante” venía a consultar, venían a curarse con Elisa Látigo o María Cepeda. 

sábado, 1 de octubre de 2016

La placa que nos habla de José Benítez

Antonio Guerrero Aguilar/ Narrador y promotor cultural


El 25 de septiembre de 1955, se reunieron el entonces gobernador José Vivanco y el alcalde Monterrey el Dr. José Luis Lozano, acompañados por su gabinete y cabildo respectivo, para colocar ésta placa en honor al Lic. José Benítez Martínez. A toda la calle conocida desde 1928 como Circunvalación en la Colonia Obispado, le dieron por nombre José Benítez. Luego a la parte sur le cambiaron la nomenclatura por Belisario Domínguez. La placa aún está en el cruce de Matamoros y José Benítez. Un linarense que fue embajador de México en Alemania, Austria, Estados Unidos, Perú y Guatemala. Que fue gobernador de Nuevo León y secretario de Gobierno en el Distrito Federal. Alumno fundador de la Facultad Libre de Derecho en la Ciudad de México, de la Universidad de Nuevo León y del consejo que dio origen al ITESM. Don Pepe Benítez murió en Monterrey el 2 de octubre de 1954. 

Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico