Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural
El cañón de la Guitarrita es la entrada a un cañón más
grande que se conoce como Las Escaleras. Ese lugar está plagado de
misterios y leyendas. Entre 1910 y 1920, varios contingentes de revolucionarios
y bandidos pasaron por ese cañón. En 1924, un bandido llamado Ricardo Gómez, se
llevó unos lingotes de oro de un tren que estaba en Rinconada, Atravesando por
el cañón de Rinconada llegó hacia el cañón de Las Escaleras, para luego pasar a
un poblado que se llama Canoas que está en plena Sierra Madre y ahí bajaron por
ese cañón otra vez a las Escaleras.
Ese relato se relaciona a su vez con una leyenda que
habla de una familia de los alrededores, quienes viajaban en una carreta
llevando provisiones para vivir en su rancho; como estaba lloviendo se
metieron a una caverna y grande fue la sorpresa de que encontraron ocultas,
sobre heno o sobre ramas, unas cargas con lingotes de oro. Dicen que los familiares hicieron un pacto: para que los recursos no pasaran a otra familia, nadie se iba a
casar. Que el que se casara, iba a perder parte de la herencia. Una mujer o dos
personas de ellos ya estaban casadas, pero el resto de los hermanos
permanecieron solteros.
Cuentan que en ese cañón hay más lugares con leyendas
de tesoros enterrados. Todavía hay gente que va y los busca. Un vecino de un
rancho cercano, me platicó que una vez una norteamericana pasó por
la sierra buscando datos de su esposo que tiempo atrás había cruzado por ese
cañón y que llevaba un cargamento que decían eran barras de oro. Nunca
encontraron las recuas o el material que, presuntamente, llevaba. También se
dice que muchas de esas riquezas pertenecen al diablo y que por eso, lo mejor
es no buscarle.
Una vez fuimos un viernes santo a la hacienda del
Muerto en Mina, Nuevo León, con la intención de tomar unas fotos del lugar.
Pero se nos hizo raro que había una camioneta repleta de herramientas. Como
ellos nos miraban con recelo y nosotros con temor, les hicimos plática. Ahí se
dijo que iban a buscar un tesoro y esperaban la señal de la relación. Una
relación se refiere a la identificación, la señalización y la localización de
un lugar en donde hay un tesoro oculto, mostrada a veces en los "fuegos fatuos". Pero también tiene que ver con
peligros: si alguien tiene malos pensamientos el tesoro se convierte en carbón.
También pueden ser los restos de un difunto y en consecuencia espantan en el
sitio y se pueden contraer maldiciones. La relación se puede dar con una señal
como un gas luminoso que sale de la tierra.
Y precisamente esos señores que eran de Hidalgo, Nuevo
León, estaban esperando que la relación les indicara en donde estaba el dinero.
Uno de ellos sostuvo que había soñado con una persona que le decía que
viniera a buscarlo para desenterrarlo y llevarlo a un panteón cercano. Decían
que eran los restos de un revolucionario que murió en el combate de Icamole en
1915. Una vez que lo encontraron se lo llevaron a enterrar y en sueños se le
volvió a aparecer y le informó que atrás de la capilla de la hacienda del
Muerto, en un arroyo que pasa por el lugar verían la relación. Ya no supe si
encontraron o no el dinero.
En la sierra que está arriba de la cabecera municipal
de Villa de Santiago hay una cueva que llaman del Indio y en la que dicen hay
un tesoro, pero que un indio la cuida. Una vez que encuentran la entrada, se
aparece el indio y les dice: “O todo o nada”. Como es tanta la riqueza
acumulada y no pueden llevársela, cuando regresan ya no hay cosas.
Decían que cuando se enterraba un tesoro en la tierra
o se colocaba sobre una cueva, mataban a alguien para que cuidara el sitio o
que también mataban un burro o una mula y con su sangre untaban la entrada de
la caverna para sellarla y evitar su profanación. Cuenta la tradición de que si
una persona iba a enterrar un tesoro o un costal de pesos de plata limpia,
debían dar una arrastrada al lugar con una ristra de ajos o con cabestro de
cerda hecho preferentemente con la crin de un caballo negro. De esa manera,
quien buscaba el tesoro nunca lo iba a localizar porque se le aparecía una
víbora que inmediatamente mordía al ambicioso intruso. Pero si el buscador era
muy valiente, agarraba pronto la cabeza de la serpiente y la mataba. Entonces
el animal se convertía en la ristra de ajos que se desparramaban por el suelo.
El derrotero es propiamente el famoso plano del
tesoro. Y una familia de Villa de García me facilitó un documento muy
interesante que por su rareza voy a trascribir porque nos habla de la
existencia de un tesoro:
Saltillo, mayo 24 de 1838
Dedico este derrotero a mi tío Nicolás Sánchez. En el
camino de Saltillo a Monterrey, en el punto llamado Carrizalejo, en ese cerro
del rancho que está yendo hacia donde el sol se mete, está una cueva donde se
encierran grandes cantidades y al pie de la cueva están unos resumideros de
agua y como digo está la puerta viendo hacia el sol se mete.
Como señas particulares son en la puerta está una cruz
de fierro embutido en piedra que sirve de puerta. Esta es la seña principal y
está además numerada con números negros. Está la puerta tan bien embutida en el
cerro que parece hecha por Dios. En los brazos o en los pies, está la cueva en
un reliz. Se recomienda que paguen una manda que tengo y es acabar la torre de
la iglesia de Saltillo y el demás dinero tómelo Usted que al cabo ay para que
se haga millonaria su última generación. El dinero que hay está sellado en
costales de ixtle y el demás de oro y plata en barras, pero del puro sellado se
puede hacer millonario. No se olvide que está con el cadáver de mi esposa.
Yo tuve acceso a una copia de ese documento, que data
del 21 de mayo de 1853. El que escondió el dinero puso la cruz para que
encontraran el dinero y se le diera cristiana sepultura a su esposa. Pero no
vayan a buscarlo, pues yo ya fui y no existe tal señal. Es probable que otros
ya dieran con él. En cierta ocasión, unos
albañiles que tiraban una casa y en cuyo patio había una noria, bajaron para
ver si tenía agua. En una de las paredes vieron un tubo de metal que al
abrirlo, estaba un documento que daba el derrotero a seguir de un tesoro oculto
en el Cerro de la Silla. Estos para quedar bien con su dueño se lo dieron y
éste a su vez decidió regalarlo a un conocido comunicador de la localidad. Ya
no se supo más del lugar.
Y así podemos seguir hablando de tesoros ocultos, pero
yo prefiero encontrar uno en la felicidad, en la tranquilidad de saber que en
la vida, la salud y el amor está la fuente de toda riqueza y eso es precisamente
lo que deseo para ustedes mis estimados lectores.