Antonio Guerrero Aguilar/ Narrador y promotor cultural
Lo que voy a relatar ocurrió a mediados
del siglo XVIII en la Villa de Santiago de la Monclova. Un 15 de septiembre de
1748, el soldado presidial Martín de Tijerina encontró una bolsa de tela azul mientras
hacía sus recorridos habituales. En su interior había mechones, una piedra imán
envuelta en unos cabellos, un hilo con
muchos nudos, unas yerbas y unos papelitos cortados. Volteó para buscar quién
era el dueño, y vio a una mujer llamada María de Hinojosa. Inmediatamente le
vino a la mente que se podía tratar de una supuesta bruja y la capturó. Ese día
Felipe Joaquín de Iruegas teniente del Presidio de Monclova, acudió con el cura
de la parroquia quien además se ostentaba como el comisario de la Santa Inquisición,
para mostrarle lo que habían visto.
Decidieron interrogar a María de Hinojosa,
una vecina de origen español quien durante las averiguaciones involucró a casi
50 personas de Monclova, Nadadores, del pueblo de San Francisco de la Nueva Tlaxcala
y hasta de San Miguel de Aguayo y de San Pedro Boca de Leones pertenecientes al
Nuevo Reino de León, todas compañeras y maestras en el arte de la hechicería y
brujería, a quienes contrataban para vengar una afrenta y ejercer justicia,
hacer “amarres” o curar desventuras
físicas como del espíritu. Unas eran de origen español, otras coyotas,
mestizas, mulatas, indias tlaxcaltecas y chichimecas, algunas con 80 años
cumplidos. En el acta respectiva se dice que son más coyotas que indias, una
casta derivada de la unión de indios con mestizos.
Todas hablaron ante el temor de ser
sujetas a un juicio de la inquisición. La involucradas admitieron que no
adoraban al “hombre encueretado y la
mujer enlutada”; refiriéndose a Cristo y a la Virgen María. Reconocieron
que un demonio se les aparecía y decía llamarse Herodes. Vestía todo de negro, y se sentaba en una
silla colocada en el carrizal cercano al río Monclova.
Entre agosto y octubre de 1751 hicieron
un proceso contra las supuestas brujas. En los interrogatorios revelaron
algunos secretos y prácticas que hacían María Hinojosa, Josefa Iruegas y la “India Frigenia”. Explicaron el uso de hierbas, sus efectos tanto
en beneficios como en maleficios. Reconocieron la existencia de un pacto que
habían firmado con el diablo y la participación en unas reuniones llamadas aquelarres,
en donde hacían un ritual sacrílego con baile. Por
ejemplo, relataron cuando la “maestra” Gregoria Brígida
y su hermana Josefa pusieron los zancarrones (huesos grandes y alargados) alrededor
de una fogata y bailaron alrededor, hasta que se cansaron. Esos bailes los
hacían con la intención de agradar al demonio, según declaración de otra mujer
llamada Antonia “Quiteria”.
La “India Frigenia” pertenecía al pueblo de
San Miguel de Aguayo. Reconoció que su “maestro”
era un indio de la Punta de Lampazos llamado Diego. Josefa Iruegas les dijo que
Francisco de San Miguel era el hierbero; le había dado una piedra mágica “para que pudiera andar y hablar sin que la
pudieran ver”. En cambio María Borrega de Nadadores, les dijo que su
maestro de brujería era un indio originario de Tlaxcala llamado Joseph a quien
conocían como el “Cumuleon”. Tenía 24
años de ejercer la brujería. Otra de las declarantes llamada Luisa Ramona
declaró que su maestro era Juan García, un “coyote”
de la misión de Peyotes.
María
Hinojosa dijo que la piedra imán con los cabellos que estaba en el bolso le
pertenecían y los cabellos los había cortado a Pedro Xavier. Hizo el trabajo “para que la quisiera”. Los otros
artefactos fueron preparados por la “India
Frigenia” para Josefa Iruegas, quien quería “maleficiar” a José Antonio el Sastre. Todo comenzó cuando Teodora
Iruegas le aconsejó ir con la “India
Frigenia”.
Como se
advierte, los objetos encontrados en la bolsa servían para hacer amarres y
causar daños. La vara de cabellos con las hierbas era de Bruno Herrera, un soldado
del Presidio de Santa Rosa en el actual Múzquiz; mientras que las raíces y los
polvos eran para “maleficios”. Aunque
también les informaron de las cualidades medicinales de las hierbas,
consideradas en ese tiempo como una práctica prohibida por la Iglesia. Los
objetos encontrados estaban relacionados, se hicieron con un móvil pasional.
Posiblemente también se trate de una venganza contra el gobernador de la
provincia, pues había desterrado a un mozo que era el amante de Josefa Iruegas.
En la
mitología griega las hechiceras tenían el poder de provocar cambios
climatológicos y ambientales. Pues bien, por esos días cayó un granizo “tan grande que todo lo acabó”. Enojadas
les advirtieron a los presentes que mientras estuviera el gobernador, se daría
la escasez de semillas y que todos los años cayera granizo. También pidieron
que no lloviese para que todas las cosechas se perdieran. Y según cuentan,
cuando el demonio supo lo que habían hecho son sus fieles seguidoras, se
aparecía en uno de los barrios de la villa.
Los
ritos y aquelarres se hacían a las afueras de Monclova, cerca de un molino a la
orilla del río y bajo una higuera. El otro era en la “Cueva
del Corrizal” (sic) y también en las ruinas de un templo. La “India Frigenia” además de hacer una
distinción entre brujería y la hechicería, describió la forma como agarraban el
vuelo. Si, lo más extraño querido lector. Las brujas podían volar. Solo así
podían brincar la Sierra de Gomas y la Mesa de Catujanes situadas en los
límites de las dos provincias y justifica la relación existente tanto de los
involucrados y sus lugares de origen, aún y cuando vivían a muchas leguas de
distancia. Después del aquelarre y contando con el permiso respectivo del
demonio podían alzar el vuelo. Pero solo podían hacerlo en viernes.
El demonio llamado “Herodes” permanecía sentado y cada una iba llegando al revés, para
luego pedir licencia y acudir a donde debían. Les advertía ir con cuidado para que
no las hicieran caer. En el aquelarre tenían a un chivato negro y todas le
besaban la parte posterior. Se untaban un ungüento o sebo de víbora amasado con
azufre y almizcle. Luego
se acostaban y a cada una se les metía un guajolote; unas
veces por el costado y otras veces por la entrepierna. Cuando alzaban el vuelo recitaban
estas coplas: “De Coahuila somos /Al
Saltillo vamos, /De adentro venimos /Y no nos cansamos”. "De Villa en villa, sin Dios ni Santa María". Lo interesante del caso es que
unos niños se las aprendieron mientras se alejaban del piso. Todas llevan una mecha con sebo y azufre, pues sin luz no podían
salir.
A muchas se las llevaron a la Ciudad de
México. María de Hinojosa estuvo prisionera mientras “el Tribunal la mantendrá en prisión hasta descubrir la verdad, si son
chismes o verdaderos maleficios”; y al referirse a los cómplices, hay
detalle interesante. El Tribunal recomendó: “no hacer causa contra ningún indio, pues ya sabe nuestro Comisario que
las causas de éstos, aunque vengan de Padres y Abuelos Cristianos no tocan al
Santo Oficio sino es ordinario, que debe conocer de ellas aunque no estorba el
que se valga de dichos indios cuando sea conducente su declaración para
justificar las cusas tocantes a este tribunal…”
¿Cómo la ven?
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