Antonio Guerrero Aguilar/
Aunque Texas había proclamado su independencia de México en
1836, el gobierno de la República buscaba la forma de someter a los rebeldes y
echarlos del territorio, en el cual les habían dado cobijo y propiedades desde
principios del siglo XIX. El 11 de septiembre de 1842, el general Adrián Woll
al frente de una considerable fuerza tomó la plaza de San Antonio de Béjar.
Para echar a los mexicanos, los texanos reunieron un contingente de 220
hombres al mando del coronel Methew Caldwell en el pueblo de Gonzáles. Parte de
la caballería mexicana fue al encuentro de los texanos, a quienes derrotaron el
18 de septiembre. Caldwell reunió a otros 500 efectivos, con los cuales atacó a
San Antonio y provocó la huida de los mexicanos el día 20 de septiembre de 1842.
Sam Houston era el presidente de la República de Texas, y
como tal convocó a todos sus habitantes para defender su territorio y nombró
como jefe a un militar de apellido Somerville, con la intención de presionar a
México para que reconociera la independencia. Somerville concentró a unos 800
texanos, con los que marchó hacia Nuevo México y ocupó la llamada franja del
Río Nueces, un territorio que llegaba hasta el Río Bravo y correspondía a
Tamaulipas.
El ejército de Somerville se apoderó de Laredo el 8 de
diciembre. Pasaron a Guerrero y de ahí a Mier. Muchos de las texanos que
participaron en la rendición de Laredo se regresaron a sus casas. Somerville
nombró al coronel William S. Fisher para que controlaran las llamadas Villas
del Norte. Con menos de 300 hombres llegaron en la mañana del 25 de diciembre
de 1842 a las inmediaciones de Mier, que se hallaba defendida por Antonio
Canales y 106 vecinos, entre los cuales había gente de 55 de Cadereyta y 40 de Sabinas,
Nuevo León; apoyados por un regimiento de 250 hombres y dos piezas de
artillería al mando del general Pedro Ampudia que salió desde Matamoros a
defender Mier.
Para evitar el avance de los texanos, unos 125 hombres salieron por la banda izquierda del río Bravo con el objeto de reconocer los movimientos de los enemigos. Cuando las fuerzas quedaron frente a frente, comenzaron a atacarse como a las 7 de la tarde del día 25 y se extendió hasta el mediodía del 26 de diciembre. La famosa batalla de Mier duró 16 horas. En medio de una pertinaz lluvia, los mexicanos se alzaron con la victoria y lograron hacerse de 242 prisioneros. La parte militar da cuenta de 40 bajas del lado texano, 40 del bando mexicano y 60 heridos.
Entre los oficiales capturados estaban Tomás J. Green, su
ayudante de apellido Murry y William Fisher, quien había ocupado el ministerio
de guerra de la República de Texas. Entre los vencidos había muchos de los
aventureros que habían sido derrotados en Nuevo México quienes portaban una
bandera que decía “Revenge”, venganza en español. Como respuesta, el gobierno
de Texas ordenó a tres generales para que instalaran un cuartel militar en
Guerrero, Coahuila. Les urgía fijar la nueva línea divisoria en el Río Bravo y
obligar a México a detener las hostilidades. La prensa norteamericana consideró
a la derrota como un fracaso y pronosticó una efímera vida a la República de
Texas, debido a la bancarrota que tenía su administración.
Mier junto a Laredo, Guerrero, Camargo y Reynosa festejaron
la victoria de los mexicanos. En enero de 1843, Antonio López de Santa Anna
dispuso el traslado de los prisioneros hacia la Ciudad de México y que por cada
lugar que pasaran, las autoridades y el pueblo les hicieran fiesta a los
soldados mexicanos. Cuando Canales y su comitiva pasaron por Cadereyta los
recibieron con honores. El día 26 de enero de 1843, los miembros del cabildo
les dieron la bienvenida a una legua antes de llegar a la población. Los
vecinos instalaron arcos triunfales en el trayecto de San Juan a Cadereyta y en
las casas mostraban el regocijo de los habitantes quienes festejaban el triunfo
de las tropas mexicanas. Un clarín anunció la llegada de los héroes de Mier.
Cuando los vencedores y vencidos llegaron a la plaza principal, comenzó un
repique de campanas del templo de San Juan Bautista y una salva de cohetes.
Canales fue subido a un templete y dirigió unas palabras a los asistentes y
agradeció las muestras de patriotismo del pueblo de Cadereyta. Luego pasaron al
templo a rezar un “Te Deum”. Todo el
pueblo reunido gritaba vivas en honor a los héroes de Mier y rechiflas a los
texanos que venían como prisioneros, a los que trataban bien y alimentaban con
cabrito.
Canales y sus héroes, junto a los prisioneros texanos
llegaron a Monterrey y de ahí rumbo a Saltillo. Iban con rumbo a San Luis
Potosí, cuando lograron escaparse cerca de una hacienda conocida como “El
Salado” el 11 de febrero de 1843. Al avisarle a Antonio López de Santa Anna de
la huida, se enojó tanto que ordenó su captura sin medir consecuencias y
sacrificios. Inmediatamente se formaron varios grupos que capturaron a 176 rebeldes.
Para castigarlos, se les sometió a una rifa maligna. Se fusilaron a uno de cada
diez de acuerdo a una rifa de frijoles. En una bolsa de cuero pusieron nueve
frijoles bayos y uno negro. Quienes habían sacado el frijol negro fueron
fusilados. Otros dicen que había 160 frijoles blancos y 17 frijoles negros en
un jarro. Los que se quedaban con uno, los formaron en ante el pelotón para ser
ejecutados. Los texanos que huyeron, posiblemente murieron de sed y hambre,
jamás se supo de ellos.