domingo, 16 de abril de 2017

La expedición texana a Mier y la rifa de los frijoles

Antonio Guerrero Aguilar/

Aunque Texas había proclamado su independencia de México en 1836, el gobierno de la República buscaba la forma de someter a los rebeldes y echarlos del territorio, en el cual les habían dado cobijo y propiedades desde principios del siglo XIX. El 11 de septiembre de 1842, el general Adrián Woll al frente de una considerable fuerza tomó la plaza de San Antonio de Béjar. Para echar a los mexicanos, los texanos reunieron un contingente de 220 hombres al mando del coronel Methew Caldwell en el pueblo de Gonzáles. Parte de la caballería mexicana fue al encuentro de los texanos, a quienes derrotaron el 18 de septiembre. Caldwell reunió a otros 500 efectivos, con los cuales atacó a San Antonio y provocó la huida de los mexicanos el día 20 de septiembre de 1842.


Sam Houston era el presidente de la República de Texas, y como tal convocó a todos sus habitantes para defender su territorio y nombró como jefe a un militar de apellido Somerville, con la intención de presionar a México para que reconociera la independencia. Somerville concentró a unos 800 texanos, con los que marchó hacia Nuevo México y ocupó la llamada franja del Río Nueces, un territorio que llegaba hasta el Río Bravo y correspondía a Tamaulipas.

El ejército de Somerville se apoderó de Laredo el 8 de diciembre. Pasaron a Guerrero y de ahí a Mier. Muchos de las texanos que participaron en la rendición de Laredo se regresaron a sus casas. Somerville nombró al coronel William S. Fisher para que controlaran las llamadas Villas del Norte. Con menos de 300 hombres llegaron en la mañana del 25 de diciembre de 1842 a las inmediaciones de Mier, que se hallaba defendida por Antonio Canales y 106 vecinos, entre los cuales había gente de 55 de Cadereyta y 40 de Sabinas, Nuevo León; apoyados por un regimiento de 250 hombres y dos piezas de artillería al mando del general Pedro Ampudia que salió desde Matamoros a defender Mier.

Para evitar el avance de los texanos, unos 125 hombres salieron por la banda izquierda del río Bravo con el objeto de reconocer los movimientos de los enemigos. Cuando las fuerzas quedaron frente a frente, comenzaron a atacarse como a las 7 de la tarde del día 25 y se extendió hasta el mediodía del 26 de diciembre. La famosa batalla de Mier duró 16 horas. En medio de una pertinaz lluvia, los mexicanos se alzaron con la victoria y lograron hacerse de 242 prisioneros. La parte militar da cuenta de 40 bajas del lado texano, 40 del bando mexicano y 60 heridos.


Entre los oficiales capturados estaban Tomás J. Green, su ayudante de apellido Murry y William Fisher, quien había ocupado el ministerio de guerra de la República de Texas. Entre los vencidos había muchos de los aventureros que habían sido derrotados en Nuevo México quienes portaban una bandera que decía “Revenge”, venganza en español. Como respuesta, el gobierno de Texas ordenó a tres generales para que instalaran un cuartel militar en Guerrero, Coahuila. Les urgía fijar la nueva línea divisoria en el Río Bravo y obligar a México a detener las hostilidades. La prensa norteamericana consideró a la derrota como un fracaso y pronosticó una efímera vida a la República de Texas, debido a la bancarrota que tenía su administración.

Mier junto a Laredo, Guerrero, Camargo y Reynosa festejaron la victoria de los mexicanos. En enero de 1843, Antonio López de Santa Anna dispuso el traslado de los prisioneros hacia la Ciudad de México y que por cada lugar que pasaran, las autoridades y el pueblo les hicieran fiesta a los soldados mexicanos. Cuando Canales y su comitiva pasaron por Cadereyta los recibieron con honores. El día 26 de enero de 1843, los miembros del cabildo les dieron la bienvenida a una legua antes de llegar a la población. Los vecinos instalaron arcos triunfales en el trayecto de San Juan a Cadereyta y en las casas mostraban el regocijo de los habitantes quienes festejaban el triunfo de las tropas mexicanas. Un clarín anunció la llegada de los héroes de Mier. Cuando los vencedores y vencidos llegaron a la plaza principal, comenzó un repique de campanas del templo de San Juan Bautista y una salva de cohetes. Canales fue subido a un templete y dirigió unas palabras a los asistentes y agradeció las muestras de patriotismo del pueblo de Cadereyta. Luego pasaron al templo a rezar un “Te Deum”. Todo el pueblo reunido gritaba vivas en honor a los héroes de Mier y rechiflas a los texanos que venían como prisioneros, a los que trataban bien y alimentaban con cabrito.


Canales y sus héroes, junto a los prisioneros texanos llegaron a Monterrey y de ahí rumbo a Saltillo. Iban con rumbo a San Luis Potosí, cuando lograron escaparse cerca de una hacienda conocida como “El Salado” el 11 de febrero de 1843. Al avisarle a Antonio López de Santa Anna de la huida, se enojó tanto que ordenó su captura sin medir consecuencias y sacrificios. Inmediatamente se formaron varios grupos que capturaron a 176 rebeldes. Para castigarlos, se les sometió a una rifa maligna. Se fusilaron a uno de cada diez de acuerdo a una rifa de frijoles. En una bolsa de cuero pusieron nueve frijoles bayos y uno negro. Quienes habían sacado el frijol negro fueron fusilados. Otros dicen que había 160 frijoles blancos y 17 frijoles negros en un jarro. Los que se quedaban con uno, los formaron en ante el pelotón para ser ejecutados. Los texanos que huyeron, posiblemente murieron de sed y hambre, jamás se supo de ellos.

martes, 11 de abril de 2017

Zapata: de la historia al mito nacionalista

Antonio Guerrero Aguilar

Emiliano Zapata nació el 8 de agosto de 1879 en San Miguel Anenecuilco, Morelos. Hijo de Gabriel Zapata y Cleofás Salazar. Siendo un niño fue testigo de la tristeza y el coraje de su padre, cuando un cacique del lugar mandó quitarles sus tierras. Perdió a sus padres en 1896, por lo que tuvo que dedicarse a las labores agrícolas y a la arriería. Como buen domador de caballos, fue contratado por Ignacio de la Torre y Mier en 1906, para que se hiciera cargo de las faenas de la hacienda de Tenextepango. Si, el famoso yerno de don Porfirio que se hizo célebre por aquella reunión de los 41. Cuentan que cada vez que Emiliano caía en la cárcel por alguna rebeldía social o pendencia, contaba con el apoyo de su patrón. Es de todos bien sabido que  Emiliano siempre participó de lado de quienes se sentían despojados de sus tierras. A cada rato y por rebelde lo metían a pelear entre la leva. Por eso en 1909 fue comisionado de parte de un consejo de ancianos para organizar una junta de defensa y tramitar ante las autoridades respectivas el regreso de sus tierras. Zapata fue hecho prisionero, más al salir de la cárcel repartió tierras a sus campesinos. Todos sus conocidos, daban crédito que el indio suriano tenía habilidad la táctica para la guerrilla y lo único que quería era aplicar la justicia social, regresar la tierra a sus verdaderos dueños y ayudar a los desposeídos que lo vieron como un justiciero que defendía a los explotados del campo. Por eso, su frase célebre lo describe perfectamente: “Tierra y Libertad”.


El año de 1911 fue decisivo para todas las comunidades de Morelos que se levantaron en armas siguiendo el llamado del Plan de San Luis. Con sus tropas propinó sonadas derrotas al ejército federal. Fue cuando Porfirio Díaz decidió que Aureliano Blanquet y Victoriano Huerta se hicieran cargo de Zapata a quien consideraban como un simple bandido. Cuando Madero por fin llegó a la presidencia, sorpresivamente Zapata se pronunció en contra de su régimen al acusarlo de continuar con las mismas prácticas injustas del porfiriato y para ello antepuso el Plan de Ayala al de San Luis.

El Plan de Ayala fue acordado en la Villa de Ayala, Morelos el 28 de noviembre de 1911. Ahí, un grupo de prominentes campesinos, entre los que se hallaba el mismo Zapata, Otilio Montaño, José Trinidad Ruiz, Eufemio Zapata, Jesús Morales entre otros más. Desconocieron a Madero como presidente, decidieron continuar la revolución al amparo del Plan de San Luis pero con reformas sociales como la de regresar las tierras y el patrimonio ancestral a sus originales propietarios, mejorar la condición económica de los hombres del campo y de sus familias, nacionalizar los bienes de los hacendados e inversionistas que se habían beneficiado con las políticas económicas del viejo régimen; le confiaron a Pascual Orozco la jefatura de la revolución y en caso de no aceptar, dejar a Zapata en su lugar y también exigieron el nombramiento de un presidente interino para que convocara a elecciones y juzgar como traidores a los militares que se siguieran el ideario campesino. Como respuesta, Madero pidió a Felipe Ángeles que le hiciera frente a los reclamos zapatistas contenidos en el Plan de Ayala. Pero en un hecho excepcional, tanto Ángeles como Zapata entendieron el verdadero sentido de la revolución y mantuvieron con paz y tranquilidad al estado de Morelos.

Después de la Decena Trágica, Zapata y su ejército suriano apoyaron al Plan de Guadalupe y se levantaron en armas en contra del usurpador Victoriano Huerta. Inmediatamente Zapata aprovechó para aplicar los principios del Plan de Ayala para repartir las tierras a los campesinos. Al triunfar dicha revolución en 1914, Zapata como Villa desconocieron el liderazgo de Venustiano Carranza como primer jefe constitucionalista, por lo que los principales jefes revolucionarios se trasladaron a la ciudad de Aguascalientes que hizo suyos los reclamos del Plan de Ayala.


El 4 de diciembre de 1914, Villa y Zapata acordaron un pacto en Xochimilco para luchar juntos en contra del constitucionalismo. La División del Norte y los guerrilleros del Ejército Libertador del Sur, formaron una alianza militar; la División del Norte hizo suyos los postulados del Plan de Ayala, ofreció  armas y municiones a los campesinos surianos y decidieron buscar un presidente civil que diera fin a la lucha revolucionaria. También se dispuso que los dos bandos, avanzaran sobre la Ciudad de México. Fue cuando se vio a los zapatistas portar el estandarte de la Virgen de Guadalupe a su entrada a la capital de la República. Momentos memorables para los mexicanos quienes vieron tanto a Villa como a Zapata juntos. En esa legendaria ocasión, Villa aparece sentado en la silla presidencial y al levantarse le dice a Zapata: “Te toca”; Zapata le responde que él no peleó por política sino para regresar la tierra a los campesinos.

Después de las derrotas a la División del Norte en 1915, Zapata regresó a sus dominios. Tenía el control militar y social de su estado y de otras regiones circunvecinas, poniendo en práctica una reforma agraria en beneficio de los campesinos. Carranza dispuso una serie de medidas tanto políticas, económicas y militares para derrotar a Zapata y mandar al traste su Plan de Ayala. Ordenó  a Pablo González Garza que hiciera una campaña carrancista en contra de Zapata. Los zapatistas se hacen fuertes en algunas regiones de Morelos y Guerrero en donde los carrancistas no pudieron con el guerrillero del Sur. Por fin, las tropas carrancistas tomaron Cuernavaca en 1918. Hubo un intercambio epistolar con Jesús Guajardo quien le hizo creer que mantenía diferencias con su jefe Pablo A. González. Como prueba, mandó ejecutar a unos traidores que habían hecho daño al movimiento agrario.  Zapata invitó a Guajardo para que se sumara al Ejército del Sur para desconocer a Carranza. Los de la División del Noreste decidieron aprovechar la confianza de Zapata para hacerlo caer en una trampa. Desde tiempo atrás Guajardo, participaba en algunas batallas en contra de las tropas constitucionalistas para hacer creer a Zapata que se pasaría a su grupo.

Guajardo invitó a comer a Zapata en la hacienda de Chinameca, Morelos. Al ingresar se vio envuelto en una emboscada que terminó con la vida de Emiliano. El 10 de abril de 1919 murió acribillado mi general Zapata. Cuentan que cayó boca bajo, como si tratara de abrazar y besar a su tierra que tanto quiso. A Jesús Guajardo le dieron 50 mil pesos y lo ascendieron a general, pero luego murió a manos de los obregonistas que triunfaron con el Plan de Agua Prieta en 1920, quienes decidieron hacerle un juicio sumario en Monterrey por oponerse a Adolfo de la Huerta. Para los seguidores del carrancismo en Nuevo León y Coahuila, Guajardo le ganó en buena ley a Zapata. Para otros, fue la ley de la vida que pone a cada quien en su sitio.



Luego viene la leyenda justificada en un mito. Zapata no murió. Era tan desconfiado que mandó a un pariente que se le parecía. El cadáver tenía los dedos completos y a Emiliano le faltaba uno. Que si las verrugas en la cara, que era muy taimado y no se iba a dejar de aquellos que le ofrecían pelear por su causa. Plutarco Elías Calles consolidó la fama, como una estrategia para desacreditar al constitucionalismo. Decían que se fue a trabajar con jeque árabe para que le cuidara sus caballos allá en el Medio Oriente. Para otros peleó al lado del insigne general César Augusto Sandino en la amada Nicaragua y contra los franquistas en España. Que siendo anciano murió en un arrabal de alguna ciudad perdida en el Valle de Anáhuac. Lo cierto es que Zapata vive, y la lucha sigue en un país en donde las demandas de los idealistas de la Revolución, se truncaron por los proyectos de pragmatismo y conveniencia que impusieron los que ganaron.

domingo, 2 de abril de 2017

El 2 de abril de 1903

Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural


Son paradójicos dos acontecimientos complicados en la vida del general Porfirio Díaz que tuvo en Nuevo León, su derrota en Icamole y el 2 de abril de 1903. Siendo presidente, ordenaba festejos en todos los estados, de cuando derrotó a los franceses en Puebla. En ese día, el gobernador Bernardo Reyes debía cumplir con el requisito de triunfar en otra reelección. Pero  había un movimiento local independiente encabezado por Francisco E. Reyes, que buscaba también la gubernatura. Como parte de su campaña, partió de la Alameda Porfirio Díaz –hoy Alameda Mariano Escobedo- apoyado por unas 12 mil personas que seguían al candidato opositor. Recorrieron las calles de Washington, Roble –hoy Juárez- y Matamoros, para llegar a la Plaza Zaragoza. Reyes le pidió a su contrincante Reyes que por respeto a la conmemoración, evitaran la manifestación. Los votantes siguieron su marcha a pesar de la advertencia. Para dispersarlos, apostaron a unos  francotiradores en las azoteas del palacio municipal, del Casino Monterrey y de la casa comercial "Maíz Hermanos". Al llegar a la plaza Zaragoza, comenzó el acto con la participación de un orador llamado Vicente B. Treviño. Entonces ordenaron el ataque. Cerca de 15 muertos y muchos heridos, los dirigentes del movimiento fueron encarcelados. En plena plaza de armas, ocurrió el primer rechazo popular en contra del régimen. “Así se gobierna General Reyes…”

sábado, 1 de abril de 2017

El monumento al Benemérito

Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural


El 21 de marzo de 1906, fue colocada la primera piedra del monumento en honor al prócer Benito Juárez. Un año después fue inaugurada con todos los honores y respetos correspondientes en su sitio original, al centro de la plaza. La columna y basamento de la escultura de Juárez fueron diseñados por el gobernador Gral. Bernardo Reyes, mientras que la escultura fue realizada en la ciudad de Salem, Ohio. La plaza La Concordia y luego de 5 de Mayo se le conoció como Plaza Juárez de 1906 a 1984, llamada ahora con el nombre de Explanada de los Héroes. El monumento a Juárez se le cambió de lugar, pasando al lado oriente, y ahora comparte el espacio con los de Hidalgo, Morelos y Escobedo. El día de hoy, este memorial dedicado al Benemérito de las Américas cumple 110 años.

Las fincas de descanso de Monterrey

Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural


Entre el obispado y la Purísima hubo unas quintas y fincas de descanso, propiedad de las familias más pudientes de Monterrey. En ellas había viveros especiales repletos de flores de acuerdo a la temporada que necesitaban vender. Por el rumbo de la calle de Capitán Aguilar entre Matamoros y Padre Mier, estaba "La Huerta", un predio con canchas y piscina a donde acudían los jóvenes de la aristocracia regiomontana. Más al oriente estaba la quinta María Luisa propiedad de la familia Castillón y el Seminario de Monterrey, que se convirtieron en dos colonias con casas similares a las que se construyeron en el Mirador.

Las limpias de Semana Santa.

Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural


Previo a la Semana Santa, se limpiaban los terrenos aledaños a los templos para que se instalaran campamentos de los indios que vivían en las haciendas y para que las procesiones tuvieran paso franco. Luego se ponían barracas, jacalitos y puestos para la vendimias a los lados. Cuentan que se hacían muy buenas romerías en éste periodo. Esta tradición comenzó en 1661 y preferentemente desmontaban por el rumbo de las actuales calles de Hidalgo, Morelos y Padre Mier. No tengo referencias cuando dejaron de hacerlas.

El primer monumento dedicado a la fundación de Monterrey

Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural


En una nota publicada en septiembre de 1946, describe la existencia de unos ojos de agua llamados de Santa Lucía, situado por las calles de 15 de Mayo entre Cuautémoc y Garibaldi. Cuenta que "ha pasado por varias transformaciones en lo que se refiere a sus construcciones, aunque nunca se han hecho fincas de carácter perdurable. Todavía existen los veneros y en el terreno desocupado se pretende hacer un monumento a la fundación de Monterrey". ¡Imagínense! Aún no existía propiamente la calle de Juan Ignacio Ramón tal y como la conocemos ahora. Yo recuerdo unos barrancos atrás del repertorio musical del Norte y en donde están ahora dos estacionamientos. En el lugar en cuestión se colocó el famoso obelisco, que trajo discusiones respecto en donde se fundó la ciudad, llegando a la conclusión de que el sitio original está entre 15 de Mayo y 5 de Mayo, Zaragoza y Escobedo. Pero por ese rumbo había manantiales de considerable tamaño.

La Calzada Madero en el recuerdo

Antonio Guerrero Aguilar/ Escritor y promotor cultural


Miren ésta panorámica de la Calzada Madero en 1957. Aún se puede apreciar el camellón central y las banquetas anchas con las cuales se podía caminar y recorrer un trayecto de unos cinco kilómetros, desde el hospital civil hasta la fundidora de Monterrey. Para los romanos, una calzada era un camino empedrado en medio de dos aceras y que comunicaba dos puntos. En tiempos de Bernardo Reyes (1892) se decidió la construcción de dos grandes calzadas como puntos limítrofes, una al norte y otra al poniente. La primera recibió el nombre de Unión y la otra de Progreso, las dos distintivas del régimen de don Porfirio, cuyo nombre le fue impuesto a la alameda. Luego para honrar el centenario de la Independencia colocaron el emblemático arco de cantera rosa donde confluyen la Unión y el Progreso. Durante la estancia de los villistas en marzo de 1915, se decidió el cambio de la nomenclatura: Unión en lugar de Francisco I. Madero, Progreso por Pino Suárez y la alameda en Mariano Escobedo. Luego José Benítez (1929) hizo más extensa Pino Suárez, para convertirla en una gran avenida que cruzara Monterrey como parte de la Carretera Nacional y le dio el sello distintivo a la calzada con sus andadores y palmeras que otros llegaron y quitaron con afán “modernizador”. Ahora tienen un proyecto de rescate, impresionante como urgente; pero así como estaba me parecía sumamente agradable y propia de la Ciudad de Monterrey, que articulaba el orden, el progreso, la unión, el comercio, la educación, los servicios de salud y el recreo de quienes la conocieron y vivieron. Ahora quieren llevar la gentrificación por el rumbo.

Me dedico a contar narraciones e historias en donde me piden y me invitan.

Santa Catarina, Nuevo León, Mexico