Antonio Guerrero Aguilar
Emiliano Zapata nació el 8 de agosto de 1879 en San
Miguel Anenecuilco, Morelos. Hijo de Gabriel Zapata y Cleofás Salazar. Siendo un
niño fue testigo de la tristeza y el coraje de su padre, cuando un cacique del
lugar mandó quitarles sus tierras. Perdió a sus padres en 1896, por lo que tuvo
que dedicarse a las labores agrícolas y a la arriería. Como buen domador de
caballos, fue contratado por Ignacio de la Torre y Mier en 1906, para que se
hiciera cargo de las faenas de la hacienda de Tenextepango. Si, el famoso yerno
de don Porfirio que se hizo célebre por aquella reunión de los 41. Cuentan que
cada vez que Emiliano caía en la cárcel por alguna rebeldía social o pendencia,
contaba con el apoyo de su patrón. Es de todos bien sabido que Emiliano siempre participó de lado de quienes
se sentían despojados de sus tierras. A cada rato y por rebelde lo metían a
pelear entre la leva. Por eso en 1909 fue comisionado de parte de un consejo de
ancianos para organizar una junta de defensa y tramitar ante las autoridades
respectivas el regreso de sus tierras. Zapata fue hecho prisionero, más al
salir de la cárcel repartió tierras a sus campesinos. Todos sus conocidos, daban
crédito que el indio suriano tenía habilidad la táctica para la guerrilla y lo
único que quería era aplicar la justicia social, regresar la tierra a sus
verdaderos dueños y ayudar a los desposeídos que lo vieron como un justiciero
que defendía a los explotados del campo. Por eso, su frase célebre lo describe
perfectamente: “Tierra y Libertad”.
El año de 1911 fue decisivo para todas las comunidades de
Morelos que se levantaron en armas siguiendo el llamado del Plan de San Luis. Con
sus tropas propinó sonadas derrotas al ejército federal. Fue cuando Porfirio
Díaz decidió que Aureliano Blanquet y Victoriano Huerta se hicieran cargo de
Zapata a quien consideraban como un simple bandido. Cuando Madero por fin llegó
a la presidencia, sorpresivamente Zapata se pronunció en contra de su régimen
al acusarlo de continuar con las mismas prácticas injustas del porfiriato y
para ello antepuso el Plan de Ayala al de San Luis.
El Plan de Ayala fue acordado en la Villa de Ayala,
Morelos el 28 de noviembre de 1911. Ahí, un grupo de prominentes campesinos,
entre los que se hallaba el mismo Zapata, Otilio Montaño, José Trinidad Ruiz,
Eufemio Zapata, Jesús Morales entre otros más. Desconocieron a Madero como
presidente, decidieron continuar la revolución al amparo del Plan de San Luis
pero con reformas sociales como la de regresar las tierras y el patrimonio
ancestral a sus originales propietarios, mejorar la condición económica de los
hombres del campo y de sus familias, nacionalizar los bienes de los hacendados
e inversionistas que se habían beneficiado con las políticas económicas del
viejo régimen; le confiaron a Pascual Orozco la jefatura de la revolución y en
caso de no aceptar, dejar a Zapata en su lugar y también exigieron el nombramiento
de un presidente interino para que convocara a elecciones y juzgar como
traidores a los militares que se siguieran el ideario campesino. Como
respuesta, Madero pidió a Felipe Ángeles que le hiciera frente a los reclamos
zapatistas contenidos en el Plan de Ayala. Pero en un hecho excepcional, tanto
Ángeles como Zapata entendieron el verdadero sentido de la revolución y
mantuvieron con paz y tranquilidad al estado de Morelos.
Después de la Decena Trágica, Zapata y su ejército
suriano apoyaron al Plan de Guadalupe y se levantaron en armas en contra del
usurpador Victoriano Huerta. Inmediatamente Zapata aprovechó para aplicar los
principios del Plan de Ayala para repartir las tierras a los campesinos. Al
triunfar dicha revolución en 1914, Zapata como Villa desconocieron el liderazgo
de Venustiano Carranza como primer jefe constitucionalista, por lo que los
principales jefes revolucionarios se trasladaron a la ciudad de Aguascalientes
que hizo suyos los reclamos del Plan de Ayala.
El 4 de diciembre de 1914, Villa y Zapata acordaron un
pacto en Xochimilco para luchar juntos en contra del constitucionalismo. La
División del Norte y los guerrilleros del Ejército Libertador del Sur, formaron
una alianza militar; la División del Norte hizo suyos los postulados del Plan
de Ayala, ofreció armas y municiones a
los campesinos surianos y decidieron buscar un presidente civil que diera fin a
la lucha revolucionaria. También se dispuso que los dos bandos, avanzaran sobre
la Ciudad de México. Fue cuando se vio a los zapatistas portar el estandarte de
la Virgen de Guadalupe a su entrada a la capital de la República. Momentos memorables
para los mexicanos quienes vieron tanto a Villa como a Zapata juntos. En esa
legendaria ocasión, Villa aparece sentado en la silla presidencial y al
levantarse le dice a Zapata: “Te toca”; Zapata
le responde que él no peleó por política sino para regresar la tierra a los
campesinos.
Después de las derrotas a la División del Norte en 1915,
Zapata regresó a sus dominios. Tenía el control militar y social de su estado y
de otras regiones circunvecinas, poniendo en práctica una reforma agraria en
beneficio de los campesinos. Carranza dispuso una serie de medidas tanto
políticas, económicas y militares para derrotar a Zapata y mandar al traste su
Plan de Ayala. Ordenó a Pablo González
Garza que hiciera una campaña carrancista en contra de Zapata. Los zapatistas
se hacen fuertes en algunas regiones de Morelos y Guerrero en donde los
carrancistas no pudieron con el guerrillero del Sur. Por fin, las tropas
carrancistas tomaron Cuernavaca en 1918. Hubo un intercambio epistolar con
Jesús Guajardo quien le hizo creer que mantenía diferencias con su jefe Pablo
A. González. Como prueba, mandó ejecutar a unos traidores que habían hecho daño
al movimiento agrario. Zapata invitó a Guajardo
para que se sumara al Ejército del Sur para desconocer a Carranza. Los de la División
del Noreste decidieron aprovechar la confianza de Zapata para hacerlo caer en
una trampa. Desde tiempo atrás Guajardo, participaba en algunas batallas en
contra de las tropas constitucionalistas para hacer creer a Zapata que se
pasaría a su grupo.
Guajardo invitó a comer a Zapata en la hacienda de Chinameca,
Morelos. Al ingresar se vio envuelto en una emboscada que terminó con la vida
de Emiliano. El 10 de abril de 1919 murió acribillado mi general Zapata. Cuentan
que cayó boca bajo, como si tratara de abrazar y besar a su tierra que tanto
quiso. A Jesús Guajardo le dieron 50 mil pesos y lo ascendieron a general, pero
luego murió a manos de los obregonistas que triunfaron con el Plan de Agua
Prieta en 1920, quienes decidieron hacerle un juicio sumario en Monterrey por
oponerse a Adolfo de la Huerta. Para los seguidores del carrancismo en Nuevo
León y Coahuila, Guajardo le ganó en buena ley a Zapata. Para otros, fue la ley
de la vida que pone a cada quien en su sitio.
Luego viene la leyenda justificada en un mito. Zapata no
murió. Era tan desconfiado que mandó a un pariente que se le parecía. El
cadáver tenía los dedos completos y a Emiliano le faltaba uno. Que si las
verrugas en la cara, que era muy taimado y no se iba a dejar de aquellos que le
ofrecían pelear por su causa. Plutarco Elías Calles consolidó la fama, como una
estrategia para desacreditar al constitucionalismo. Decían que se fue a
trabajar con jeque árabe para que le cuidara sus caballos allá en el Medio
Oriente. Para otros peleó al lado del insigne general César Augusto Sandino en
la amada Nicaragua y contra los franquistas en España. Que siendo anciano murió
en un arrabal de alguna ciudad perdida en el Valle de Anáhuac. Lo cierto es que
Zapata vive, y la lucha sigue en un país en donde las demandas de los
idealistas de la Revolución, se truncaron por los proyectos de pragmatismo y conveniencia
que impusieron los que ganaron.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario